La historia sucede en una aldea de pescadores, donde vivía la señora Glicina, la única mujer blanca entre pobladores indígenas. Era todavía joven, bella y llena de vida, pero estéril. Vivía acompañada de una tortuga obesa. Un día recibió la visita de un navegante con apariencia de gallardo caballero, con quien tuvo un idilio fugaz que duró solo una noche, pues a la mañana siguiente aquel partió raudo en su nave. Desde entonces Glicina era conocida como la viuda de la aldea.
Relato fantástico ambientado en una aldea de pescadores indígenas, la playa adyacente y un bosque lejano. Se inspira sin duda en el ambiente en que el que Valdelomar vivió su niñez en la ciudad de Pisco, con su vecina caleta de San Andrés de los pescadores.
–¿A dónde vas, señora? –le dijo un viejo pescador de perlas–. No
avances más porque en este tiempo suele salir del mar el Hipocampo de
oro en busca de su copa de sangre.
–¿Y cómo sabré yo si ha salido el Hipocampo de oro? – interrogó la señora Glicina.
–Por las huellas fosforescentes que deja en la arena húmeda, cuando llega la noche...
Avanzaba la viuda y encontró a un joven pescador de corales:
–¿A dónde vas, señora? – le dijo. – ¿No tienes miedo al Hipocampo de
oro? A estas horas suele salir en busca de sus ojos – agregó el mancebo.
–¿Y cómo sabré yo si ha salido el Hipocampo de oro?
–En el mar se oye su silbido estridente cuando cae la noche y crece el silencio.
Caminaba la viuda y encontró a un niño pescador de carpas:
–¿A dónde vas, señora? – le interrogó –. No tardará en salir el
Hipocampo de oro por el azahar del Durazno de las dos almendras. . .
–¿Y cómo sabré yo dónde sale el Hipocampo de oro?
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Publicado el 2 de mayo de 2020 por Edu Robsy.
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