Biografía novelada sobre la esposa del Gran Mariscal del Perú
Obra literaria que recoge una biografía novelada de Francisca Zubiaga y Bernales, la famosa “Mariscala”, esposa del Gran Mariscal del Perú don Agustín Gamarra, figuras ambas de la política peruana de los primeros lustros de la República (décadas de 1820 y 1830).
Destaca la gran fuerza narrativa del relato, que ratificaba la calidad indiscutible que ya había demostrado el autor con sus cuentos “El caballero Carmelo” y “El vuelo de los cóndores”, publicados poco tiempo atrás.
Después de su estancia en Italia, Valdelomar retornó a Lima y empezó a laborar como secretario del notable polígrafo e historiador peruano José de la Riva-Agüero y Osma. De tan provechosa influencia humanística nació en Valdelomar el interés en profundizar más en la historia del Perú, lo que lo llevó a descubrir personajes verdaderamente novelescos. Sobre todo le llamó la atención la vida de Francisca Zubiaga de Gamarra, a quién la historia conoce con el sobrenombre de "la mariscala" por sus proezas personales y sus viriles intromisiones en cuarteladas y revueltas de los primeros años de la República peruana. Todo ello, sumado a sus contactos con parientes vivos tanto del mariscal Gamarra como de “doña Pancha”, hizo nacer en Valdelomar la idea de escribir una biografía novelada, proyecto en el que fue alentado por el mismo José de la Riva-Agüero y Osma. En la tarea de reunir materiales para su redacción, Valdelomar apeló a testimonios escritos y orales, editados e inéditos.
Fue el primer libro formal publicado por el autor, que hasta entonces había dado a la luz sus crónicas, cuentos y poemas solo a través de la prensa.
Para realizar sus propósitos, Doña Francisca,
necesitaba la colaboración de un hombre capaz de secundarla. Así eligió
por compañero de su vida, «al más insignificante entre todos sus
cortejadores», según el concepto ajeno, pero el más útil según su
criterio. Había menester un hombre que hiciera reales los sueños de su
imaginación exaltada, asumiendo papeles que ella, por razón de su sexo,
no podía asumir. Realizado el matrimonio, Gamarra fue su más leal
servidor, y en ello están de acuerdo todos los historiadores.
No era Gamarra un necio, ni un cobarde, ni un patán, como se ha dicho
y repetido tan a menudo. Lejos de eso. Hijo de don Fernando Gamarra, y
de doña Josefa Petronila Messía, había nacido en el Cusco el 27 de
agosto de 1785. A los catorce años ingresó a la carrera de las armas,
sirviendo en los Ejércitos reales e interviniendo como tal en el
levantamiento de 1814 y 1815, a lado del General Goyeneche. En 1818 se
le quitó la dirección de su tropa, destinándosele como contador interino
de Rentas en Puno. En 1820, intentó una conspiración contra el gobierno
real, de acuerdo con los tenientes coroneles don José Miguel Velasco,
don Mariano Guillén y otros, pero «no se les pudo comprobar el hecho» en
el expediente que se les siguió. Desde entonces Gamarra fue mirado con
desconfianza por el virrey, más a pesar de ello, poco después, el
Brigadier Canterac lo llevó a Lima, siendo Gamarra Comandante del
Batallón Unión Peruana o Cusco. Llegó a Lima con sus tropas en 3 de
diciembre, y el Virrey dando crédito a denuncias, y creyendo a Gamarra
de acuerdo con los patriotas, le quitó la dirección de aquéllas, pues se
le acusaba de participación en el paso del «Numancia»; y, para
desagraviarlo le hizo su ayudante de campo, puesto que dejó para ponerse
francamente al lado de los patriotas, presentándose el 20 de enero de
1820 en el cuartel de Huaura donde San Martín. En el interregno de esa
fecha hasta su matrimonio en 1823, ganada la primera faz de la campaña
de la independencia, fue nombrado General de Brigada por el presidente,
Mariscal Don José de la Riva-Agüero. Casóse la víspera de partir a la
batalla de Ayacucho. Era astuto, desconfiado, inteligente; encontraba
siempre una razón para disculpar sus actos más temerarios. Poseía, como
ninguno el arte maquiavélico. Su doctrina y métodos eran los de San
Ignacio. Para él todos los medios eran buenos, lo que importaba era el
fin. Sabía poner oídos de mercader a los asuntos que le mortificaran.
Enérgico, no se desanimaba jamás ante la adversidad. Había conocido muy
de cerca a todos los capitanes de su época desde Bolívar hasta Pezuela.
Fue sin duda el mejor militar que tuvo el Perú independiente. Sobre los
caudillos de su tiempo tuvo una gran ventaja: el talento y carácter de
su mujer.
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Publicado el 8 de septiembre de 2021 por Edu Robsy.
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