- No tienes corazón, no me escuchas, no me entiendes.
Justo en ese momento, algo en mí hacía clic y
no me dejaba oírla, las palabras seguían saliendo de ella y no podía
llegar a escucharlas. Aquella canción siempre tenía las mismas frases, y
yo nunca pude escucharlas.
En mis oídos sonaban los ecos de las palabras
que nunca pude diferenciar, que se repetían una y otra vez. El tiempo
siguió pasando lento, lo cotidiano, la obligación, me acabó azotando en
la cara tras un par de noches sin ella. Me di cuenta que no volvería.
Rebusqué en cada rincón de la casa pero no
quedaba nada, me senté en el sofá acunado por el recuerdo de tantas
noches a la luz de una vela con ella. Comprendí que no tuve corazón
suficiente para amarla, en ese momento sentí un desgarro justo en el
centro del pecho. Me acurruqué en el sofá buscando el resto de algún
olor de ella y me quedé dormido rememorando todas las cosas a las que
nunca les di importancia.
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