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Entonces el Toro les propuso:
—Mi parecer es que hay que construir una cabaña, porque si no, es seguro que nos helaremos en la primera noche fría. Si trabajamos todos, pronto la veremos hecha.
Pero el Cordero repuso:
—Yo tengo un abrigo muy calentito. ¡Miren qué lana! Podré invernar sin necesidad de cabaña.
El Cerdo dijo a su vez:
—A mí el frío no me preocupa; me esconderé entre la tierra y no necesitaré otro refugio.
El Ganso dijo:
—Pues yo me sentaré entre las ramas de un abeto, un ala me servirá de cama y la otra de manta, y no habrá frío capaz de molestarme; no necesito, pues, trabajar en la cabaña.
El Gallo exclamó:
—¿Acaso no tengo yo también alas para preservarme contra el frío? Podré invernar muy bien al descubierto.
El Toro, viendo que no podía contar con la ayuda de sus compañeros y que tendría que trabajar solo, les dijo:
—Pues bien, como quieran; yo me haré una casita bien caliente que me resguardará; pero ya que la hago yo solo, no vengan luego a pedirme amparo.
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Publicado el 15 de agosto de 2016 por Edu Robsy.
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