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—Observa, hija mía, qué es lo que come y bebe María, la cual vuelve saciada sin haber probado el pan que le doy.
Llegadas las muchachas a la pradera, María dijo a su hermana:
—Ven, hermanita; siéntate a mi lado y apoya tu cabeza sobre mis rodillas, que te voy a peinar.
Y cuando apoyó la cabeza en sus rodillas, peinándola, dijo:
—No mires, hermanita; cierra tu ojito; duerme, hermanita mía, duerme, querida.
Cuando la hermana se durmió, María se levantó, se acercó a la vaquita, entró en ella por una oreja, salió por la otra comida, bebida y bien vestida, y todo el día, engalanada como una zarevna, cuidó de la vaquita.
Cuando empezó a oscurecer, María se cambió de traje y despertó a su hermana, diciéndole:
—Levántate, hermanita; levántate, querida; es hora ya de volver a casa.
«¡Qué lástima! —pensó entre sí la muchacha—. He dormido todo el día, no he visto lo que ha comido y bebido María y ahora no sabré lo que decir a mi madre cuando me pregunte.»
3 págs. / 5 minutos.
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Publicado el 15 de agosto de 2016 por Edu Robsy.
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