Continuación apócrifa de las aventuras de don Quijote
Segundo tomo del ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha, mejor conocido simplemente como Quijote de Avellaneda, es una novela publicada en 1614 y firmada por «el licenciado Alonso Fernández de Avellaneda, natural de la villa de Tordesillas». Fue escrita como una secuela a la primera parte de Don Quijote de la Mancha, novela satírica publicada en enero de 1605 por Miguel de Cervantes Saavedra, quien durante la aparición del Quijote de Avellaneda se encontraba escribiendo una continuación al libro original. Este evento aceleró la redacción e impresión en 1615 de una segunda parte canónica y oficial del Quijote con numerosas alusiones y críticas a la versión de Avellaneda. En ésta, el Quijote de Avellaneda es presentado como uno de los principales motivos de la trama, siendo causa directa del nuevo recorrido de los protagonistas. Debido a la muerte de Cervantes apenas cinco meses después de su publicación, ciertos autores han especulado que sin el Quijote de Avellaneda la segunda parte legítima probablemente no habría llegado a terminarse.
La firma del libro ha sido considerada apócrifa ya desde su publicación. Debido a las numerosas disputas literarias de Cervantes con otros escritores españoles contemporáneos (muchas de las cuales surgen durante el transcurso del Quijote, incluyendo varias menciones directas e indirectas a Lope de Vega), la autoría del libro de Avellaneda continúa estando sujeto a numerosas conjeturas. De acuerdo con el medievalista Martín de Riquer, Cervantes conocía «indudablemente» al verdadero escritor por sus numerosas referencias en su segunda parte, pero «su venganza consistió [...] en no revelarnos quién fue su enemigo y competidor».
(...) en este vuestro
imperial alcazar se me ha hecho á mí y á mi escudero: por tanto mirad si
yo os soy de algun provecho para hazeros vengado de algun agravio que
algun fiero gigante os haya hecho; que aqui está Mucio Cevola, aquel que
sin pavor ni miedo, pensando matar al Porsena que tenia cercada á Roma,
puso intrepido su desnudo braço sobre el brasero de fuego, dando
muestras en el hecho, de tan grande esfuerço y valentia, cuanto las dió
de corrimiento en la causa dél; y estad cierto que os haré vengado de
vuestros enemigos tan á vuestro sabor, que digais que en buena hora me
recebisteis en vuestra casa.—Y diziendole tras esto se quedase con Dios,
sin aguardar respuesta, dió de espuelas á Rocinante; y llegando á la
plaça, en viéndole los muchachos començaron á gritar: ¡Al hombre armado,
al hombre armado!—Y seguido dellos, pasó adelante á medio galope, hasta
que salió del lugar, dexando maravillados á todos los que le miraban.
El bueno de Sancho enalbardó su (...)
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Publicado el 30 de diciembre de 2019 por Edu Robsy.
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