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Edición física «La Diligencia de Beaucaire»
—¡Está buena tu Inmaculada!
—¡Pues mira que tu Santa Madre!
—¡Buenas las corrió la tuya en Palestina!
—¡Y la tuya, tan horrorosa! ¿Quién sabe lo que habrá hecho? Que lo diga si no San José.
Para creerse en el puerto de Nápoles, no faltaba más que ver relucir las navajas, y a fe mía, creo que efectivamente la teológica disputa hubiera parado en eso, si el conductor no hubiera intervenido.
—Déjennos en paz con sus vírgenes —dijo riéndose a los boquereuses— todo eso son chismes de mujeres, y en los que los hombres no deben intervenir.
Cuando concluyó hizo restallar la tralla con un mohín escéptico que afilió a su opinión a todos los viajeros.
* * *
La discusión estaba terminada, pero, disparado ya el tahonero, necesitaba desahogarse con alguien, y dirigiéndose al infeliz del gorro, silencioso y triste en un rincón, preguntole con aire picaresco.
—Amolador, ¿y tu mujer? ¿Por qué parroquia está?
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Publicado el 14 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.
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