La relación y comentarios del gobernador Alvar Nuñez Cabeza de Vaca de lo acaecido en las dos jornadas que hizo a las Indias
Capítulo I
En que cuenta cuándo partió el armada, y los oficiales y gente que en ella iba.
A 17 días del mes de junio de 1527, partió del puerto de Sant
Lúcar de Barrameda el gobernador Pánfilo de Narváez, con poder y
mandado, de Vuestra Majestad para conquistar y gobernar las provincias
que están desde el río de las Palmas hasta el cabo de la Florida, las
cuales son en Tierra Firme; y la armada que llevaba eran cinco navíos,
en los cuales, poco mas o menos, irían seiscientos hombres. Los
oficiales que llevaba (porque de ellos se ha de hacer mención) eran
estos que aquí se nombran: Cabeza de Vaca, por tesorero y por alguacil
mayor; Alfonso Enriquez, contador; Alonso de Solis, por factor de
Vuestra Majestad y por veedor; iba un fraile de la Orden de Sant
Francisco por comisario, que se llamaba fray Juan Suárez, con otros
cuatro frailes de la misma Orden. Llegamos a la isla de Santo Domingo,
donde estuvimos casi cuarenta y cinco días, proveyéndonos de algunas
cosas necesarias, señaladamente de caballos. Aquí nos faltaron de
nuestra armada mas de ciento y cuarenta hombres, que se quisieron quedar
allí , por los partidos y promesas que los de la tierra hicieron. De
allí partimos y llegamos a Santiago (que es puerto en la isla de Cuba),
donde en algunos días que estuvimos, el gobernador se rehizo de gente,
de armas y de caballos. Sucedió allí que un gentilhombre que se llamaba
Vasco Porcalle vecino de la villa de la Trinidad, que es la misma isla,
ofreció de dar al gobernador ciertos bastimentos que tenía en la
Trinidad, que es cien leguas del dicho puerto de Santiago. El
gobernador, con toda la armada, partió para allá; mas llegados a un
puerto que se dice Cabo de Santa Cruz, que es mitad del camino,
parescióle que era bien esperar allí y enviar un navío que trajese
aquellos bastimentos; y para esto mandó a un capitán Pantoja que fuese
allí con su navío, y que yo, para más seguridad, fuese con él, y él
quedó por cuatro navíos, porque en la isla de Santo Domingo había
comprado un otro navío. Llegados con estos dos navíos al puerto de la
Trinidad, el capitán Pantoja fue con Vasco Porcalle a la villa, que es
una legua de allí, para rescebir los bastimentos; yo quedé en la mar con
los pilotos, los cuales nos dijeron que con la mayor presteza que
pudiéramos nos despachásemos de allí , porque aquél era un mal puerto y
se solían perder muchos navíos en él; y porque lo que allí nos sucedió
fue cosa muy señalada, me pareció que no sería fuera del propósito y fin
con que yo quise escribir este camino, contarla aquí. Otro día, de
mañana, comenzó el tiempo a dar no buena señal, porque comenzó a llover,
y el mar iba arreciando tanto, que aunque yo dí licencia a la gente que
saliese a tierra, como ellos vieron el tiempo que hacía y que la villa
estaba de allí una legua, por no estar al agua y frío que hacía, muchos
se volvieron al navío. En esto vino una canoa de la villa, en que me
traían una carta de un vecino de la villa, rogándome que me fuese allá y
que me darían los bastimentos que hubiese y necesarios fuesen: de lo
cual yo me excusé diciendo que no podía dejar los navíos. A mediodía
volvió la canoa con otra carta, en que con mucha importunidad pedían lo
mismo, y traían un caballo en que fuese; yo dí la misma respuesta que
primero había dado, diciendo que no dejaría los navíos, mas los pilotos y
la gente me rogaron mucho que fuese, porque diese priesa que los
bastimentos se trujese lo mas presto que pudiese ser, porque nos
partiésemos, luego de allí, donde ellos estaban con gran temor que los
navíos se habían de perder si allí estuviesen mucho. Por esta razón yo
determiné de ir a la villa, aunqée primero que fuese dejé proveído y
mandado a los pilotos que si el Sur, con que allí suelen perderse muchas
veces los navíos, ventase y se viesen en mucho peligro, diesen con los
navíos de través y en parte que se salvase la gente y los caballos; y
con esto yo salí, aunque quise sacar algunos conmigo, por ir en mi
compañía, los cuales no quisieron salir, diciendo que hacía mucha agua y
frío y la villa estaba muy lejos; que otro día, que era domingo,
saldrían con el ayuda de Dios, a oír misa. A una hora después de yo
salido la mar comenzó a venir muy brava, y el norte fue tan recio que ni
los bateles osaron salir a tierra, ni pudieron dar en ninguna manera
con los navíos al través por ser el viento por la proa; de suerte que
con muy gran trabajo, con dos tiempos contrarios y mucha agua que hacía,
estuvieron aquel día y el domingo hasta la noche. A estar hora el agua y
la tempestad comenzó a crecer tanto, que no menos tormenta había en el
pueblo que en la mar, porque todas las casas y iglesias se cayeron, y
era necesario que anduviésemos siete u ocho hombres abrazados unos con
otros para podernos amparar que el viento no nos llevase; y andando
entre los árboles, no menos temor teníamos de ellos que de las casas,
porque como ellos también caían, no nos matasen debajo. En esta
tempestad y peligro anduvimos toda la noche, sin hallar parte ni lugar
donde media hora pudiésemos estar seguros. Andando en esto, oímos toda
la noche, especialmente desde el medio de ella, mucho estruendo y grande
ruido de voces, y gran sonido de cascabeles y de flautas y tamborinos y
otros instrumentos, que duraron hasta la mañana, que la tormenta cesó.
En estas partes nunca otra cosa tan medrosa se vio; yo hice una probana
de ello, cuyo testimonio envié a Vuestra Majestad. El lunes por la
mañana bajamos al puerto y no hallamos los navíos; vimos las boyas de
ellos en el agua, adonde conocimos ser perdidos, y anduvimos por la
costa por ver si hallaríamos alguna cosa de ellos; y como ninguno
hallásemos, metímonos por los montes, y andando por ellos un cuarto de
legua de agua, hallamos la barquilla de un navío puesta sobre unos
árboles, y diez leguas de allí, por la costa, se hallaron dos personas
de mi navío y ciertas tapas de cajas, y las personas tan desfiguradas de
los golpes de las peñas, que no se podían conoscer; halláronse también
una capa y una colcha hecha pedazos, y ninguna otra cosa paresció.
Perdiéronse en los navíos sesenta personas y veinte caballos. Los que
habían salido a tierra el día que los navíos allí llegaron, que serían
hasta treinta, quedaron de los que en ambos navíos había. Así estuvimos
algunos días con mucho trabajo y necesidad, porque la provisión y
mantenimientos que el pueblo tenía se perdieron y algunos ganados; la
tierra quedó tal, que era gran lástima verla: caídos los árboles,
quemados los montes, todos sin hojas ni yerbas. Así pasamos hasta cinco
días del mes de noviembre, que llegó el gobernador con sus cuatro
navíos, que también habían pasado gran tormenta y también habían
escapado por haberse metido con tiempo en parte segura. La gente que en
ellos traía, y la que allí halló, estaban tan atemorizados de lo pasado,
que temían mucho tornarse a embarcar en invierno, y rogaron al
gobernador que lo pasase allí y él, vista su voluntad y la de los
vecinos, invernó allí . Dióme a mí cargo de los navíos y de la gente
paraque me fuese con ellos a inventar al puerto de Xagua, que es doce
leguas de allí , donde estuve hasta t0 días del mes de hebrero.
Capítulo II
Cómo el gobernador vino al puerto de Xagua y trujo consigo a un piloto
En este tiempo llegó allí el gobernador con un bergantín que en
la Trinidad compró, y traía consigo un piloto que se llamaba Miruelo;
habíalo tomado porque decía que sabía y había estado en el río de las
Palmas, y era muy buen piloto de toda la costa del Norte. Dejaba también
comprado otro navío en la costa de la Habana, en el cual quedaba por
capitan Alvaro de la Cerda, con cuarenta hombres y doce de caballo; y
dos días después que llegó el gobernador, se embarcó, y la gente que
llevaba eran cuatrocientos hombres y ochenta caballos en cuatro navíos y
un bergantín. El piloto que de nuevo habíamos tomado metió los navíos
por los bajíos que dicen de Canarreo, de manera que otro día dimos en
seco, y así estuvimos quince días, tocando muchas veces las quillas de
los navíos en seco, al cabo de los cuales, una tormenta del Sur metió
tanta agua en los bajíos, que pudimos salir, aunque no sin mucho
peligro. Partimos de aquí y llegados a Guaniguanico, nos tomó otra
tormenta, que estuvimos a tiempo de perdernos. A cabo de Corrientes
tuvimos otra, donde estuvimos tres días; pasados éstos, doblamos el cabo
de Sant Antón, y anduvimos con tiempo contrario hasta llegar a doce
leguas de la Habana; y estando otro día para entrar en ella, nos tomó un
tiempo de sur que nos apartó de la tierra, y atravesamos por la costa
de la Florida y llegamos a la tierra martes l1 días del mes de abril, y
fuimos costeando la vía de la Florida; y Jueves Santo, surgimos en la
mismarcosta, en la boca de una bahía, al cabo de la cual vimos ciertas
casas y habitaciones de indios.
Capítulo III
Cómo llegamos a la Florida
En este mismo día salió el contador Alonso Enríquez y se puso en
una isla que esta en la misma bahía y llamó a los indios, los cuales
vinieron y estuvieron con él buen pedazo de tiempo, y por vía de rescate
le dieron pescado yalgunos pedazos de carne de venado. Otro día
siguiente, que era Viernes Santo, el gobernador se desembarcó con la más
gente que en los bateles que traía pudo sacar, y como llegamos a los
buhíos o casas que habíamos visto de los indios, hallémoslas
desamparadas y solas, porque la gente se había ido aquella noche en sus
canoas. El uno de aquellos buhíos era muy grande, que cabrían en él mas
de trescientas personas; los otros eran mus pequeños, y hallamos allí
una sonaja de oro entre las redes. Otro día el gobernador levantó
pendones por Vuestra Majestad y tomó la posesión de la tierra en su real
nombre, presentó sus provisiones y fue obedescido por gobernador, como
Vuestra Majestad lo mandaba. Asimismo presentamos nosotros las nuestras
ante él, y él las obedesció como en ellas se contenía. Luego mandó que
toda la otra gente desembarcase y los caballos que habían quedado, que
eran mas de cuarenta y dos, porque los demás, con las grandes tormentas y
mucho tiempo que habían andado por la mar,eran muertos; y estos pocos
que quedaron estaban tan flacos y fatigados, que por el presente poco
provecho podimos tener de ellos. Otro día los indios de aquel pueblo
vinieron a nosotros, y aunque nos hablaron, como nosotros noteníamos
lengua, no los entendíamos; mas hacíannos muchas señas y amenazas,y nos
paresció que nos decían que nos fuésemos de la tierra, y con esto
nosdejaron, sin que nos hiciesen ningun impedimento, y ellos se fueron.
Capítulo IV
Como entramos por la tierra
Otro día adelante el gobernador acordó de entrar por la tierra,
por descubrirla y ver lo que en ella había. Fuímonos con él el comisario
y el veedor yyo, con cuarenta hombres, y entre ellos seis de caballo,
de los cuales poconos podíamos aprovechar. Llevamos la vía del Norte
hasta que a hora de vísperas llegamos a una bahía muy grande, que nos
paresció que entraba mucho por la tierra; quedamos allí aquella noche, y
otro día nos volvimos donde los navíos y gente estaban. El gobernador
mandó que el bergantín fuese costeando la vía de la Florida, y buscase
el puerto que Miruelo el piloto había dicho que sabía; mas ya él lo
había errado, y no sabía en que parte estábamos, ni adonde era el
puerto; y fuéle mandado al bergantín que si no lo hallase, travesase a
la Habana, y buscase el navío que Arevalo de la Cerda tenía, y tomados
algunos bastimentos, nos viniesen a buscar. Partido el bergantín,
tornamos a entrar en la tierra los mismos que primero, con alguna gente
más, y costeamos la bahía que habíamos hallado; y andadas cuatro leguas,
tomamos cuatro indios, y mostrémosles maíz para ver si le conocían,
porque hasta entonces no habíamos visto señal de él. Ellos nos dijeron
que nos llevarían donde lo había;y así, nos llevaron a su pueblo, que es
al cabo de la bahía, cerca de allí , y en él nos mostraron un poco de
maíz, que aún no estaba para cogerse. Allí hallamos muchas cajas de
mercaderes de Castilla, y en cada una de ellas estaba un cuerpo de
hombre muerto, y los cuerpos cubiertos con unos cueros de venados
pintados. Al comisario le paresció que esto era especie de idolatría y
quemó las cajas con los cuerpos. Hallamos también pedazos de lienzo y de
paño, y penachos que parecían de la Nueva España; hallamos también
muestras de oro. Por señas preguntamos a los indios de adonde habían
habido aquellas cosas; senaláronnos que muy lejos de allí había una
provincia que se decía Apalache, en la cual había mucho oro, y hacían
seña de haber muy gran cantidad de todo lo que nosotros estimamos en
algo. Decían que en Apalache había mucho, y tomando aquellos indios por
guía, partimos de allí ; y andadas diez o doce leguas, hallamos otro
pueblo de quince casas, donde había buen pedazo de maíz sembrado, que ya
estaba para cogerse, y también hallamos algunos que estaba ya seco; y
después de dos días que allí estuvimos, nos volvimos donde el contador y
la gente y navíos estaban, y contamos al contador y pilotos lo que
habíamos visto, y las nuevas que los indios nos habían dado. Y otro día,
que fue l de mayo, el gobernador llamó aparte al comisario y al
contador y al veedor y a mí, y a un marinero que se llamaba Bartolomé
Fernandez, y a un escribano que se decía Jerónimo de Alaniz, y así
juntos, nos dijo que tenía en voluntad de entrar por la tierra adentro, y
los navíos se fuesen costeando hasta que llegasen al puerto, y que los
pilotos decían y creían que yendo la víade las Palmas estaban muy cerca
de allí ; y sobre esto nos rogó le diósemosnuestro parecer. Yo respondía
que me parescía que por ninguna manera debía dejar los navíos sin que
primero quedasen en puerto seguro y poblado, y que mirase que los
pilotos no andaban ciertos, ni se afirmaban en una misma cosa, ni sabían
a que parte estaban; y que allende de esto, los caballos no estaban
para que en ninguna necesidad que se ofresciese nos pu diósemos
aprovechar de ellos; y que sobre todo esto, ibamos mudos y sin lengua,
por donde mal nos podíamos entender con los indios, ni saber lo que de
la tierra queríamos, y que entrábamospor tierra de que ninguna relación
teníamos, ni sabíamos de que suerte era,ni lo que en ella había, ni de
que gente estaba poblada, ni a qué parte de ella estábamos; y que sobre
todo esto, no teníamos bastimentos para entrar adonde nó sabíamos;
porque, visto lo que en los navíos había, no se podía dara cada hombre
de ración para entrar por la tierra, más de una libra de bizcocho y otra
de tocino, y que mi parescer era que se debía embarcar y ir a buscar
puerto y tierra que fuese mejor para poblar, pues la que habíamos visto,
en si era tan despoblada y tan pobre, cuanto nunca en aquellas partes
se había hallado. Al comisario le paresció todo lo contrario, diciendo
que no se había deembarcar, sino que, yendo siempre hacía la costa,
fuesen en busca del puerto, pues los pilotos decían que no estaría sino
diez o quince leguas de allí la vía de Pánuco, y que no era posible,
yendo siempre a la costa, que no topásemos con él, porque decían que
entraba doce leguas adentro por la tierra, y que los primeros que lo
hallasen, esperasen allí a los otros, y que embarcarse era tentar a
Dios, pues desque partimos de Castilla tantos trabajos habíamos pasado,
tantas tormentas, tantas pérdidas de navíos, y de gente habíamos tenido
hasta llegar allí; y que por estas razones él se debía de ir por luengo
de costa hasta llegar al puerto, y que los otros navíos, con la otra
gente, se irían a la misma vía hasta llegar al mismo puerto. A todos los
que allí estaban paresció bien que esto se hiciese así, salvo al
escribano, Que dijo que primero que desamparase los navíos, los debía de
dejar en puerto conoscido y seguro, y en parte que fuese poblada; que
esto hecho, podría entrar por la tierra adentro y hacer lo que le
paresciese. El gobernador siguió su parescer y lo que los otros le
aconsejaban. Yo, vista su determinación, requerlle de parte de Vuestra
Majestad que no dejase los navíos sin que quedasen en puerto y seguros,
yé así lo pedí por testimonio al escribano que allí teníamos. El
respondió que, pues él se conformaba con el parescer de los más de los
otros oficiales y comisario, que yo no era parte para hacerle estos
requerimientos, y pidió al escribano le diese por testimonio cómo por no
haber en aquella tierra mantenimientos para poder poblar, ni puerto
para los navíos, levantaba el pueblo que allí había asentado, y iba con
él en busca del puerto y de tierra que fuese mejor; y luego mandó
apercibir la gente que había de ir por él; y después de esto proveído,
en presencia de los que allí estaban, me dijo que, pues yo tanto
estorbaba y temía la entrada por la tierra, que me quedase y tomáse
cargo de los navíos y la gente que en ellos quedaba, y poblase si yo
llegase primero que él. Yo me excusé de esto, y después de salidos de
allí aquella misma tarde, diciendo que no le parescía que de nadie se
podía fiar aquello, me envió a decir que me rogaba que tomase cargo de
ello; y viendo que importunándome tanto, yo todavía me excusaba, me
preguntó qué erala causa por que huía de aceptallo; a lo cual respondí
que yo huía de encargarme de aquello porque tenía por cierto y sabía que
él no había de ver mas los navíos, ni los navíos a él, y que esto
entendía viendo que tan sin aparejo se entraban por la tierra adentro; y
que yo quería más aventurarme al peligro que él y los otros se
aventuraban, y pasar por lo que él y ellos pasasen, que no encargarme de
los navíos, y dar ocasión a que se dijese que, como había contradicho
la entrada, me quedaba por temor, y mi honra anduviese en disputa; y que
yo quería más aventurar la vida que poner mi honra en esta condición.
El, viendo que conmigo no aprovechaba, rogó a otros muchos que me
hablasen en elloy me lo rogasen, a los cuales respondí lo mismo que a
él; y así, preveyó por su teniente, para que quedase en los navíos, a un
alcalde que traía que se llamaba Carballo.
Capítulo V
Cómo dejó los navíos el gobernador
Sabado, l de mayo, el mismo día que esto había pasado, mandó dar a
cada uno de los que habían de ir con él dos libras de bizcocho y media
libra de tocino, y ansí nos partimos para entrar en la tierra. La suma
de toda la genteque llevábamos era trescientos hombres; en ellos iba el
comisario fray JuanSuárez, y otro fralle que se decía fray Juan de
Palos, y tres clérigos y los oficiales. La gente de caballo que con
estos ibamos, eramos cuarenta de caballo; y ansí anduvimos con aquel
bastimento que llevábamos, quince días, sin hallar otra cosa que comer,
salvo palmitos de la manera de los de Andalucía. En todo este tiempo no
hallamos indio ninguno, ni vimos casa ni poblado,y al cabo llegamos a un
río que lo pasamos con muy gran trabajo a nado y enbalsas; detuvímonos
un día en pasarlo, que traía muy gran corriente. Pasados a la otra
parte, salieron a nosotros doscientos indios, poco más o menos;el
gobernador salió a ellos, y después de haberlos hablado por señas,
ellosnos señalaron de suerte que nos hobimos de revolver con ellos, y
prendimos cinco o seis;y éstos nos llevaron a sus casas, que estaban
hasta media legua de allí , en las cuales hallamos gran cantidad de maíz
que estaba ya para cogerse, y dimos infinitas gracias a nuestro Señor
por habernos socorrido en tan gran necesidad, porque ciertamente, como
éramos nuevos en los trabajos, allende del cansancio que traíamos,
veníamos muy fatigados de hambre, y a tercero día que allí llegamos, nos
juntamos el contador y veedor y comisario y yo, y rogamos al gobernador
que enviase a buscar la mar, por ver si hallaríamos puerto,porque los
indios decían que la mar no estaba muy lejos de allí . El nos respondió
que no curasemos de hablar en aquello, porque estaba muy lejos de allí ;
y como yo era el que más le importunaba, díjome que me fuese yo a
descubrirla y que buscase puerto, y que había de ir a pie con cuarenta
hombres.y ansí, otro día yo me partí con el capitnn Alonso del Castillo,
y con cuarenta hombres de su compañía, y asi anduvimos hasta hora de
mediodía, que llegamos a unos placeles de la mar que parescía que
entraban mucho por latierra; anduvimos por ellos hasta legua y media con
el agua hasta mitad de la pierna, pisando por encima de estiones, de
los cuales rescibimos muchas cuchilladas en los pies, y nos fueron causa
de mucho trabajo, hasta que llegamos en el río que primero habíamos
atravesado, que entraba por aquel mismo ancón, y como no lo podíamos
pasar, por el mal aparejo que para ello teníamos, volvimos al real, y
contamos al gobernador lo que habíamos hallado, y cómoera menester otra
vez pasar el río por el mismo lugar que primero lo habíamos pasado, para
que aquel ancón se descubriese bien, y viésemos si por allí había
puerto; y otro día mandó a un capitán que se llamaba Valenzuela, que con
setenta hombres y seis de caballo pasase el río y fuese por él abajo
hasta llegar a la mar, y buscar si había puerto; el cual, después de dos
días que allí estuvo, volvió y dijo que él había descubierto el ancón, y
que todo era bahía baja hasta la rodilla, y que no se hallaba puerto; y
que había visto cinco o seis canoas de indios que pasaban de una parte a
otra, y que llevaban puestos muchos penachos. Sabido esto, otro día
partimos de allí , yendo siempre en demanda de aquella provincia que los
indios nos habían dicho Apalache, llevando por guía los que de ellos
habíamos tomado, y asi anduvimos hasta 17 de junio, que no hallamos
indios que nos osasen esperar; y allí salió a nosotros un señor que le
traía un indio a cuesta, cubierto de un cuero de venado pintado: traía
consigo mucha gente, y delante de él venían tañendo unas flautas de
caña; y así, llegó do estaba el gobernador y estuvo una hora con él, y
por señasle dimos a entender que íbamos a Apalache, y por las que él
hizo, nos paresció que era enemigo de los de Apalache, y que nos iría a
ayudar contra él. Nosotros le dimos cuentas y cascabeles y otros
rescates, y él dió al gobernador el cuero que traía cubierto; y así, se
volvió, y nosotros le fuimos siguiendo por la vía que él iba. Aquella
noche llegamos a un rio, el cual era muy hondo y muy ancho, y la
corriente muy recia; y por no atrevernos a pasar con balsas, hecimos una
canoa para ello, y estuvimos en pasarlo un día; y si los indios nos
quisieran ofender, bien nos pudieran estorbar el paso, y aún con
ayudarnos ellos, tuvimos mucho trabajo. Uno de caballo, que se decía
Juan Velázquez, natural de Cuéllar, por no esperar entró en el río, y la
corriente, comoera recia, lo derribó del caballo, y se asió a las
riendas, y ahogó a si y al caballo; y aquellos indios de aquel senor,
que se llamaba Dulchanchelin, hallaron el caballo, y nos dijeron dónde
hallaríamos a él por el rio abajo; y asi, fueron por él, y su muerte nos
dió mucha pena, porque hasta entonces ninguno nos había faltado. El
caballo dio de cenar a muchos aquella noche. Pasados de allí, otro día
llegamos al pueblo de aquel señor, y allí nos envió maíz. Aquella noche,
donde iba a tomar agua nos flecharon un cristiano, y quiso Dios queno
lo hirieron. Otro día nos partimos de allí sin que indio ninguno de
losnaturales paresciese, porque todos habían huído; mas yendo nuestro
camino, parescieron indios, los cuales venían de guerra, y aunque
nosotros los llamamos, no quisieron volver ni esperar; mas antes se
retiraron, siguiéndonos por el mismo camino que llevábamos. El
gobernador dejó una celada de algunos de a caballo en el camino, que
como pasaron, salieron a ellos, y tomaron treso cuatro indios, y éstos
llevamos por guías de allí adelante; los cuales nos llevaron por tierra
muy trabajosa de andar y maravillosa de ver, porque enella hay muy
grandes montes y los arboles a maravilla altos, y son tantos los que
están caídos en el suelo, que nos embarazaban el camino, de suerte que
no podíamos pasar sin rodear mucho y con muy gran trabajo; de los que no
estaban caídos, muchos estaban hendidos desde arriba hasta abajo, de
rayos que en aquella tierra caen, donde siempre hay muy grandes
tormentas y tempestades. Con este trabajo caminamos hasta un día después
de San Juan, que llegamos a vistade Apalache sin que los indios de la
tierra nos sintiesen. Dimos muchas gracias a Dios por vernos tan cerca
de El, creyendo que era verdad lo que de aquella tierra nos habían
dicho, que allí se acabarían los grandes trabajos que habíamos pasado,
así por el malo y largo camino para andar, como por la mucha hambre que
habíamos padescido; porque aunque algunas veces hallabamos maíz, las mas
andábamos siete y ocho leguas sin toparlo; y muchos había entrenosotros
que, allende del mucho cansancio y hambre, llevaban hechas llagas en
las espaldas, de llevar las armas a cuesta, sin otras cosas que se
ofrescían. Mas con vernos llegados donde deseábamos, y donde tanto
mantenimiento y oro nos habían dicho que había, parescimos que se nos
había quitado gran parte del trabajo y cansancio.
Capítulo VI
Cómo llegamos a Apalache
Llegamos que fuimos a Apalache, el gobernador mandó que yo tomase
nueve decaballo, y cincuenta peones, y entrase en el pueblo, y ansí lo
acometimos el veedor y yo; y entrados, no hallamos sino mujeres y
muchachos; mas de aquía poco, andando nosotros por él, acudieron, y
comenzaron a pelear, flechándonos, y mataron el caballo del veedor; mas
al fin huyeron y nos dejaron. Allí hallamos mucha cantidad de maíz que
estaba ya para cogerse, y mucho seco que tenían encerrado. Hallámosles
muchos cueros de venados, y entre ellos algunas mantas de hllo pequeñas,
y no buenas, con que las mujeres cubren algode sus personas. Tenían
muchos vasos para moler maíz. En el pueblo había cuarenta casas pequeñas
y edificadas, bajas y en lugares abrigados, por temor de las grandes
tempestades que continuamente en aquella tierra suele haber. El edificio
es de paja, y estan cercados de muy espeso monte y grandes arboledas y
muchos piélagos de agua, donde hay tantos y tan grandes árboles caídos,
que embarazan, y son causa que no se puede por allí andar sin mucho
trabajo y peligros.
Capítulo VII
De la manera que es la tierra
La tierra, por la mayor parte, desde donde desembarcamos hasta
este pueblo y tierra de Apalache, es llana; el suelo, de arena y tierra
firme; por toda ella hay muy grandes árboles y montes claros, donde hay
nogales y laureles, y otros que se llaman liquidámbares; cedros, sabinas
y encinas y pinos y robles, palmitos bajos, de la manera de los de
Castilla. Por toda ella hay muchas lagunas, grandes y pequenas, algunas
muy trabajosas de pasar, parte por la mucha hondura parte por tantos
arboles como por ellas estan caídos. Elsuelo de ellas es arena, y las
que en la comarca de Apalache hallamos son muy mayores que las de hasta
allí. Hay en esta provincía muchos maizales, y las casas están tan
esparcidas por el campo, de la manera que están las de los Gelves. Los
animales que en ellas vimos son: venados de tres maneras, conejos y
liebres, osos y leones, y otras salvajinas, entre los cuales vimos un
animal que trae los hijos en una bolsa que en la barriga tiene; y todo
eltiempo que son pequeños los trae allí, hasta que saben buscar de
comer; y si acaso estén fuera buscando de comer, y acude gente, la madre
no huye hasta que los ha recogido en su bolsa. Por allí la tierra es
muy fría; tiene muy buenos pastos para ganados; hay aves de muchas
maneras, ansares en gran cantidad, patos, ánades, patos reales, dorales y
garzotas y garzas; perdices; vimos muchos alcones, neblis, gavllanes,
esmerejones y otras muchas aves. Dos horas después que llegamos a
Apalache, los indios que de allí habían huído vinieron a nosotros de
paz, pidiéndonos a sus mujeres y hijos, y nosotros se losdimos, salvo
que el gobernador detuvo un cacique de ellos consigo, que fue causa por
donde ellos fueron escandalizados; y luego otro día volvieron de guerra,
y con tanto desnuedo y presteza nos asometieron, que llegaron a nos
poner fuego a las casas en que estábamos; mas como salimos, huyeron, y
acogiéronse a las lagunas, que tenían muy cerca; y por esto, y por los
grandes maizales que había, no les podimos hacer daño, salvo a uno que
matamos. Otro día siguiente, otros indios de otro pueblo que estaba de
la otra parte vinieron a nosotros y acometiéronnos de la misma arte que
los primeros, y de la misma manera se escaparon, y también murió uno de
ellos. Estuvimos en este pueblo veinte y cinco días, en que hecimos tres
entradas por la tierra, y hallámosla muy pobre de gente y muy mala de
andar, por los malos pasos y montes y lagunas que tenía. Preguntamos al
cacique que les habíamos detenido, y a los otros indiosque traíamos con
nosotros, que eran vecinos y enemigos de ellos, por la manera y
población de la tierra, y la calidad de la gente, y por los bastimentos y
todas las otras cosas de ella. Respondiéronnos cada uno por sí, que el
mayor pueblo de toda aquella tierra era aquel Apalache, y que adelante
había menos gente muy más pobre que ellos y que la tierra era mal
poblada y losmoradores de ella muy repartidos; y que yendo adelante,
había grandes lagunas y espesura de montes y grandes desiertos y
despoblados. Preguntámosle luego por la tierra que estaba hacia el Sur,
que pueblos y mantenimientos tenía. Dijeron que por aquella vía, yendo a
la mar nueve jornadas, había un pueblo que llamaban Aute, y los indios
de él tenían mucho maíz, y que tenían frisoles y calabazas, y que por
estar tan cerca de la mar alcanzaban pescados, y que estos eran amigos
suyos. Nosotros, vista la pobreza de la tierra, y las malas nuevas que
de la población y de todo lo demás nos daban, y como los indios nos
hacían continua guerra hiriéndonos la gente y los caballos en los
lugares donde íbamos a formar agua, y esto desde las lagunas, y tan a
salvo, que no lospodíamos ofender, porque metidos en ellas nos
flechaban, y mataron un señorde Tezcuco que se llamaba don Pedro, que el
comisario llevaba consigo, acordamos de partir de allí, y ir a buscar
la mar, y aquel pueblo de Aute que nos habían dicho; y asi nos partimos a
cabo de veinte y cinco días que allí habíamos llegado. El primero día
pasamos aquellas lagunas y pasos sin ver indio ninguno; mas al
segundodía llegamos a una laguna de muy mal paso, porque daba el agua a
los pechosy había en ella muchos árboles caidos. Ya que estábamos en
medio de ella nos acometieron muchos indios que estaban abscondidos
detrás de los árboles porque no los viésemos; otros estaban sobre los
caídos, y comenzáronnos a flechar de manera, que nos hirieron muchos
hombres y caballos, y nos tomaron laguía que llevábamos antes que de la
laguna saliésemos, y después de salidosde ella, nos tornaron a seguir,
queriéndonos estorbar el paso; de manera que no nos aprovechaba salirnos
afuera ni hacernos mas fuertes y querer pelearcon ellos, que se metían
luego en la laguna, y desde allí nos herían la gente y caballos. Visto
esto, el gobernador mandó a los de a caballo que se apeasen y les
acometiesen a pie. El contador se apeó con ellos, y así los acometieron,
y todos entraron a vueltas en una laguna, y así les ganamos el paso. En
esta revuelta hubo algunos de los nuestros heridos, que no les valieron
buenas armas que llevaban; y hubo hombres este día que juraron que
habían visto dosrobles, cada uno de ellos tan grueso como la pierna por
bajo, pasados de parte a parte de las flechas de los indios; y esto no
es tanto de maravillar, vista la fuerza y maña con que las echan; porque
yo mismo vi una flecha en un pie de un álamo, que entraba por el un
geme. Cuantos indios vimos desde la Florida aquí, todos son flecheros; y
como son tan crescidos de cuerpo y andan desnudos, desde lejos parecen
giggantes. Es gente a maravilla bien dispuesta, muy enjutos y de muy
grandes fuerzas y ligereza. Los arcos que usanson gruesos como el brazo,
de once o doce palmos de largo, que flechan a doscientos pasos con tan
gran tiento, que ninguna cosa yerran. Pasados que fuimos de este paso,
de ahí a una legua llegamos a otro de la misma manera, salvo que por ser
tan largo, que duraba media legua, era muy peor; este pasamos
libremente y sin estorbo de indios; que, como habían gastado en el
primero toda la munición que de flechas tenían, no quedó con qué osarnos
acometer. Otro día siguiente, pasando otro semejante paso, yo hallé
rastro de gente que iba delante, y di aviso de ello al gobernador que
venía en la retaguardia y ansí, aunque los indios salieron a nosotros,
como ibamos apercibidos, no nos pudieron ofender; y salidos a lo llano,
fuéronnos todavía siguiendo; volvimos a ellos por dos partes, y
matámosles dos indios, y hiriéronme a míy dos o tres cristianos; y por
acogérsenos al monte no les podimos hacer más mal ni daño. De esta
suerte caminamos ocho días, y desde este paso que hecontado, no salieron
mas indios a nosotros hasta una legua adelante, que eslugar donde he
dicho que íbamos. Allí, yendo nosotros por nuestro camino, salieron
indios, y sin ser sentidos, dieron en la retaguardia, y a los gritos
quedio un muchacho de un hidalgo de los que allí iban, que se llamaba
Avellanedea, el Avellaneda volvió, y fue a socorrerlos, y los indios le
acertaron conuna flecha por el canto de las corazas, y fue tal la
herida, que pasó casi toda la flecha por el pescuezo, y luego allí murió
y lo llevamos hasta Aute.En nueve días de camino, desde Apalache hasta
allí, llegamos. Y cuando fuimos llegados, hallamos toda la gente de él,
ida, y las casas quemadas, y mucho maíz y calabazas y frisoles, que ya
todo estaba para empezarse a coger. Descansamos allí dos días, y estos
pasados, el gobernador me rogó que fuese a descubrir la mar, pues los
indios decían que estaba tan cerca de allí; ya en este camino la
habíamos descubierto por un rio muy grande que en él hallamos, a quien
habíamos puesto por nombre el rio de la Magdalena. Visto esto, otro día
siguiente yo me partí a descubrirla, juntamente con el comisario y el
capitán Castillo y Andres Dorantes y otros siete de caballo y cincuenta
peones, y caminamos hasta hora de visperas, que llegamos a un ancón o
entrada de la mar, donde hallamos muchos ostiones, con que la gente
holgó; y dimos muchas gracias a Dios por habernos traido allí. Otro día
de mañana envié veinte hombres a que conociesen la casa y mirasen la
disposición de ella, los cuales volvieron otro día en la noche, diciendo
que aquellos ancones y bahías eran muy grandes y entraban tanto por la
tierra adentro, que estorbaban mucho paradescubrir lo que queríamos, y
que la costa estaba muy lejos de allí. Sabidas estas nuevas, y vista la
mala disposición y aparejo que para descubrir la costa por allí había yo
me volví al gobernador, y cuando llegamos, hallamosle enfermo con otros
muchos, y la noche pasada los indios habían dado en ellos y puéstolos
en grandísimo trabajo por la razón de la enfermedad que les había
sobrevenido; también les habían muerto un caballo. Yo di cuenta de lo
quehabía hecho y de la mala disposición de la tierra. Aquel día nos
detuvimos allí.
Capítulo VIII
Cómo partimos de Aute
Otro día siguiente partimos de Aute, y caminamos todo el día
hasta llegar donde yo había estado. Fue el camino con extremo trabajoso,
porque ni los caballos bastaban a llevar los enfermos, ni sabíamos que
remedio poner, porque cada día adolescían; que fue cosa de muy gran
lástima y dolor ver la necesidad y trabajo en que estábamos. Llegados
que fuimos, visto el poco remedio que para ir adelante había, porque no
había dónde, ni aunque lo hubiera, la gente pudiera pasar adelante, por
estar los mas enfermos, y tales, quepocos había de quien se pudiese
haber algun provecho. Dejo aquí de contar esto más largo, porque cada
uno puede pensar lo que sepasaría en tierra tan extraña y tan mala, y
tan sin ningún remedio de ninguna cosa, ni para estar ni para salir de
ella. Mas como el más cierto remedio sea Dios nuestro Señor, y de Este
nunca desconfiamos, suscedió otra cosa que agravaba más que todo esto,
que entre la gente de caballo se comenzá la mayor parte de ellos a ir
secretamente, pensando hallar ellos por sí remedio,y desamparar al
gobernador y a los enfermos, los cuales estaban sin algunas fuerzas y
poder más, como entre ellos había muchos hijosdalgo y hombres debuena
suerte, no quisieron que esto pasase sin dar parte al gobernador y a los
oficiales de Vuestra Majestad; y como les afeamos su propósito, y les
pusimos delante el tiempo en que desamparaban a su capitán y los que
estaban enfermos y sin poder, y apartarse sobre todo del servicio de
Vuestra Majestad, acordaron de quedar, y que lo que fuese de uno fuese
de todos, sin que ninguno desamparase a otro. Visto esto por el
gobernador, los llamó a todos y a cada uno por sí, pidiendo parescer de
tan mala tierra, para poder salir de ella y buscar algun remedio, pues
allí no lo había, estando la tercia parte de la gente con gran
enfermedad, y cresciendo esto cada hora, que teníamos por cierto todos
lo estaríamos así; de donde no se podía seguir sino la muerte, que por
ser en tal parte se nos hacía más grave; y vistos estos y otros muchos
inconvenientes, y tentados muchos remédios, acordamos en uno harto
dificll de poner enobra, que era hacer navíos en que nos fuésemos. A
todos parescía imposible, porque nosotros no los sabíamos hacer, ni
había herramientas, ni hierro, ni fragua, ni estopa, ni pez, ni jarcias,
finalmente, ni cosa ninguna de tantas como son menester, ni quien
supiese nada para dar industria en ello, y sobre todo, no haber qué
comer entretanto que se hiciesen, y los que habían detrabajar del arte
que habíamos dicho; y considerando todo esto, acordamos de pensar en
ello más de espacio, y cesó la plática aquel día, y cada uno se fue,
encomendándolo a Dios nuestro Señor, que lo encaminase por donde El
fuese más servido. Otro día quiso Dios que uno de la compañía vino
diciendo que él haríaunos canones de palo, y con unos cueros de venado
se harían unos fuelles, ycomo estábamos en tiempo que cualquier cosa que
tuviese alguna sobrehaz de remedio, nos parescía bien, dijimos que se
pusiese por obra; y acordamos de hacer de los estribos y espuelas y
ballestas, y de las otras cosas de hierroque había, los clavos y sierras
y hachas, y otras herramientas, de que tanta necesidad había para ello;
y dimos por remedio que para haber algun mantenimiento en el tiempo que
esto se hiciese se hiciesen cuatro entradas en Autecon todos los
caballos y gente que pudiesen ir, y que a tercero día se matase un
caballo, el cual se repartiese entre los que trabajaban en la obra de
las barcas y los que estaban enfermos; las entradas se hicieron con la
gentey caballos que fue posible, y en ellas se trajeron hasta
cuatrocientas hanegas de maíz, aunque no sin contiendas y pendencias con
los indios. Hecimos coger muchos palmitos para aprovecharnos de la lana
y cobertura de ellos, torciéndola y adereszándola para usar en lugar de
estopa para las barcas; los cuales se comenzaron a hacer con un solo
carpintero que en la companía había, y tanta dlligencia pusimos, que,
comenzándola a 4 días de agosto, a t0 días del mes de setiembre eran
acabadas cinco barcas, de a veinte y dos codos cada una, calafafateadas
con las estopas de los palmitos, y breámolas con cierta pez de alquitrán
que hizo un griego, llamado don Teodoro, de unos pinos; y de la misma
ropa de los palmitos, y de las colas y crines de los caballos, hicimos
cuerdas y jancias, y de las nuestras camisas velas, y de las habinas que
allí había,hecimos los remos, que nos paresció que era menester; y tal
era la tierra en que nuestros pecados nos habían puesto, que con muy
gran trabajo podíamos hallar piedras para lastre y anclas de las barcas,
ni en toda ella habíamos vistoninguna. Desollamos tambien las piernas
de los caballos enteras, y curtimos los cueros de ellas para hacer botas
en que llevásemos agua. En este tiempo algunos andaban cogiendo
mariscos por los rincones y entradas de la mar, en que los indios, en
dos veces que dieron en ellos, nos mataron diez hombres a vista del
real, sin que los pudiésemos socorrer, los cuales hallamos de parte a
parte pasados con flechas; que, aunque algunos tenían buenas armas, no
bastaron a resistir para que esto no se hiciese, por flechar con tanta
destreza y fuerza como arriba he dicho; y a dicho y juramento de
nuestros pilotos, desde la bahía, que pusimos nombre de la Cruz, hasta
aquí anduvimos docientas y ochenta leguas, poco más o menos. En toda
esta tierra no vimos sierra ni tuvimos noticias de ella en ninguna
manera; y antes que nos embarcásemos, sin los que los indios nos mataron
se murieron más de cuarenta hombres de enfermedad y hambre. A tt días
del mes de setiembre se acabaron de comer los caballos, que sólo uno
quedó, y este día nos embarcamos por esta orden: que en la barca del
gobernador iban cuarenta y nueve hombres; en otra que dio al contador y
comisario iban otros tantos; la tercera dio al capitan Alonso de
Castillo y Andrés Dorantes, con cuarenta y ocho hombres, y otra dio a
dos capitanes, que se llamaban Téllez y Peñalosa, con cuarenta y siete
hombres. La otra dio al veedor y a mi con cuarenta y nueve hombres, y
después de embarcados los bastimentos y ropa, no quedó a las barcas mas
de un geme de bordo fuera del agua, y allende de esto, íbamos tan
apretados, que no nos podíamos menear; y tanto puede la necesidad, que
nos hizo aventurar a ir de esta manera, y meternos en una mar tan
trabajosa, y tener noticia de la arte del marear ninguno de los que allí
iban.
Capítulo IX
Cómo partimos de bahía de Caballos
Aquella bahía de donde partimos ha por nombre la bahía de
Caballos, y anduvimos siete días por aquellos ancónes, entrados en el
agua hasta la cinta, sin señal de ver ninguna cosa de costa y al cabo de
ellos llegamos a una islaque estaba cerca de la tierra. Mi barca iba
delante, y de ella vimos venircinco canoas de indios, los cuales las
desampararon y nos la dejaron en lasmanos, viendo que ibamos a ellas;
las otras barcas pasaron adelante, y dieron en unas casas de la misma
isla, donde hallamos muchas lizas y huevos de ellas, que estaban secas;
que fue muy gran remedio para la necesidad que llevábamos. Después de
tomadas, pasamos adelante, y dos leguas de allí pasamos un estrecho que
la isla con la tierra hacía, al cual llamamos de Sant Miguelpor haber
salido en su día por él; y salidos, llegamos a la costa, donde, con las
cinco canoas que yo había tomado a los indios, remediamos algo de
lasbarcas, haciendo falcas de ellas, y añadiéndolas, de manera que
subieron dos palmos de bordo sobre el agua; y con esto tornamos a
caminar por luengo de costa la vía del río de Palmas, cresciendo cada
día la sed y la hambre, porque los bastimentos eran muy pocos y iban muy
al cabo, y el agua se nos acabó, porque las botas que hecimos de las
piernas de los caballos luego fueron podridas ysin ningun provecho;
algunas veces entramos por ancónes y bahías que entraban mucho por la
tierra adentro; todas las hallamos bajas y peligrosas; y ansí, anduvimos
por ellas treinta días, donde algunas veces hallábamos indios
pescadores, gente pobre y miserable. Al cabo ya de estos treinta días,
que la necesidad del agua era en extremo, yendo cerca de costa, una
noche sentimos venir una canoa, y como la vimos, esperamos que llegase, y
ella no quiso hecer cara; y aunque la llamamos, no quiso volver ni
aguardarnos, y por ser de noche no la seguimos, y fuímonos nuestra vía;
cuando amaneció vimos una isla pequeña, y fuimos a ella por ver si
hallaríamos agua; mas nuestro trabajofue en balde, porque no lo había.
Estando allí surtos, nos tomó una tormenta muygrande, porque nos
detuvimos seis días sin que osásemos salir a la mar; y como había cinco
días que no bebíamos, la sed fue tanta, que nos puso en necesidad de
beber agua salada, y algunos se desatentaron tanto en ello, que
súbitamente se nos murieron cinco hombres. Cuento esto asi brevemente,
porque no creo que hay necesidad de particularmente contar las miserias y
trabajos en que nos vimos; pues considerando el lugar donde estábamos y
la poca esperanza de remido que teníamos, cada uno puede pensar mucho
de lo que allí pasaría; y como vimos que la sed crescía y el agua nos
mataba, aunque la tormenta no era cesada, acordamos de encomendarnos a
Dios nuestro Señor, y aventurarnos antes al peligro de la mar que
esperar la certinidad de la muerte que la sed nos daba; y así, salimos
la vía donde habíamos visto la canoa la nocheque por allí veníamos; y en
este día nos vimos muchas veces anegados, y tanperdidos, que ninguno
hubo que no tuviese por cierta la muerte. Plugo a nuestro Señor, que en
las mayores necesidades suele mostrar su favor, que a puesta del Sol
volvimos una punta que la tierra hace, adonde hallamos mucha bonanza y
abrigo. Salieron a nosotros muchas canoas, y los indios que en ellas
venían nos hablaron, y sin querernos aguardar, se volvieron. Era gente
grande y bien dispuesta, y no traían flechas ni arcos. Nosotros les
fuimos siguiendo hastasus casas, que estaban cerca de allí a la lengua
del agua, y saltamos en tierra, y delante de las casas hallamos muchos
cántaros de agua y mucha cantidad de pescado guisado, y el señor de
aquellas tierras ofresció todo aquello al gobernador, y tomándolo
consigo, lo llevó a su casa. Las casas de estos eran de esteras, que a
lo que paresció eran estantes; y después que entramosen casa del
cacique, nos dio mucho pescado, y nosotros le dimos del maíz que
traíamos, y lo comieron en nuestra presencia, y nos pidieron más, y se
lo dimos, y el gobernador le dio muchos rescates; el cual, estando con
el cacique ensu casa, a media hora de la noche, súpitamente los indios
dieron en nosotros y en los que estaban muy malos echados en la costa, y
acometieron también la casa del cacique, donde el gobernador estaba, y
lo hirieron de una piedraen el rostro. Los que allí se hallaron
prendieron al cacique; mas como lossuyos estaban tan cerca, soltóseles y
dejoles en las manos una manta de marta cebelinas, que son las mejores
que creo yo que en el mundo se podrían hallar, y tienen un olor que no
paresce sino de ámbar y almizcle y alcanza tan lejos, que de mucha
cantidad se siente; otras vimos allí, mas ningunas erantales como éstas.
Los que allí se hallaron, viendo al gobernador herido, lo metieron en
la barca, y hecimos que con él se recogiese toda la gente a sus barcas, y
quedamos hasta cincuenta en tierra para contra los indios, que nos
acometieron tres veces aquella noche, y con tanto ímpetu, que cada vez
nos hacían retraer más de un tiro de piedra. Ninguno hubo de nosotros
que no quedase herido, yo fuien la cara; y si como se hallaron pocas
flechas, estuvieran más proveídos de ellas, sin duda nos hicieran mucho
daño. La última vez se pusieron en celada los capitanes Dorantes y
Peñalosa y Tellez con quince hombres, y dieron en ellos por las
espaldas, y de tal manera les hicieron huir, que nos dejaron. Otro día
de mañana yo les rompí más de treinta canoas, que nos aprovecharon para
un norte que hacía, que por todo el día hubimos de estar allí con mucho
frío, sin osar entrar en la mar, por la mucha tormenta que en ella
había. Esto pasado, nos tornamos a embarcar, y navegamos tres días; y
como habíamos tomado poca agua, y los vasos que teníamos para llevar
asimismo eran muy pocos, tornamos a caer en la primera necesidad; y
siguiendo nuestra vía, entramos por un estero, y estando en él vimos
venir una canoa de indios. Como los llamamos, vinieron a nosotros, y el
gobernador, a cuya barca habían llegado, pidióles agua, y ellos la
ofrescieron con que les diesen en que la trajesen, y un cristiano
griego, llamado Doroteo Teodoro (de quien arriba se hizo mención), dijo
que quería ir con ellos; el gobernador y otros se lo procuraron estorbar
mucho, y nunca lo pudieron, sino que en todo caso quería ir con ellos;
asise fue, y llevo consigo un negro, y los indios dejaron en rehenes dos
de sucompañía; y a la noche volvieron los indios y trajéronnos muchos
vasos sin agua, y nos trajeron los cristianos que habían llevado; y los
que habían dejado por rehenes, como los otros los hablaron quisiéronse
echar al agua. Maslos que en la barca estaban los detuvieron; y ansí, se
fueron huyendo los indios de la canoa, y nos dejaron muy confusos y
tristes por haber perdido aquellos cristianos.
Capítulo X
De la refriega que nos dieron los indios
Venida la mañana, vinieron a nosotros muchas canoas de indios,
pidiendonoslos dos compañeros que en la barca habían quedado por
rehenes. El gobernador dijo que se los daría con que trajesen los dos
cristianos que habían llevado. Con esta gente venían cinco o seis
señores, y nos pareció ser la gentemas bien dispuesta y de mas autoridad
y concierto que hasta allí habíamos visto, aunque no tan grandes como
los otros de quien habemos contado. Traíanlos cabellos sueltos y muy
largos, y cubiertos con mantas de martas, de la suerte de las que atrás
habíamos tomado, y algunas de ellas hechas por muy extraña manera,
porque en ella había unos lazos de labores de unas pieles leonadas, que
parescían muy bien. Rogábannos que nos fuésemos con ellos y que nos
darían los cristianos y agua y otras muchas cosas; y contino acudían
sobre nosotros muchas canoas, procurando de tomar la boca de aquella
entrada; yasí por esto, como porque la tierra era muy peligrosa para
estar en ella, nos salimos a la mar, donde estuvimos hasta mediodía con
ellos. Y como no nos quisiesen dar los cristianos, y por este respeto
nosotros no les diésemos los indios, comenzáronnos a tirar piedras con
hondas, y varas, con muestras de flecharnos, aunque en todos ellos no
vimos sino tres o cuatro arcos. Estando en esta contienda el viento
refrescó, y ellos se volvieron y nos dejaron; y así navegamos aquel día,
hasta hora de vísperas, que mi barca, que iba delante, descubrió una
punta que la tierra hacía, y del otro cabo se veía un río muy grande, y
en una isleta que hacía la punta hice yo surgir por esperar las otras
barcas. El gobernador no quiso llegar; antes se metió por una bahía
muchas isletas, y allí nos juntamos, y desde la mar tomamos agua dulce,
porque el rio entraba en la mar de avenida, y por tostar algun maíz de
lo que traímos, porque ya había dos días que lo comíamos crudo, saltamos
en aquella isla;mas como no hallamos leña, acordamos de ir al río que
estaba detrás de la punta, una legua de allí; y yendo, era tanta la
corriente, que no nos dejaba en ninguna manera llegar, antes nos
apartaba de la tierra, y nosotros trabajando y porfiando por tomarla. El
norte que venía de la tierra comenzó a crescer tanto, que nos metió en
la mar, sin que nosotros pudiésemos hacer otra cosa; y a media legua que
fuimos metidos en ella, sondamos, y hallamos que con treinta brazas no
podimos tomar hondo, y no podíamos entender si la corriente era causaque
no lo pudiésemos tomar; y asi navegamos dos días todavía, trabajando
por tomar tierra, y al cabo de ellos, un poco antes que el sol saliese,
vimos muchos humeros por la costa; y trabajando por llegar allá, nos
hallamos en tres brazas de agua, y por ser de noche no osamos tomar
tierra, porque como habíamos visto tantos humeros, creíamos que se nos
podía recrescer algun peligro sin nosotros poder ver, por la mucha
obscuridad, lo que habíamos de hacer, y por esto determinamos de esperar
a la mañana; y como amanesció, cada barca se hallo por sí perdida de
las otras; yo me hallé en treinta brazas, y siguiendo mi víaje,a hora de
vísperas vi dos barcas, y como fui a ellas, vi que la primera a que
llegué era la del gobernador, el cual me pregunto que me parescía que
debíamos hacer. Yo le dije que debía recobrar aquella marca que iba
delante, yque en ninguna manera la dejase, y que juntas todas tres
barcas, siguiéramos nuestro camino donde Dios nos quisiese llevar. El me
respondió que aquello no se podía hacer, porque la barca iba muy metida
en la mar y él quería tomar la tierra y que si la quería yo seguir, que
hiciese que los de mi barca tomasen los remos y trabajasen, porque con
fuerza de brazos se había de tomar la tierra, y esto le aconsejaba un
capitán que consigo llevaba que se llamaba Pantoja, diciéndole que si
aquel día no tomaba la tierra que en otros seis no la tomaría, y en este
tiempo era necesario morir de hambre. Yo, vistasu voluntad, tomé mi
remo, y lo mismo hicieron todos los que en mi barca estaban para ello, y
bogamos hasta casi puesto el sol; más como el gobernador llevaba la mas
sana y recia gente que entre toda había, en ninguna manera lo podimos
seguir ni tener con ella. Yo, como vi esto, pedlle que para poderle
seguir,me diese un cabo de su barco, y él me respondió que no harían
ellos poco sisolos aquella noche pudiese llegar a tierra. Yo le dije
que, pues vía la poca posibllidad que en nostros había para poder
seguirle y hacer lo que había mandado, que me dijese qué era lo que
mandaba que yo hiciese. El me respondió que ya no era tiempo de mandar
unos a otros; que cada uno hiciese lo que mejor le paresciese que era
para salvar la vida: que él así lo entendía dehacer, y diciendo esto, se
alargó con su barca, y como no le pude seguir, arribé sobre la otra
barca que iba metida en la mar, la cual me esperó; y llegado a ella,
hallé que era la que llevaban los capitanes Peñalosa y Téllez; y ansí,
navegamos cuatro días en compañía, comiendo por tasa cada día medio puño
de maíz crudo. A cabo de estos cuatro días nos tomó una tormenta, que
hizo perderla otra barca, y por gran misericordía que Dios tuvo de
nosotros no nos hundimos del todo, según el tiempo hacía; y con ser
invierno, y el frío muy grande, y tantos días que padescíamos hambre,
con los golpes que de la mar habíamos recibido, otro día la gente
comenzó mucho a desmayar, de tal manera, que cuando el sol se puso,
todos los que en mi barca venían estaban caidos en ella unos sobre
otros, tan cerca de la muerte, que pocos había que tuviesen sentido, y
entre todos ellos a esta hora no había cinco hombres en pie; y cuando
vino la noche no quedamos sino el maestre y yo que pudiésemos marcar
labarca, y a dos horas de la noche el maestre me dijo que yo tuviese
cargo deella, porque él estaba tal que creía aquella noche morir; y así,
yo tomé elleme , y pasada medía noche, yo llegué por ver si era muerto
el maestee, yél me respondió que él antes estaba mejor y que él
gobernaría hasta el día. Yo cierto aquella hora de muy mejor voluntad
tomara la muerte, que no ver tanta gente delante de mí de tal manera. Y
después que el maestre tomó cargo de la barca, yo reposé un poco muy
sinreposo, ni había cosa más lejos de mí entonces que el sueño. Y acerca
del alba parescióme que oía el tumbo de la mar, porque, como la costa
era baja, sonaba mucho, y con este sobresalto llamé al maestre, el cual
me respondió que creía que éramos cerca de tierra, y tentamos y
hallámonos en siete brazas, y paresciólo que nos debíamos tener a la mar
hasta que amanesciese; y asi,yo tomé un remo y bogué de la banda de la
tierra, que nos hallamos una legua della, y dimos la popa a la mar; y
cerca de tierra nos tomó una ola, que echó la barca fuera del agua un
juego de herradura, y con el gran golpe que dió, casi toda la gente que
en ella estaba como muerta, tornó en sí, y como se vieron cerca de la
tierra se comenzaron a descolzar, y con manos y pies andando; y como
salieron a tierra a unos barrancos, hecimos lumbre y tostamos del maíz
que traíamos, y hallamos agua de la que había llovido, y con el calor
del fuego la gente tornó en sí y comenzaron a esforzarse. El día que
aquíllegamos era sexto del mes de noviembre.
Capítulo XI
De lo que acaesció a Lope de Oviedo con unos indios
Desque la gente hubo comido mandé a Lope de Oviedo, que tenía más
fuerza yestaba más recio que todos, se llegase a unos árboles que cerca
de allí estaban, y subido en uno de ellos, descubriese la tierra en que
estábamos y procurase de haber alguna noticia de ella. El lo hizo así y
entendió que estábamos en isla, y vio que la tierra estaba cavada a la
manera que suele estar tierra donde anda ganado, y paresciólo por esto
que debía ser tierra de cristianos, y ansí nos lo dijo. Yo le mandé que
la tornase a mirar muy más particularmente y viese si en ella había
algunos caminos que fuesen seguidos, y esto sin alargarse mucho por et
peligro que podía haber. El fue, y topando con una vereda se fue por
ella adelante hasta espacio de media legua, y halló unas chozas de unos
indios que estaban solas, porque los indios eran idos al campo, y tomó
una olla de ellos, y un perrillo pequeño y unas pocas de lizas y así se
volvió a nosotros; y paresciéndonos que se tardaba, envié otros dos
cristianos para que le buscasen y viesen qué le había suscedido; y ellos
le toparon cerca de allí y vieron que tres indios, con arcos y flechas,
venían tras él llamándole, y él asimismo llamaba a ellos por señas; y
así llegó donde estábamos, y los indios se quedaron un poco atrás
asentados en la misma ribera; y dende a media hora acudieron otros cien
indios flecheros, que agora ellos fueses grandes o no, nuestro miedo les
hacía parecer gigantes, y pararon cercade nosotros, donde los tres
primeros estaban. Entre nosotros excusado era pensar que habría quien se
defendiese, porque dificllmente se hallaron seis que del suelo se
pudiesen levantar. El veedor y yo salimos a ellos y llamámosles, y ellos
se llegaron a nosotros; y lo mejor que podimos, procuramos
deasegurarlos y asegurarnos, y dímosles cuentas y cascabeles, y cada uno
de ellos me dio una flecha, que es señal de amistad, y por señas nos
dijeron quea la mañana volverían y nos traerían de comer, porque
entonces no lo tenían.
Capítulo XII
Cómo los indios nos trujeron de comer
Otro día, saliendo el sol, que era la hora que los indios nos
habían dicho, vinieron a nosotros, como lo habían prometido, y nos
trajeron mucho pescado y de unas raíces que ellos comen, y son como
nueces, algunas mayores o menores; la mayor parte de ellas se sacan
debajo del agua y con mucho trabajo. A la tarde volvieron y nos trajeron
más pescado y de las mismas raíces, yhicieron venir sus mujeres y hijos
para que nos viesen, y ansí, se volvieron ricos de cascabeles y cuentas
que les dimos, y otros días nos tornaron a visitar con lo mismo que
estotras veces. Como nosotros veíamos, que estábamos proveídos de
pescado y de raices y de agua y de las otras cosas que pedimos,
acordamos de tornarnos a embarcar y seguir nuestro camino, y
desenterramos la barca de la arena en que estaba metida, y fue menester
que nos desnudásemos todos y pasásemos gran trabajo para echarla al
agua, porque nosotros estibamos tales, que otras cosas muy más livianas
bastaban para ponernos en él; y así embarcamos, a dos tiros de ballesta
dentro en la mar, nos dio tal golpe deagua que nos mojó a todos; y como
íbamos desnudos y el frío que hacía era muy grande, soltamos los remos
de las manos, y a otro golpe que la mar nos dio, trastornó la barca; el
veedor y otros dos se asieron de ella para escaparse; mas sucedió muy al
revés, que la barca los tomó debajo y se ahogaron. Como la costa es muy
brava, el mar de un tumbo echó a todos los otros, envueltos en las olas
y medio ahogados, en la costa de la misma isla, sin que faltasen más de
los tres que la barca había tomado debajo. Los que quedamos escapados,
desnudos como nascimos y perdido todo lo que traíamos, y aunque
todovalía poco, para entonces valía mucho. Y como entonces era por
noviembre, y el frío muy grande, y nosotros tales que con poca
dificultad nos podían contar los huesos estábamos hechos propria figura
de la muerte. De mí sé decir que desde el mes de mayo pasado yo no había
comido otra cosa sino maíz tostado, y algunas veces me vi en necesidad
de comerlo crudo; porque aunque se mataron los caballos entretanto que
las barcas se hacían, yo nunca pude comer de ellos, y no fueron diez
veces las que comí pescado. Esto digo por excusar razones, porque pueda
cada uno ver qué tales estaríamos. Y sobre todo lo dicho había
sobrevenido viento norte, de suerte que más estábamos cerca de la muerte
que de la vida. Plugo a Nuestro Señor que, buscando los tizones del
fuego que allí habíamos hecho, hallamos lumbre, con que hicimos grandes
fuegos; y ansí, estuvimos pidiendo a Nuestro Señor misericordia y perdón
de nuestros pecados, derramando muchas lágrimas, habiendo cada uno
lástima, no sólo de sí, mas de todos los otros, que en el mismo estado
vían. Y a hora de puesto el sol, los indios, creyendo que no nos
habíamos ido, nos volvieron a buscar y traernos de comer; mas cuando
ellos nos vieron ansí en tan diferente hábito del primero y en manera
tan extraña, espantáronse tanto que se volvieron atrás. Yo salí a ellos y
llamélos, y vinieron muy espantados; hícelos entender por señas cómo se
nos había hundido una barca y se habían ahogado tres de nosotros, y
allí en su presencia ellos mismos vieron dos muertos, y los que
quedábamos íbamos aquel camino. Los indios, de ver el desastre que nos
había venido y el desastre en que estábamos, con tanta desventura y
miseria, se sentaron entre nosotros, y con el gran dolor y lástima que
hobieron de vernos en tanta fortuna, comenzaron todos a llorar recio, y
tan de verdad, que lejos de allí se podía oír, y esto les duró más de
media hora; y cierto ver que estos hombres tan sin razón ytan crudos, a
manera de brutos, se dolían tanto de nosotros, hizo que en míy en otros
de la companía cresciese más la pasión y la consideración de nuestra
desdicha. Sosegado ya este llanto, yo pregunté a los cristianos, y dije
que, si a ellos parescía, rogaría a aquellos indios que nos llevasen a
sus casas; y algunos de ellos que habían estado en la Nueva España
respondieron que no se debía hablar en ello, porque si a sus casas nos
llevaban; nos sacrificarían a sus ídolos; mas, visto que otro remedio no
había, y que por cualquier otro camino estaba más cerca y más cierta la
muerte, no curé de lo que decían, antes rogué a los indios que nos
llevasen a sus casas, y ellos mostraron que habían gran placer de ellos,
y que esperásemos un poco, que ellos harían lo quequeríamos; y luego
treinta de ellos se cargaron de leña, y se fueron a sus casas, que
estaban lejos de allí, y quedamos con los otros hasta cerca de lanoche,
que nos tomaron, y llevándonos asidos y con mucha prisa, fuimos a sus
casas; y por el gran frío que hacía y temiendo que en el camino algunono
muriese o desmayase, proveyeron que hobiese cuatro o cinco fuegos muy
grandes puestos a trechos, y en cada uno de ellos nos escalentaban; y
desque vían que habíamos tomadoalguna fuerza y calor, nos llevaban hasta
el otro tan apriesa, que casi lospies no nos dejaban poner en el suelo;
y de esta manera fuimos hasta sus casas, donde hallamos que tenían
hecha una casa para nosotros, y muchos fuegosen ella; y desde a un hora
que habíamos llegado, comenzaron a ballar y hacer grande fiesta, que
duró toda la noche, aunque para nosotros no había placer, fiesta ni
sueño, esperando cuándo nos habían de sacrificar; y la mañana nos
tornaron a dra pescado y raíces, y hacer tan buen trtamiento, que nos
aseguramos algo y perdimos algo el miedo del sacrificio.
Capítulo XIII
Como supimos de otros cristianos
Este mismo día yo vi a un indio de aquellos un rescate, y conoscí
que no era de los que nosotros les habíamos dado; y preguntado donde le
habían habido, ellos por señas me respondieron que se lo habían dado
otros hombres como nosotros, que estaban atrás. Yo, viendo esto, envié
dos cristianos y dos indios que les mostrasen aquella gente, y muy cerca
de allí toparon con ellos, que tambien venían a buscarnos, porque los
indios que allá quedaban les habían dicho de nosotros, y estos eran los
capitanes Andrés Dorantes y Alonso del Castillo, con toda la gente de su
barca. Y llegados a nosotros, se espantaron mucho de vernos de la
manera que estábamos, y rescibieron muy gran pena por no tener que
darnos; que ninguna otra ropa traían sino la que tenían vestida. Y
estuvieron allí con nosotros, y nos contaron cómo a s de aquel mismo mes
su barca había dado al través, legua y media de allí, y ellos
habíanescapado sin perderse ninguna cosa; y todos juntos acordamos de
adobar su barca, y irnos en ella los que tuviesen fuerza y disposición
para ello; los otros quedarse allí hasta que convaleciesen, para irse
como pudiesen por luengo de costa, y que esperasen allí hasta que Dios
los llevase con nosotros a tierrade cristianos; y como lo pensamos, así
nos pusimos en ello, y antes que echásemos la barca al agua, Tavera, un
caballero de nuestra compañia, murió, y la barca que nosotros pensábamos
llevar hizo su fin, y no se pudo sostener así misma, que luego fue
hundida; y como quedamos del arte que he dicho, y los más desnudos, y el
tiempo tan recio para caminar y pasar ríos y ancónes anado, ni tener
bastimento alguno ni manera para llevarlo, determinamos de hacer lo que
la necesidad pedía, que era invernar allí; y acordamos también que
cuatro hombres, que mas recios estaban, fuesen a Pánuco, creyendo que
estábamos cerca de allí; y que si Dios nuestro Señor fuese Servido de
llevarlosallá, diesen aviso de cómo quedábamos en aquella isla, y de
nuestra necesidad y trabajo. Estos eran muy grandes nadadores, y al uno
llamaban Alvaro Fernández, portugués, carpintero y marinero; el segundo
se llamaba Méndez, y el tercero Figueroa, que era natural de Toledo; el
cuarto, Astudillo, natural deZafra: llevaban consigo un indio que era de
la isla.
Capítulo XIV
Como se partieron los cuatro cristianos
Partidos estos cuatro cristianos, dende a pocos días sucedió tal
tiempo defríos y tempestades, que los indios no podían arrancar las
raíces, y de loscanales en que pescaban ya no había provecho ninguno, y
como las casas erantan desabrigadas, comenzóse a morir la gente; y cinco
cristianos que estaban en rancho en la costa llegaron a tal extremo,
que se comieron los unos a los otros, hasta que quedó uno solo, que por
ser solo no hubo quien lo comiese. Los nombres de ellos son éstos:
Sierra, Diego López Coral, Palacios, Gonzalo Ruiz. De este caso se
alteraron tanto los indios, y hobo entre ellos tan gran escándalo, que
sin duda si al principio ellos lo vieran, los mataran, y todos nos
viéramos en grande trabajo. Finalmente, en muy poco tiempo, de ochenta
hombres que de ambas partes allí llegamos, quedaron vivos solos quince; y
después de muertos éstos, dio a los indios de la tierra una enfermedad
del estómago, de que murió la mitad de la gente de ellos, y creyeron que
nosotros éramos los que los matábamos; y teniéndolo por muy cierto,
concertaron entre sí de matar a los que habíamos quedado. Ya que lo
venían a poner en efecto, un indio que a mí me tenía les dijo que no
creyesen que nosotros éramos los quelos matábamos, porque si nosotros
tal poder tuviéramos, excusáramos que no murieran tantos de nosotros
como ellos vían que habían muerto sin que les pudiéramos poner remedio; y
que ya no quedábamos sino muy pocos, y que ningunohacía daño ni
perjuicio; que lo mejor era que nos dejasen. Y quiso nuestroSeñor que
los otros siguiesen este consejo y parescer, y ansí se estorbó
supropósito. A esta isla pusimos por nombre isla del Mal Hado. La gente
queallí hallamos son grandes y bien dispuestos; no tienen otras armas
sino flechas y arcos, en que son por extremo diestros. Tienen los
hombres la una teta horadada por una parte a otra, y algunos hay que las
tienen ambas, y por el agujero que hacen, traen una caña atravesada,
tan larga como dos palmos y medio, y tan gruesa como dos dedos; traen
también horadado el labio de abajo, y puesto en él un pedazo de caña
delgada como medio dedo. Las mujeres son para mucho trabajo. La
habitación que en esta isla hacen es desde octubre hasta en fin de
hebrero. El su mantenimiento es las raíces que he dicho, sacadas de bajo
el agua por noviembre y diciembre. Tienen cañales, y no tienen más
peces de para este tiempo de ahí adelante comen las raíces. En fin de
hebrero van a otras partes a buscar con qué mantenerse, porque entonces
las raíces comienzan a nascer, y no son buenas. Es la gente del mundo
que más aman a sus hijos ymejor tratamiento les hacen; y cuando acaesce
que a alguno se le muere el hijo, llóranle los padres y los parientes, y
todo el pueblo, y el llanto duraun año cumplido, que cada día por la
mañana antes que amanezca comienzan primero a llorar los padres, y tras
esto todo el pueblo; y esto mismo hacen almediodía y cuando anochece; y
pasado un año que los han llorado, hácenles las honras del muerto y
lávanse y límpianse del tizne que traen. A todos los defuntos lloran de
esta manera, salvo a los viejos, de quien no hacen caso, porque dicen
que ya han pasado su tiempo, y de ellos ningun provecho hay: antes
ocupan la tierra y quitan el mantenimiento a los niños . Tienen por
costumbre de enterrar los muertos, si no son los que entre ellos son
físicos, que a éstos quémanlos; y mientras el fuego arde, todos están
ballando y haciendo muy gran fiesta, y hacen polvo los huesos; y pasado
un año, cuando se hacen sus honras, todos se jasan en ellas; y a los
parientes dan aquellos polvos a beber, de los huesos, en agua. Cada uno
tiene una mujer, conoscida. Los físicos son los hombres más libertados;
pueden tener dos, y tres, y entre éstas hay muy gran amistad y
conformidad. Cuando viene que alguno casa su hija, el que la toma por
mujer, dende el día que con ella se casa, todo lo que matase cazando o
pescando, todo lo trae la mujer a la casa de su padre, sin osar tomar ni
comer alguna cosa de ello, y de casa del suegro le llevan a él de
comer; y en todo este tiempo el suegro ni la suegra no entran en su
casa, ni él ha de entrar en casa de los suegros ni cuñados; y si acaso
se toparen por alguna parte, se desvían un tiro de ballesta el uno del
otro y entretanto que asi van apartándose, llevan la cabeza baja y los
ojos en tierra puestos; porque tienenpor cosa mala verse ni hablarse.
Las mujeres tienen libertad para comunicar y conversar con los suegros y
parientes, y esta costumbre se tiene desde la isla hasta más de
cincuenta leguas por la tiera adentro. Otra costumbre hay, y es que
cuando algun hijo o hermano muere, en la casa donde muriere, tres meses
no buscan de comer, antes se dejan morir de hambre, y los parientes y
los vecinos les proveen de lo que han de comer. Y como en el tiempo que
aquí estuvimos murió tanta gente de ellos, en las más casas había muy
gran hambre, por guardar también su costumbre y cerimonia; y los que lo
buscaban, por mucho que trabajaban, por ser el tiempo tan recio,no
podían haber sino muy poco; y por esta causa los indios que a mí me
tenían se salieron de la isla, y en unas canoas se pasaron a Tierra
Firme, a unas bahías adonde tenían muchos ostiones, y tres meses del año
no comen otra cosa, y beben muy mala agua. Tienen gran falta de leña, y
de mosquitos muy grande abundancia. Sus casas son edificadas de esteras
sobre muchas cascaras de ostiones, y sobre ellos duermen en cueros, y
no los tienen sino es acaso; y así estuvimos hasta en fin de abrll, que
fuimos a la costa de la mar, ado comimos moras de zarzas todo el mes, en
el cual no cesan de hacer su areitos y fiestas.
Capítulo XV
De lo que nos acaesció en la isla de Mal Hado
En aquella isla que he contado nos quisieron hacer físicos sin
examinarnosni pedirnos los títulos, porque ellos curan las enfermedades
soplando al enfermo, y con aquel soplo y las manos echan de él la
enfermedad, y mandáronnos que hiciésemos lo mismo y sirviésemos en algo;
nosotros nos reíamos de ello, diciendo que era burla y que no sabíamos
curar; y por esto nos quitaban la comida hasta que hiciésemos lo que nos
decían. Y viendo nuestra porfía, un indio me dijo a mí que yo no sabía
lo que decía en decir que no aprovecharía nada equello que él sabía, ca
las piedras y otras cosas que se crían por los campos tienen virtud; y
que él con una piedra caliente, trayéndola por el estómago, sanaba y
quitaba el dolor, y que nosotros, que éramos hombres, cierto era que
teníamos mayor virtud y poder. En fin, nos vimos en tanta necesidad, que
lo hobimos de hacer, sin temer que nadie nos llevase por ello lapena.
La manera que ellos tienen en curarse es ésta: que en viéndose enfermo,
llaman un médico, y despues de curado, no sólo le dan todo lo que
poseen, más entre sus parientes buscan cosas para darle. Lo que el
médico hace es dalle unas sajas adonde tiene el dolor, y chupanles al
derredor de ellas. Dan cauterios de fuego, que es cosa entre ellos
tenida por muy provechosa, y yo lo he experimentado, y me sucedió bien
de ello; y después de esto, soplan aquel lugar que les duele, y con esto
creen ellos que se les quita el mal. La manera con que nosotros curamos
era santiguándolos y soplarlos, y rezar un Pater noster y un Ave María,
y rogar lo mejor que podíamos a Dios Nuestro Señor que les diese salud,
y espirase en ellos que nos hiciesen algun buen tratamiento. Quiso Dios
nuestro Señor y su misericordia que todos aquellos por quien
suplicamos, luego que los santiguamos, decían a los otros que estaban
sanos y buenos, y por este respecto nos hacían buen tratamiento, y
dejaban ellos de comer por dáarnoslo a nosotros y nos daban cueros y
otras cosillas. Fue tan extremada la hambre que allí se pasó, que muchas
veces estuve tres días sin comer ninguna cosa, y ellos también lo
estaban, y parescíame ser cosa imposible durar la vida, aunque en otras
mayores hambres y necesidades me vi después, como adelante diré. Los
indios que tenían a Alonso del Castillo y Andrés Dorantes, y a los demas
que habían quedado vivos, como eran de otra lengua y de otra parentela,
se pasaron a otra parte de la Tierra Firme a comer ostiones, y allí
estuvieron hasta el l día del mes de abrll, y luego volvieron a la isla,
que estaba de allí hasta dos leguas por lo más ancho del agua, y la
isla tiene medía legua de través y cinco en largo. Toda la gente de esta
tierra anda desnuda; solas las mujeres traen de sus cuerpos algo
cubierto con una lana que en los árboles se cría. Las mozas secubren con
unos cueros de venados. Es gente muy partida de lo que tienen unos con
otros. No hay entre ellos señor. Todos los que son de un linaje andan
juntos. Habitan en ella dos maneras de lenguas: a los unos llaman de
Capoques, y a los otros de Han; tienen por costumbre cuando se conocen y
de tiempo a tiempo se ven, primero que se hablen, estar media hora
llorando, y acabado esto, aquel que es visitado se levanta primero y da
al otro todo cuanto posee, y el otro lo rescibe, y de ahí a un pocoáe va
con ello, y aun algunas veces, después de rescibido, se van sin que
hablen palabra. Otras extrañas costumbres tienen; mas yo he contado las
más principales y mas señaladas por pasar adelante y contar lo que más
nos sucedió.
Capítulo XVI
Cómo se partieron los cristiános de la isla de Mal Hado
Después que Dorantes y Castillo volvieron a la isla recogieron
consigo todos los cristianos, que estaban algo esparcidos, y hallaronse
por todos catorce. Yo, como he dicho, estaba en la otra parte, en la
Tierra Firme, donde mis indios me habían llevado y donde me habían dado
una gran enfermedad, que ya que alguna otra cosa me diera esperanza de
vida, aquella bastaba para deltodo quitármela. Y, como los cristianos
esto supieron, dieron a un indio la manta de martas que del cacique
habíamos tomado, como arriba dijimos, porque los pasase donde yo estaba
para verme; y asi vinieron doce, porque los dos quedaron tan flacos que
no se atrevieron a traerlos consigo. Los nombres de los que entonces
vinieron son: Alonso del Castillo, Andrés Dorantes y Diego Dorantes,
Valdivieso, Estrada, Tostado, Chaves, Gutiérrez, Esturiano, clérigo;
Diego de Huelva, Estebanico el Negro, Benítez; y como fueron venidos
aTierra Firme, hallaron otro que era de los nuestros, que se llamaba
Francisco de León, y todos trece por luengo de costa. Y luego que fueron
pasados, los indios que me tenían me avisaron de ello, y como quedaban
en la isla Hierónimo de Alaniz y Lope de Oviedo. Mi enfermedad estorbó
que no les pude seguir ni los vi. Yo hube de quedar con estos mismos
indios de la isla más de un año, y por el mucho trabajo que me daban y
mal tratamiento que me hacían, determiné de huir de ellos y irme a los
que moran en los montes y Tierra Firme, que se llaman los de Charruco,
porque yo no podía sufrir la vida que con estos otros tenía; porque,
entre otros trabajos muchos, había de sacar las raíces para comer debajo
del agua y entre las cañas donde estaban metidas en la tierra; y deesto
traía yo los dedos tan gastados, que una paja que me tocase me hacía
sangre de ellos, y las cañas me rompían por muchas partes, porque muchas
de ellas estaban quebradas y había de entrar por medio de ellas con la
ropa que he dicho que traía. Y por esto yo puse en obra de pasarme a los
otros, y con ellos me sucedió algo mejor; y porque yo me hice mercader,
procuré de usar el oficio lo mejor que supe, y por esto ellos me daban
de comer y me hacían buen tratamiento y rogábanme que me fuese de unas
partes a otras por cosas que ellos habían menester, porque por razón de
la guerra que contino traen, la tierra no se anda ni se contrata tanto. E
ya con mis tratos y mercaderías entraba la tierra adentro todo Io que
quería, y por luengo de costa me alargaba de cuarenta o cincuenta
leguas. Lo principal de mi trato eran pedazos de caracolas de la mar y
corazones de ellos y conchas, con que ellos cortan una fruta que es como
frisoles, con que se curan y hacen sus balles y fiestas, y ésta es la
cosa de mayor precio que entre ellos hay, y cuentas de la mar y otras
cosas. Asi, esto era lo que yo llevaba la tierra adentro, y en cambio
ytrueco de ello traía cueros y almagra, con que ellos se untan y tiñen
las caras y cabellos, pedernales para puntas de flechas, engrudo y cañas
duras para hacerlas, y unas borlas que se hacen de pelo de venados, que
las tiñen y para coloradas; y este oficio me estaba a mí bien porque
andando en él tenía libertad para ir donde quería, y no era obligado a
cosa alguna, y no era esclavo, y dondequiera que iba me hacían buen
tratamiento y me daban de comer por respeto de mis mercaderías, y lo más
principal porque andando en ello yo buscaba por donde me había de ir
adelante, y entre ellos era muy conoscido; holgaban mucho cuando me vían
y les traía lo que habían menester, y los que no me conoscían me
procuraban y deseaban ver por mi fama. Los trabajos que en esto pase
sería largo contarlos, asi de peligros y hambres, como de tempestades y
fríos, que muchos de ellos me tomaron en el campo y solo, donde por gran
misericordia de Dios nuestro Senor escapé; y por esta causa yo no
trataba el oficioen invierno, por ser tiempo que ellos mismos en sus
chozas y ranchos metidos no podían valerse ni ampararse. Fueron casi
seis años el tiempo que yo estuve en esta tierra solo entre ellos y
desnudo, como todos andaban. La razón por que tanto me detuve fue por
llevar conmigo un cristiano que estaba en la isla, llamado Lope de
Oviedo. El otro compañero de Alaniz, que con el había quedadocuando
Alonso de Castillo y Andres Dorantes con todos los otros se fueron,
murió luego; y por sacarlo de allí yo pasaba a la isla cada año y le
rogaba que nos fuésemos a la mejor maña que pudiésemos en busca de
cristianos, y cada año me detenía diciendo que el otro siguiente nos
iríamos. En fin, al cabo lo saqué y le pasé el ancón y cuatro ríos que
hay por la costa, porque éI no sabía nadar y ansí, fuimos con algunos
indios adelante hasta que llegamosa un ancón que tiene una legua de
través y es por todas partes hondo; y porlo que de el nos paresció y
vimos, es el que llaman del Espíritu Santo, y de la otra parte de él
vimos unos indios, que vinieron a ver los nuestros, y nos dijeron cómo
más adelante había tres hombres como nosotros, y nos dijeron los nombres
de ellos; y preguntándoles por los demás, nos respondieron quetodos
eran muertos de frío y de hambre, y que aquellos indios de adelante
ellos mismos por su pasatiempo habían muerto a Diego Dorantes y a
Valdivieso y a Diego de Huelva, porque se habían pasado de una casa a
otra; y que los otros indios, sus vecinos, con quien agora estaba el
capitan Dorantes, por razón de un sueño que habían soñado, habían muerto
a Esquivel y a Méndez. Preguntámosles que tales estaban los vivos;
dijéronnos que muy maltratados, porque los muchachos y otros indios, que
entre ellos son muy holgazanes y de maltrato, les daban muchas coces y
bofetones y palos, y que ésta era la vida que con ellos tenían.
Quesímonos informar de la tierra adelante y de los mantenimientos que en
ella había; respondieron que era muy pobre de gente, y que en ella no
había que comer, y que morían de frío porque no tenían cueros ni con que
cubrirse. Dijéronnos también si queríamos ver aquellos tres cristianos,
que de ahí a dos días los indios que los tenían vernían a comer nueces
una legua de allí, a la vera de aquel río; y porque viésemos que lo que
nos habían dicho del mal tratamiento de los otros era verdad, estando
con ellos dieron al compañero mio de bofetones y palos, y yo no quedé
sin mi parte, y de muchos pellazos de lodo que nos tiraban y nos ponían
cada día las flechas al corazón, diciendo que nos querían matar como a
los otros nuestros compañeros. Y, temiendo esto Lope de Oviedo, mi
compañero, dijo que quería volverse con unas mujeres de aquellos indios,
con quien habíamos pasado el ancón, que quedaban algo atrás. Yo porfié
mucho con éI que no lo hiciese, y pasé muchas cosas, y por ninguna vía
lo pude detener, y así se volvió y yo quedé solo con aquellos indios,
los cuales se llamaban Quevenes, y los otros con quien él se fue se
llamaba Deaguanes.
Capítulo XVII
Como vinieron los indios y trujeron a Andrés Dorantes y a Castillo y a Estebanico
Desde a dos días que Lope de Oviedo se había ido, los indios que
tenían a Alonso del Castillo y Andrés Dorantes vinieron al mesmo lugar
que nos habían dicho, a comer de aquellas nueces de que se mantienen,
moliendo unos granillos de ellas, dos meses del año, sin comer otra
cosa, y aún esto no lo tienen todos los años, porque acuden uno, y otro
no; son del tamaño de las de Galicia, y los arboles son muy grandes, y
hay gran número de ellos. Un indio me avisó cómo los cristianos eran
llegados, y que si yo quería verlos me hurtase y huyese a un canto de un
monte que el me señaló; porque él y otros parientes suyos habían de
venir a ver aquellos indios, y que me llevarían consigo adonde los
cristianos estaban. Yo me confié de ellos, y determiné de hacerlo,
porque tenían otra lengua distinta de la de mis indios; y puesto por
obra, otro día fueron y me hallaron en el lugar que estaba señalado; y
así, me llevaron consigo. Ya que llegué cerca de donde tenían su
aposento, Andrés Dorantes salió a ver quién era, porque los indios le
habían también dicho como venía un cristiano; y cuando me vió fue muy
espantado, porque había muchos días que metenían por muerto, y los
indios asi lo habían dicho. Dimos muchas gracias a Dios de vernos
juntos, y este día fue uno de los de mayor placer que en nuestros días
habemos tenido; y llegado donde Castillo estaba, me preguntaron que
donde iba. Yo le dije que mi propósito era pasar a tierra de cristianos,
y que en este rastro y busca iba. Andrés Dorantes respondió que muchos
días había que él rogaba a Castillo y a Estebanico que se fuesen
adelante, y que no lo osaban hacer porque no sabían nada, y que temían
mucho los ríos y los ancónes por donde habían de pasar, que en aquella
tierra hay muchos. Y pues Dios nuestro Señor había sido servido de
guardarme entre tantos trabajosy enfermedades, y al cabo traerme en su
compañía, que ellos determinaban dehuir, que yo los pasaría de los ríos y
ancónes que topásemos; y avisáronme que en ninguna manera diese a
entender a los indios ni conosciesen de mí que yo quería pasar adelante,
porque luego me matarían; y que para esto era menesterque yo me
detuviese con ellos seis meses, que era tiempo en que aquellos indios
iban a otra tierra a comer tunas . Esta es una fruta que es del tamañode
huevos, y son bermejas y negras y de muy buen gusto. Cómenlas tres
meses del año, en los cuales no comen otra cosa alguna, porque al tiempo
que ellos las cogían venían a ellos otros indios de adelante, que
traían arcos paracontratar y cambiar con ellos; y que cuando aquellos se
volviesen nos huiríamos de los nuestros, y nos volveríamos con ellos.
Con este concierto yo quede allí, y me dieron por esclavo a un indio con
quien Dorantes estaba, el cual era tuerto, y su mujer y un hijo que
tenía y otro que estaba en su compañía; de manera que todos eran
tuertos. Estos se llaman mariames, y Castilloestaba con otros sus
vecinos, llamados iguases. Y estando aquí ellos me contaron que después
que salieron de la isla de Mal Hado, en la costa de la mar hallaron la
barca en que iba el contador y los frailes al través; y que yendo
pasando aquellos ríos, que son cuatro muy grandes y de muchas
corrientes, les llevó las barcas en que pasaban a la mar, donde se
ahogaron cuatro de ellos, y que así fueron adelante hasta que pasaron el
ancón, y lo pasaron con mucho trabajo, y a quince leguas delante
hallaron otro; y que cuando allí llegaron ya se les habían muerto dos
compañeros en sesenta leguas que habían andado; y que todos los que
quedaban estaban para lo mismo, y que en todo el camino no habían comido
sino cangrejos y yerba pedrera; y llegados a este ultimo ancón, decían
que hallaron en él indios que estaban comiendo moras; y como vieron a
los cristianos, se fueron de allí a otro cabo; y que estando procurando y
buscando manera para pasar el ancón, pasaron a ellos un indio y un
cristiano, y que llegado, conoscieron que era Figueroa, uno de los
cuatro que habíamos enviado adelante en la isla de Mal Hado, y allí les
contó cómo él y sus compañeroshabían llegado hasta aquel lugar, donde se
habían muerto dos de ellos y un indio, todos tres de frío y de hambre,
porque habían venido y estado en el más recio tiempo del mundo, y que a
él y a Mendez habían tomado los indios, y que estando con ellos, Méndez
había huído yendo la vía lo mejor que pudo de Pánuco, y que los indios
habían ido tras él y que lo habían muerto; y que estando él con estos
indios supo de ellos como con los mariames estaba un cristiano que había
pasado de la otra parte, y lo había hallado con los que llamaban
quevertes; y que este cristiano era Hernando de Esquivel, natural de
Badajoz, el cual venía en compañía del comisario, y que el supo de
Esquivel el fin en que habían parado el gobernador y contador y los de
más, y le dijo que el contador y los fralles habían echado al través su
barca entre los ríos, y viniéndose por luengo de costa, llegó la barca
del gobernador con su gente en tierra, y él se fue con su barca hasta
que llegaron a aquel ancón grande, y que allí torno a tomar la gente y
la pasó del otro cabo, y volvió por el contador y los fralles y todos
los otros; y contó cómo estando desembarcados, el gobernador
habíarevocado el poder que el contador tenía de lugarteniente suyo, y
dio el cargo a un capitán que traía consigo, que se decía Pantoja, y que
el gobernadorse quedó en su barca, y no quiso aquella noche salir a
tierra, y quedaron con el un maestre y un paje que estaba malo, y en la
barca no tenían agua ni cosa ninguna que comer; y que a media noche el
norte vino tan recio, que sacó la barca a la mar, sin que ninguno la
viese, porque no tenía por resón, sino una piedra, y que nunca más
supieron de él; y que visto esto, la gente que en tierra quedaron se
fueron por luengo de costa, y que como hallaron tanto estorbo de agua,
hicieron balsas con mucho trabajo, en que pasaron de la otra parte: y
que yendo adelante, llegaron a una punta de un monte orilla del agua, y
que hallaron indios, que como los vieron venir metieron sus casas en sus
canoas y se pasaron de la otra parte a la costa; y los cristianos,
viendo el tiempo que era, porque era por el mes de noviembre, pararon en
este monte, porque hallaron agua y leña y algunos cangrejos y mariscos,
donde de frío y de hambre se comenzaron poco a poco a morir. Allende de
esto, Pantoja, que por teniente había quedado, les hacía mal
tratamiento, y no lo pudiendo sufrir Sotomayor, hermano de Vasco
Porcallo, el de la isla de Cuba, que en el armada había venido por
maestre de campo, se revolvió con el y le dio un palo, de que Pantoja
quedo muerto, y asi se fueron acabando; y los que morían, losotros los
hacían tasajos; y el último que murió fue Sotomayor, y Esquivel lo hizo
tasajos, y comiendo de él se mantuvo hasta l de marzo, que un indio de
los que allí habían huído vino a ver si eran muertos, y llevó a Esquivel
consigo; y estando en poder de este indio, el Figueroa lo habló, y supo
de éltodo lo que habemos contado, y le rogó que se viniese con él, para
irse ambos la vía del Pánuco; lo cual Esquivel no quiso hacer, diciendo
que el sabía sabido de los fralles que Pánuco había quedado atrás; y
así, se quedó allí; y Figueroa se fue a la costa adonde solía estar.
Capítulo XVIII
De la relación que dio de Esquivel
Esta cuenta toda dio Figueroa por la relación que de Esquivel
había sabido; y así, de mano en mano llegó a mí, por donde se puede ver y
saber el fin que toda aquella armada hobo y los particulares casos que a
cada uno de los demás acontescieron. Y dijo más: que si los cristianos
algún tiempo andaban por allí podría ser que viesen a Esquivel, porque
sabía que se había huido de aquel indio con quien estaba, a otros, que
se decían los mareames, que eran allí vecinos. Y como acabo de decir, él
y el asturiano se quisieran ir a otros indios que adelante estaban; mas
como los indios que lo tenían lo sintieron, salieron a ellos, y
diéronles muchos palos, y desnudaron al asturiano, y pasáronle un brazo
con una flecha; y, en fin, se escaparon huyendo, y los cristianos se
quedaron con aquellos indios, y acabaron con ellos que los tomasen por
esclavos, aunque estando sirviéndoles fueron tan maltratados de ellos,
como nunca esclavos ni hombres de ninguna suerte lo fueron; porque, de
seis que eran, no contentos con darles muchas bofetadas y apalearlos y
pelarles las barbas por su pasatiempo, por solo pasar de una casa a otra
mataron tres, que son los que arriba dije, Diego Dorantes y Valdivieso y
Diego de Huelva, y los otros tres que quedaban esperaban parar en esto
mismo; y por no sufrir esta vida, Andres Dorantes se huyó y se pasó a
los mareames, queeran aquellos adonde Esquivel había parado, y ellos le
contaron cómo habían tenido allí a Esquivel, y como estando allí se
quiso huir porque una mujer había soñado que le había de matar un hijo, y
los indios fueron tras él y lo mataron, y mostraron a Andres Dorantes
su espada y sus cuentas y libro y otras cosas que tenía. Esto hacen
éstos por una costumbre que tienen, y es que matan sus mismos hijos por
sueños, y a las hijas en nasciendo las dejan comer a perros, y las echan
por ahí. La razón por que ellos lo hacen es, según ellos dicen, porque
todos los de la tierra son sus enemigos y con ellos tienen continua
guerra; y que si acaso casasen sus hijas, multiplicarían tanto sus
enemigos, que los sujetarían y tomarían por esclavos; y por esta causa
querían mas matallas que no que de ellas mismas nasciese quien fuese su
enemigo. Nosotros les dijimos que por qué no las casaban con ellos
mismos. Y también entreellos dijeron que era fea cosa casarlas con sus
parientes, y que era muy mejor matarlas que darlas a sus parientes ni a
sus enemigos; y esta costumbre usan estos y otros vecinos, que se llaman
los iguaces, solamente, sin que ningunos otros de la tierra la guarden.
Y cuando estos se han de casar, compran las mujeres a sus enemigos, y
el precio que cada uno da por la suya es unarco, el mejor que puede
haber, con dos flechas; y si acaso no tiene arco, una red hasta una
braza de ancho y otra en largo. Matan sus hijos, y mercanlos ajenos; no
dura el casamiento mas de cuanto estan contentos, y con una higa
deshacen el casamiento. Dorantes estuvo con éstos y desde a pocos díasse
huyó. Castillo y Estebanico se vinieron dentro a la Tierra Firme a los
iguaces. Toda esta gente son flecheros y bien dispuestos, aunque no tan
grandes como los que atrás dejamos, y traen la teta y el labio horadado.
Su mantenimiento principalmente es raíces de dos o tres maneras, y
búscanlas por toda la tierra; son muy malas, y hinchan los hombres que
las comen. Tardan dos días en asarse, ymuchas de ellas son muy amargas, y
con todo esto se sacan con mucho trabajo. Es tanta la hambre que
aquellas gentes tienen, que no se pueden pasar sinellas, y andan dos o
tres leguas buscándolas. Algunas veces matan algunos venados, y a
tiempos toman algun pescado; mas esto es tan poco y su hambre tan
grande, que comen arañas y huevos de hormigas, y gusanos y lagartijas y
salamanquesas y culebras y víboras, que matan los hombres que muerden, y
comentierra y madera y todo lo que pueden haber, y estiércol de
venados, y otrascosas que dejo de contar, y creo averiguadamente, que si
en aquella tierra hubiese piedras las comerían. Guardan las espinas del
pescado que comen, y de las culebras y otras cosas, para molerlo
después todo y comer el polvo de ello. Entre éstos no se cargan los
hombres ni llevan cosa de peso; mas llevánlo las mujeres y los viejos,
que es la gente que ellos en menos tienen. No tenen tanto amora sus
hijos como los que arriba dijimos. Hay algunos entre ellos que usan
pecado contra natura. Las mujeres son muy trabajadas y para mucho,
porque de veinticuatro horas que hay entre día y noche, no tienen sino
seis horas dedescanso, y todo lo más de la noche pasan en atizar sus
hornos para secar aquellas raices que comen; y desque amanesce comienzan
a cavar y a traer leñay agua a sus casas y dar orden en las otras cosas
de que tienen necesidad.Los más de estos son grandes ladrones, porque
aunque entre sí son bien partidos, en volviendo uno la cabeza, su hijo
mismo o su padre le toma lo que puede. Mienten muy mucho, y son grandes
borrachos, y para esto beben ellos una cierta cosa. Estan tan usados a
correr, que sin descansar ni cansar corren desde la mañana hasta la
noche; y siguen un venado; y de esta manera matan muchos de ellos,
porquelos siguen hasta que los cansan, y algunas veces los toman vivos.
Las casas de ellos son de estera, puestas sobre cuatro arcos; llévanlas a
cuestas, ymúdanse cada dos o tres días para buscar de comer; ninguna
cosa siembran que se puedan aprovechar; es gente muy alegre; por mucha
hambre que tengan, por eso no dejan de ballar ni de hacer sus fiestas y
areitos. Para ellos el mejor tiempo que estos tienen es cuando comen las
tunas, porque entonces no tienen hambre, y todo el tiempo se les pasa
en ballar, y comen de ellas de noche y de día; todo el tiempo que les
duran exprímenlas y ábrenlas y pónenlasa secar, y despues de secas
pónenlas en unas seras, como higos, y guárdanlas para comer por el
camino cuando se vuelven, y las cascaras de ellas muélenlas y hácenlas
polvo. Muchas veces, estando con estos, nos acontesció tres o cuatro
días estar sin comer porque no lo había; ellos, por alegrarnos, nos
decíanque no estuviésemos tristes; que presto habría tunas y comeríamos
muchas, ybeberíamos zumo de ellas, y teníamos las barrigas muy grandes y
estaríamos muy contentos y alegres y sin hambre alguna; y desde el
tiempo que esto nos decían hasta que las tunas se hubiesen de comer
había cinco o seis meses; y,en fin, hubimos de esperar aquesto seis
meses, y cuando fue tiempo fuimos acomer las tunas; hallamos por la
tierra muy gran cantidad de mosquitos de tres maneras, que son muy malos
y enojosos, y todo lo más del verano nos daban mucha fatiga; y para
defendernos de ellos hacíamos al derredor de la gentemuchos fuegos de
leña podrida y mojada, para que no árdiesen y hiciesen humo; y esta
defension nos daba otro trabajo, porque en toda la noche no hacíamos
sino llorar del humo que en los ojos nos daba, y sobre eso, gran calor
que nos causaban los muchos fuegos, y salíamos a dormir a la costa; y si
alguna vez podíamos dormir, recordábannos a palos, para que tornásemos a
encender los fuegos. Los de la tierra adentro para esto usan otro
remedio tan incomportable y mas que éste que he dicho, y es andar con
tizones en las manos quemando los campos y montes que topan, para que
los mosquitos huyan, y también para sacar debajo de tierra lagartijas y
otras semejantes cosas para comerlas; y también suelen matar venados,
cercándolos con muchos fuegos; y usan también esto por quitar a los
animales el pasto, que la necesidad les haga ir a buscarlo adonde ellos
quieren, porque nunca hacen asiento con sus casas, sino donde hay agua y
leña, y alguna vez se cargan todos de esta provisión y van a buscarlos
venados, que muy ordinariamente están donde no hay agua ni leña; y el
día que llegan matan venados y algunas otras cosas que pueden y gastan
todo el agua y leña en guisar de comer y en los fuegos que hacen para
defenderse de los mosquitos, y esperan otro día para tomar algo que
lleven para el camino; y cuando parten, tales van de los mosquitos, que
paresce que tienen enfermedad de San Lázaro ; y de esta manera
satisfacen su hambre dos o tres veces en el año, a tan grande costa como
he dicho; y por haber pasado por ello puedo afirmar que ningún trabajo
que se sufra en el mundo iguala con éste. Por la tierra hay muchos
venados y otras veces y animales de los que atrás he contado.
Alcanzanaquí vacas, y yo las he visto tres veces y comido de ellas, y
parésceme queserán del tamaño de las de España; tienen los cuernos
pequeños, como moriscas, y el pelo muy largo, merino, como una bernia;
unas son pardillas, y otras negras, y a mi parescer tienen mejor y mas
gruesas carne que las de acá. De las que no son grandes hacen los indios
mantas para cubrirse, y de las mayores hacen zapatos y rodelas; éstas
vienen de hacia el Norte por la tierra adelante hasta la costa de la
Florida, y tiéndense por toda la tierra mas decuatrocientas leguas; y en
todo este camino, por los valles por donde ellasvienen, bajan las
gentes que por allí habitan y se mantienen de ellas, y meten en la
tierra grande cantidad de cueros.
Capítulo XIX
De cómo nos apartaron los indios
Cuando fueron cumplidos los seis meses que yo estuve con los
cristianos esperando a poner en efecto el cuncierto que teníamos hecho,
los indios se fueron a las tunas, que había de allí donde las habían de
coger hasta treinta leguas; y ya estábamos para huirnos, los indios con
quien estábamos, unos conotros riñeron sobre una mujer, y se apuñearon y
apalearon y descalabraron unos a otros; y con el grande enojo que
hubieron, cada uno tomó su casa y se fue a su parte; de donde fue
necesario que todos los cristianos que allí éramos también nos
apartásemos, y en ninguna manera nos podimos juntar hasta otro año; y en
este tiempo yo pasé muy mala vida, ansí por la mucha hambre como por el
mal tratamiento que de los indios rescebía, que fue tal, que yo me hube
de huir tres veces de los amos que tenía, y todos me anduvieron a
buscar y poniendo dlligencia para matarme; y Dios nuestro Señor por su
misericordia me quiso guardar y amparar de ellos; y cuando el tiempo de
las tunas tornó, en aquel mismo lugar nos tornamos a juntar. Ya que
teníamos concertado de huirnos y señalado el día, aquel mismo día los
indios nos apartaron, y fuimos cada uno porsu parte; y yo dije a los
otros compañeros que yo los esperaría en las tunas hasta que la Luna
fuese llena; y este día era l de septiembre y primero día de luna; y
avisélos que si en este tiempo no viniesen al concierto, yo me iría solo
y los dejaría; y ansí, nos apartamos y cada uno se fue con sus indios, y
yo estuve con los míos hasta trece de luna, y yo tenía acordado de
mehuir a otros indios en siendo la Luna llena; y a l3 días del mes
llegaron adonde yo estaba Andrés Dorantes y Estebanico; y dijéronme cómo
dejaban a Castillo con otros indios que se llamaben anagados, y que
estaban cerca de allíy que habían pasado mucho trabajo, y que habían
andado perdidos. Y que otro día adelante nuestros indios se mudaron
hacia dondc Castillo estaba, y iban a juntarse con los que lo tenían, y
hacerse amigos unos de otros, porque hasta allí habían tenidoq guerra, y
de esta manera cobramos a Castillo. En todo el tiempo que comíamos las
tunas teníamos sed, y para remedio de esto bebíamos el zumo de las tunas
y sacábamoslo en un hoyo que en la tierra hacíamos, y desque estaba
lleno bebíamos de él hasta que nos hartábamos. Es dulce y de color de
arrope; esto hacen por falta de otras vasijas. Hay muchas maneras de
tunas, y entreellas hay algunas muy buenas, aunque a mí todas me
parescían así, y nunca la hambre me dio espacio para escogerlas ni parar
mientes en cuales eran mejores. Todas las más destas gentes beben agua
llovediza y recogida en algunaspartes; porque, aunque hay ríos, como
nunca están de asiento, nunca tienen agua conoscida, a ni señalada. Por
toda la tierra hay muy grandes y hermosas dehesas, y de muy buenos
pastos para ganados; y parésceme que sería tierramuy fructífera así
fuese labrada y habitada de gente de razón. No vimos sierra en toda ella
en tanto que en ella estuvimos. Aquellos indios nos dijeron que otros
estaban más adelante, llamados camones, que viven hacia la costa, y
habíanmuerto toda la gente que venía en la barca de Peñalosa y Téllez;
que veníantan flacos, que aunque los mataban no se defendían; y así, los
acabaron todos; y nos mostraron ropas y armas de ellos y dijeron que la
barca estaba allí al través. Esta es la quinta barca que faltaba,
porque la del gobernador ya dijimos cómo la mar la llevó, y la del
contador y los fralles la habían visto echada al través en la costa, y
Esquivel contó el fin de ellos. Las dos en que Castillo y yo y Dorantés
íbamos, ya hemos contedo cómo junto a la isla de Mal Hado se hundieron.
Capítulo XX
De cómo nos huimos
Después de habernos mudado, desde a dos días nos encomendamos a
Dios nuestro Señor y nos fuimos huyendo, confiando que, aunque ya era
tarde y las tunas se acababan, con los frutos que quedarían en el campo
podríamos andar buena parte de tierra. Yendo aquel día nuestro camino
con harto temor que los indios nos habían de seguir, vimos unos humos, y
yendo a ellos, después de vísperas llegamos allá, do vimos un indio
que, como vio que ibamos a él, huyó sin querernos aguardar; nosotros
enviamos al negro tras él, y como vio que iba solo aguardólo. El negro
le dijo queíbamos a buscar aquella gente que hacía humos. El respondió
que cerca de allí estaban las casas, y que nos guiaría allá; y así, lo
fuimos siguiendo; yél corrió a dar aviso de cómo ibamos, y a puesta del
sol vimos las casas, ydos tiros de ballesta antes que llegásemos a ellas
hallamos cuatro indios que nos esperaban, y nos rescibieron bien.
Dijímosles en lengua de mareames que íbamos a buscallos, y ellos se
mostraron que se holgaban con nuestra compañia; y ansí nos llevaron a
sus casas, y a Dorante y al negro aposentaronen casa de un físico; y a
mí y a Castillo en casa de otro. Estos tienen otra lengua y llámanse
avatares, y son aquellos que solían llevar los arcos a los nuestros y
iban a contratar con ellos; y aunque son de otra nación y lengua,
entienden la lengua de aquellos con quien antes estábamos, y aquel mismo
día habían llegado allí con sus casas. Luego el pueblo nos ofreció
muchastunas, porque ya ellos tenían noticia de nosotros y cómo
curábamos, y de las maravillas quelnuestro Señor con nosotros obraba,
que, aunque no hubiera otras, harto grandes eran abrirnos caminos por
tierra tan despoblada, y darnos gente por donde muchos tiempos no la
había, y librarnos de tantos peligros, y no permitir que nos matasen, y
sustentarnos con tanta hambre, y poner aquellas gentes encorazón que nos
tratasen bien, como adelante diremos.
Capítulo XXI
De como curamos aquí unos dolientes
Aquella misma noche que llegamos vinieron unos indios a Castillo,
y dijéronle que estaban muy malos de la cabeza, rogándole que los
curase; y después que los hubo santiguado y encomendado a Dios, en aquel
punto los indios dijeron que todo el mal se les había quitado; y fueron
sus casas y trujeron muchas tunas y un pedazo de carne de venado, cosa
que no sabíamos qué cosa era; y como esto entre ellos se publicó,
vinieron otros muchos enfermos en aquella noche a que los sanase, y cada
uno traía un pedazo de venado; y tantos eran, que no sabíamos adonde
poner la carne. Dimos muchas gracias a Dios por que cada día iba
cresciendo su misericordia y mercedes; y después que se acabaron las
curas comenzaron a ballar y hacer sus areitos y fiestas, hasta otrodía
que el sol salió; y duró la fiesta tres días por haber nosotros venido,y
al cabo de ellos les preguntamos por la tierra de adelante, y por la
gente que en ella hallaríamos, y los mantenimientos que en ella había.
Respondiéronnos que por toda aquella tierra había muchas tunas, mas que
ya eran acabadas, y que ninguna gente había, porque todos eran idos a su
casas, con haber ya cogido las tunas; que la tierra era muy fría y en
ella había muy pocos cue ros. Nosotros viendo esto, que ya el invierno y
tiempo frío entraba, acordamos de pasarlo con éstos. A cabo de cinco
días que allí habíamos llegado se partierona buscar otras tunas adonde
había otra gente de otras naciones y lenguas; yandadas cinco jornadas
con muy grande hambre, porque en el camino no había tunas ni otra fruta
ninguna, y después de asentadas, fuimos a buscar un fruto de unos
árboles, que es como hieros; y como por toda esta tierra no hay caminos,
yo me detuve más en buscarla; la gente se volvió, y yo quedé solo, y
viniendo a buscarlos aquella noche me perdí, y plugo a Dios que hallé un
árbol ardiendo, y al fuego de él pasé aquel frío aquella noche, y a la
mañana yo me cargué de leña y tomé dos tiones, y volví a buscarlos, y
anduve de estamanera cinco días, siempre con mi lumbre y mi carga de
leña, porque si el fuego se me matase en parte donde no tuviese leña,
como en muchas partes no la había, tuviese de qué hacer otros tiones y
no me quedase sin lumbre, porque para el frío yo no tenia otro remedio,
por andar desnudo como nascí; y para las noches yo tenía este remedio,
que me iba a las matas del monte, que estaba cerca de los ríos, y paraba
en ellas antes que el sol se pusiese, y en la tierra hacía unhoyo y en
él echaba mucha leña, que se cría en muchos árboles, de que por allí hay
muy gran cantidad, y juntaba mucha leña de la que estaba caída y seca
de los árboles, y al derredor de aquel hoyo hacía cuatro fuegos en cruz,
yyo tenía cargo y cuidado de rehacer el fuego de rato en rato, y hacía
unas gavillas de paja larga que por allí hay, con que me cubría en aquel
hoyo, y de esta manera me amparaba del frío de las noches; y una de
ellas el fuego cayó en la paja con que yo estaba cubierto, y estando yo
durmiendo en el hoyo, comenzó a arder muy recio, y por mucha priesa que
yo me di a salir, todavía saqué señal en los cabellos del peligro en que
había estado. En todo este tiempo no comí bocado ni hallé cosa que
pudiese comer; y como traía los pies descalzos, corriome de ellos mucha
sangre, y Dios usó conmigo de misericordia, que en todo este tiempo no
ventó el norte, porque de otra manera ningún remedio había de yovivir; y
a cabo de cinco días llegué a una rimera de un río, donde yo halléa mis
indios, que ellos y los cristianos me contaban ya por muerto, y siempre
creían que alguna víbora me había mordido. Todos hubieron gran placer
deverme, principalmente los cristianos, y me dijeron que hasta entonces
habían caminado con mucha hambre, que ésta era la causa que no me habían
buscado;y aquella noche me dieron de las tunas que tenían, y otro día
partimos de allí, y fuimos donde hallamos muchas tunas, con que todos
satisficieron su gran hambre, y nosotros dimos muchas gracias a nuestro
Señor porque nunca nos faltaba su remedio.
Capítulo XXII
Como otro día nos trujeron otros enfermos
Otro día de mañana vinieron allí muchos indios y traían cinco
enfermos queestaban tollidos y muy malos, y venían en busca de Castillo
que los curase,y cada uno de los enfermos ofresció su arco y flechas, y
él los rescibió y a puesta del sol los santiguó y encomendó a Dios
nuestro Señor, y todos le suplicamos con la mejor manera que podíamos
les enviase salud, pues él vía que no había otro remedio para que
aquella gente nos ayudase y saliésemos de tan miserable vida; y él lo
hizo tan misericordiosamente, que venida la mañana, todos amanescieron
tan buenos y sanos, y se fueron tan recios como si nunca hobieran tenido
mal ninguno. Esto causó entre ellos muy gran admiración, y a nosotros
despertó que diésemos muchas gracias a nuestro Señor, a que más
enteramente conosciésemos su bondad, y tuviésemos firme esperanza que
nos había de librar y traer donde le pudiésemos servir; y de mí sé decir
que siempre tuve esperanza en su misericordia que me había de sacar de
aquella captividad, y así lo hablé siempre a mis compañeros. Como los
indios fueron idos y llevaron sus indios sanos, partimos donde estaban
otros comiendo tunas, y éstos se llaman cutalches y malicones, que son
otras lenguas, y junto con ellos había otros que se llaman coayos y
susolas, y de otra parte otros llamados atayos, y éstos tenían guerra
con los susolas, con quien se flechaban cada día; y como por toda la
tierra no se hablase sino en los misteriosque Dios nuestro Señor con
nosotros obraba, venían de muchas partes a buscarnos para que los
curásemos; y a cabo de dos días que allí llegaron, vinieron a nosotros
unos indios de los susolas y rogaron a Castillo que fuese a curar un
herido y otros enfermos, y dijeron que entre ellos quedaba uno que
estaba muy al cabo. Castillo era médico muy temeroso, principalmente
cuando las curas eran muy temerosas y peligrosas, y creía que sus
pecados habían de estorbar que no todas veces suscediese bien el curar.
Los indios me dijeron que yo fuese a curarlos, porque ellos me querían
bien y se acordaban que les había curadoen las nueces, y por aquello nos
habían dado nueces y cueros; y esto había pasado cuando yo vine a
juntarme con los cristianos; y así, hube de ir con ellos, y fueron
conmigo Dorantes y Estebanico, y cuando llegué cerca de los ranchos que
ellos tenían, yo vi el enfermo que íbamos a curar que estaba muerto,
porque estaba mucha gente al derredor de éI llorando y su casa
deshecha,que es señal que el dueño estaba muerto; y ansí, cuando yo
llegué hallé el indio los ojos vueltos y sin ningun pulso, y con todas
señales de muerto, según a mi me paresció, y lo mismo dijo Dorantes. Yo
le quité una estera que tenía encima, con que estaba cubierto, y lo
mejor que pude supliqué a nuestro Señor fuese servido de dar salud a
aquel y a todos los otros que de ella tenían necesidad; y después de
santiguado y soplado muchas veces, me trajeronsu arco y me lo dieron, y
una sera de tunas molidas, y lleváronme a curar otros muchos que estaban
malos de modorra, y me dieron otras dos seras de tunas, las cuales di a
nuestros indios, que con nosotros habían venido; y hecho esto,
nosvolvimos a nuestro aposento, y nuestros indios, a quien di las tunas,
se quedaron allá; y a la noche se volvieron a sus casas, y dijeron que
aquel que esta muerto y yo había curado en presencia de ellos, se había
levantado bueno y se había paseado, y comido, y hablado con ellos, y que
todos cuantos había curado quedaban sanos y muy alegres. Esto causó muy
gran admiración y espanto, y en toda la tierra no se hablaba en otra
cosa. Todos aquellos a quien esta fama llegaba nos venían a buscar para
que los curásemos y santiguásemos sus hijos; y cuando los indios que
estaban en compañía de los nuestros, que eran los cutalchiches, se
hubieron de ir a su tierra, antes que se partiesen nos ofrescieron todas
las tunas que para su camino tenían, sin que ninguna les quedase, y
diéronnos pedernalestan largos como palmo y medio, con que ellos cortan,
y es entre ellos cosa de muy gran estima. Rogáronnos que nos
acordásemos de ellos y rogásemos a Dios que siempre estuviesen buenos, y
nosotros se lo prometimos; y con esto partieron los más contentos
hombres del mundo, habiéndonos dado todo lo mejor que tenían: Nosotros
estuvimos con aquellos indios avavares ocho meses, y esta cuenta
hacíamos por las lunas. En todo este tiempo nos venían de muchas partes a
buscar y decían que verdaderamente nosotros éramos hijos del Sol.
Dorantes y el negro hasta allí no habían curado; mas por la mucha
importunidad que teníamos, viniéndonos de muchas partes y buscar,
venimos todos a ser médicos, aunque en atrevimiento y osar acometer
cualquier cura era yo más señalado entreellos y ninguno jamás curamos
que no nos dijese que quedaba sano; y tanta confianza tenían que habían
de sanar si nosotros los curásemos, que creían entanto que allí nosotros
estuviésemos ninguna de ellos había de morir. Estos y los demás atrás
nos contaron una cosa muy extraña, y por la cuenta que nos figuraron
parescía que había quince o diez y seís años que había acontescido, que
decían que por aquella tierra anduvo un hombre, que ellos llaman Mala
Cosa, y que era pequeño de cuerpo y que tenía barbas, aunque nunca
claramente le pudiedon ver el rostro, y que cuando venía a la casa donde
estaban se les levantaban los cabellos y temblaban, y luego parescía a
la puerta de la casa un tizón ardiendo y luego, aquel hombre entraba y
tomaba al que quería de ellos, y dabales tres cuchilladas grandes por
las ijadas con un pedernal muy agudo tan ancho como la mano y dos palmos
en luengo, y metía la mano por aquellas cuchilladas y sacábales las
tripas; y que cortaba de una tripa poco mas o menos de un palmo, y
aquello que cortaba echaba en las brasas y luego le daba tres
cuchilladas en un brazo, y la segunda daba por la sangradura y
desconcertábaselo, y dende a poco se lo tornaba a concertar y poníale
las manos sobre las heridas, y decíannos que luego quedaban sanos, y que
muchas veces cuando ballaban aparescía entre ellos, en hábito de mujer
unas veces, y otras como hombre; y cuando él quería, tomaba el buhío o
casa y subíala en alto, y dende a un poco caía con ella y daba muy gran
golpe. También nos contaron quemuchas veces le dieron de comer y que
nunca jamas comió; y que le preguntaban donde venía y a qué parte tenía
su casa, y que les mostró una hendedura de la tierra, y dijo que su casa
era allá debajo. De estas cosas que ellos nos decían, nosotros nos
reíamos mucho, burlando de ellas; y como ellos vieron que no lo
creíamos, trujeron muchos de aquellos que decían que él había tomado, y
vimos las señales de las cuchilladas que él había dado en los lugares en
la manera que ellos contaban. Nosotros les dijimos que aquél era un
malo, y de la mejor manera que podimos les dábamos a entender que si
ellos creyesen en Dios nuestro Señor y fuesen cristianos como nosotros,
no ternían miedo de aquél, ni osaría venir a hacelles aquellas cosas; y
que tuviesen por cierto que en tanto que nosotros en la tierra
estuviésemos él no osaría parescer en ella. De esto se holgaron ellos
mucho y perdieron mucha parte del temor que tenían. Estos indios nos
dijeron que habían visto al asturiano y a Figueroacon otros, que
adelante en la costa estaban, a quien nosotros llamábamos delos higos.
Toda esta gente no conoscía los tiempos por el Sol ni la Luna, ni tienen
cuenta del mes y año, y más entienden y saben las diferencias de los
tiempos cuando las frutas vienen a madurar, y en tiempo que muere el
pescado y al aparescer de las estrellas, en que son muy diestros y
ejercitados. Con éstos siempre fuimos bien tratados, aunque lo que
habíamos de comer lo cavábamos, y traíamos nuestras cargas de agua y
leña. Sus casas y mantenimientos son como las de los pasados, aunque
tienen muy mayor hambre, porque no alcanzan maíz ni bellotas ni nueces.
Anduvimos siempre en cueros como ellos, y de noche nos cubríamos con
cueros de venado. De ocho meses que con ellos estuvimos, los seis
padescimos mucha hambre, que tampoco alcaman pescado.Y al cabo de este
tiempo ya las tunas comenzaban a madurar, y sin que de ellos fuésemos
sentidos nos fuimos a otros que adelante estaban, llamados maliacones;
éstos estaban una jornada de allí, donde yo y el negro llegamos. A cabo
de los tres días envié que trajese a Castillo y a Dorantes; y venidos,
nos partimos todos juntos con los indios, que iban a comer una frutilla
de unos árboles, de que se mantienen diez o doce días, entretanto que
las tunas vienen; y allí se juntaron con estos otros indios que se
llaman arbadaos, y a éstos hallamos muy enfermos y flacos y hinchados;
tanto que nos maravillamos mucho, ylos indios con quien habíamos venido
se volvieron por el mismo camino; y nosotros les dijimos que nos
queríamos quedar con aquéllos, de que ellos mostraron pesar; y así, nos
quedamos en el campo con aquéllos, cerca de aquéllas casas, y cuando
ellos nos vieron, juntéronse después, de haber hablado entresí, y cada
uno de ellos tomó el suyo por la mano y nos llevaron a sus casas. Con
éstos padecimos más hambre que con los otros, porque en todo el día no
comíamos más de dos puños de aquella fruta, la cual estaba verde; tenía
tanta leche, que nos quemaba las bocas; y con tener falta de agua, daba
mucha sed a quien la comía; y como la hambre fuese tanta, nosotros
comprámosles dos perros, y a trueco de ellos les dimos unas redes y
otras cosas, y un cueroacon que yo me cubría. Ya he dicho cómo por toda
esta tierra anduvimos desnudos; y cómo no estábamos acostumbrado a ello,
a manera de serpientes mudábamos los cueros dos veces en el año, y con
el sol y el aire hacíansenos en los pechos y en las espaldas unos
empeines muy grandes, de que rescibíamos muy gran pena por razón de las
muy grandes cargas que traíamos, que eran muy pesadas; y hacían que las
cuerdas se nos metían por los brazos; y la tierra es tan áspera y tan
cerrada, que muchas veces hacíamos leña en montes, que cuando la
acabábamos de sacar nos corría por muchas partes sangre, de las espinas y
matas con que topábamos, que nos rompían por donde alcanzaban. A las
veces me acontesció hacer leña donde, después de haberme costado mucha
sangre, no la podía sacar nia cuestas ni arrastrando. No tenía, cuando
en estos trabajos me veía, otroremedio ni consuelo sino pensar en la
pasión de nuestro redemptor Jesucristo y en la sangre que por mí
derramó, y considerar cuánto más sería el tormento que de las espinas el
padesció que no aquel que yo entonces sufría. Contrataba con estos
indios haciéndoles peines, y con arcos y con flechas y con redes.
Hacíamos esteras, que son cosas, de que ellos tienen mucha necesidad; y
aunque losaben hacer, no quieren ocuparse en nada, por buscar entretanto
qué comer, y cuando entienden en esto pasan muy gran hambre. Otras
veces me mandabantraer cueros y ablandarlos; y la mayor prosperidad en
que yo allí me vi erael día que me daban a raer algunos, porque yo lo
raía muy mucho y comía de aquellas raeduras, y aquello me bastaba para
dos o tres días. También nos acontesció con éstos y con los que atrás
habemos dejado, darnos un pedazo de carne y comérnoslo así crudo, porque
si lo pusiéramos a asar, el primer indio que llegaba se lo llevaba y
comía; parescíanos que no era bien ponerla en esta ventura, y también
nosotros no estábamos tales, que nos dábamos pena comerlo asado, y no lo
podíamos tan bien pasar como crudo. Esta es la vida que allí tuvimos, y
aquel poco sustentamiento lo ganábamos con los rescates que por
nuestras manos hecimos.
Capítulo XXIII
Cómo nos partimos despues de haber comido los perros
Después que comimos los perros, paresciéndonos que teníamos algún
esfuerzopara poder ir adelante, encomendámonos a Dios nuestro Señor
para que nos guiase, nos despedimos de aquellos indios, y ellos nos
encaminaron a otros de su lengua que estaban cerca de allí. E yendo por
nuestro camino llovió, y todo aquel día anduvimos con agua, y allende de
esto, perdimos el camino y fuimos a parar a un monte muy grande, y
cogimos muchas hojas de tunas y asámoslas aquella noche en un horno que
hecimos, y dímosle tanto fuego, que a la mañana estaban para comer; y
después de haberlas comido encomendámonos a Dios y partímonos, y
hallamos el camino que perdido habíamos; y pasado el monte, hallamos
otras casas de indios; y llegamos allá, vimos dos mujeres y muchachos,
que se espantaron, que andaban por el monte, y en vernos huyeron de
nosotros y fueron a llamar a los indios que andaban por el monte; y
venidos, paráronse a mirarnos detras de unos árboles, y llamámosles y
allegáronse con mucho temor; y después de haberlos hablado, nos dijeron
que tenían mucha hambre,y que cerca de allí estaban muchas casas de
ellos propios; y dijeron que nos llevarían a ellos y aquella noche
llegamos adonde había cincuenta casas, yse espantaban de vernos y
mostraban mucho temor; y después que estuvieronalgo sosegados de
nosotros, allegábannos con las manos al rostro y al cuerpo, y después
traían ellos sus mismas manos por sus caras y sus cuerpos, y así
estuvimos aquella noche; y venida la mañana, trajéronnos los enfermos
que tenían, rogándonos que los santiguásemos, y nos dieron de lo que
tenían paracomer, que eran hojas de tunas verdes asadas; y por el buen
tratamiento quenos hacían, y porque aquello que tenían nos lo daban de
buena gana y voluntad, y holgaban de quedar sin comer por dárnoslo,
estuvimos con ellos algunosdías; y estando allí, vinieron otros de mas
adelante. Cuando se quisieron partir dijimos a los primeros que nos
queríamos ir con aquéllos. A ellos les pesó mucho, y rogáronnos muy
ahincadamente que no nos fuésemos y al fin nos despedimos de ellos, y
los dejamos llorando por nuestra partida, porque les pesaba muchoen gran
manera.
Capítulo XXIV
De las costumbres de ios indios de aquellas tierras
Desde la isla de Mal Hado, todos los indios que hasta esta tierra
vimos tienen por costumbre desde el día que sus mujeres se sienten
preñadas no dormir juntos hasta que hacen dos años que han criado los
hijos, los cuales mamanhasta que son de edad de doce años; que ya
entonces están en edad que por sí saben buscar de comer. Preguntámosles
que por qué los criaban así, y decían que por la mucha hambre que en la
tierra había, que acontescía muchas veces, como nosotros víamos, estar
dos o tres días sin comer, y a las veces cuatro; y por esta causa los
dejaban mamar, porque en los tiempos de hambre no muriesen; y ya que
algunos escapasen, saldrían muy delicados y de pocas fuerzas; y si acaso
acontesce caer enfermos algunos, déjanlos morir en aquellos campos si
no es hijo, y todos los demás, si no pueden ir con ellos, se quedan; mas
para llevar un hijo o hermano, se cargan y lo llevan a cuestas.
Todoséstos acostumbran dejar sus mujeres cuando entre ellos no hay
conformidad, y se tornan a casar con quien quieren; esto es entre los
mancebos, mas los que tienen hijos permanescen con sus mujeres y no las
dejan, y cuando en algunos pueblos riñen y traban cuestiones unos con
otros, apuñéanse y apaléanse hasta que estén cansados, y entonces se
desparten; algunas veces los desparten mujeres, entrando entre ellos,
que hombres no entran a despartirlos; y por ninguna pasión que tengan no
meten en ella arcos ni flechas; y desque se han apuñeado y pasado su
cuestión, toman sus casas y mujeres, y vanse a vivir por los campos y
apartados de los otros, hasta que se les pasa el enojo; y cuando ya
están desenojados y sin ira, tórnanse a su pueblo, y de ahí adelante son
amigos como si ninguna cosa hobiera pasado entre ellos, ni es menester
que nadie haga las amistades, porque de esta manera se hacen; y si los
que riñen no son casados, vanse a otros sus vecinos, y aunque sean sus
enemigos, los resciben bien y se huelgan mucho con ellos, y les dan de
lo que tienen; de suerte, que cuando es pasado el enojo, vuelven a su
pueblo y vienen ricos. Toda es gente de guerra y tienen tanta astucia
para guardarse de sus enemigos comoternían si fuesen criados en Italia y
en continua guerra. Cuando están en parte que sus enemigos los pueden
ofender, asientan sus casas a la orilla del monte más áspero y de mayor
espesura que por allí hallan, y junto a él hacen un foso, y en éste
duermen. Toda la gente de guerra está cubierta con leña menuda, y hacen
sus saeteras, y están tan cubiertos y disimulados, que aunque estén cabe
ellos no los ven, y hacen un camino muy angosto y entra hasta en medio
del monte, y allí hacen lugar para que duerman las mujeres y niños, y
cuando viene la noche encienden lumbres en sus casas para que si hobiere
espías crean que estén en ellas, y antes del alba tornan a encender los
mismos fuegos; y si acaso los enemigos vienen a dar en las mismas
casas, los que están en el foso salen a ellos y hacen desde las
trincheras mucho daño, sin que los de fuera los vean ni los puedan
hallar; y cuando no hay montes en que ellos puedan de esta manera
esconderse y hacer sus celadas, asientan en llano en laparte que mejor
les paresce y cércanse de trincheras cubiertas de leña menuda y hacen
sus saeteras, con que flechan a los indios, y estos reparos hacenpara de
noche. Estando yo con los de aguenes, no estando avisados, vinieron sus
enemigos a media noche y dieron en ellos y mataron tres y hirieron
otros muchos; de suerte que huyeron de sus casas por el monte adelante, y
desque sintieron que los otros se habían ido, volvieron a ellas y
recogieron todas las flechas que los otros les habían echado, y lo más
encubiertamente que pudieron los siguieron, y estuvieron aquella noche
sobre sus casas sin que fuesen sentidos, y al cuarto del alba les
acometiron y les mataron cinco, sinotros muchos que fueron heridos, les
hicieron huir y dejar sus casas y arcos, con toda su hacienda; y de ahí a
poco tiempo vinieron las mujeres de los que se llamaban quevenes, y
entendieron entre ellos y los hicieron amigos, aunque algunas veces
ellas son principio de la guerra. Todas estas gentes, cuando tienen
enemistades particulares, cuando no son de una famllia, se matan de
noche por asechanzas y usan unos con otros grandes crueldades.
Capítulo XXV
Cómo los indios son prestos a un arma
Esta es la más presta gente para un arma de cuantas yo he visto
en el mundo, porque se temen de sus enemigos, toda la noche están
despiertos con sus arcos a par de sí y una docena de flechas; el que
duerme tienta su arco, y sino le halla en cuerda le da la vuelta que ha
menester. Salen muchas veces fuera de las casas bajados por el suelo, de
arte que no pueden ser vistos, ymiran y atalayan por todas partes para
sentir lo que hay; y si algo sienten, en un punto son todos en el campo
con sus arcos y flechas, y así estan hasta el día, corriendo a unas
partes y otras, donde ven que es menester o piensan que pueden estar sus
enemigos. Cuando viene el día tornan a aflojar susarcos hasta que salen
a caza. Las cuerdas de los arcos son niervos de venados. La manera que
tienen de pelear es abajados por el suelo, y mientras seflechan andan
hablando y saltando siempre de un cabo para otro, guardándosede las
flechas de sus enemigos, tanto, que en semejante parte pueden rescebir
muy poco daño de ballestas y arcabuces; antes los indios burlan de
ellos, porque estas armas no aprovechan para ellos en campos llanos,
adonde ellos andan sueltos; sonbuenas para estrechos y lugares de agua;
en todo lo demás, los caballos sonlos que han de sojuzgar y lo que los
indios universalmente temen. Quien contra ellos hobiere de pelear ha de
estar muy avisado que no le sientan flaqueza ni codicia de lo que
tienen, y mientras durare la guerra hanlos de tratará muy mal; porque si
temor les conocen o alguna codicia, ella es gente que saben conoscer
tiempos en que vengarse y toman esfuerzo del temor de los contrarios.
Cuando se han flechado en la guerra y gastado su munición, vuélvense
cada uno su camino, sin que los unos sigan a los otros, aunque los unos
sean muchos y los otros pocos, y ésta es costumbre suya. Muchas veces se
pasan de parte a parte con las flechas y no mueren de las heridas si no
toca en las tripas o en el corazón; antes sanan presto. Ven y oyen más y
tienen masagudo sentido que cuantos hombres yo creo que hay en el
mundo. Son grandes sufridores de hambre y de sed y de frío, como
aquellos que están más acostumbrados y hechos a ello que otros. Esto he
querido contar porque allende que todos los hombres desean saber las
costumbres y ejercicios e los otros, los que algunas veces se vinieren a
ver con ellos estén avisados de sus costumbres yardides, que suelen no
poco aprovechar en semejantes casos.
Capítulo XXVI
De las naciones y lenguas
También quiero contar sus naciones y lenguas, que desde la isla
de Mal Hado hasta los ultimos hay. En la isla de Mal Hado hay dos
lenguas: a los que unos llaman de Caoques y a los otros llaman de Han.
En la Tierra Firme, enfrente de la isla, hay otros que se llaman de
Chorruco; y toman el nombre de los montes donde vine. Adelante, en la
costa del mar, habitan otros que se llaman Doguenes y enfrente de ellos
otros que tienen por nombre los de Mendica. Más adelante, en la costa,
estan los quevenes, y enfrente de ellos, dentro en la Tierra Firme, los
mariames; y yendo por la costa adelante, están otros que se llaman
guaycones, y enfrente de éstos, dentro en la Tierra Firme, los iguaces.
Cabo de éstos están otros que se llaman atayos, y detras de éstos,
otros, acubadaos, y de éstos hay muchos por esta vereda adelante. En la
costa viven otros llamados quitoles, y enfrente de éstos, dentro en la
Tierra Firme, los avavares. Con éstos se juntan los maliacones, y otros
cutalchiches, y otros que se llaman susolas, y otros que se llaman
comos, y adelante en lacosta estén los camoles, y en la misma costa
adelante, otros a quienes nosotros llamamos los de los higos. Todas
estas gentes tienen habitaciones y pueblos y lenguas diversas. Entre
éstos hay una lengua en que llaman a los hombres por mira acá; arre acá;
a los perros, xo; en toda la tierra se emborachan con un humo, y dan
cuanto tienen por él. Beben también otra cosa que sacan de las hojas de
los arboles, como de encina, y tuéstanla en unos botes alfuego, y
después que la tienen tostada hinchan el bote de agua, y asi lo tienen
sobre el fuego, y cuando ha hervido dos veces, échanlo en una vasija y
están enfriándola con media calabaza, y cuando está con mucha espuma
bébenlatan caliente cuanto pueden sufrir, y desde que la sacan del bote
hasta que la beben están dando voces, diciendo que quién quiere beber? Y
cuando las mujeres oyen estas voces luego se paran sin osarse mudar, y
aunque esten muchocargadas, no osan hacer otra cosa, y si acaso alguna
de ellas se mueve, ladeshonran y la dan de palos, y con muy gran enojo
derraman el agua que tienen para beber, y la que han bebido la tornan a
lanzar, lo cual ellos hacen muy ligeramente y sin pena alguna. La razón
de la costumbre dan ellos, y dicen que si cuando ellos quieren beber
aquella agua las mujeres se mueven de donde les toma la voz, que en
aquella agua se les mete en el cuerpo una cosa mala y que donde a poco
les hace morir, y todo el tiempo que el agua está cociendo ha de estar
el bote atapado, y si acaso este destapado y alguna mujerpasa, lo
derraman y no beben más de aquella agua; es amarilla y están bebiéndola
tres días sin comer, y cada día bebe cada uno arroba y media de ella, y
cuando las mujeres están con su costumbre no buscan de comer más de para
sí solas, porque ninguna otra persona come de lo que ellas traen. En el
tiempo que así estaba, entre éstos vi una diablura, y es que vi un
hombre casadocon otro, y éstos son unos hombres amarionados, impotentes,
y andan tapados como mujeres y hacen oficio de mujeres, y tiran arco y
llevan muy gran carga, entre éstos vimos muchos de ellos así amarionados
como digo, y son más membrudos que los otros hombres y mas altos;
sufren muy grandes cargas.
Capítulo XXVII
De cómo nos mudamos y fuimos bien rescebidos
Después que nos partimos de los que dejamos llorando, fuímonos
con los otros a sus casas, y de los que en ellas estaban fuimos bien
rescebidos y trujeron sus hijos para que les tocásemos las manos, y
dábannos mucha harina de mezquiquez. Este mezquiquez es una fruta que
cuando esté en el arbol es muy amarga, y es de la manera de algarrobas, y
cómese con tierra, y con ella está dulce y bueno de comer. La manera
que tienen con ella es ésta: que hacen un hoyo en el suelo, de la
hondura que cada uno quiere, y después de echada la fruta en este hoyo,
con un palo tan gordo como la pierna y de braza y media en largo, la
muelen hasta muy molida; y demás que se le pega de la tierradel hoyo,
traen otros puños y échanla en el hoyo y tornan otro rato a moler, y
después échanla en una vasija de manera de una espuerta, y échanle
tantaagua que basta a cubirla, de suerte que quede agua por cima, y el
que la hamolido pruébala, y si le parece que no esté dulce, pide tierra y
revuélvela con ella, y esto hace hasta que la halla dulce, y asiéntanse
todos alrededor y cada uno mete la mano y saca lo que puede, y las
pepitas de ella tornana echar sobre unos cueros y las cascaras; y el que
lo ha molido las coge y las torna a echar en aquella espuerta, y echa
agua como de primero, y tornana exprimir el zumo y agua que de ello
sale, y las pepitas y cascaras tornana poner en el cuero, y de esta
manera hacen tres o cuatro veces cada moledura; y los que en este
banquete, que para ellos es muy grande, se hallan, quedan las barrigas
muy grandes, de la tierra y agua que han bebido; y de esto nos hicieron
los indios muy gran fiesta, y hobo entre ellos muy grandes balles y
areitos en tanto que allí estuvimos. Y cuando de noche dormíamos, a
lapuerta del rancho donde estábamos nos velaban a cada uno de nosotros
seis hombres con gran cuidado, sin que nadie nos osase entrar dentro
hasta que el sol era salido. Cuando nosotros nos quisimos partir de
ellos, llegaron allíunas mujeres de otros que vivían adelante; y
informados de ellas dónde estaban aquellas casas, nos partimos para
allá, aunque ellos nos rogaron mucho que por aquel día nos detuviésemos,
porque las casas adonde íbamos estaban lejos, y no había camino para
ellas, y que aquellas mujeres venían cansadas, y descansando, otro día
se irían con nosotros y nos guiarían, y ansi nos despedimos; y dende a
poco las mujeres que habían venido, con otras del mismo pueblo. se
fueron trásnosotros; mas como por la tierra no había caminos, luego nos
perdimos, y ansí anduvimos cuatro leguas, y al cabo de ellas llegamos a
beber a un agua adonde hallamos las mujeres que nos seguían, y nos
dijeron el trabajo que habían pasado por alcanzarnos. Partimos de allí
llevándolas por guía, y pasamosun río cuando ya vino la tarde que nos
daba el agua a los pechos; sería tanancho como el de Sevilla, y corría
muy mucho, y a puesta del sol llegamos acien casas de indios; y antes
que llegásemos salió toda la gente que en ellas había a recebirnos con
tanta grita que era espanto; y dando en los muslos grandes palmadas;
traían las calabazas horadadas, con piedras dentro, que es la cosa de
mayor fiesta, y no las sacan sino a ballar o para curar, ni las osa
nadie tomar sino ellos; y dicen que aquellas calabazas tienen virtud y
que vienen del cielo, porque por aquella tierra no las hay, ni
sabendónde las haya, sino que las traen los ríos cuando vienen de
avenida. Era tanto el miedo y turbación que éstos tenían, que por llegar
más prestos los unos que los otros a tocarnos, nos apretaron tanto que
por poco nos hobierande matar; y sin dejarnos poner los pies en el suelo
nos llevaron a sus casas, y tantos cargaban sobre nosotros y de tal
manera nos apretaban, que nos metimos en las casas que nos tenían
hechas, y nosotros no consentimos en ninguna manera que aquella noche
hiciesen más fiesta con nosotros. Toda aquellanoche pasaron entre sí en
areitos y balles, y otro día de mañana nos trajeron toda la gente de
aquel pueblo para que los tocásemos y santiguásemos, como habíamos hecho
alos otros con quien habíamos estado. Y después de esto hecho dieron
muchasflechas a las mujeres del otro pueblo que habían venido con las
suyas. Otro día partimos de allí y toda la gente del pueblo fue con
nosotros, y como llegamos a otros indios, fuimos bien recebidos, como de
los pasados; y ansí nos dieron de lo que tenían y los venados que aquel
día habían muerto; y entre éstos vimos una nueva costumbre, y es que
los que venían a curarse, los que con nosotros estaban les tomaban el
arco y las flechas; y zapatos y cuentas, si las traían, y después de
haberlas tomado nos las traían delante de nosotros para que los
curásemos; y curados. se iban muy contentos, diciendo que estaban sanos.
Asi nos partimos de aquéllos y nos fuimos a otros, de quien fuimos muy
bien recebidos, y nos trajeron sus enfermos, que santiguándolosdecían
que estaban sanos; y el que no sanaba creía que podíamos sanarle, y con
lo que los otros que curábamos les decían, hacían tantas alegrías y
balles que nonos dejaban dormir.
Capítulo XXVIII
De otra nueva costumbre
Partidos de éstos, fuimos a otras muchas casas, y desde aquí
comenzo otra nueva costumbre, y es que, rescibiendonos muy bien, que los
que iban con nosotros los comenzaron a hacer tanto mal, que les tomaban
las haciendas y les saqueaban las casas, sin que otra cosa ninguna les
dejasen; de esto nos pesómucho, por ver el mal tratamiento que a
aquellos que tan bien nos rescebíanse hacía, y tambien porque temíamos
que aquello sería o causaría alguna alteración y escándalo entre ellos;
mas como no éramos parte para remediarlo nipara osar castigar, los que
esto hacían y hobimos por entonces de sufrir, hasta que mas autoridad
entre ellos tuviésemos; y también los indios mismos que perdían la
hacienda, conosciendo nuestra tristeza, nos consolaron, diciendo que de
aquello no rescibiésemos pena; que ellos estaban tan contentos de
habernos visto, que daban por bien empleadas sus haciendas, y que
adelante serían pagados de otros que estaban muy ricos. Por todo este
cémino teníamosmuy gran trabajo, por la mucha gente que nos seguía, y no
podíamos huir de ella, aunque lo procurabamos, porque era muy grande la
priesa que tenían por llegar a tocarnos; y era tanta la importunidad de
ellos sobre esto, que pasaban tres horas que no podíamos acabar con
ellos que nos dejasen. Otro día nostrajeron toda la gente del pueblo, y
la mayor parte de ellos son tuertos denubes, y otros de ellos son ciegos
de ellas mismas, de que estabamos espantados. Son muy bien dispuestos y
de muy buenos gestos, más blancos que otrosningunos de cuantos hasta
allíhabamos visto. Aqui empezamos a ver sierra , y parescía que venían
seguidas de hacía el mar del Norte; y asi, por la relación que los
indios de esto nos dieron, creemos que estan quince leguas dela mar. De
aquí partimos con estos indios hacía estas sierras que decimos,y
lleváronme por donde estaban unos parientes suyos, porque ellos no nos
querían elevar sino por do habitaban sus parientes, y no querían que sus
enemigos alcanzasen tanto bien, como les parescía que era vernos. Y
cuando fuimos llegados, los que con nosotros iban saquearon a los otros;
y como sabían la costumbre, primero que llegásemos escondieron algurias
cosas; y después que nos hobieron rescebido con mucha fiesta y alegría,
sacaron lo que habían escondido y viniéronnoslo a presentar, y esto era
cuentas y almagra y algunas taleguillas de plata. Nosotros, segun la
costumbre, dímoslo luego a los indios que con nos venían, y cuando nos
lo hobieron dado, comenzaron sus balles y fiestas, y envíaron llamar
otros de otro pueblo que estaba cerca de allí, para que nos viniesen a
ver, y a la tarde vinieron todos, y nos trajeron cuentas y arcos, y
otras cosillas, que también repartimos; y otro día, queriéndonnos
partir, toda la gente nos quería llevar a otros amigos suyos que estaban
en la punta de las sierras, y decían que allí había muchas cosas y
gente, y que nos darían muchas cosas; mas por ser fuera de nuestro
camino no quesimos ir a ellos, y tomamos por lo llano cerca de las
sierras, las cuales creíamos que no estaban lejos de la costa. Toda la
gente de ella es muy mala, y teníamos por mejor de atravesar la tierra,
porque la gente que esta más metida adentro es mas bien acondicionada, y
tratabannos mejor, y teníamos por cierto que hallaríamos la tierra mas
poblada y de mejores mantenimientos. Lo ultimo, hacíamos esto porque,
atravesando la tierra, víamos muchas particularidades de ella; porque si
Dios nuestro Señor fuese servido de sacar alguno de nosotros, y traerlo
a tierra de cristianos, pudiese dar nuevas y relacion de ella. Y como
los indios vieron que estábamos determinados de no ir por donde ellos
nosencaminaban, dijeronnos que por donde nos queríamos ir no había
gente, ni tunas ni otra cosa alguna que comer; y rogáronnos que
estuviésemos allí aqueldía, y ansi lo hecimos. Luego ello envíaron dos
indios para que buscasen gente por aquel camino que queríamos ir; y otro
día nos partimos, llevando con nosotros muchos de ellos, y las mujeres
iban cargadas de agua, y era tan grande entre ellos nuestra autoridad,
que ninguno osaba beber sin nuestra licencia. Dos leguas de allí topamos
los indios que habían ido a buscar la gente, y dijeron que no la
hallaban; de lo que los indios mostraron pesar, y tornaronnosa rogar que
nos fuésemos por la tierra. No lo quisimos hacer, y ellos, como vieron
nuestra voluntad, aunque con mucha tristeza, se despidieron de nosotros,
y se volvieron el rio abajo a sus casas, y nosotros caminamos por el
río arriba, y desde a un poco topamos dos mujeres cargadas, que como nos
vieron pararon y descargáronse, y trajéronnos de los que llevaban, que
era harina de maíz, y nos dijeron que adelante en aquel rio hallaríamos
casas y muchas tunas y de aquella harina; y ansí nos despedimos de
ellas, porque iban a los otros donde habíamos partido, y anduvimos hasta
puesta del sol, y llegamos a un pueblo de hasta de veinte casas, adonde
nos recebieron llorando y congrande tristeza, porque sabían ya que
adonde quiera que llegábamos eran todos saqueados y robados de los que
nos acompañaban, y como nos vieron solos, perdieran el miedo, y
diéronnos unas tunas, y no otra cosa ninguna. Estuvimos allí aquella
noche, y al alba los indios que nos habían dejado el día pasado dieron
en sus casas, y como los tomaron descuidados y seguros, tomaronles
cuanto tenían,sin que tuviesen lugar donde asconder ninguna cosa; de que
ellos lloraron mucho; y los robadores, para consolarles, les decían que
eramos hijos del sol, y que teníamos poder para sanar los enfermos y
para matarlos, y otras mentiras aún mayores que estas, como ellos las
saben mejor hacer cuando sienten que les conviene; y dijéronles que nos
llevasen con mucho acatamiento, y tuviesen cuidado de no enojarnos en
ninguna cosa, y que nos diesen todo cuanto tenían, y procurasen de
llevarnos donde había mucha gente, y que donde llegasemos robasen ellos y
saqueasen lo que los otros tenían, porque asi era costumbre.
Capítulo XXIX
De como se robaban los unos a los otros
Después de haberlos informado y señalado bien lo que habían de
hacer, se volvieron, y nos dejaron con aquéllos; los cuales, teniendo en
la memoria lo que los otros les habín dicho, nos comenzaron a tratar
con aquel mismo temory reverencia que los otros, y fuimos con ellos tres
jornadas y lleváronnos adonde había mucha gente; y antes que llegásemos
a ellos avisaron como íbamos, y dijeron de nosotros todo lo que los
otros les habían enseñado, y añadieron mucho más, porque toda esta gente
de indios son grandes amigos de novelas y muy mentirosos, mayormente
donde pretende algun interés. Y cuando llegamos cerca de las casas,
salió toda la gente a recebirnos con mucho placer y fiesta, y entre
otras cosas, dos físicos de ellos nos dieron dos calabazas, y de aquí
comenzamos a llevar calabazas con nosotros, y añadimos a
nuestraautoridad esta cerimonia, que para ellos es muy grande. Los que
nos habíanacompañado saquearon las casas; mas, como eran muchas y ellos
pocos, no pudieron llevar todo cuanto tomaron, y más de la mitad dejaron
perdido; y de aquí por la halda de la sierra nos fuimos metiendo por la
tierra adentro más de cincuentaleguas, y al cabo de ellas hallamos
cuarenta casas, y entre otras cosas quenos dieron, hobo Andrés Dorantes
un cascabel gordo, grande, de cobre, y en él figurado un rostro, y esto
mostraban ellos, que lo tenían en mucho, y lesdijeron que lo habían
habido de otros sus vecinos; y preguntándoles que dónde habían habido
aquello, dijéronlo que lo habían traído de hacia el Norte, y que allí
había mucho, era tenido en grande estima; y entendimos que do quiera que
aquella había venido, había fundición y se labraba de vaciado, y
conesto nos partimos otro día, y atravesamos una sierra de siete leguas,
y laspiedras de ellas eran de escorias de hierro; y a la noche llegamos
a muchascasas que estaban asentadas a la ribera de un muy hermoso río, y
los señores de ellas salieron a medio camino recebirnos con sus hijos a
cuestas, y nosdieron muchas taleguillas de margarita y de alcohol
molido, con esto se untan ellos la cara; y dieron muchas cuentas, y
muchas mantas de vacas, y cargaron a todos los que venían con nosotros
de todo cuanto ellos tenían. Comían tunas y piñones; hay por a Quella
tierra pinos chicos, y las piñas de ellos son como huevos pequeños, mas
los piñones son mejores que los de Castilla, porque tienenlas cascaras
muy delgadas; y cuando están verdes, muélenlos y hacenlos pellas, y ansí
los comen; y si estén secos, los muelen con cáscaras, y los comenhechos
polvos. Y los que por allí nos recebían, desque nos habían tocado,
volvían corriendo hasta sus casas, y luego daban vuelta a nosotros, y no
cesaban de correr, yendo y viniendo. De esta manera traíamos muchas
cosas parael camino. Aquí me trajeron un hombre, y me dijeron que había
mucho tiempoque le habían herido con una flecha por la espalda derecha, y
tenía la punta de la flecha sobre el corazón; decía que le daba mucha
pena, y que por aquella causa siempre estaba enfermo. Yo le toqué, y
sentí la punta de la flecha, y ví que la tenía atravesada por la
ternilla, y con un cuchillo que tenía, le abrí el pecho hasta aquel
lugar, y vi que tenía la punta atravesada, y estaba muy mala de sacar;
torné a cortar mas, y metí la punta del cuchillo, y con gran trabajo en
fin la saqué. Era muy larga, y con un hueso de venado, usandode mi
oficio de medicina, le di dos puntos; y dados, se me desangraba, y con
raspa de un cuero le estanqué la sangre; y cuando hube sacado la punta,
pidiéronmela, y yo se la di, y el pueblo todo vino a verla, y la
envíaron por la tierra adentro, para que la viesen los que allí estaban,
y por esto hicieron muchos balles y fiestas, como ellos suelen hacer; y
otro día le corté los dos puntos al indio, y estaba sano; y no parescía
la herida que le había hecho sino como una raya de la palma de la mano,
y dijo que no sentía dolor ni pena alguna; y esta cura nos dio entre
ellos tanto crédito por toda la tierra, cuanto ellos podían y sabían
estimar y encarescer. Mostrémosles aquel cascabel que traímos, y
dijéronnos que en aquel lugar de donde aquél había venido había muchas
planchas de aquellos enterradas, y que aquello era cosa que ellos tenían
en mucho; y había casas de asiento, y esto creemos nosotros que es la
mar del Sur, que siempre tuvimos noticia que aquella mar es más rica que
la del Norte. De éstos nos partimos y anduvimos por tantas suertes de
gentes y de tan diversas lenguas, que no basta memoria a poderlas
contar, y siempre saqueaban los unos a los otros; y así los que perdían
como los que ganaban, quedaban muy contentos. Llevábamos tanta compañía,
que en ninguna manera podíamosvalernos con ellos. Por aquellos valles
donde ibamos, cada uno de ellos llevaba un garrote tan largo como tres
palmos, y todos iban en ala; y en saltando alguna liebre (que por allí
había hartas), cercábanlas luego, y caían tantos garrotes sobre ella,
que era cosa de maravilla, y de esta manera la hacían andar de unos para
otros, que a mi ver era la mas hermosa caza que se podía pensar,porque
muchas veces ellas se venían hasta las manos; y cuando a la noche
parábamos, eran tantas las que nos habían dado, que traía cada uno de
nosotrosocho o diez cargas de ellas; y los que traían arcos no parescían
delante denosotros, antes se apartaban por la sierra buscar venados; a
la noche cuando venían traían para cada uno de nosotros cinco o seis
venados, y pájaros y codornices, y otras cazas; finalmente, todo cuanto
aquella gente hallaban y mataban nos lo ponían delante, sin que ellos
osasen tomar ninguna cosa, aunque muriesen de hambre; que asi lo tenían
ya por costumbre después que andaban con nosotros, y sin que primero lo
santiguásemos; y las mujeres traían muchas esteras, de que ellos nos
hacían casas, para cada uno la suya aparte, y con toda su gente
conoscida; y cuando esto era hecho, andábamos que asasen aquellos
venados y liebres, y todo lo que habían tomado; y esto también se hacía
muy presto en unos hornos que para esto ellos hacían; y de todo ello
nosotros tomábamos un poco, y lo otro dábamos al principal de la gente
que con nosotros venía, mandándole que lo repartiese entre todos. Cada
uno con la parte que le cabía venían a nosotros para que la soplásemos y
santiguásemos, que de otra manera no osaran comer de ella; y muchas
veces traíamos con nosotros tres o cuatro mll personas. Y era tan grande
nuestro trabajo, que a cada uno habíamos de soplar y santiguar lo que
habían de comer y beber, y para otras muchascosas que querían hacer nos
venían a pedir licencia, de que se puede ver que tanta importunidad
rescebíamos. Las mujeres nos traían las tunas y arañasy gusanos, y lo
que podían haber; porque aunque se muriesen de hambre, ninguna cosa
habían de comer sin que nosotros la diésemos. E yendo con estos, pasamos
un gran río, que venía del norte; y pasados unos llanos de treinta
leguas, hallamos mucha gente que lejos de allí venían a recebirnos,
salían al camino por donde habíamos de ir, y nos recebieron de la manera
de los pasados.
Capítulo XXX
De cómo se mudó la costumbre del recebirnos
Desde aquí hobo otra manera de recebirnos, en cuanto toca al
saquearse, porque los que salían de los caminos a traernos alguna cosa a
los que nosotrosvenían no los robaban: mas después de entrados en sus
casas, ellos mismos nos ofrescían cuanto tenían, y las casas con ellos;
nosotros las dábamos a los principales, para que entre ellos las
partiesen, y siempre los que quedaban despojados nos seguían, de donde
crescía mucha gente para satisfacerse de su pérdida; y decíanles que se
guardasen y no escondiesen cosa alguna de cuantas tenían, porque no
podía ser sin que nosotros lo supiésemos, y haríamos luego que todos
muriesen, porque el sol nos lo decía. Tan grandes eran los temores que
les ponían, que los primeros días que con nosotros estaban, nuncaestaban
sino temblando y sin osar hablar ni alzar los ojos al cielo. Estos nos
guiaron por más de cincuenta leguas de despoblado de muy ásperas
sierras, y por ser tan secas no había caza en ellas, y por esto pasamos
mucha hambre, y al cabo un río muy grande, que el agua nos daba hasta
los pechos; y desde aquí nos comenzó mucha de la gente que traíamos a
adolescer de la mucha hambre y trabajo que por aquellas sierras habían
pasado, que por extremo eran agras y trabajosas. Estos mismos nos
llevaron a unos llanos al cabo de las sierras, donde venían a recebirnos
de muy lejos de allí, y nos recebieron como los pasados, ydieron tanta
hacienda a los que con nosotros venían, que por no poderla llevar
dejaron la mitad; y dijimos a los indios que lo habían dado que lo
tornasen a tomar y lo llevasen, porque no quedase allí perdido; y
respondieron que en ninguna manera lo harían, porque no era su
costumbre, después de haber una vez ofrecido, tornarlo a tomar; y así,
no lo teniendo en nada, lo dejaron todo perder. A éstos dijimos que
queríamos ir a la puesta del sol, y ellos respondiéronnos que por allí
estaba la gente muy lejos, y nosotros les mandábamos que enviasen a
hacerles saber cómo nosotros íbamos allá, y de esto se excusaron lo
mejor que ellos podían, porque ellos eran sus enemigos, y no querían que
fuésemos a ellos; mas no osaron hacer otra cosa; y así, envíaron dos
mujeres una suya, y otra que de ellos tenían captiva; y envíaron éstas
porque las mujeres pueden contratar aunque haya guerra; y nosotros las
seguimos, y paramos en un lugar donde estaba concertado que las
esperásemos; mas ellas tardaron cinco días; y los indios decían que no
debían de hallar gente. Dijímoslesque nos llevasen hacía el Norte;
respondieron de la misma manera, diciendo que por allí no había gente
sino muy lejos y que no había qué comer ni se hallaba agua; y con todo
esto, nosotros porfiamos y dijimos que por allí queríamos ir, y ellos
todavía se excusaban de la mejor manera que podían y por esto nos
enojamos, y yo me salí una noche a dormir en el campo, apartado de
ellos; mas luego fueron donde yo estaba y toda la noche estuvieron sin
dormir y con mucho miedo y habléndome y diciéndome cuan atemorizados
estaban, rogándonos que no estuviésemos más enojados, y que aunque ellos
supiesen morir en el camino, nos llevarían por donde nosotros
quisiésemos ir; y como nosotros todavíafingíamos estar enojados y porque
su miedo no se quitase, suscedió una cosaextraña, y fue que este día
mesmo adolescieron muchos de ellos, y otro día siguiente murieron ocho
hombres. Por toda la tierra donde esto se supo hobieron tanto miedo de
nosotros, que parescía en vernos que de temor habían de morir.
Rogáronnos que no estuviésemos enojados, ni quisiésemos que más de ellos
murieren, y traían por muy cierto que nosotros los matabamos con
solamente quererlo; y a la verdad, nosotros recebíamos tanta pena de
esto, que no podía ser mayor; porque, allende de ver los que morían,
temíamos que no muriesen todos o nos dejasen solos, de miedo, y todas
las otras gentes de ahí adelante hiciesen lo mismo, viendo lo que a
éstos había acontecido. rogamos a Dios Nuestro Señor que lo remediase; y
ansí, comenzaron a sanar todos aquellos que habían enfermado, y vimos
una cosa que fue de grande admiración: que los padres yhermanos y
mujeres de los que murieron, de verlos en aquel estado tenían gran pena;
y después de muerto, ningún sentimiento hicieron, ni los vimos llorar,
ni hablar unos con otros, ni hacer otra ninguna muestra, ni osaban
llegar a ellos, hasta que nosotros los mandábamos llevar a enterrar, y
más de quince días que con aquéllos estuvimos, a ninguno vimos hablar
uno con otro, nilos vimos reir ni llorar a ninguna criatura; antes,
porque uno llora, la llevaron muy lejos de allí, y con unos dientes de
ratón agudos la sajaron desde los hombros hasta casi todas las piernas. E
yo, viendo esta crueldad y enojado de ello, les pregunté que por qué lo
hacían, respondieronme que para castigarla porque había llorado delante
de mi. Todos estos temores que ellostenían ponían a todos los otros que
nuevamente venían a conoscernos, a fin que nos diesen todo cuanto
tenían, porque sabían que nosotros no tomabamos nada, y lo habíamos de
dar todo a ellos. Esta fue la mas obediente gente que hallamos por esta
tierra, y de mejor condición; y comúnmente son muy dispuestos.
Convalescidos los dolientes, y ya que había tres días que estábamos
allí, llegaron las mujeres que habíamos envíado, diciendo que habían
hallados muy poca gente, y que todos habían ido a las vacas, que era en
tiempo de ellas; y mandamos a los que habían estado enfermos que se
quedasen, y los que estuviesen buenos fuesen con nosotros, y que dos
jornadas de allí, aquellas mismas dos mujeres irían con dos de nosotros a
sacar gente y traerla al camino para que nos recebiesen; y con esto,
otro día de mañana todos los que más resciosestaban partieron con
nosotros, y a tres jornadas paramos, y el siguiente día partió Alonso
del Castillo con Estebanico el negro, llevando por guía lasdos mujeres; y
la que de ellas era captiva los llevó a un río que corría entre unas
sierras donde estaba un pueblo en que su padre vivía, y éstas fueron las
primeras casas que vimos que estuviesen parescer y manera de ello. Aquí
llegaron Castillo y Estebanico adonde nos había dejado, y trajo cinco o
seis de aquellos indios, y dijo cómo había hallado casas de gente y de
asiento, y que aquella gente comía frisoles y calabazas, y que había
visto maiz. Esta fue la cosa del mundo que mas nos alegró, y por ello
dimos infinitas gracias a nuestro Señor; y dijo que el negro vernía con
toda la gente de las casas a esperar al camino, cerca de allí; y por
esta causa partimos; y andada legua y media, topamos con el negro y la
gente que venían a recebirnos, y nos dieron frisoles y muchas calabazas
para comer y para traer agua, y mantas de vacas, y otras cosas. Y como
estas gentes y las que con nosotros venían eran enemigos y no se
entendían, partimos de los primeros, dándoles lo que nos habían dado, y
fuimonos con éstos; y a seis leguas de allí, ya que venía la noche,
llegamos a sus casas, donde hicieron muchas fiestas con nosotros. Aqui
estuvimos un día, y el siguiente nos partimos, y llevándoslos con
nosotros a otras casas de asiento, donde comían lo mismo que ellos; y de
ahí adelante hobo otro nuevo uso: que los que sabían de nuestra ida no
salían a recebirnos a los caminos, comolos otros hacían; antes los
hallábamos en sus casas, y tenían hechas otras para nosotros, y estaban
todos asentados, y todos tenían vueltas las caras hacia la pared y las
cabezas bajas y los cabellos puestos delante de los ojos, y su hacienda
puesta en montón en medio de la casa; y de aquí adelante comenzaron a
darnos muchas mantas de cueros, y no tenían cosa que no nos diesen. Es
la gente de mejores cuerpos que vimos y de mayor viveza y habllidad y
que mejor nos entendían y respondían en lo que preguntábamos; y
llamémosles de las Vacas, porque la mayor parte que de ellas mueren es
cerca de allí, y porque aquel río arriba más de cincuenta leguas, van
matando muchas de ellas. Esta gente andan del todo desnudos, a la manera
de los primeros que hallamos. Las mujeres andan cubiertas con unos
cueros de venado, y algunos pocos de hombres, señaladamente los que son
viejos, que no sirven para la guerra. Estierra muy poblada.
Preguntámosle cómo no sembraban maíz; respondiéronnos que lo hacían por
no perder lo que sembrasen, porque dos años arreo les hablan faltado las
aguas, y había sido el tiempo tan seco, que a todos les habían perdido
los maíces los topos y que no osarían tornar a sembrar sin que primero
hobiese llovido mucho; y rogábannos que dijésemos al cielo que lloviesey
se lo rogásemos, y nosotros se lo prometimos de hacerlo ansi. También
nosotros quesimos saber de dónde habían traído aquel maíz, y ellos nos
dijeronque de donde el sol se ponía, y que lo había por toda aquella
tierra; mas que lo más cerca de allí era por aquel camino.
Preguntámosles por dónde iríamos bien, y que nos informasen del camino,
porque no querían ir allá; dijéronnos que el camino era por aquel rio
arriba hacía el Norte, y que en diez y siete jornadas no hallaríamos
otra cosa ninguna que comer, sino una fruta que llaman chacan,y que la
machucan entre unas piedras si aún después de hecha esta dlligencia no
se puede comer, de éspera y seca; y así era la verdad, porque allí nos
lo mostraron y no lo podimos comer, y dijéronnos también que entretanto
que nosotros fuésemos por el rio arriba, iríamos siempre por gente que
eran sus enemigos y hablaban su misma lengua, y que no tenían que darnos
cosas a comer; mas que nos recebirían de muy buena voluntad, y que nos
darían muchas mantas de algodón y cueros y otras cosas de las que ellos
tenían; mas que todavía les parescía que en ninguna manera no debíamos
tomar aquel camino. Dudando lo que haríamos, y cuál camino tomaríamos
que más a nuestro propósito y provecho fuese, nosotros nos detuvimos con
ellos dos días. Dábannos a comer frisoles y calabazas; la manera de
cocerlas es tan nueva, que por ser tal, yo la quise aquí poner, para que
se vea y se conozca cuán diversos y extrañosson los ingenios y
industrias de los hombres humanos. Ellos no alcanzan ollas, y para cocer
lo que ellos quieren comer, hinchen media calabaza grande de agua, y en
el fuego echan muchas piedras de las que más facllmente ellos pueden
encender, ytoman el fuego; y cuando ven que estan ardiendo tómanlas con
unas tenazas de palo, y échanlas en aquella agua que esta en la
calabaza, hasta que la hacen hervir con el fuego que las piedras llevan,
y cuando ven que el agua hierve, echan en ella lo que han de cocer, y
en todo este tiempo no hacen sino sacar unas piedras y echar otras
ardiendo para que el agua hierva, para cocerlo que quieren, y así lo
cuecen.
Capítulo XXXI
De cómo seguimos el camino del maiz
Pasados dos días que allí estuvimos, determinamos de ir a buscar
el maíz, y no quesimos seguir el camino de las Vacas, porque es hacía el
Norte, y esto era para nostros muy gran rodeo, porque siempre tuvimos
por cierto que yendo la puesta del sol habíamos de hallar lo que
deseábamos; y ansí, seguimos nuestro camino, y atravesamos toda la
tierra hasta salir a la mar del Sur; yno bastó a estorbarnos esto el
temor que nos ponían de la mucha hambre que habíamos de pasar, como a la
verdad la pasamos, por todas las diez y siete jornadas que nos habían
dicho. Por todas ellas el río arriba nos dieron muchas mantas de vacas, y
no comimos de aquella su fruta; mas nuestro mantenimiento era cada día
tanto como una mano de unto de venado, que para estas necesidades
procurábamos siempre de guardar, y ansí pasamos todas las diez y siete
jornadas y al cabo de ellas atravesamos el río, y caminamos otras diez y
siete. A la puesta del sol, por unos llanos, y entre unas sierras muy
grandes que allí se hacen, allí hallamos una gente que la tercera parte
del año no comen sino unos polvos de paja; y por ser aquel tiempo cuando
nosotros por allícaminamos, hebímoslo también de comer hasta que,
acabados estas jornadas, hallamos casas de asiento, adonde había mucho
maíz allagado, y de ello y de su harina nos dieron mucha cantidad, y de
calabazas y frisoles y mantas de algodón, y de todo cargamos a los que
allí nos habían traído, y con esto se volvieron los más contentos del
mundo. Nosotros dimos muchas gracias a Dios nuestro señor por habernos
traído allí, donde habíamos hallado tanto mantenimiento. Entre estas
casas había algunas de ellas que eran de tierra, y las otras todas son
de estera de cañas; y de aquí pasamos más de cien leguas de tierra, y
siempre hallamos casas de asiento, y mucho mantenimiento de maíz, y
frisoles y dábannos muchos venados y muchas mantas de algodón, mejores
que las de la Nueva España. Dábannos también muchas cuentas y de unos
corales que hay en la mar del Sur muchas turquesas muy buenas que tienen
de hacía el Norte; y finalmente, dieronaquí todo cuanto tenían, y a mí
me dieron cinco esmeraldas hechas puntas deflechas, y con estas flechas
hacen ellos sus areitos y balles; y paresciéndome a mí que eran muy
buenas, les pregunté que dónde las habían habido, y dijeron que las
traían de unas sierras muy altas que están hacia el Norte, y las
compraban a trueco de penachos y plumas de papagayos, y decían que había
allí pueblos de mucha gente y casas muy grandes. Entre éstos vimos las
mujeres mas honestamente tratadas que a ninguna parte de Indias que
hobiésemos visto. Traen unas camisas de algodón, que llegan hasta las
rodillas, y unas medias mangas encima dellas, de unas faldillas de cuero
de venado sin pelo, que tocan en el suelo, y enjabónanlas con unas
raíces que alimpian mucho, y ansí las tienen muy bien tratadas; son
abiertas por delante, y cerradas con unas correas; andan calzados con
zapatos. Toda esta gente venía a nosotros a que los tocásemos y
santiguásemos; y eran en esto tan importunos, que con gran trabajo lo
sufríamos, porque dolientes y sanos, todos querían ir
santiguados.Acontescía muchas veces que de las mujeres que con nosotros
iban parían algunas, y luego en nasciendo nos traían la criatura a que
la santiguásemos y tocásemos. Acompañábannos siempre hasta darnos
entregados a otros, y entre todas estas gentes se tenía por muy cierto
que veníamos del cielo. Entretanto que con éstos anduvimos caminamos
todo el día sin comer hasta la noche, y comíamos tan poco, que ellos se
espantaban de verlo. Nunca nos sintieron cansancio, y a la verdad
nosotros estábamos tan hechos al trabajo, que tampocolo sentimos.
Tenfamos con ellos mucha autoridad y gravedad, y para conservar esto les
hablábamos pocas veces. El negro les hablaba siempre; se informaba de
los caminos que queríamos ir y los pueblos que había y de las cosas que
queríamos saber. Pasamos por gran número y diversidades de lenguas; con
todas ellas Dios nuestro señor nos favoreció, porque siempre nos
entendieron y les entendimos; y ansi, preguntábamos y respondían por
señas, como si ellos hablaran nuestra lengua y nosotros la suya; porque,
aunque sabíamos seis lenguas, no nos podíamos en todas partes
aprovechar de ellas, porque hallamos más de mll diferencias. Por todas
estas tierras, los que tenían guerras con los otros se hacían luego
amigos para venirnos a recebir y traernos todo cuanto tenían, y de esta
manera dejamos toda la tierra en paz, y dijímosles, por las señas porque
nos entendían, que en el cielo había un hombre que llamabamos Dios, el
cual había criado el Cielo y la Tierra, y que Este adorábamos nosotros y
teníamos por Señor, y que hacíamos lo que nos mandaba, y que de su
manovenían todas las cosas buenas, y que si ansí ellos lo hiciesen, les
iría muy bien de ello; y tan grande aparejo hallamos en ellos que si
lengua hobiera con queperfectamente nos entendiéramos, todos los
dejáramos cristianos. Esto les dimos a entender lo mejor que podimos, y
de ahí adelante, cuando él sol salía, con muy gran grita abrían las
manos juntas al cielo, y después las traíanpor todo su cuerpo, y otro
tanto hacían cuando se ponía. Es gente bien acondicionada y aprovechada
para seguir cualquiera cosa bien aparejada.
Capítulo XXXII
De cómo nos dieron los corazones de los venados
En el pueblo donde nos dieron las esmeraldas dieron a Dorantes
más de seiscientos corazones de venados, abiertos, de que ellos tienen
siempre mucha abundancia para su mantenimiento, y por esto le pusimos
nombre el pueblo de los Corazones, y por él es la entrada para muchas
provincias que están a la mar del Sur; y si los que la fueren a buscar
por aquí no entraren, se perderán, porque la costa no tiene maíz, y
comen polvo de bledo y de paja y de pescado, que toman en la mar con
bolsas, porque no alcanzan canoas. Las mujeres cubren sus vergüenzas con
yerba y paja. Es gente muy apocada y triste. Creemos que cerca de la
costa por la vía de aquellos pueblos que nosotros trujimos, hay más de
mll leguas de tierra poblada, y tienen mucho mantenimiento, porque
siembran tres veces en el año frisoles y maíz. Hay tres maneras de
venados: los de la una de ellas son tamaños como novillos de Castilla;
hay casas de asiento, que llaman buhíos, y tienen yerba, y esto es de
unos árboles al tamaño de manzanos, y no es menester más de coger la
fruta y untar la flecha con ella; y si no tienen fruta, quiebran una
rama; y con la leche que tienen hacen lo mesmo. Hay muchos de estos
arboles que son ponzoñosos, que si majan las hojas de él y las lavan en
alguna agua allegada, todos venados y cualquier otros animales que de
ella beben revientan luego. En este pueblo estuvimos tres días, y a una
jornada de allí estaba otro en el cual tomaron tantas aguas, que porque
un río cresció mucho, no lo podimos pasar, y nos detuvimos allí quince
días. En este tiempo, Castillo vio al cuello de un indio una hebilleta
de talabarte de espada, y en ella cosido un clavo de herrar; tomósela y
preguntémosle qué cosa era aquélla y dijéronnos que habían venido del
cielo. Preguntémosle mas, que quién la había traído de allá, y
respondieron que unos hombres que traían barbas como nosotros, que
habían venidodel cielo y llegado a aquel río, y que traían caballos y
lanzas y espadas, y que habían alanceado dos de ellos; y lo mas
disimuladamente que podíamos les preguntamos qué se habían hecho
aquéllos hombres, y respondiéronnos que se habían ido a la mar, y que
metieron sus lanzas por debajo del agua, y que ellos se habían también
metido por debajo, y que después los vieron ir por cima hacia la puesta
del sol. Nosotros dimos muchas gracias a Dios nuestro Señor por aquello
que oímos, porque estábamos desconfiados de saber nuevas de cristianos;
y, por otra parte, nos vimos en gran confusión y tristeza, creyendo que
aquella gente no sería sino algunos que habían venido por la mar a
descubrir; mas al fin, como tuvimos tan cierta nueva de ellos, dímonos
más priesa a nuestro camino, y siempre hallábamos mas nueva de
cristianos, y nosotros les decíamos que los íbamos a buscar para
decirles que no los matasen ni tomasen por esclavos, ni los sacasen de
sus tierras, ni les hiciesen otro mal ninguno, y de esto ellos holgaban
mucho. Anduvimos mucha tierra, y toda la hallamos despoblada, porque los
moradores de ella andaban huyendo por las sierras, sin osar tener casas
ni labrar, por miedo de los cristianos. Fue cosa de que tuvimos muy
gran lástima, viendo la tierra muy fértil, y muy hermosa y muyllena de
aguas y de ríos, y ver los lugares despoblados y quemados, y la gente
tan flaca y enferma, huída y escondida toda, y como no sembraban, con
tanta hambre, se mantenían con corteza de árboles y raíces. De esta
hambre a nosotros alcanzaba parte en todo este camino, porque mal nos
podían ellos proveer estando tan desventurados, que parescía que se
querían morir. Trujéronnos mantas de las que habían escondido por los
cristianos y diéronnoslas, yaún contáronnos cómo otras veces habían
entrado los cristianos por la tierra, y habían destruido y quemado los
pueblos, y llevado la mitad de los hombres y todas las mujeres y
muchachos, y que los que de sus manos se habían podido escapar andaban
huyendo. Como los víamos tan atemorizados, sin osar parar en ninguna
parte, y que ni querían ni podían sembrar ni labrar la tierra, antes
estaban determinados de dejarse morir, y que esto tenían por mejor que
esperar y ser tratados con tanta crueldad como hasta allí, y mostraban
grandísimo placer con nosotros, aunque temimos que, llegados a los que
tenían la frontera con los cristianos y guerra con ellos, nos habían de
maltratar y hacer que pagásemoslo que los cristianos contra ellos
hacían. Mas como Dios nuestro Señor fueservido de traernos hasta ellos,
comenzáronnos a temer y acatar como los pasados y aún algo mas, de que
no quedamos poco maravillados: por donde claramente se ve que estas
gentes todas, para ser atraídas a ser cristianos y a obediencia de la
imperial majestad, han de ser llevados con buen tratamiento, y que éste
es camino muy cierto, y otro no. Estos nos llevaron a un pueblo que está
en un cuchillo de una sierra, y se ha de subir a él por grande
aspereza; y aquí hallamos mucha gente que estaba junta, recogidos por
miedo de los cristianos. Recebiéronnos muy bien, y diéronnos cuanto
tenían, y diéronnos más de dos mll cargas de maíz, que dimos a aquellos
miserables y hambrientos que hasta allí nos habían traído; y otro día
despachamos de allí cuatro mensajeros por la tierra como lo
acostumbrábamos hacer, para que llamasen y convocasen toda la más gente
que pudiesen, a un pueblo que esté tres jornadasde allí; y hecho esto,
otro día partimos con toda la gente que allí estaba,y siempre hallábamos
rastro y señales adonde habían dormido cristianos; y amediodía topamos
nuestros mensajeros, que nos dijeron que no habían halladogente, que
toda andaba por los montes, escondidos huyendo, porque los cristianos no
los matasen y hiciesen esclavos; y que la noche pasada habían vistoa
los cristianos estando ellos detrás de unos árboles mirando lo que
hacían, y vieron cómo llevaban muchos indios en cadenas; y de esto se
alteraron los que con nosotros venían, y algunos de ellos se volvieron
para dar aviso por la tierra cómo venían cristianos, y mucho más
hicieran esto si nosotros no les dijéramos que no lo hiciesen ni
tuviesen temor; y con esto se aseguraron yholgaron mucho. Venían
entonces con nosotros indios de cien leguas de allí, y no podíamos
acabar con ellos que se volviesen a sus casas; y por asegurarlos
dormimos en el camino; y el siguiente día los que habíamos enviado por
mensajeros nos guiaron adonde ellos habían visto los cristianos; y
llegados a hora de vísperas, vimos claramente que habían dicho la
verdad, y conoscimos la gente que era de a caballo por las estacas en
que los caballos habían estado atados. Desde aquí, que se llama el río
de Petutuan, hasta el río donde llegó Diego de Guzmán, puede haber hasta
él, desde donde supimos de cristianos, ochenta leguas; y desde allí al
pueblo donde nos tomaron las aguas, doce leguas; y desde allí hasta la
mar del Sur había doce leguas. Por toda esta tierra donde alcanzan
sierras, vimos grandes muestras de oro y alcohol, hierro, cobre y otros
metales. Por donde estan las casas de asiento es caliente; tanto, que
por enero hace gran calor. Desde allí hacía el mediodía de la tierra
quees despoblada hasta la mar del Norte, es muy desastrosa y pobre,
donde pasamos grande y increíble hambre; y los que por aquella tierra
habitan y andan es gente crudelísima y de muy mala inclinación y
costumbres. Los indios quetienen casa de asiento y los de atrás, ningun
caso hacen de oro y plata, nihallan que pueda haber provecho de ello.
Capítulo XXXIII
Cómo vimos rastro de cristianos
Después que vimos rastro claro de cristianos, y entendimos que
tan cerca estábamos de ellos, dimos muchas gracias a Dios nuestro Señor
por querernos sacar de tan triste y miserable captiverio; el placer que
de esto sentimos júzguelo cada uno cuando pensare el tiempo que en
aquella tierra estuvimos y los peligros y trabajos porque pasamos.
Aquella noche yo rogué a uno de mis compañeros que fuese tras los
cristianos, que iban por donde nosotros dejábamos la tierra asegurada, y
había tres días de camino. A ellos se les hizo de mal esto, excusándose
por el cansancio y trabajo; y aunque cada uno de ellos lo pudiera hacer
mejor que yo, por ser más recios y más mozos; mas, vistasu voluntad,
otro día por la mañana tomé conmigo al negro y once indios, y por el
rastro que hallaba siguiendo a los cristianos pasó por tres lugares
donde habían dormido; y este día anduve diez leguas, y otro día de
mañana alcancé cuatro cristianos de caballo, que recebieron gran
alteracion de verme tan extrañamente vestido y en compania de indios.
Estuviéronme mirando mucho espacio de tiempo, tan atónitos, que ni me
hablaban ni acertaban a preguntarme nada. Yo les dije que me llevasen a
donde estaba su capitán; y así, fuimos media legua de allí, donde estaba
Diego de Alcaraz, que era el capitán; ydespués de haberle hablado, me
dijo que estaba muy perdido allí, porque había muchos días que no había
podido tomar indios, y que no había por donde ir, porque entre ellos
comenzaba a haber necesidad y hambre; yo le dije cómo atrás quedaban
Dorantes y Castillo, que estaban diez leguas de allí, con muchas gentes
que nos hablan traído; y él envió luego tres de caballo y cincuenta
indios de los que ellos traían; y el negro volvió con ellos para
guiarlos,y yo quedé allí, y pedí que me diesen por testimonio el año y
el mes y día que allí habían llegado, y la manera en que venía, y ansí
lo hicieron. De este río hasta el pueblo de los cristianos, que se llama
Sant Miguel, que es de la gobernación de la provincia que dicen la
Nueva Galicia hay treinta leguas.
Capítulo XXXIV
De cómo envié por los cristianos
Pasados cinco días, llegaron Andrés Dorantes y Alonso del
Castillo con los que habían ido por ellos, y traían consigo más de
seiscientas personas, que eran de aquel pueblo que los cristianos habían
hecho subir al monte, y andaban escondidos por la tierra, y los que
hasta allí con nosotros habían venidolos habían sacado de los montes y
entregado a los cristianos, y ellos habían despedido todas las otras
gentes que hasta allí habían traído; y venidos adonde yo estaba, Alcaraz
me rogó que enviásemos a llamar la gente de los pueblos que están a
vera del río, que andaban escondidos por los montes de la tierra, y que
les mandásemos que trujesen de comer, aunque esto no era menester,
porque ellos siempre tenían cuidado de traernos todo lo que podían, y
envíamos luego nuestros mensajeros a que los llamasen, y vinieron
seiscientas personas, que nos trujeron todo el maíz que alcanzaban, y
traíanlo en unas ollas tapadas con barro en que lo habían enterrado y
escondido, y nos trujeron todo lo más que tenían; mas nosotros no
quisimos tomar de todo ello sino la comida, y dimos todo lo otro a los
cristianos para que entre sí la repartiesen; y después de esto pasamos
muchas y grandes pendencias con ellos, porque nos querían hacer los
indios que traíamos esclavos, y con este enojo, al partir dejamos muchos
arcos turquescos, que traíamos, y muchos zurrones y flechas, y entre
ellas las cinco de las esmeraldas, que no se nos acordó de ellas; y
ansí, las perdimos. Dimos a los cristianos muchas mantas de vaca y otras
cosas que traíamos; vímonos con los indios en mucho trabajo porque se
volviesen a sus casas y se asegurasen y sembrasen su maíz. Ellos no
querían sino ir con nosotros hasta dejarnos, como acostumbrában, con
otros indios; porque si se volviesen sin hacer esto temían que se
morirían; que para ir con nosotrosno temían a los cristianos ni a sus
lanzas. A los cristianos les pasaba deesto, y hacían que su lengua les
dijese que nosotros éramos de ellos mismos, y nos habíamos perdidomuchos
tiempos había, y que éramos gente de poca suerte y valor, y que ellos
eran los señores de aquella tierra, a quien habían de obedecer y servir.
Mas todo esto los indios tenían en muy poco o en nada de lo que les
decían; anntes, unos con otros entre sí platicaban, diciendo que los
cristianos mentían porque nosotros veníamos de donde salía el sol, y
ellos donde se pone; y que nosotros sanábamos los enfermos, y ellos
mataban los que estaban sanos; y que nosotros veníamos desnudos y
descalzos, y ellos vestidos y en caballosy con lanzas; y que nosotros no
teníamos cobdicia de ninguna cosa, antes todo cuanto nos daban
torntbamos luego a dar, y con nada nos quedabamos y los otros no tenían
otro fin sino robar todo cuanto hallaban, y nunca daban nadaa nadie; y
de esta manera relataban todas nuestras cosas y las encarescían,por el
contrario, de los otros; y asi les respondieron a la lengua de los
cristianos, y lo mismo hicieron saber a los otros por una lengua que
entre ellos había, con quiennos entendíamos, y aquellos que la usan
llamamos propriamente primahaitu, que es como decir vascongados, la
cual, más de cuatrocientas leguas de las que anduvimos, hallamos usada
entre ellos, sin haber otra por todas aquellas tierras. Finalmente,
nunca pudo acabar con los indicios creer que éramos de los otros
cristianos, y con mucho trabajo e importunación les hecimos volvera sus
casa , y les mandamos que se asegurasen, y asentasen sus pueblos, y
sembrasen y labrasen la tierra, que, de estar despoblada, estaba ya muy
llenade montes; la cual sin dubda es la mejor de cuantas en estas Indias
hay, y más fértil y abundosa de mantenimientos, y siembran tres veces
en el año. Tienen muchas frutas y muy hermosos rios, y otras muchas
aguas muy buenas. Hay muestras grandes y señales de minas de oro y
plata; la gente de ella es muy bien acondicionada; sirven a los
cristianos (los que son amigos) de muy buena voluntad. Son muy
dispuestos, mucho más que los de Méjico, y, finalmente, estierra que
ninguna cosa le falta para ser muy buena. Despedidos los indios, nos
dijeron que harían lo que mandábamos, y asentarían sus pueblos si los
cristianos los dejaban; y yo así lo digo y afirmo pormuy cierto, que si
no lo hicieren sera por culpa de los cristianos. Después que hobimos
envíado a los indios en paz, y degraciadoles el trabajo que con nosotros
habían pasado,los cristianos nos envíaron, debajo de cautela, a un
Cebreros, alcalde, y con él otros dos, los cuales nos lle varon por los
montes y despoblados, por apartarnos de la conversación de los indios,y
porque no viésemos ni entendiésemos lo que de hecho hicieron; donde
paresce cuánto se engañan los pensamientos de los hombres, que nosotros
andabamosa les buscar libertad, y cuando pensabamos que la teníamos,
sucedió tan al contrario, porque tenían acordado de ir a dar en los
indios que enviábamos asegurados y de paz; y ansí como lo pensaron, lo
hicieron; lleváronnos por aquellos montes dos días, sin agua, perdidos y
sin camino, y todos pensamos perescer de sed, y de ella se nos ahogaron
siete hombres, y muchos amigos que los cristianos traían consigo no
pudieron llegar hasta otro día a mediodíaadonde aquella noche hallamos
con ellos veinte y cinco leguas, poco más o menos, y al fin de ellas
llegamos a un pueblo de indios de paz, y el alcalde que nos llevaba nos
dejó allí, y él pasó adelante otras tres leguas, a un pueblo que se
llamaba Culiazan, adonde estaba Melchor Díaz, alcalde mayor y capitán de
aquella provincia.
Capítulo XXXV
De cómo el alcalde mayor nos recebió bien la noche que llegamos
Como el alcalde mayor fue avisado de nuestra salida y venida,
luego aquella noche partió, y vino adonde nosotros estábamos, y lloró
mucho con nosotros, dando loores a Dios nuestro Señor por haber usado de
tanta misericordia con nosotros; y nos habló y trato muy bien; y de
parte del gobernador Nuño de Guzman y suya nos ofresció todo lo que
tenía y podía; y mostró mucho sentimiento de la mala acogida y
tratamiento que en Alcaraz y los otros habíamos hallado, y tuvimos por
cierto que si el se hallara allí, se excusara lo que con nosotros y con
los indios se hizo; y pasada aquella noche, otro día nos partimos, y el
alcalde mayor nos rogó mucho que nos detuviésemos allí, y que en esto
haríamos muy gran servicio a Dios y a Vuestra Majestad, porque la tierra
estaba despoblada, sin labrarse, y toda muy destruida, y los indios
andaban escondidos y huídos por los montes, sin querer venir a hacer
asiento en sus pueblos, y que los envíasemos a llamar, y les mandasemos
de parte de Dios y de Vuestra Majestad que viniesen y poblasen en lo
llano, y labrasen la tierra. A nosotros nos pareció esto muy dificultoso
de poner en efecto, porque no traíamos indio ninguno de los nuestros ni
de los que nos solían acompañar y entender en estas cosas. En fin,
aventuramos a esto dos indios de los que traían allí captivos, que eran
de los mismos de la tierra, y éstos se habían hallado con los
cristianos; cuando primero llegamos a ellos, y vieron la gente que nos
acompañaba, y supieron ellos la mucha autoridad y dominio que portodas
aquellas tierras habíamos traído y tenido, y las maravillas que habíamos
hecho, los enfermos que habíamos curado, y otras muchas cosas. Y con
estos indios mandamos a otros del pueblo, que juntamente fuesen y
llamasen losindios que estaban por las sierras alzados, y los del rio de
Petaan, donde habíamos hallado a los cristianos, y que les dijésen que
viniesen a nosotros, porque les queríamos hablar; para que fuesen
seguros, y los otros viniesen, les dimos un calabazo de los que nosotros
traíamos en las manos (que era nuestra principal insignia y muestra de
gran estado), y con éste ellos fueron y anduvieron por allí siete días, y
al fin de ellos vinieron, y trujeron consigo tressenores de los que
estaban alzados por las sierras, que traían quince hombres, y nos
trujeron cuentas y turquesas y plumas, y los mensajeros nos dijeron que
no habían hallado a los naturales del rio donde habíamos otra vez huira
los montes; y el Melchior Díaz dijo a la lengua que de nuestra parte les
hablase a aquellos indios, y les dijese cómo venía de parte de Dios que
estáen el cielo, y que habíamos andado por el mundo muchos años,
diciendo a toda la gente que habíamos hallado que creyesen en Dios y lo
sirviesen, porque era señor de todas cuantas cosas había en el mundo, y
que él daba galardón ypagaba a los buenos, y pena perpetua de fuego a
los malos; y que cuando losbuenos morían los llevaba al cielo, donde
nunca nadie moría, ni tenían hambre, ni frío, ni sed, ni otra necesidad
ninguna, sino la mayor gloria que se podíapensar; y que los que no le
querían creer ni obedecer sus mandamientos, losechaba debajo la tierra
en compañía de los demonios y en gran fuego, el cual nunca se había de
acabar, sino atormentarlos para siempre; y que allendede esto, si ellos
quisiesen ser cristianos y servir a Dios de la manera queles mandásemos,
que los cristianos tendrian por hermanos y los tratarían muy bien, y
nosotros les mandaríamos que no les hiciesen ningun enojo ni los sacasen
de sus tierras, sino que fuesen grandes amigos suyos; mas que si estono
quisiesen hacer, los cristianos los tratarian muy mal, y se los
llevarían por esclavos a otras tierras. A esto respondieron a la lengua
que ellos serían muy buenos cristianos, y servirían a Dios; y
preguntados en qué adoraban y sacrificaban, y a quién pedían el agua
para sus maizales y la salud para ellos, respondieron que a un hombre
que estaba en el cielo. Preguntamosles cómo sellamaba, y dijeron que
Aguar, y que creían que él había criado todo el mundo y las cosas de él.
Tornémosles a preguntar cómo sabían esto, y respondieron que sus padres
y abuelos se lo habían dicho, que de muchos tiempos teníannoticia de
esto, y sabían que el agua y todas las buenas cosas las envíaba Aquél.
Nosotros les dijimos que Aquel que ellos decían nosotros lo llamábamos
Dios, y que ansi lo llamasen ellos, y lo sirviesen y adorasen como
mandábamos, y ellos se hallarían muy bien de ello. Respondieron que todo
lo tenían muy bien entendido, y que así lo harían; y mandámosles que
bajasen de las sierras, y vinieron seguros y en paz, y poblasen toda la
tierra, y hiciesen sus casas, y que entre ellas hiciesen una para Dios, y
pusiesen a la entradauna cruz como la que allí teníamos, y que cuando
viniesen allí los cristianos, los saliesen recibir con las cruces en las
manos, sin los arcos y sin arma , y los llevasen a su casas, y les
diesen de comer de los que tenían, y por esta manera no les harían mal;
antes serían sus amigos; y ellos dijeron que ansí lo harían como
nosotros lo mandábamos: y el capitán les dio mantas y los trató muy
bien; y así, se volvieron, llevando los dos que estaban captivos y
habían sido por mensajeros. Esto pasó en presencia del escribano que
allí tenían y otros muchos testigos.
Capítulo XXXVI
De como hecimos hacer iglesias en aquella tierra
Como los indios se volvieron, todos los de aquella provincia, que
eran amigos de los cristianos, como tuvieron noticias de nosotros, nos
vinieron a ver, y nos trujeron cuentas y plumas, y nosotros les mandamos
que hiciesen iglesias, y pusiesen cruces en ellas, porque hasta
entonces no las habían hecho; y hecimos traer los hijos de los
principales señores y baptizarlos; y luego el capitán hizo pleito
homenaje a Dios de no hacer ni consentir hacer entrada ninguna, ni tomar
esclavo por la tierra y gente que osotros habíamos asegurado, y que
esto guardaría cumpliría hasta que Su Majestad y el gobernador Nuño de
Guzman, o el visorrey en su nombre, proveyesen en lo que más fuese
servicio de Dios y de Su Majestad; despues de bautizados los niños, nos
partimos para la villa de Sant Miguel, donde, como fuimos llegados,
vinieron indios, que nos dijeron cómo mucha gente bajaba de las sierras y
poblaban en lollano, y hacían iglesias y cruces y todo lo que les
hablamos mandado, y cada día teníamos nuevas de cómo esto se iba
haciendo y cumpliendo mas enteramente; y pasados quince días que allí
habíamos estado, llegó Alcaraz con los cristianos quehabían ido en
aquella entrada, y contaron al capitan cómo eran bajados de las sierras
los indios, y habían poblado en lo llano, y habían hallado pueblos con
mucha gente, que de primero estaban despoblados y desiertos, y que
losindios les salieron a recebir con cruces en las manos, los llevaron a
sus casas, y les dieron de lo que tenían, y durmieron con ellos allí
aquella noche. Espantados de tal novedad, y de que los indios les
dijeron como estaban yaasegurados, mandó que no les hiciesen mal, y ansí
se despidieron. Dios nuestro Señor, por su infinita misericordia,
quiera que en los días de Vuestra Majestad y debajo de vuestro poder y
señorío, estas gentes vengan a ser verdaderamente y con entera voluntad
sujetas al verdadero Seénor que las crió y redimió. Lo cual tenemos por
cierto que asi sera, y que Vuestra Majestad hade ser el que lo ha de
poner en efecto (que no sera tan difícll de hacer); porque dos mll
leguas que anduvimos por tierra y por la mar en las barcas, yotros diez
meses que despues de salidos de captivos, sin parar, anduvimos por la
tierra, no hallamos sacrificios ni idolatría. En este tiempo travesamos
de una mar a otra, y por la noticia que con mucha dlligencia alcanzamos
aentender, de una costa a la otra, por lo mas ancho, puede haber
doscientas lneguas, y alcanzamos a entender que en la costa del sur hay
perlas y mucha riqueza, y que todo lo mejor y mas rico están cerca de
ella. En la villa de Sant Miguel estuvimos hasta ls días del mes de
mayo; y la causa de detenernos allí tanto fue porque de allí hasta la
ciudad de Compostela, donde el gobernador Nuño de Guzman residía, hay
cien leguas y todas son despobladas y de enemigos, y hobieron de ir con
nosotros gente, con que iban veinte de caballo que nos acompañaron hasta
cuarenta leguas; y de allí adelante vinieron con nosotros seis
cristianos, que traían quinientos indios hechos esclavos; y llegados en
Compostela el gubernador nos recebió muy bien, y de lo que tenía nos dio
de vestir; lo cual yo por muchos días no pude traer, ni podíamos dormir
sinoen el suelo; y pasados diez o doce días partimos para Méjico, y por
todo elcamino fuimos bien tratados de los cristianos, y muchos nos
salían a ver por los caminos y daban gracias a Dios de habernos librado
de tantos peligros. Llegamos a Méjico domingo, un día antes de la
víspera de Santiago, donde del visorrey y del marqués del Valle fuimos
muy bien tratados y con mucho placer recebidos, ynos dieron de vestir y
ofrescieron todo lo que tenían, y el día de Santiagohobo fiesta y juego
de cañas y toros.
Capítulo XXXVII
De lo que acontesció cuando me quise venir
Después que descansamos en Méjico dos meses, yo me quise venir en
estos reinos, y yendo a embarcar en el mes de octubre, vino una
tormenta que dio conel navío al través, y se perdió; y visto esto,
acordé de dejar pasar el invierno, porque en aquellas partes es muy
recio tiempo para navegar en él; y después de pasado el invierno, por
cuaresma, nos partimos de Méjico Andrés Dorans y yo para la Veracruz,
para nos embarcar, y allí estuvimos esperando tiempo hasta domingo de
Ramos, que nos embarcamos, y estuvimos embarcados mas de quince días por
falta de tiempo, y el navío en que estábamos hacía mucha agua. Yo me
sali dél y me pasé a otros de los que estaban para venir, y Dorantes se
quedó en aquél; y a l0 días del mes de abrll partimos del puerto tres
navíos, y navegamos juntos ciento y cincuenta leguas, y por el camino
losdos navíos hacían mucha agua, y una noche nos perdimos de su
conserva, porque los pilotos y maestros, segun después paresció, no
osaron pasar adelante con sus navíos y volvieron otra vez al puerto do
habían partido, sin darnos cuenta de ello ni saber más de ellos, y
nosotros seguimos nuestroviaje, y a 4 días de mayo llegamos al puerto de
la Habana, que es en la isla de Cuba, adonde estuvimos esperando los
otros dos navios, creyendo que vernían, hasta t días de junio, que
partimos de allí con mucho temor de topar con franceses, que había pocos
días que habían tomado allí tres navíos nuestros; y llegados sobre la
isla de la Bermuda, nos tomó una tormenta, que sueletomar a todos los
que por allí pasan, la cual es conforme a la gente que dicen que en ella
anda, y toda una noche nos tuvimos por perdidos, y plugo a Dios que,
venida la mañana, cesó la tormenta y seguimos nuestro camino. A cabo de
veinte y nueve días que partimos de la Habana habíamos andado. mll y
cien leguas que dicen que hay de allí hasta el pueblo de las Azores; y
pasando otro día por la isla que dicen del Cuervo, dimos con un navío de
francesesa hora de mediodía; nos comenzó a seguir con una carabela que
traía tomada de portugueses y nos dieron caza, y aquella tarde vimos
otras nuevas velas, y estaban tan lejos, que no podimos conocer si eran
portugueses o de aquellos mismos que nos seguían, y cuando anocheció
estaba el ancis a tiro de lombarda denuestro navío; y desque fue
obscuro, hurtamos la derrota por desvíarnos de él; como iba tan junto de
nosotros, nos vio y tiró la vía de nosotros, y esto hecimos tres o
cuatro veces; y él nos pudiera tomar si quisiera, sino que lo dejaba
para la mañana. Plugo a Dios que cuando amaneció nos hallamos el francés
y nosotros juntos, y cercados de las nueve velas que he dicho que a la
tarde antes habiamos visto, las cuales conoscíamos ser de la armada de
Portugal, y di gracias a nuestro Señor por haberme escapado de los
trabajos dela tierra y peligros de la mar; y el francés, como conosció
ser el armada de Portugal, soltó la carabela que traía tomada, que venía
cargada de negros,la cual traía consigo para que creyésemos que eran
portugueses y la esperásemos; y cuando la soltó dio al maestre y piloto
de ella que nosotros éramos franceses y de su conserva; y como dijo esto
metió sesenta remos en su navío, y ansí, a remo y a vela, se comenzá a
ir, y andaba tanto que no se puede creer; y la carabela que soltó se fue
al galeón, y dijo al capitán que el nuestro navío y el otro eran de
franceses; y como nuestro navío arribó al galeón, y como toda la armada
vía que íbamos sobre ellos, teniendo por cierto que éramos franceses,
sepusieron a punto de guerra y vinieron sobre nosotros, y llegados
cerca, lossalvamos. Conosció que éramos amigos; se hallaron burlados,
por habérselesescapado aquel corsario con haber dicho que éramos
franceses y de su compañia; y así fueron cuatro carabelas tras él; y
llégado a nosotros el galeón, después de haberles saludado, nos preguntó
el capitan Diego de Sllveira que de dónde veníamos y qué mercadería
traíamos y le respondimos que veníamos de la Nueva España, y que
traíamos plata y oro; y preguntónos qué tanto sería; el maestro le dijo
que traía trescientos mll castellanos. Respondió el capitán "Boa fee que
venis muito ricos; pero tracedes muy ruin navío y muito ruin artillería
¡o ji deputa!, can, a renegado frances, y que bon bocado perdio, vota
Deus. Orasus pos vo abedes escapado, seguime, e non vos apartedes de mi,
que con ayuda de Deus, eu vos porna en Castela". Y dende a poco
volvieron las carabelasque habían seguido tras el francés, porque les
paresció que andaba mucho, ypor no dejar el armada, que iba en guarda de
tres naos que venían cargadas de especería; y así llegamos a la isla
Tercera, donde estuvimos reposando quince días, tomando refresco y
esperando otra nao que venía cargada de la India, que era de la conserva
de las tres naos que traía el armada; y pasados los quince días, nos
partimos de allí con la armada, y llegamos al puerto de Lisbona a 9 de
agosto, víspera del señor Sant Laurencio, año de 1537 años. Y por que es
así la verdad, como arriba en esta Relación digo, lo firmé de mi
nombre, Cabeza de Vaca.Estaba firmada de su nombre, y con el escudo de
sus armas, la Relación donde éste se sacó.
Capítulo XXXVIII
De lo que suscedió a los demás que entraron en las Indias
Pues he hecho relación de todo lo susodicho en el viaje, y
entrada y salida de la tierra; hasta volver a estos reinos, quiero
asimismo hacer memoria yrelación de lo que hicieron los navíos y la
gente que en ellos quedó, de locual no he hecho memoria en lo dicho
atrás, porque nunca tuvimos noticia deellos hasta después de salidos,
que hallamos mucha gente de ellos en la Nueva España, y otros acá en
Castilla, de quien supimos el suceso y todo el finde allí de qué manera
pasó, después que dejamos los tres navíos porque el otro era perdido en
la costa brava, los cuales quedaban a mucho peligro, y quedaban en ellos
hasta cien personas con poco mantenimientos, entre los cuales quedaban
diez mujeres casadas, y una de ellas había dicho al gobernador muchas
cosas que le acaecieron en el víaje, antes que le suscediesen y esta
ledijo, cuando entraba por la tierra, que no entrase, porque ella creía
que él ni ninguno de los que con él iban no saldrían de la tierra y que
si algunosaliese, que haría Dios por eso muy grandes mllagros; pero
creía que fuesen pocos los que escapasen o no ninguno; y el gobernador
entonces le respondió que él y todos los que con él entraban iban a
pelear y conquistar muchas y muy extrañas gentes y tierras, y que tenía
por muy cierto que conquistándolas habíande morir muchos; pero aquellos
que quedasen serían de buena ventura y quedarían muy ricos por la
noticia que él tenía de la riqueza que en aquella tierra había; y dijole
más, que le rogaba que ella le diese las cosas que había dicha pasadas y
presentes, quién se las había dicho? Ella le respondio, y dijo que en
Castilla una mora de Hornachos se lo había dicho, lo cual antes que
partiesemos de Castilla nos lo había a nosotros dicho, y nos había
suscedido todo el víaje de la misma manera que ella nos había dicho. Y
después dehaber dejado el gobernador por su teniente y capitán de todos
los navíos y gente que allí dejaba a Carvallo, natural de Cuenca, de
Huete, nosotros nos partimos de ellos, dejándoles el gobernador mandado
que luego en todas maneras se recogiesen todos a los navíos y siguiesen
su viaje derecho la vía del Pánuco, y yendo siempre costeando la costa y
buscando lo mejor que ellos pudiesen el puerto, para que en hallándolo
parasen en él y nos esperasen. En aquel tiempo que ellos se recogían en
los navíos, dicen que aquellas personas que allí estabanvieron y oyeron
todos muy claramente cómo aquella mujer dio a las otras que, pues sus
maridos entraban por la tierra adentro y ponían sus personas en tan gran
peligro, no hiciesen en ninguna manera cuenta de ellos; y que luego
mirasen con quién es habían de casar, porque ella así lo había de hacer,
y asi lo hizo; que ella y las demás se casaron y amancebaron con los
que quedaron en los navíos; y despues de partidos de allí los navíos,
hicieron vela y siguieron su viaje, y no hallaron el puerto adelante y
volvieron atrás; y cinco leguas mas abajo de donde habíamos desembarcado
hallaron el puerto, que entraba siete o ocho leguas la tierra adentro y
era el mismo que nostros habíamos descubierto, adonde hallamos las
cajas de Castilla que atrás se ha dicho, a do estaban los cuerpos de los
hombres muertos, los cuales eran cristianos; yen este puerto y esta
costa anduvieron los tres navíos y el otro que vino de la Habana y el
bergantín buscándonos cerca de un año; y como no nos hallaron, fuéronse a
la Nueva España. Este puerto que decimos es el mejor del mundo, y entra
la tierra adentro siete o ocho leguas, y tiene seis brazas a la entrada
y cerca de tierra tiene cinco, y es lama el suelo de él, y no hay mar
dentro ni tormenta brava, que como los navíos que cabran en él son
muchos, tiene muy gran cantidad de pescado. Está cien leguas de la
Habana, que es un pueblo de cristianos en Cuba, y está a norte sur con
este pueblo, y aquí reinan las brisas siempre, y van y vienen de una
parte a otra en cuatro días, porque los navíos van y vienen a cuartel. Y
pues he dado relación de losnavíos, sera bien que diga quién son y de
qué lugar de estos reinos, los que nuestro Señor fue servido de escapar
de estos trabajos. El primero es Alonso del Castillo Maldonado, natural
de Salamanca, hijo del doctor Castillo y de doña Aldonza Maldonado. El
segundo es Andrés Dorantes, hijo de Pablo Dorante, natural de Béjar y
vecino de Gibraleón. El tercero es Alvar Nuñez Cabeza de Vaca, hijode
Francisco de Vera y nieto de Pedro de Vera, el que ganó a Canaria, y su
madre se llamaba doña Teresa Cabeza de Vaca, natural de Jerez de la
Frontera. El cuarto se llama Estabanico; es negro alárabe, natural de
Azamor.
DEO GRACIAS