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Edición física «La Jarra de Sirope»
La señora Deemer y sus dos hijas mayores ocupaban el piso superior de la tienda, pero a Silas nunca se le había ocurrido dormir en otro lugar que no fuera su catre tras el mostrador. Y fue precisamente allí donde una noche le encontraron, casi por accidente, agonizando, y donde expiró sin tiempo apenas para echar el cierre. Aunque no hablaba, parecía consciente, y los que mejor le conocieron creen que, si su final se hubiera retrasado más allá de la hora normal de apertura, las consecuencias que tal situación hubiera producido sobre él habrían sido lamentables.
Tal era el carácter de Silas Deemer y tal la precisión e invariabilidad de su vida y costumbres que el humorista del pueblo (que hasta había estado una vez en la Universidad) propuso otorgarle el sobrenombre de Viejo Ibidem, y señaló sin ningún ánimo de ofender, en la edición del periódico local posterior a su muerte, que Silas se había tomado «un día libre». En realidad fue más de un día, aunque si nos remitimos a las pruebas, parece que el señor Deemer dejó bien claro, en sólo un mes, que no disponía de tiempo para estar muerto.
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Publicado el 1 de marzo de 2017 por Edu Robsy.
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