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Edición física «Los Panes de Centeno»
Una noche de invierno, al regresar a su palacio algo más tarde de lo habitual, fue rodeado ante el umbral de su puerta por un grupo de mendigos medio desnudos que le tendían la mano. Los alejó con duras palabras. Pero el hambre hace a los hombres ariscos y osados como los lobos: formaron un círculo a su alrededor y le pidieron pan con voz quejumbrosa y ronca. Estaba inclinándose ya para recoger piedras y lanzárselas, cuando vio llegar a uno de sus criados que llevaba sobre la cabeza una cesta de panes de centeno, destinados a los empleados de las cuadras, de la cocina y de los jardines.
Hizo una señal al de los panes para que se acercara, e introduciendo ambas manos en la cesta, arrojó los panes a los menesterosos. Luego, entró en su casa, se acostó y se quedó dormido. Mientras dormía, sufrió un ataque de apoplejía y murió tan de repente que creía que se encontraba aún en su lecho cuando vio, en un rincón oscuro, a san Miguel iluminado por el resplandor que irradiaba de su propio cuerpo. El arcángel, con la balanza en la mano, estaba cargando los platillos de la misma. Al reconocer en el platillo que pesaba más las joyas de las viudas que guardaba como fianza, la multitud de escudos indebidamente retenidos y algunas piezas de oro muy bellas, que sólo él poseía y que había adquirido por usura o por fraude, Nicolas Nerli reconoció que era su vida, ya finalizada, lo que san Miguel estaba pesando en su presencia. Miró atento y preocupado.
3 págs. / 6 minutos.
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Publicado el 14 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.
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