María había preparado aquella entrevista cuidando, en mujer avezada a
tales lances, de todos los detalles de la escenografía
romántico-amatoria. Ella era persona de buen gusto y le placía hacer las
cosas bien. Decidida a romper, había resuelto buscar un final bonito
para aquel idilio, algo poético. Estudió soluciones; la puñalada como
remate de los amores toreriles era cosa muy gastada ya; escribir una
carta patética, recurso de burguesa primeriza con vistas al «chantage»;
cerrarse en la torre de marfil y hacerse inabordable, recurso aburrido,
y, en cambio, en aquella entrevista a orillas del río podía decir todas
las cosas bonitas que se le pasasen por la cabeza, sin peligro de que
le estropeasen la piel, o un juez imprudente leyese sus cartas el día de
mañana, o de enmohecerse encerrada en casa. No era, sin embargo,
solamente el afán de una sensación romántica lo que le arrastraba a
aquella entrevista; era más bien, bajo el frívolo disfraz, una
precaución de mujer corrida y que sabe el efecto de ciertas cosas sobre
las almas rudas lo que se ocultaba. Bajo su aspecto inconsciente de
aturdimiento poseía ella un espíritu sagaz, una facultad observadora
admirable, una presencia de ánimo inaudita, y rapidez de determinación
que en algunas ocasiones le salvó de los peligros en que su vida
aventurera le ponía. En aquélla comprendía que la pasión del torero por
ella no podía equipararse con los frívolos devaneos que hasta entonces
formaron la liviana urdidumbre de su vida; sentía que se había portado
mal con él, que para divertirse unos meses había destrozado la felicidad
del muchacho para siempre, y sentía un vago temor por la explosión
pasional de su víctima. Julito, parte de buena fe, parte porque los
lances sensacionales le encantaban, habíale aconsejado una fuga. María
meditó. No. Una fuga no es una solución. En una fuga pueden seguirle a
uno y sorprenderle lejos, fuera de su casa y privado de los elementos de
defensa que le son a uno familiares; pero, además, de una fuga, tarde o
temprano hay que acabar por volver. ¿Una entrevista? Eso era,
indudablemente, lo mejor. Claro que había peligro, que era expuesto a
cualquier violencia; pero... quien no se aventura, no pasa la mar.
Además, si salía bien (y saldría seguramente), ya estaba despejada la
incógnita y ella tranquila para siempre.
182 págs. / 5 horas, 19 minutos.
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Publicado el 28 de abril de 2019 por Edu Robsy.
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