El Minuto Fatal

Armando Palacio Valdés


Cuento


Hay horas para mí negras, amargas como la del huerto de Gethsemaní. Al contemplar la lucha incesante y cruel de todos los seres vivos, al tropezar dondequiera con la hostilidad y el egoísmo, me siento desfallecer como el Hijo del Hombre. Entonces, en este minuto aciago de desaliento y de duda, cuando miro caer pieza por pieza y derrumbarse ese mundo que la fe en Dios y el amor entre los hombres había levantado en mi conciencia, no me bastan los filósofos, no me bastan los poetas. Las palabras, por hermosas y concertadas que sean, no penetran en mi corazón. Quiero oír el acento de Dios, quiero ver su mano poderosa. Y me refugio en los conciertos de Weber o en las sinfonías de Beethoven, o bien corro al Museo y me coloco delante de los cuadros de Rafael y de Tiziano. Si esto no puedo, saco del armario un precioso grabado que allí guardo y representa un naufragio. Un buque de alto bordo, repleto de pasajeros, se va a pique por momentos. Los tripulantes, locos de terror, se encaraman por la borda sobre el aparejo y tratan de apoderarse todos al mismo tiempo de un bote salvavidas. Los más fuertes consiguen tocarlo ya con sus manos. Pero en aquel momento vacilan y vuelven la cabeza hacia un grupo de mujeres y niños que elevan hacia ellos sus débiles brazos suplicantes. Debajo de este admirable grabado hay estampadas en inglés las siguientes palabras:

«¡NIÑOS Y MUJERES, DELANTE!»

Es el grito generoso que se alza en aquel momento por encima de las olas y los vientos embravecidos. Es la voz que se escucha sobre esta pérfida y brutal Naturaleza, que nos tritura sin piedad, prometiéndonos la inmortalidad. Es nuestra carta de nobleza, rubricada por la mano de Dios.... Contra ella no hay Epicuros y Lucrecios que valgan. Este grito penetra en el fondo de mis entrañas como una revelación. Mi inteligencia se ilumina. Las piezas de aquel mundo derrumbado vuelven a juntarse. Mis ojos se llenan de lágrimas. Me siento repentinamente tranquilo, y, enjugando mi sudor de agonía, prosigo sereno el camino que el Cielo me ha trazado en este mundo.


Publicado el 26 de octubre de 2020 por Edu Robsy.
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