El Beso

Anticuento

Arturo Robsy


Cuento


Creo que se puede explicar claramente. Existe una acción y son dos protagonistas los que la comparten. Naturalmente, también hay un lugar y una situación anterior y posterior.

Esto bastaría para aclarar de qué se trata: dos que se besan. Una pareja como las que se pueden ver en los parques, en un rincón oscuro de un "Night-Club", o en lo profundo de una playa a la hora del ocaso. Dos sobre los que no hay que poner atención ninguna por costumbre o por educación, según se quiera.

Ahora, como escritor, debo buscar una definición apropiada y brillante. ¿Qué es el beso? Algo más que una caricia. Un intento de apoderarse del alma del ser amado. Un encuentro de ilusiones y un poco de olvido para todos...

En fin: en este aspecto soy un fracaso, y el beso, por esta vez, va a quedar sin ser definido, aunque, por pundonor, voy a recurrir a una encuesta: tomo desde mi escritorio el teléfono y llamo a Pedro:

—¿Oye? Soy Arturo, Pedro: ¿quieres decirme qué es el beso?

No he reparado en la hora, de madrugada, y Pedro dice unas cuantas insensateces antes de hacerse cargo de la realidad. También está acostumbrado a mi falta de oportunidad y por eso contesta:

—Una porquería —y es que ha cenado abundantemente y toda referencia al amor le produce ardor de estómago.

Sin desfallecer, hago mi segunda llamada: es Luis quien responde, un viejo compañero de cuando el servicio en la Armada:

—El beso es el sobrante de ambición que se regala —Luis es un psicólogo. Un psicólogo oscuro y certero que comprende hacia donde apunta el subconsciente.

Le toca el turno a Rafael, el buen hombre que sueña en el coche que va a comprarse:

—Hombre... un beso es algo así como... —lo piensa un poco más— Es la esperanza que no necesita manifestarse con palabras.

Puedo hacer un último intento. Desde la ventana de mi despacho veo a la pareja de enamorados: pueden esperar hasta que yo haya conseguido mis definiciones. Llamo a Antonio, que acaba de regresa a su casa: esta noche ha sido la de los vasos bien colmados y se encuentra de un humor excelente.

—Un beso, ¿eh? —medita, chascando la lengua, hasta que consigue cazar un pensamiento.— Es entregar sin que te pese y recibir sin que te duela.

No puedo seguir con la investigación bajo el peligro de que mis restantes amigos asalten la casa.

Tenemos pues, señor lector, a los protagonistas (él, ella), la acción (se besan), el lugar (junto a mi casa) y la situación (de madrugada y con amor). Luego, ÉL Y ELLA SE BESAN JUNTO A MI CASA DE MADRUGADA Y ESTÁN ENAMORADOS. Pero ésta no sería una historia todavía si no personalizásemos y diésemos vida a cada uno de los amantes.

Y les chisto hasta que deciden prestarme atención.

—¿Quieren entrar un momento en mi casa?

Hay entonces algunos forcejeos dialécticos y, al fin, para terminar cuanto antes deciden hacerme caso y los tengo sentados junto a mí: les enseño todo lo que llevo escrito y el individuo me contempla con el ceño fruncido:

—Bien: ¿y qué quiere decir esto?

Sonrío: es una pregunta natural en estas circunstancias, y por eso le paso un papel, éste, en el que va escrito:


a) ¿Por qué se besan? A elegir:

—Por amor.
—Por deseo.
—Por lascivia.
—Por aburrimiento.
—Porque no pueden hacer otra cosa.


b) ¿Qué es un beso? A elegir:

—Una caricia.
—Una porquería.
—Una parodia.
—Una entrega.
—Una comunión.
—Una esperanza.

c) ¿Cuál es la utilidad marginal del último beso (el de la despedida) en relación con el primero (el del encuentro)? (Piénselo antes de contestar)

..........................
 

El enamorado se vigila: comprendo que tiene dudas acerca de mi estado mental, pero eso también es lógico. Les explico entonces que soy escritor y que debo componer una historia con su beso.

—¿No puede ser con otro?

—No, no: ha de ser el suyo forzosamente.

Coincidimos en que esta es una rara forma de hacer literatura y que simple y llanamente les estoy haciendo la pascua; pero yo no me veo dispuesto a ceder así como así y les ruego que se expliquen.

Al fin se aclara el asunto: él, que se llama Felipe, es un estudiante en sexto año de medicina. Está, además, dispuesto a ejercer tan deplorable carrera en cuanto se haya especializado como cirujano. Ella es una muchacha de buena familia (lo cual es, quizá, decir demasiado) que trabaja en una agencia de viajes y vive por su cuenta con otras dos amigas.

Ambos se conocieron por casualidad en Ondárroa y no quieren convencerse de que es tan común que la gente se conozca en Ondárroa como en Almendralejo, pero, sobre esto, el amor tiene sus propias opiniones.

Pase a sus gustos y aficiones y consigo la siguiente lista:


Felipe:

—Me gustan los perros y las mujeres (por este orden).
—Admiro a los Primitivos Flamencos y, en general, a todos los primitivos.
—Tengo gustos muy concretos en cuanto a cocina: soporto maravillosamente los callos a la madrileña, mientras que la fabada me indispone con el mundo.
—Leo a menudo: Slaughter es mi preferido en novela y Marías como filósofo.
—Mis deportes son la natación y el balonmano.
—Sueño en formar un hogar y en tener muchos hijos. Quisiera evitarles a ellos todos los malos tragos de la vida.


Isabel (así se llama ella)

—Me gustan los perros y los gatos (en este orden).
—Me encanta montar a caballo.
—No sé mucho de arte, pero Renoir es maravilloso.
—Cualquier comida me va bien pero sin picante y sin muchas especies.
—Leo lo suficiente: mi escritor predilecto es Cervantes.
—Me gusta mi trabajo, pero lo dejaré cuando me case.


En fin: ellos no lo saben pero son personas vulgares, como usted, lector, como yo, y como todo aquel que ha nacido cuando el hombre lleva quinientos u ochocientos milenios imaginándose colosal.

A todo esto hemos llegado con la simple mención de un beso. A esto y a más, porque, como buen escritor, estoy dispuesto a "hacerme el artículo". Cojo de mi escritorio otro papel, esta vez impreso, y se lo entrego al joven con una sonrisa.

—Elija —digo—: esto es bueno para su situación.


Catálogo

Los presentes artículos gozan de una rebaja del 10 por 100 hasta el mes de octubre.


Narraciones

Sobre el primer amor 100 ptas.
El encuentro 100 ptas.
El servicio militar 100 ptas.
La vida cotidiana 100 ptas.
El matrimonio (para recién casados y prometidos) 100 ptas.
El matrimonio (para casados) 150 ptas.
El primer hijo 100 ptas.
La despedida 100 ptas.
La noche de bodas (solteros) 180 ptas.
Relatos picantes 130 ptas.
Pornografía surtida 200 ptas

Nota: el cliente puede, si lo desea, dar sus datos personales y su historia a fin de ser el protagonista del cuento (procuramos que salgan favorecidos).


Poesía

Romántica (adolescentes) 80 ptas.
Cotidiana 80 ptas.
Profunda (estudiantes) 80 ptas.
Festiva 80 ptas.
Básica 80 ptas.
Lírica (señoritas, novias) 80 ptas.
Realistas (matrimonios, estudiantes, bodas de plata) 80 ptas.
Social (curas) 80 ptas.
Patriótica (adolescentes y clases de tropa) 80 ptas.
Religiosa (pedagogos) 80 ptas.
Paradójica 80 ptas.
Picante 80 ptas.
Excitante 80 ptas.
Pornográfica (surtida) 80 ptas.

Nota: cada entrega consta de veinticinco a treinta poemas cuidadosamente escogidos según los datos del cliente.


Surtido de frases ingeniosas

Para el amor
Para el trabajo (indíquese la profesión)
Para el deporte
El tapeo
El cine
Sarcasmos
Paradojas
Retruécanos
Insultos

Nota: cada entrega se compone de más de ciento cincuenta frases originales aptas para todo uso.


¡Oferta especial de verano!

El libro que usted espera. Sepa como desenvolverse brillantemente en sociedad, en la oficina, en el matrimonio, en el bar... ¡Compre el original Diccionario del Cínico! (solo por trescientas pesetas)
 

El enamorado vuelve a vigilarme con atención: en efecto, yo no le parezco peligroso pero él preferiría estar preparado. Por otro lado, la noche mengua y no es tan bruto como para continuar con sus besos y sus arrumacos en mi presencia, de modo que pretenden marcharse.

—¿No va a comprar usted nada?

Quise demostrarle que, recitando alguna de mis poesías en un oído femenino, la seducción estaba garantizada: hay versiones bilingües, con amplias anotaciones a pie de texto e incluso expresiones de amor garantizadas, capaces de fundir el hielo femenino más recalcitrante.

—No, no: apenas si esto nos interesa.

¡En fin! ¿Qué puedo hacer yo contra este singular odio al arte? La literatura, aún en la sociedad de consumo, se llevará siempre la peor parte.

Por lo demás, ellos están enamorados y por eso desean una soledad (que, de casados, les va a pesar más que el plomo). No hay, pues, más solución que recurrir al último de mis negocios.

Ellos aceptan encantados. El hombre me sonríe como a un cómplice y la muchacha baja los ojos intentando aparentar rubor. Son, en total, cuarenta duros los que me embolso mientras la noche palidece por levante y son, también, en total, cuarenta los fracasos que llevo en el campo de la literatura comercial.

Les indico, ahora mismo, las escaleras y les entrego una llave diminuta:

—La dieciocho —digo—. No se confunda.

El gruñe enronquecido y ambos desaparecen sin hacer ruido. Y es que resulta que yo, además de escritor, alquilo habitaciones a aquellos que pretenden pasar desapercibidos, y más si son enamorados.

Antes de terminar de escribir me dan ganas de telefonear de nuevo a mi amigo Pedro y preguntarle porqué exactamente cree él que los besos son una porquería.

Por fin lo dejo estar y, mientras fumo mi último cigarrillo, guardo las doscientas pesetas en mi secreter y escribo, con un bonito trazo, la palabra clave:

FIN


29 de agosto de 1972


Publicado el 24 de marzo de 2019 por Edu Robsy.
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