Primer asalto
Los que leen habitualmente artículos o ensayos del autor saben ya que gusta de dar la vuelta a la frase del Dr. Goebbels. Sí él tenía la misión política de convencer sobre ideas y personas, nosotros, los ciudadanos normales, tenemos la obligación de no dejarnos engañar: nos van en ello la Justicia y la Libertad. Si nos repiten algo hasta que, invariablemente, creemos que lo hemos pensado nosotros, lo repetido es falso y a esta sencilla máxima hay que remitirse ante cualquier duda o incredulidad.
Durante los días de redacción de este mínimo opúsculo sucedió la detención del Excmo. Sr. General D. Augusto Pinochet, sobre el que determinados medios (muy insistentes en España) llevaban veinticinco años predicando la dureza de la dictadura y, sólo después de que las Madres de Mayo recibieran un buen apoyo internacional, se le empezó a atacar como genocida, crimen que no se le había atribuido antes y en el que no se ponen de acuerdo: una asociación chilena cifra en algo más de un millar las víctimas de la mini guerra civil. Otros en España apuntan hasta 30.000. Esto sólo significa una cosa: mienten las dos opiniones. Pero este no es un cuaderno de noticias y el caso, además, lo verán los tribunales.
Por las mismas fechas, que coincidían con elecciones en la autonomía Vasca, un prócer socialista recomendaba al gobierno una «reinserción discreta» de los terroristas de la Eta, es decir, que se mintiera o, al menos, que no se informara a los ciudadanos. Y parece que fue escuchado.
Simples ejemplos de la poca importancia que se da a la verdad en España y del mucho uso que se hace de la mentira. Y es esa mentira la que hiere la convivencia natural de las personas, la que las enfrenta y la que les arrebata partes del mundo que debieran conocer para ser algo más libres, porque todo el que piensa exactamente igual que otros, no es libre,
Mentira
¿Qué es la mentira? Sin recurrir a una filosofía más o menos complicada, definámosla como se siente: «Expresión o manifestación contraria a lo que se sabe, cree o piensa». En otras palabras, es la falsificación de uno mismo, pero curiosamente se señalan tres campos fundamentales para la vida del hombre y que son los preferidos por la mentira: el ataque al conocimiento, a la fe y al pensamiento metódico. ¿Es pura casualidad? Pero para enfrentarse a la mentira no se debe llegar a no creer en nada, que sería una forma de que la mentira no alcanzara jamás al que la recibe. Crearía más problemas el no creer que el creer en lo equivocado. La postura recomendable es dar a cada cosa su importancia sin olvidar que la importancia de las cosas de nuestro mundo siempre es pequeña.
Decía el ensayista francés Revel en su «Conocimiento inútil» que vivíamos bajo el dominio de la mentira. Después de demostrarlo, por el aquello de similis similia curantur, concluía que la solución era más democracia, cuando todo indica que, aunque la Democracia no ha inventado la mentira, hace un uso desmedido de ella, exactamente igual que el comunismo: ambos sistemas reescriben la historia de la humanidad.
La mentira SIEMPRE es un mensaje, puesto que el hombre es un ser que se comunica y que vive en un mundo propio sin praderas, ríos o mares: en la sociedad Y es en ella donde actúan las repetidas mentiras porque, si no entendemos la sociedad, nuestra sociedad es decir nuestro mundo, difícilmente vamos a poder actuar sobre él. Y esta época ha coincidido, o se ha dado por ello, con el incremento de las comunicaciones. No son ya la prensa y la radio, los grandes medios usados por el comunismo de Lenin y de Stalin, o por Goebbels, más los documentales. Ahora se producen millones de documentales y películas, algunas difundiendo ideas falsas de la verdad, confundiendo voluntariamente lo probado con la teoría, más el constante bombardeo de las televisiones, de los libros, de los satélites. Curiosamente, la magia de la palabra como vehículo dio lugar a la presunción de que siempre era verdad y, por lo tanto, de ahí viene el dar la palabra, el empeñar la palabra de honor. Y de esto ya no se habla desde el incremento de la información mecánica: Radio, TV, Cine, Vídeo, Prensa y feminismo: recuérdese que las mujeres no daban palabra y también como algunos hombres, para demostrar la verdad de un hecho, decían «venía en el periódico»
Estamos hechos a la invasión ideológica o consumista de nuestros hogares. No nos preguntamos si propagandistas y publicitarios tienen derecho a irrumpir en nuestra intimidad, con el propósito de cambiar nuestras actitudes o nuestros hábitos de compra. No parece «normal», fruto de los tiempos, pero sin ir muy lejos, nuestros bisabuelos no hubieran aceptado de desconocidos consejos sobre lo que pensar y sobre lo que comprar, y menos si se apelaba a su envidia.
Llegados aquí, es el momento de matizar: El título «Lo Repetido es Falso» es, voluntariamente, una exageración. Es evidente que, para estudiar, hay que repetir los conceptos, como para enseñar el catedrático debe hacer lo mismo. La Iglesia lleva casi dos mil años de trabajo constante repitiendo desde los púlpitos la fe en Cristo y las palabras del Evangelio. ¿Es eso falso?
La clave ha sido el cambio de método: de una sociedad donde las ideas viajaban más despacio aún que la diligencias, donde el cambio social era casi imposible: el burgués no pasaba a aristócrata, salvo casos excepcionales y el artesano no era jamás burgués, por ejemplo, consiguiendo un mundo donde las costumbres y tradiciones cambiaban lentamente, del Púlpito y la información dada de palabra y ante los interesados, se pasó, poco antes de la Guerra Española, al uso de información masiva con fines ni filosóficos ni religiosos, sino políticos y comerciales. En ese entorno fue cuando el doctor Goebbels, aunque también Lenin acuñó su famosa frase: «Lo repetido es cierto, llega a ser verdad».
Pero en un contexto de propaganda política y de información masiva, ya impersonal: nada de cara a cara. En ese sentido, frente a la televisión ,el cine, la prensa, los catálogos, la publicidad directa, la encubierta, etc., era forzoso acuñar la contrafrase: «Lo repetido es falso» que, valga el aviso, sólo es aplicable a la propaganda política y a los ambientes que reflejan los anuncios, responsables del colesterol en niños pequeños, de los pantalones rotos ex-profeso, del desprecio a la cultura y la lectura, de la epidemia de Hamburguesas, Pizzas y Patatas fritas y, en general, de que nos precipitemos hacia una sociedad salvaje como la ciudadana norteamericana.
Y esto sucede sin emplear la parte más noble del pensamiento: la que pone en relación dos ideas, dos hechos y extrae consecuencias:
¿Qué relación hay entre el incremento de maestras y profesoras y el aumento de la homosexualidad? ¿Por qué los chicos están usando letras redondillas, claramente femeninas? Por la influencia de las docentes.
¿Por qué a mayor parque automovilístico mayor el precio del combustible, cuando el mercado debiera funcionar (si fuera libre), al revés.?
¿Por qué, el «liderazgo actual» es dependiente del número de horas y de páginas consumidas en la loa del presunto líder? Hasta el punto de que en España no hay ningún verdadero líder de nacimiento y todos ha sido fabricados por los medios, pese a su mediocridad?
¿Qué relación puede haber entre las industrias dedicadas a la manipulación de los alimentos y el incremento del cáncer en la sociedades del Primer Mundo, o en la superabundancia de ondas que nos traspasan en todas partes: de radios, de teléfonos, de Televisión, de electrodomésticos? Las ondas son reales, aunque invisibles, y habría que relacionarlas con la enfermedad.
¿Por qué el número de gobernantes es inversamente proporcional al cumplimiento de garantías y libertades para el pueblo?.
Pensar es relacionar juicios o conceptos: si te los proporcionan adulterados por la mentira organizada, es mucho más difícil hacerlo y hacerlo bien. Y ahí están las pequeñas mentiras diarias de la profesión pública, desde el uso del maquillaje, el uso de informaciones iguales pero sutilmente modificadas por el medio que las emite; el viejo dicho militar de orden y contraorden igual a desorden, muy usado cuando se compara la promesa electoral con la actuación de gobierno. El silencio que cubre algo que las personas han sabido desde el principio: La mentira provoca violencia.
La mentira es una traición a sí mismo y al mundo que se falsifica. La magia de la palabra que se da y se acepta por verdad, es la de la idea, combinada con una característica humana de la que han sacado grandes beneficios los vendedores y los políticos: la gente tiende a creer y a decir que sí. Por eso se puede mentir casi indefinidamente y hasta usando la misma mentira con la misma víctima. Hasta tal punto es peligrosa esa facilidad para decir que sí y esa dificultad para decir que no, que ya se ha creado una ciencia, La Asertividad, para estudiar el fenómeno y remediarlo.
Hay dos caminos habituales para la mentira:
-La Publicidad (llamada Advertising), que anuncia productos o servicios y que, en torno al producto, crean un mundo distinto al diario, más feliz, más americano, más moderno y más femenino, y esta es la parte, «el ambiente» que miente sobre el mundo, sobre la sociedad que no vivimos (pero viviremos), el reino de la hamburguesa, de las patatas fritas en cucuruchos de cartón, de gorras colocadas con la visera hacia atrás, de pantalones rotos, de promiscuidad... y hasta de muerte: basta con recordar como se anuncian unos zumos fingiendo el asesinato de naranjas. Asesinato.
-La propaganda (Publicity) con las relaciones públicas, donde se perfecciona la imitación inducida por la publicidad, se "racionaliza" y se convierte en ideas de contenido político, económico o religioso, mientras se trata de mostrar el mejor aspecto de todo ello. Lo que se llama imagen, es decir, manipulación de lo que van a ver los espectadores, a los que se trata perturbar en sus opiniones naturales.Hay un programa en TV, «Furor» (y no es el único) que fomenta la lucha de sexos y se plantea entre dos equipos, uno de jujeres y otro de hombres.
Las Personas
Ha llegado el momento de recordar dos hechos fundamentales, tres quizá. El pecado original, el que motiva la expulsión del paraíso, sea verdad o alegoría, surge de la mentira de la serpiente y concluye con el intento de Adán y Eva de engañar nada menos que a Dios. Como la mentira es una forma clara de falsificar el mundo, Dios les echa de ese mundo perfecto.
Cuando hay que dar nombre a esa unión, sólo humana, entre el alma y el cuerpo, se habla de persona, es decir de máscara. Y no de una máscara cualquiera, sino de teatro, de representación: no es para esconder la cara, es para fingir ser otros distintos a los que somos. Y esto es una constante en la humanidad: el hombre que se fotografía besando niños, acariciando perros, montando en bici, ayudando a los ancianos, si está metido en asuntos de dinero o de política, está haciendo su representación. Está mintiendo. está haciendo lo que sabe (o le han dicho) que va a gustar a los espectadores. Exactamente igual que el que disimula sus problemas matrimoniales, su afición a drogas, alcohol o tabaco, o se tendencia a la violencia.
La mentira figuró entre los pecados mortales por alguna razón y, más todavía, por existir desde lo remoto una tendencia hacia ella. No se miente por filantropía sino por egoísmo y ese egoísmo nos lleva a deformar el mundo, a hacer menos accesible la verdad a quien la busca y a crear, y, por lo tanto, a cercenar la libertad al grito de ¡Libertad!, normalmente para quitar independencia al ciudadano y para ganar poder y/o dinero.
Antes ya se ha dicho que la mentira siempre es un mensaje, normalmente hablado, pero puede mentirse con el llamado lenguaje corporal. Ahora hay que añadir algo más: la mentira será mayor o menor según su extensión: siempre será mentira, pero si llega a muchos más destinatarios será mayor y más peligrosa. Del mismo modo que cada mentira da lugar a otras, convirtiéndose en el soporte de una cadena de falsedades que crece sin descanso.
Algunas mentiras extensas
Hay unas mentiras de ambiente, que se han ido añadiendo y pregonando en los dos últimos siglos, siempre en incremento. Se trata de añadir a verdades filosóficas, psicológicas, políticas y científicas, un elemento más, dado también como verdad, para dificultar la comprensión del mundo. Si nosotros - los ilotas - conociéramos ese mundo por completo, tan bien como los señores de la mentira, no podrían dirigirnos y hacer de nosotros unos esclavos satisfechos. Vean en USA como la gente vive en medio de una verdadera guerra civil en las ciudades, asustada y perseguida por pandilleros, mafiosos, vendedores de droga, policías corruptos y políticos del todo separados del patriotismo. Pero aquella gente no lo comprende así y, tan pronto como tiene oportunidad, repite el tópico de ser los EE.UU. la Patria de la Libertad, que para eso tienen la estatua correspondiente
En general, mentiras conocidas y reconocidas, destinadas a ser soporte de otras nuevas, pues cada mentira influye en las siguientes inevitablemente, son
-El Sufragio Universal: no por votar, sino porque se hace creer que las mayorías no pueden equivocarse. Voz populi, voz Dei. Pero se debe a un error de base que ya señalaba Sócrates a algunos sofistas en aquella Atenas razonable más que racional: la larga batalla entre sofía (sabiduría, lo que se sabe seguro) y doxá (opinión, lo que se piensa de algo o alguien sin saberlo realmente, lo que hace de la doxá más un sentimiento que una idea. Batalla encendida desde hace más de dos mil quinientos años y que parte de dos posturas que no hemos superado aún y que no podemos sintetizar en una sola: «El ser es. El no-ser no-es», de Parménides, que permite creer que las cosas son y, por lo tanto, que hay verdad. La otra postura irreductible es «Todo cambia, todo fluye. Nada es», de Heráclito, que al afirmar que no nos podíamos bañar dos veces en el mismo río, porque el agua ya no sería la misma, negaba la verdad y lo volvía todo apariencia: «Todo se dispersa y se recompone de nuevo» Platón trata de conciliar la verdad con el cambio aparente del mundo mediante el Mito de la Caverna, pero el daño ya estaba hecho. Y a ese daño, a ese no-ser del ser, se apuntan personas como Rousseau y, en general, los liberalistas de toda condición.
Mentiras relacionadas con el sufragio universal: Que todas las ideas son respetables. Que hay tantas verdades como personas o, al menos, como partidos: tú verdad y mi verdad. Que el voto es un derecho humano, completamente natural y necesario para la libertad. Que la libertad consiste en ser representado por Partidos. Que la voluntad individual puede ser representada por otro (ni la memoria, ni el entendimiento ni la voluntad de alguien son representables por otra persona). Que la verdad puede depender del número de personas que crean en algo: aquello que cree la mayoría es la verdad. La libertad de pensamiento (librepensadores se les llamó un tiempo) cuando el pensamiento, para serlo, no puede ser libre sino someterse a las normas de la lógica y a la experiencia de la historia; sólo se puede aplicar esa libertad a quépensar y no a cómo hacerlo. Y, por último, en los días previos a unas elecciones, siempre se nos muestran aspectos, perspectivas de una cosa o persona, de una idea o tradición: su cáscara. Quien no define una cosa, una idea o a una persona, seguramente está mintiendo.
-Los Tres Poderes de Montesquieu: dentro de esa misma línea, la de no creer en la verdad de las cosas sino en su cambio, Secondat cree posible (y convence de ello) que el Poder tenga partes y que reciba nombres distintos según el ámbito en que se ejerce. Así es como, hoy, todos creen que hay tres poderes: Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Y, además, que son independientes. Bastaría con preguntar a un gobernante decidido a ser veraz para volver a saber lo que siempre supieron Egipcios, Griegos, Romanos, Medievales y Modernos: el poder es indivisible o no es poder, es decir, u obliga a la existencia de un verdadero poder por encima de los tres mencionados. No es ya que las leyes se hagan a propuesta del Ejecutivo y el legislativo se reduzca a aprobar o desechar la ley. Se trata también de que NUNCA en la humanidad se han cumplido todas las leyes, y ahora, menos todavía. El presunto estado de derecho, donde todos estamos sometidos a las mismas leyes, es falso de toda falsedad y lo vemos siempre con políticos delincuentes, con terroristas y con financieros... Y, frente a lo que vemos con toda claridad, la mentira gasta miles de millones en negarlo. El Poder es Uno y, por lo tanto, absoluto. Si se disimula este hecho que puede observarse a simple vista, es para mantener una apariencia de libertad y hasta de participación de los ciudadanos en las decisiones sociales o nacionales, lo que le convierte en esclavo que se cree libre y, por lo tanto, fácil de conducir. En un tiempo el poder único fue la Iglesia, después de los reyes y emperadores, que lo recibían de la Gracia de Dios. Ahora el poder verdadero, el silencioso, el que no se ve pero conforma el mundo entero, su economía, su paz, su guerra, su historia... todo, es el llamado Nuevo Orden, pero no radica, como algunos creen en el presidente de los Estados Unidos, que es un subordinado poderoso. Pero subordinado. Pero el único y verdadero poder que no necesita de la mentira ni del disimulo, es la Fuerza.
De hecho fue la fuerza, la fuerza física, luego servida por una arma, el origen de toda idea de poder. Esa fuerza real, además de las armas, tuvo después el pensamiento, la inteligencia, el método para vencer a otros poderes semejantes de otros grupos humanos.
Mentiras relacionadas con el Poder o con los tres poderes abundan mucho. En general, si le alude a los Tres Poderes más de lo normal, podemos estar seguros de que nos mienten, porque en un estado de «democracia liberal», las formas y medios de información son un claro poder, hasta el punto se que han bautizado como Cuarto Poder. Pero hay otros, como el dinero que para a esos medios, las sociedades secretas, las religiones, las Internacionales, las Multinacionales... Y esto es de dominio público y tan evidente que el que pretenda insistir en los tres poderes está mintiendo sin duda, es decir, negando lo que sabe de sobras. Por supuesto que en este campo del poder entran asuntos como la «ecología», ya mito inatacable, el crecimiento cero y la negación de lo único que es poder real en este mundo: hombres armados. Ejércitos. Soldados. Quienes reducen, desarman, empequeñecen y calumnian a los ejércitos saben por qué lo hacen: miedo.
Míster Darwin: Mientras que al ciudadano o súbdito se le hacía depositario de la soberanía nacional, pero con la obligación de entregarla a representantes, se trabajaba en otro campo necesario y complementario: había que quitar de las mentes varios conocimientos ancestrales: reyes de la Creación, hijos de Dios a su Imagen y Semejanza, seres con alma insuflada, capaces de distinguir el bien del mal y respetuosos con los antepasados y hasta con sus usos.
Había y hay que convencer al hombre de su escala animal, aunque eso se haga en contra de lo evidente, de lo que se ve, desde nuestra capacidad de comunicación hablada y más aún escrita, de nuestra permanente agresividad que no coincide, como en las demás especies, con el celo. El celo permanente de la mujer, con permanente presencia de tetas, también caso único, con la percepción ordenada del tiempo, con la creatividad y tantas otras cosas, como la propia religión.
Ahora mismo los interesados han convertido en noticia mundial que algunos monos saben contar hasta nueve, es decir que tienen facultades aritméticas. También algunos elefantes saben subirse a una bola guardando el equilibrio, y lo único que significa es que han sido adiestrados, amaestrados.
En colegios, institutos y universidades se da como verdad demostrada lo que no es más que la «TEORÍA de la Evolución», un supuesto sin demostrar y que, además, choca con la ley de conservación de las especies. Se trata de negar la esencial diferencia del hombre con la naturaleza y de convencernos de que somos animales mejor dotados, pero animales y arrebatarles la confianza en su alma, en la vida tras la muerte y la propia dignidad de ser humano. ¿Por qué? Muy sencillo: es mucho más fácil engañar al que no cree en nada que al que cree.
La única demostración es otra teoría: que el paso de miles y millones de años cambia las especies, cuando, hasta la fecha, sabemos que sólo el hombre ha podido modificar, por cruces e injertos, y ahora con manipulación genética a los demás seres. Eso y el encuentro de huesos fosilizados que pueden pertenecer a primates extintos: también podrían decir -si se atrevieran a seguir jugando con estas imprecisiones- que descendemos del extinto pájaro Dodo.
Pero hay más: la mentira se extiende en ondas concéntricas como las que forma una piedra al caer en un estanque. Y del Darvinismo salieron, por ejemplo, las leyes de la materia marxistas y antes, la visión casi mecánica del pensamiento a cargo de la Dialéctica de Hegel, que se refería a las ideas, mientras Marx hablaba del hombre y de la historia: la historia, un nombre que hemos puesto a la ordenación temporal de los acontecimientos, en manos de esta gente se convertía en un ente capaz de razonar y decidir la dirección de su movimiento.
También del Darvinismo, y en olas concéntricas, surgen los Romanticismos, el intento de romper con toda la estética y todo el orden anterior, y los Vitalismos, como el de Nietzsche, elementos que llegaron a intoxicar en parte a una de nuestras mentes más lúcidas: José Ortega y Gasset que, al identificar al hombre como el individuo y la circunstancia que vive, se adhirió al relativismo, que es un paso más del darvinismo, aplicado primero a la física por Einstein (sin verdadera demostración: es una teoría) y luego a la filosofía.
Las mentiras que han surgido del darvinismo son muy numerosas y sólo se han impuesto por la repetición exagerada y por la desaparición de un hecho básico: «no decir que se trata de una teoría». Desde el superhombre de Nietzsche, al romanticismo (no hablo de novelas rosa); del presunto orden de la historia trabajado por Marx y su correligionario Freud (en Tótem y Tabú) donde se dice que la evolución hacia el progreso de la humanidad ha sido constante y por lo tanto es imparable: La primera clase dominante fueron los sacerdotes; después, los reyes, después los propietarios, los patronos y, por último, lo serán los obreros, los que no son dueños de los medios de producción. Así se profetizaba la llegada a la sociedad comunista (eso sí, después de pasar por la dictadura el proletariado). Para Freud, en cambio, que acepta que la historia se mueve hacia el progreso, la cosa empieza más atrás, en la familia convertida en tribu donde el macho dominante era, claro está, el padre de los jóvenes que un día, en todo el mundo, asesinaron al padre: de ahí el pecado original y la prohibición universal del Incesto.
Cualquiera que hable de que la historia no retrocede, de que la materia tiene leyes innatas, de que la historia evoluciona (sin que evolucione el hombre; a la vista está) siguiendo un plan, cualquiera que diga o crea que el correr de los años es progreso, cualquiera que diga ser progresista (porque cree en esta mecánica automática e imposible), miente si es inteligente o comulga con ruedas de molino si no lo es. Cualquier alusión a los objetivos de la historia (normalmente presentados como inevitables) o a su fin (Fukuyama) será siempre una mentira, una herramienta contra la libertad de pensamiento (la libertad sobre qué pensar, no sobre cómo) y a favor del inmovilismo más nefasto. De hecho, la Imposición del Liberalismo en más de medio mundo, se ha hecho por la fuerza en muchas ocasiones y si se quiere extender a todos y que todos permanezcamos encuadrados en democracias liberales, es sencillamente porque es el sistema más eficaz para la explotación del hombre y la conducción de su pensamiento. No es el famoso «Menos malo de los sistemas» sino el más cómodo para el poder.
Llegados a ese sistema menos malo, o más perfecto, ahí hay que detenerse y, en consecuencia, apartar cualquier nueva idea social o filosófica, exterminándola si es necesario, para que el mundo ya no cambie más. Esto, que es liberalismo, es también marxismo: alcanzada la Gran Sociedad, la sociedad comunista donde todos seremos iguales, el proceso dialéctico parará y habremos llegado al paraíso sobre la tierra. Y, sobre todo, que los verdaderos intelectuales (y no los de pago) se aprendan la lección y no piensen novedades. De hecho este mundo emergente está consagrado al no pensar: de ahí la mentira reinante al amparo de la Libertad de Expresión, porque la mentira es una anti-idea, un antipensamiento.
Pero quedan algunos que ven, que quieren salir de la oscuridad. La misma Emma Bonino, comisaria Europea, mujer de partido, que ha visto más que muchos, ha llegado a declarar que «En este final de siglo estamos volviendo a la barbarie», lo que es muy fácil de probar: si no podemos seguir hacia adelante en nuestra historia, forzosamente nos hemos de volver hacia atrás. Suponer que todo cambio social es positivo y conduce al progreso, algo tan típico de los marxistas y de muchos liberales, en una mentira mesiánica y marxista que el mismo marxismo contradice: su progreso ha consistido en doscientos millones de muertes violentas y muchas naciones en ruina y caos, en inmoralidad y pobreza. Y son las ideas, como dijo un pensador español, las que mueven a los pueblos: por eso se proponen cada día más concepciones falsas que sólo sobreviven por la repetición y por la mímesis, ese impulso humano de imitación de lo predominante hoy. En otras palabras: la mentira también es la transmisión de teorías como verdades y lo racional (lógica) substituido por lo sentimental.
Don Sigmundo Freud
Aún ahora, a punto de celebrarse el siglo del psicoanálisis, se siguen prodigando las alabanzas al Doctor Freud, más en los medios de comunicación que en la comunidad científica: Algunos de sus discípulos, como Jung o Adler, tuvieron otros puntos de vista, pero eso ha trascendido menos que el gran anzuelo que Freud, hombre inteligente, puso a toda la humanidad, bien cebado con sexo.
Es evidente que Freud no pudo demostrar nada y que su psicoanálisis quedó como teoría, pero no como una más. Los poderes verdaderos la ensalzaron , la exportaron, la repitieron como verdad indiscutible: el corazón del hombre - resumamos - está dividido entre una tendencia a la vida (Eros) y otra a la muerte (Thánatos o Azánatos). Freud, con visión práctica, llevó la lucha de clases al interior del alma.
Y todavía hizo algo más grave (no digo ni mejor ni peor, sólo grave), considerar y enseñar que el hombre desconocía sus propios sentimientos sobre algo y hasta sus propios pensamientos para el mundo en que vivía. Levantó, antecedente del muroi de Berlín, una muralla entre nuestro conocimiento consciente y nuestro inconsciente que, normalmente, no solía estar de acuerdo con nuestra consciencia y llegaba a bloquear la personalidad entera, sumiéndola en la enfermedad.
Como decían los viejos médicos ateos del siglo pasado, y Maurois los describe bien, «hemos abierto a toda clase de hombres y no hemos encontrado el alma.» Desde Freud, se han abierto millones de personas y tampoco han localizado su subconsciente, ese depósito, generalmente malvado, de envidias, frustraciones, odios y tendencias a lo brutal.
Si a un hombre se le convence, muy científicamente, de que no se conoce, de que lo más importante de sí mismo, sentimiento y razón, yace enterrado en lo más profundo, censurado por nuestra propia educación. Nos hizo desconocidos ante nosotros mismos y quien no se conoce, quien cree que está siempre pisando terreno resbaladizo, es un firme candidato a hombre engañado, a hombre dispuesto a dejar de serlo.
Inútil decir, naturalmente, que desde esos presupuestos, el Dr. Freud no podía más que ser un darwinista, un convencido de la evolución que, también sin pruebas, había ido añadiendo capas y capas de conciencia sobre un cerebro caprichoso y sólo atento a la satisfacción inmediata de sus necesidades: el cerebro primitivo. Sólo la educación, y especialmente la religiosa, con su concepto de pecado, nos mantenía en cierto estado de civilización. Si bien, desde que estas teorías alcanzaron fama mundial, el crecimiento de la delincuencia ha sido exponencial, y muchas familias y sociedades han enseñado, han predicado, que el hombre no es culpable de nada, sino su subconsciente malvado. Aún hoy quedan psicólogos que echan la culpa a la sociedad de los conflictos individuales del comportamiento, a los padres achacándoles la consolidación de dos complejos que han hecho fortuna: el Complejo de Edipo (celos del niño hace el padre, por su madre) y el de Electra, envidia del pene por parte de la niña.
Lo más importante es, sin embargo otra cosa: Freud y sus seguidores, niegan pues el libre albedrío y la voluntad humana. Quien lo crea, será pasto de la mentira.
Romanticismo
El Romanticismo, movimiento no sólo estético o literario, sino filosófico que coge de lleno a Nietzsche, a Schopenahuer, a Marx, a Engels y a tantos otros, ha ido cambiando de nombres pero no de propósitos: el nacionalismo es romanticismo, el idealismo alemán es romanticismo, el naturalismo es romanticismo, la obsesión por la libertad antes que por la justicia es romanticismo. Del mismo modo que unos suponían capacidad de pensamiento a la Naturaleza, otros, los idealistas y sus seguidores, se la concedían al pueblo: una personalidad, unas ideas... Pero el pueblo, ese concepto moderno, sólo puede tener otra cosa: tradiciones.
Su grito, Tempestad y Empuje, indica la decisión de romper con el mundo anterior, con el mundo sujeto a normas precisamente para no quedar sujeto a tiranías. Pan y norma se dijo en España. Norma Justa. Romántica es la revolución industrial y romántico es el sindicato de clase, y el modernismo, y el simbolismo, y el expresionismo, y el abstracto, el tachismo, el impresionismo: siempre hay un mismo objetivo: separar al hombre de las edades y de los códigos de valores anteriores, sustituir la convivencia por la llamada "libertad", que llega a considerarse un derecho en vez de lo que es: una condición sine qua non del individuo, de cada uno, y no serán igualmente libres el filósofo y el carpintero, el Político y el militar. Hoy "libertad", al pasar de la persona a la sociedad, se ha convertido en sinónimo de mentiras que se vienen aceptando como inevitables: votar a partidos, abortar, insultar al pasado, endeudarse, vivir con promiscuidad, soberanía compartida, respeto a lo no respetable, y esas consecuencias como la huida a través de la droga, la delincuencia cada vez menos castigada, la representación de la voluntad (potencia de cada alma), la substitución de la esperanza por el consumismo, de las películas por las matanzas, etcétera.
Y el peor de sus errores y defectos: la extensión de una idea material y hedonista de la felicidad, hoy basada en la posesión de personas y cosas y en la ejecución sin cortapisas de su voluntad de cada momento. Base todo del consumismo, que quita felicidad en lugar de darla y vuelve muy insatisfactorias las satisfacciones.
Hace relativamente poco que he podido comprender la postura de algunos (como los que se enzarzaron a golpes en el estreno de Cronwell, de Víctor Hugo) ante el Romanticismo. No se trata de una de sus grandes y deslumbrantes ideas sino de cortas reflexiones que a veces pasan inadvertidas en las primeras lecturas de historia o la cita de un verso, hasta que la edad y tu proximidad al arte, te han preparado para lo que también dijo otro filósofo español: que las ideas y los sentimientos son los que mueven a los pueblos. Añado que unas veces hacia adelante y otras hacia atrás.
Antes de volver a encontrar esto, me vi explicando a mi hijo, que apenas si sabía el grito «sturm und drang» que el romanticismo había intentado y conseguido, a lo largo de nada menos que dos siglos, luchar contra la norma, suponiéndola injusta siempre, contra la moral cristiana, contra la fe y hasta contra el decoro. El nudismo, presentado como una libertad más, es eso.
Le decía que no se comprendía este fenómeno artístico (literario, poético, político, pictórico, musical, etc...) sin sus bases anteriores a la eclosión, sin un Rousseau (Russo con grafía francesa) que afirmaba que la sociedad esclavizaba al hombre y que las mayorías tenían tal capacidad que eran infalibles en sus opiniones, sobre todo al votar. No demostraba nada, pero lo decía, aunque en este caso, la omnisciencia de las masas es no sólo indemostrable sino falsa: las masas anulan la inteligencia individual y se convierten, automáticamente, en seguidoras de algo, sea verdad o mentira. Hagamos un axioma: «Lo que hace rugir a las masas en un mitin, siempre es mentira», como también lo es cualquier tendencia que trate de la desintegración del arte y del mundo.
Es decir que el Romanticismo se siembra con el enciclopedismo y prende en una cierta juventud poética que busca libertad precisamente en la norma literaria; luego en la pictórica y, los no artistas, dicen buscar la libertad en la política. En cualquier caso se trata de romper por completo con el mundo anterior. La revolución Francesa hasta se inventa nuevos calendarios y la alocada religión de la Diosa Razón, a la que levantan templos. Pero no es la diosa Razón la del Romanticismo sino el "haz lo que quieras" sin el verbo que ponía antes San Agustín: "Ama y haz lo que quieras".
La vida se devalúa, la muerte se hace hermosa. Lo trágico se exagera hasta lo inconcebible. Es digno de leerse «Don Álvaro o la fuerza del sino» del Duque de Rivas, porque parece una parodia, sobre todo en lo que dice el moribundo don Álvaro, reclamando que se abra el infierno.
Pero hay algo más que la «coincidencia» de servir ideológicamente al liberalismo, y es que el Romanticismo rompe la normal evolución de los estilos, especialmente en pintura, en música y en literatura: Renacimiento (y sus etapas), Isabelino, Barroco más Rococó( no muy asumido el rococó en España), neoclásico (con sus tres unidades) y Romántico. pero el Romántico, desde aquellos cosacos a los que Espronceda animaba a destruir Europa mientras conspiraba contra el rey a los catorce años, ha ido evolucionando, presentado nuevas caras (con otros nombres, pero siempre alegando la libertad absoluta del hombre) como el naturalismo, las vanguardias en general, el simbolismo, el Modernismo, la propia novela de la Berza española, hasta llegar a las últimas películas de psicópatas y cubos de sangre, o de guerra, sin que se puedan confundir con ningún género épico.
El Romanticismo, pues, lejos de irse agotando (y lo está, y en un camino sin salida) ha ido aumentando el tono, lo tenebroso, el gusto por la matanza, la presunta y dogmática busca de la felicidad, que acaba en divorcio o en adulterio, el aborto, el amor convertido en sexo y pornografía... el nudismo, la homosexualidad como opción libre. ¿Qué más «libertades» que rescatar le quedan?
No se ha muerto como el Barroco (que en España algo sí pervive) o el neoclásico. Ha vivido mucho más de lo que predecía su fuerza vital, y es sencillamente porque ha pasado a ser la herramienta del liberalismo político, un mecanismo que estimula los bajos del hombre, las maldades del hombre: el comunismo, claro, se basaba en el Romanticismo, en luchar por los pobrecitos parias de la tierra. El Ecologismo hace otro tanto. Y hasta las ONG, a las que no hay que quitar méritos.
Pero el Romanticismo debió morir hace cien años y se conserva con vida y cambiante, lo que indica que grandes fuerzas lo usan contra la población y para substituir el amor al prójimo por la filantropía débil y estética. Si vive es que es útil para muchos poderes o, mejor, para el Poder. ¿Como elemento de corrupción? Sí, y como método para acelerar los cambios en la sociedad, que ya no evoluciona a su ritmo sino contra su propia evolución.
El Romanticismo es una de las grandes herramientas del Inmovilismo Liberal, de eso que Fukuyama ha llamado el Final de la Historia. Un final que, afortunadamente, es un delirio y no una verdad.
Pero ese romanticismo que no muere provoca una contradicción interna en la persona, lo fracciona entre dos posiciones, muy repetidas ambas, y que convierten el espíritu en el campo perfecto para que la mentira prenda: ¿Cómo reconocer la mentira con el alma partida?
La contradicción primigenia
El ser humano nace en sociedad, en el interior de un complicada trama de valores, convenciones y consabidos. Nunca hubo hombres aislados: esas teorías rousonianas del contrato social y del buen salvaje son meras elucubraciones que explicaban, falsamente, el origen de la sociedad: Nunca hemos vivido solos sino en grupos, en sociedad, hasta el punto de que para castigar a quien se sale de las normas de convivencia, le aislamos, le dejamos solo en la medida de lo posible.
Y no puede ser de otro modo, puesto que lo común a todos los hombres es la capacidad de comunicarse, de expresarse y esto no sería así si fuéramos seres capaces de vivir en soledad. La sociedad es nuestra forma de vivir, pero la sociedad va cambiando. ¿En función de qué? De la propia comunicación. Los idiomas, por ejemplo, generan sociedades. Las ideas dominantes en cada momento las transforman y esas ideas sólo tienen un vehículo para llegar a los demás: la expresión, ya oral, ya escrita.
Y en la sociedad de hoy se observan dos tendencias contradictorias, que habría que saber si son naturales del hombre, si se nace con ellas, o si son aprendidas, fruto de ideas muy repetidas, que ya se han incrustado en nuestro mundo, como un día lo hicieron las clases sociales. En otras palabras:
-El hombre quiere ser distinto a los demás y en ello basa buena parte de su comportamiento. Busca elementos diferenciales, no soporta ser uno más. Y esto es debido, seguramente, a que los hombres somos mucho más parecidos de lo que pensamos. La publicidad, que hoy vende, sobre todo, bienes de consumo masivo, bienes que son iguales y fabricados en serie, muchas veces los presenta como elementos distintivos: no seas como los demás, usa esta colonia, conduce este coche, lee este periódico. Hay en nuestro mundo una verdadera voluntad de diferenciación.
-Pero el hombre también quiere ser igual que los demás. Dicho más claramente: no quiere ser menos que los demás y en ello basa buena parte de su sentido de la justicia. La expresión más conocida de esta postura es la de ser iguales ante la ley o la de ser todos igualmente hijos de Dios. Las televisiones, recientemente, emitían un mensaje que resumía la contradicción esencial del hombre de fin de siglo: «Iguales, pero diferentes». Nadie pareció reparar en que ésta es una frase absurda, sin sentido, una pura contradicción: si somos iguales no somos diferentes, y viceversa. Dio la sensación de que era algo comprendido por todos, algo indiscutible y evidente. La sociedad acepta ambas ideas a la vez y, por suerte o por desgracia, solemos ver muy poco de la arquitectura social: la tenemos demasiado cerca o la consideramos permanente, innata.
Cuando tratamos de alabar a alguien de nuestro agrado, no es raro decir (aunque ya se usa menos) que «es distinguido», es decir, diferente, distinto, que destaca de los demás. Único. Y ciertamente cada ser humano es único. Pero también se le puede alabar haciendo referencia a su modestia, a su espíritu democrático, a su falta de soberbia: «Es muy sencillo» o, dicho más en popular, «no se da pote». Es, en suma, lo que los políticos desean, que les llamen «hombres del pueblo».
Pero de un pueblo víctima de una estafa tolerada y hasta auspiciada por el poder para que haya un mercado de reposición que no deje que las todopoderosas empresas deban abandonar la fabricación y llenar las calles con millones de parados. Una estafa cuyo importe hemos de pagar todos.
Estafa legal
Nunca es tarde para insistir que las empresas, sobre todo las mayores, dependientes de bancos o dueñas de ellos, llegaron hace tiempo, mucho tiempo, a la situación temida por el capitalismo desde que se inició el despojo liberal: el momento en que todos los habitantes, especialmente, los del Primer Mundo, tuvieran todas las maravillas que les ofrece la vida de finales del siglo XX.
Todos los hombres tienen coches, neveras, lavadoras, batidoras, ventiladores, aire acondicionado, calefacción, y en general la gran variedad de lo que se ha llamado bienes de consumo duradero, que van desde la bombilla hasta el mueble, del teléfono al ordenador. Es decir productos que no desaparecen con un sólo uso, como la cerveza, el vaso de leche, el chorizo o las cerillas.
Pero las fábricas han de seguir produciendo o, de lo contrario, cerrar y crear un problema de paro catastrófico. Claro que si yo tengo un coche bueno, a lo mejor no lo quiero cambiar hasta veinte años después. Coches hay fabricados en 1910 que todavía aguantan, y relojes mucho más antiguos. No pocos recuerdan cuántos años les duró su primera nevera eléctrica o su primera lavadora automática: mucho.
¿Pero que pasa entonces con el mercado? Si acumula excedentes se enfrenta a los altos costes de almacenamiento y a la bajada de precios por exceso de oferta y carencia de demanda. La solución, adoptada hace también muchos años, fue la construcciones de bienes, de aparatos, calculados para una duración limitada. Los alemanes, gente práctica, tras calcular cuanto venía a durar un avión de combate en guerra, hicieron motores de cincuenta horas.
Lo mismo hacen nuestros queridos capitalistas: choches diseñados para una media de dos a cuatro años. Bombillas que no suelen durar un mes. Neveras que se pican y escandalizan en un par de años; teléfonos cuyo modelo hay que cambiar cada año, lo mismo que ordenadores, módem, fax y lo que usted guste. Hasta las casas han dejado de hacerse «para toda la vida», como las carreteras, los libros, las fregonas y los alicatados.
Hoy, con nuestra técnica y nuestros materiales, sería perfectamente posible construir coches de acero inoxidable y cerámicas espaciales, con motores también de acero y no de hierro o aluminio, que duraran veinte o treinta años. Y bombillas con más de 2.000 horas de luz, y neveras anticorrosivas, ya por el material (simple plástico) ya por la imprimación. Y calcetines que no se agujerearan al cuarto o quinto uso. En suma: se podría, sin más esfuerzo, fabricar casi para la eternidad, es decir, dar la calidad que los anuncios ofrecen.
Pero como esto crearía graves problemas económicos y sociales, los Estados, todos los estados, autorizan la estafa, la venta de productos de baja calidad como si fueran de altísima (véase la duración del Rolls) y los costes y las averías quedan para los inocentes compradores que, libres y todo, no pueden evitar ser estafados con malos productos para que la paz social no se resienta excesivamente.
Pero hemos de saberlo todos: compramos cosas malas, especialmente fabricadas malas. Y cargadas con impuestos, mayoristas, transportes, minoristas y quién sabe cuántos intermediarios más... Podríamos, fácilmente, vivir con la mitad de lo que gastamos y usando bienes que nos duraran media vida.
Luego, claro, que nos hablen de justicia, de derechos del consumidor y de libertad y de la verdad. Aún quedan muchos capaces de creérselo.
Primer descanso
No se escapa a nadie que cada mentira condiciona e influye en la siguiente, encadenándose, de modo que no queda más remedio que seguir por los caminos que las mentiras van marcando y acotando, hasta que la gente empieza a percibir lo raro de la situación. En la Guerra Civil española, el uso de la mentira por el bando rojo fue tan exagerado y falto de tacto que hasta los mismos capitostes conectaban la Radio Nacional para saber lo que de verdad había pasado.
Hay en todo esto un aviso, una presunta verdad que han pregonado liberales y marxistas en España. Ministros y Jueces. El mimo que dijo que el tribunal Constitucional era un tribunal político, declaró también, lleno de sabiduría, que la democracia se basa en la Opinión de los ciudadanos.
Desde el momento en que hay ciencias aplicadas a modificar o a crear opiniones y que lo hacen a través de los medios de información, sabemos que la opinión de los ciudadanos, expresada en su voto, puede ser de ellos, pero puede haber sido implantada con el uso de la propaganda y con la repetición, luego este sistema de sufragio puede falsificar (y lo hace) la base «inatacable» de la teoría democrática: que expresamos nuestras opiniones. Quizá la única campaña política honesta sería la que dijera a los electores:« no queremos influir en tu pensamiento, que es tuyo, no nuestro»
Y la opinión no es un conocimiento, es más como un rumor: haber oído que... han dicho que... etc. De hecho es así cono se transmite la mentira: por el rumor al principio; por el contagio después.
Porque la mentira, como las malas ideas, se contagia. Como la célula cancerosa que se replica sin orden.
La suficiente repetición de doctrinas favorables a la mentira, de ambientes que la provocan o justifican y de la llamada «tolerancia», que trata de impedir que un hombre serio y bien formado se oponga abiertamente a lo que va sucediendo paso a paso, desde la homosexualidad matrimoniada a los abortos, de las guerras para la paz y de otras locuras semejantes, diga lo que es de sentido común si no quiere ser linchado por prensa y Televisión.
Esta suficiente repetición de ideas y ambientes, que no se puede abandonar ni un mes sin que el sistema corra peligros graves, demuestra, si se sigue y se toman notas, que en estos momentos la humanidad tiene a su disposición muy pocas ideas: aquellas que consisten en la destrucción de ideas anteriores y las posiciones políticas aceptadas por el Gran Consejo o como se llame lo que era Espectra en las películas de 007: una trilateral.
En otras palabras sólo existen cinco ideas de segundo orden o políticas, todas ellas coincidentes en ciertos aspectos: El Liberalismo, el socialismo, el comunismo (que es el más tenaz), la Democracia Cristiana y los "nacionalismos" o separatismos.
Lo que más hay son ideas en nuestro mundo. Siempre hay nuevas visiones, nuevas relaciones entre aspectos de la realidad, nuevas proposiciones para vivir más libremente. Pero las cinco ideas anteriores no sólo trabajan por perpetuarse sino por hacer imposible que ese universo de ideas nuevas se exprese: lo nuevo es siempre algo espantoso para las tiranías, porque las desvela y de ahí que se nieguen a aceptar las cosas como son. A practicar la censura, la inquisición o la prohibición directa.
Pero, naturalmente, la mentira provoca violencia, como vemos cada día. Como provoca ciertas adiciones a ideas que sólo se sostienen en función del número de quienes las defienden «con razón o sin ella». Porque la falsedad, como la violencia, es contagiosa, porque va de sentimiento a sentimiento y no de razón en razón.
En España tenemos muchos casos recientes: sucesos poco habituales, tras ser retransmitidos a la gente aumentan de incidencia porque se contagian, porque se trasmiten por repetición y por emulación. ¿Recuerdan la época de los "skin heads"? Cuanto más se hablaba de ellos, más había. La imitación aumentaba y las palizas sin explicación también. Vinieron luego las puñaladas en las zonas de copas: cuanto más se comentaban en lo medios, más puñaladas y muertos teníamos. Los malos tratos a mujeres, hasta con resultado de muerte: cuanto más sonaban, cuando más se hundían en la basura los comentaristas, más ataques y asesinatos había contra las mujeres.
Esto no era solamente el mal instinto de los asesinos sino una grave responsabilidad de la comunicación y hasta de las campañas en contra, muy mal hechas. También tuvimos la época de los atracos a los bancos, que ya han decaído algo, pero llegaron a ser una plaga. Y, en general, cualquier conducta desviada de la que se habla excesivamente en televisión y en los demás medios, se contagiará a otros capaces de repetirla. Cuantos más delitos se explican, más delitos hay. Cuanto más se habla de la droga, más drogas se consumen. Cuanto más se comenta el crecimiento del Sida, más crece; cuantas más estadísticas de accidentes (laborales, de tráfico) se dan, más habrá.
¿Pasaría lo mismo si se publicaran más noticias de actos heroicos, de desprendimiento, valor y compasión? El poder de la emulación es muy fuerte en la propaganda y en la publicidad y, seguramente, si se gastara más dinero en el buen ejemplo que en el malo, en la verdad que en la mentira, las cosas cambiarían en poco tiempo, pero, a cambio, destruiríamos el sistema mundial, el "Nuevo Orden". Y no nos van a dejar hacerlo por muchos que vayan muriendo a causa de los efectos de la información.
Mientras, y para mantener a la humanidad en cierto estado de postración, se nos ha sumido en la contradicción política y económica: Nuestras dos tendencias que parecen inevitables, como ya se ha dicho antes
-Ser distinto a los demás
-Ser igual que los demás
Un gran drama que esteriliza mentes y sentimientos y que ha convertido en consumidores a los que antes eran ciudadanos. Mientras al hombre se le pregona que todos nacemos iguales, que todos somos iguales ante la ley, que todos nos parecemos y que, por lo tanto, hemos de ser tratados igual, sometidos a las mismas leyes e incluso al mismo régimen alimenticio, el ser humano ansía distinguirse: bien por su forma, por su tamaño, por su inteligencia, por su belleza, por sus proezas, por cualquier cosa, incluido el asesinato o la gran mentira. Porque, naturalmente, consumiendo productos fabricados en serie, desde pañuelos a automóviles, es muy difícil ser o aparentar ser distintos a los otros.
El otro extremo del drama, que también está en todos, es el de «ser igual que los demás», lo que equivale a no ser menos. De tal contradicción, ser distinto y ser igual, se siguen graves problemas de envidia, de competitividad y de frustraciones.
Para terminar este primer descanso, una lista de cosas que suelen enmascarar mentiras:
Todos los que califican a sus teorías o ideas de "científicas", mienten, salvo los verdaderos científicos. Recuerden el Socialismo Científico, el Progresismo o las excusas para imponer un solo catalán a cuatro comunidades.
Todo lo que va a favor del pecado o de pecar, es falso. Son dos mil años de historia práctica contra menos de un siglo de teoría fracasada.
Todo el que mira atrás con ira y revancha, engaña y se engaña. El trabajo del hombre siempre está en el futuro. El pasado, o se asume o se falsifica.
Todo el que llama cultura a lo que no lo es, miente. La Cultura del Pacto, la cultura del Rock, la cultura de la pobreza, la cultura de la tolerancia...
Todo el que afirme que el poder reside en el pueblo y que no es absoluto, miente. Si el poder no es absoluto, no es poder.
Un aviso general: Las mentiras no se razonan: se insisten. Se repiten. La gente reacciona mejor a la insistencia que a la razón.
Se dice que los tópicos siempre ocultan una verdad cosificada, pero no es así: ocultan una mentira activa. Recuerde el lector eso de «El gobierno del pueblo por el pueblo y par el pueblo» Y diga de algún lugar donde haya sido así.
Los que siempre repiten los mismos conceptos, mienten. Reparen en los bancos.
Los que juzgan sin más datos que los de los medios de información, mienten.
Los medios de comunicación mismos, que ocultan o revelan en función de intereses privados o de empresa.
Los políticamente correctos mienten. Jamás dirán la verdad sino lo que se espera que digan.
Los que hacen del cambio climático y la ecología un uso político, mienten.
Los que creen que ya no hay soluciones nuevas para nada, o los pesimistas, mienten.
Los que se llaman progresistas desde hace más de un siglo, mienten.
Todos los periodistas con tres o más tribunas. Desbordados por el trabajo, se anclan en el tópico.
Todos los medios no interactivos, a los que no se puede dar la réplica instantánea, mienten
Todo el que habla a las masas, miente.
Todo el que no define su idea, miente. Nadie ha dicho en España ahora qué es el socialismo salvo tópicos de campaña como "Libertad" o "Too pal pueblo". Ni el comunismo ni la democracia cristiana, ni el liberalismo.
Todos los estados, sin excepción.
Todo el que todavía divide a la sociedad en derechas e izquierdas, en lugar de en posibles e imposibles.
Todos los que hablan seguido de democracia, estado de derecho y libertad de expresión. Dime de qué presumes y te diré de qué careces.
Todos los partidos políticos. Porque tienen que presentarse como dueños de una verdad absoluta.
Todos los que han cambiado dos o más veces de militancia. Un converso político nunca dice la verdad.
Todos los que ofrecen el paraíso sobre la tierra.
Todos los que critican la violencia pero permiten su difusión en los medios como la tele y el cine.
Todos los que hablan confuso, sin que se les entienda. ¿Recuerdan a González? Quien habla turbio es porque piensa turbio.
Todos los que usan abundantes frases hechas: está claro que no tienen nada nuevo que decir.
Todos los que organizan o se adhieren a campañas internacionales: en ellas no se suele dar información completa ni veraz.
Todos los que hablan de los beneficios de la Unión Europea, a despecho de los sacrificios y restricciones que a nosotros nos ha costado.
Todos los anuncios comerciales, en su recreación del ambiente.
Todos los que llamen a sus organizaciones coordinadora, colectivo, plataforma, unión...
Los que en cualquier tipo de conversación introducen frases como «le voy a decir la verdad...» o «La verdad es que...»
Los que hablan con los ojos cerrados, mienten.
Los que hablan muy de prisa.
Los que usan palabras cuyo significado desconocen, mienten. Sucede con muchos políticos y periodistas.
Los que tienen "muletillas" de lenguaje y se apoyan en ellas, mienten. Recuerden a González y sus inevitables "Por consiguiente".
En el próximo "descanso" se continuará con esta lista orientativa.
Religión y pecado
Uno de los campos en que más ha florecido la mentira ha sido la religión. No hay ninguna que no disponga de una larga lista de herejes y casi ninguna que no acepte la predestinación: incluso sectas cristianas de origen calvinista.
La Iglesia, desde su fundación, hace dos mil años ya, ha sido permanentemente atacada, hasta el punto de que su creador fue a la muerte como un delincuente y, después, miles de sus seguidores mártires. ¿Por qué los romanos, que solían aceptar a los dioses de los nuevos territorios, hacerles templos y hasta rezarles, por puro espíritu práctico, atacan el cristianismo y hacen en él tantas víctimas como sólo algunos españoles repiten en 1936?
Se han dado motivos económicos (el rechazo de la esclavitud, que entonces se llamaba servidumbre), la pura crueldad de una plebe que deseaba ver sangre... Pero esto no es suficiente. Como los antiguos republicanos de Roma, o como los jóvenes Inmortales de Persia, los cristianos decían la verdad e instaban a decirla. y eso era muy grave en aquel mundo que ya se basaba en algo parecido al liberalismo actual.
El cristianismo devuelve la libertad al espíritu del hombre y lo hace descubriéndole que la única forma de ser libre es sometiéndose a la norma. Voluntariamente. Del mismo modo que el hombre no intenta volar (sin aparatos), porque no está dotado para ello, el que busca un mundo mejor ha de ser mejor él mismo y por esa libertad que da la excelencia, debe atenerse a la norma justa. Y la norma justa es la defensa contra el mal, que el cristianismo identifica muy bien a través de los pecados. Nadie, como bien sabemos, ha conseguido encontrar un nuevo pecado, aunque a algunos les haya cambiado el nombre.
Si el cristianismo no se hubiera desarrollado, no hubiera triunfado o hubieran muerto sus seguidores, seguiría siendo necesario, porque es garantía de un mejor comportamiento, de una mayor compasión, de una caridad sincera y de un compañerismo llamado hermandad. Roma tenía policía. Nosotros también, pero las naciones cristianas vivieron más de un milenio sin ella como la entendemos ahora, sólo con la fe (por eso se protegía de los que la atacaban o desacreditaban), porque la justicia estaba también en manos del espíritu, del hombre que distinguía lo bueno de lo malo y que refrenaba de forma natural, sus malos instintos.
Es una gran seguridad para la persona saber que su rey, su señor, ahora su presidente y sus ministros, tienen fe y la practican de corazón, porque la fe siempre es un elemento moderador del comportamiento que, entre otras cosas, defiende de la mentira, porque la mentira siempre, siempre es algo más: injusticia. Si la fe fuera universal, si se creyera con fuerza en Cristo, ¿habría delitos?. Muchos menos.
Precisamente por ser un valladar contra ambiciones, mentiras y violencia gratuita, la decisión de dividir y fraccionar después a la Iglesia, se apoyó falsamente en dos virtudes capacer de mover el corazón de los cristianos: la pequeña corrupción de las bulas (pequeña al lado de lo que estamos viendo y de lo que vio el mundo antiguo) y la sospecha de que se había traducido mal la Biblia con la intención de beneficiarse de la mentira, porque la mentira siempre busca beneficio, y la verdad, no.
De hecho, desde que la Iglesia Universal se fracciona en sectas, unas sectas que, además, predican que Dios perdona a todos con sólo decírselo, entre él y el pecador, o que nacemos ya predestinados al bien o al mal, a la salvación o a la condena (revisen las teorías psicológicas y genéticas y verán por dónde van hoy), suceden varias cosas que ya eran desconocidas en aquel mundo: aumentan la delincuencia y el bandolerismo, la banca deja de ser una oficina de cambio y se convierte en poder y las guerras con cada vez más crueles.
Los dos últimos siglos, en que el ataque a la Iglesia y a su credo se hace más insistente y salvaje, desde las revoluciones (Americana, Francesa y, luego, la Rusa) vivimos las guerras más espantosas de la historia de la humanidad. El siglo XX, el nuestro, es una matanza continuada.Las ciudades grandes son una verdadera batalla entre la delincuencia y la policía y ya no parece quedar nada de ese autocontrol, de ese espíritu que sabe ditinguir el bien del mal.
Ese trabajo, que la gente olvide la esencia del pecado y el autodominio del cristiano, lo lleva a cabo más el gran capital que la política atea. Cualquiera de nosotros ha visto publicaciones con burlas hacia Dios, Jesucristo y el Paráclito. Incluso se ha usado para la publicidad y hace bien poco salía Dios pidiendo un bocadillo y tronando de placer. Lo que empezó siendo la simple y discutible teoría de que el hombre busca la felicidad, hoy ha pasado a la definición de esa «felicidad» como placer. Y no placeres absolutos como la metafísica (que decía Chesterton), la búsqueda del estado de gracia que, quien lo haya sentido, sabe bien que es superior a todo, la satisfacción del deber cumplido, etcétera. No: placer ha quedado marcado como pecado.
Y en nombre del placer la publicidad no deja de descubrirnos nuevas necesidades y de ofrecernos el remedio para saciarlas. Miren con cuidado los tiempos de publicidad y verán como el placer que ofrecen es todo físico y se basa en la comisión de pecados que antes sabíamos todos (durante dos mil años) y ahora ya ni siquiera enseñan los sacerdotes en las catequesis.
¿No se nos anima a comer una cosa u otra en nombre de la gula, del placer del paladar, de la lujosa satisfacción de un impulo básico y natural, el apetito? ¿No se nos muestran en los anuncios ejemplos de envidia, codicia, fornicio, engaño, mentira, robo (grandes robos para llevarse, por ejemplo, un tarro de crema o un automóvil), insolidaridad, dominación agresiva de los otros, burla del prójimo, pereza, e incluso de muerte, como esa Radical Fruit Company que asesina a las frutas con sadismo como reclamo para su venta? Busque el lector un pecado y encontrará pronto un nuncio que lo incluya en su apelación. Busque una virtud y espere en vano a verla usada en un «spot»
Esta posición definitiva ante el mal, ante la perversión de la norma (también presente en películas y en libros) se repite miles de veces cada día e incluso se van aumentado las dosis para hacer del hombre un ser cada vez más terreno, más esclavizado por sus deseos, menos inocente e instado a que dedique su vida a conseguir bienes. Porque sólo consumiendolos será feliz y la felicidad se basa en el consumo, a pesar de que ciertas leyes económicas (generales) advierten que la satisfacción disminuye con el uso: el primer cigarrillo es mejor que el último.
Cualquiera puede creer que estas coincidencias se deben a la casualidad, que no hay otra forma de promocionar un producto que relacionándolo con un placer, pero no con cualquiera, sino con alguno que es pecado. Incluso hay mensajes que insisten en la poca importancia del pecado ante el placer que da el consumo del producto.
Seguimos, pues, donde empezamos: el ataque a la religión, sobre todo a la católica en nuestro caso, aunque también hay ataques a sectas, como esa humorada necia que convierte en pecado comer patatas fritas de una marca determinada. Y otra serie de tópicos, como el del militar sanguinario, el sacerdote comilón, el joven transgresor de las normas de tráfico, el policía corrupto, el asesino inteligente y sucesivamente.
¿Por qué el ataque a la religión? Porque es el ataque al código, la conciencia del comportamieto ordenado a un fin superior, a la necesidad de señalar la mentira, la injusticia, el mal o la maldad, a la obligación de no acatar leyes injustas o de no obedecer a hombres falsarios. El poder verdadero, que ya se ha dicho que no se comparte, que es único, no quiere oposición. Si él dice que el hombre siempre tiene razón cuando vota por la mayoría, no quiere oír ninguna risa. Si dice que somos libres, quiere que lo creamos. Si dice que matar al feto es un derecho, no quiere oír la palabra asesinato. Y si impone que ley humana equivale a Justicia, no soporta que se lo discutan
Pero, en este mundo controlado por la mentira, ¿se puede ser tan feliz, como nos animan a serlo?
Que la Humanidad estaba a punto de entrar en el marasmo del Romanticismo, cuando empezó esta gran batalla por la falsa felicidad, se demuestra por la Constitución Americana, que da a los hombres el derecho a la búsqueda de la felicidad. Luego, ese romanticismo que aún no ha dejado de ser elemento activo de la historia y que ha convertido ciertas libertades artísticas en libertades sociales y sin límites, tendió a identificar la felicidad con el goce del otro, con el enamoramiento, con el matrimonio, con el sexo, o con la riqueza...
Pero la felicidad, que, según el viejo Boecio, sería la contemplación de la Verdad o de Dios, no necesita hoy de credos religiosos y la más elemental observación permite deducir que es la sensación optimista que proporciona la satisfacción de un apetito, es decir la posesión de un bien, ya vivo, ya inerte: la posesión de algo que creemos necesitar.
En estos tiempos, donde el materialismo corre disfrazado de economía, se habla permanentemente de felicidad y, sin embargo, nuestra sociedad la hace imposible cuando no frágil y pasajera y lo hace tras un largo estudio económico. Queremos un mundo feliz, a lo Huxley, con soma (las drogas de todo tipo, que son aturdimiento y no felicidad), y, sobre todo, con el Estado del Bienestar. El bienestar, que es una de las características de la Felicidad, también es imposible:
Ya no somos ciudadanos sino consumidores. Consumimos todo, incluso la cultura, la sabiduría, la lengua... todo está a la venta y, lo que es más, sólo en España se emiten 45.000 minutos mensuales de publicidad sólo en televisión. ¿Por qué? Porque una de las claves irrenunciables del consumismo es descubrir nuevas necesidades que se conviertan en una presión irresistible que nos lleve a su compra.
¿Querría un romano del Imperio un ordenador? ¿Desearía un bisabuelo nuestro viajar en avión a reacción? Pero nosotros lo deseamos todo hasta el punto que la lectura más extendida es la de los catálogos (Color y fotos, con alguna explicación), nueva y triunfante literatura que ofrece paraísos previo pago. Hay destornilladores eléctricos, baños vibratorios de pies; cintas para caminar en casa y quemar calorías; masajeadores de las lumbalgias, aparatos masturbadores, rodillos para pintar que no vierten gota... Y sucesivamente. Cosas, útiles o no, que harán más cómoda nuestra vida y que satisfarán la esperanza en un mundo mejor
Conocemos los productos y los deseamos, incluso sin necesitarlos verdaderamente. Pero los deseamos y, por lo tanto, intentamos satisfacernos. Con qué ilusión encargamos el producto o nos lo llevamos de la tienda. Y en ese momento, cuando poseemos el bien de consumo, cuando se satisface el apetito que teníamos, la felicidad queda en equilibrio inestable, y caerá tan pronto como la maquinaria mundial publicitaria nos presente otro bien que nos llame la atención. Es como si los objetos y el hombre hubieran establecido un pacto de cooperación como el del hombre con el perro y el caballo. Pero esta vez son los objetos, apoyados en la publicidad, los que nos han domesticado.
En este universo todos persiguen la felicidad (eso ya lo decía Sócrates), pero nuestra actual sociedad liberal está de tal modo organizada que la hace imposible,, inalcanzable. Icluso en asuntos tan importantes como el matrimonio: poco después, acabada la novedad, «consumido» el producto, no hay felicidad y la economía enseña que hay que buscar a otra mujer o a otro hombre, según. A alguien nuevo.
Nuestro mundo feliz es pues un mundo construído por la insatisfacción que, además, la estimula para convertirla en aliado económico. El que quiera ser feliz que aprenda a no desear, a no necesitar o que, como muchos de nosotros, ponga arriba sus ojos, en un Gran Deseo, quizá inalcanzable, quizá sobrehumano: Dios y España; España y Dios. Y esa felicidad gigante de darse entero a una causa en lugar de hacer causa de todas las cosas que nos enseñan a querer.
La mayor infelicidad, hoy y siempre, ha consistido en querer ser feliz. No dejan. Y en ser, como somos cada día un poco más, hombres absolutamente tutelados.
La filosofía de la insatisfacción
A pesar de todas las asechanzas, a pesar de la ingeniería social que prevé para el siglo que viene que la mayor parte de la humanidad vivirá en grandes ciudades, el hombre, culto o inculto, sigue manteniendo su inteligencia, y la inteligencia sirve para comparar y discriminar.
Bien evidente es para cualquiera que se planea, con tiempo suficiente, una forma de vida ya conocida y fracasada varias veces: la vida en masa (lo mismo que el consumo en masa). Cuando la población de una ciudad supera ciertos límites se deja de convivir para coexistir mientras la gente, que se va aislando mientras aumenta su agresiviad y su insatisfacción, se conforma en una masa que baja sus umbrales críticos y resulta mucho más fácil de engañar.
No salgamos de España para poner un ejemplo: las ciudades grandes españolas se adhirieron a la revolución social-comunista y muchos creyeron al principio que era lo adecuado. Las grandes masas de voluntarios del Ejército Nacional llegaron de las provincias agrarias, de los pueblos, de las ciudades chicas. Y hay una razón: la masa altera el criterio y permite aceptar pensamientos indemostrables. La vida no tan apretada, más individual pero más de relación, es otra cosa y los hombre que la viven son mucho más dificiles de engañar que los hoy llamados «urbanitas», habitantes de las ciudades, como se oye a algún sociólogo o a algún político, quizás atacados por virus.
Hay una especie de norma: cuantos más somos, más insatisfechos estamos, entre otras cosas porque el número nos obliga a ceder partes de libertad individual, de independencia, de eso que se llama espacio vital: el hombre de una ciudad grande, se conforma con muy poca separación entre él y otros conciudadanos; el hombre que vive en el campo, necesita estár a más distancia de sus amigos o de cualquiera que hable con él. Este simple detalle, que se puede demostrar con una cinta métrica, indica la modificación de la convivencia y de la comunicación causada por la superpoblación.
Y estos, los "urbanitas", acaban siendo los que necesitan un orden, una ilusión de organización y, por lo tanto, las primeras víctimas de ideas que, como los productos milagro, prometen arreglar todas las dificultades. Otra señal de mentira: quienes (como los arbitristas que describe Quevedo) dicen que todo se arreglará con sólo militar, creer o votar una idea perfectamente elemental: «Sois pobres porque os quitan el dinero los ricos», por ejemplo. Pero en este tipo de cosas, en realidad se apela a la envidia.
Se abre el apetito de la metafísica que, según Chesterton, era el mayor placer del mundo. Tras el idioma, está la idea humana de descubrir el orden «verdadero» del mundo. Pero el orden es la forma humana de ver lo inhumano, y así se han dado desde el animismo al Islam, pasando por los esfuerzos de síntesis minuciosa de Aristóteles y Santo Tomás. Y todas esas filosofías han pasado en gran parte.
Porque el mundo es caótico, mortífero y desordenado, cada vez menos respetuoso con la vida y más lleno de accidentes mortales, fruto, eso sí, del progreso. ¿Por qué? Porque el orden es un atributo necesario de la inteligencia, y lo inhumano, por definición, no es inteligente. Me río mucho cuando sale algún docto darwinista en la Tele y dice que "la Naturaleza" ha resuelto tal problema, ha visto tal cosa, ha desarrollado tal otra. La Naturaleza es un simple ente de razón o incluso un "flatus vocis" de los nominalistas. O sea, no es capaz de acción porque no es capaz de pensamiento mínimo.
El hombre lo ordena para poder ordenarse él; lo ordena todo por necesidad de intentar comprender. Y rara vez lo consigue: mira a Freud, a Darwin, a Marx, al tonto de Rousseau (que es la forma afrancesada de escribir ese apellido italiano: Russo), porque hace falta ser imbécil para creer en el Contrato Social. Y Fraga cree en él.. Y en que las mayorías no se equivocan.
Si la Naturaleza no piensa, es que ha sido pensada. Como los demás entes del universo, que han sido pensados y, si San Anselmo tiene razón, existen por eso: todo lo que puedo llegar a pensar existe, venía a decir y así demostraba que Dios era real: era capaz de pensarlo. Pero pensamos en una lengua. El pensamiento simbólico simplemente no existe: pensamos palabras: más acertadas o menos; mejor o peor relacionadas.
Pero todo orden es imaginario, como demuestra el débil presidente. Todo orden que no sea de y entre hombres, se entiende. Se trata de un orden externo a la naturaleza o, si lo quiere de otra forma, un modo de mantener la sociedad, que es el único mundo del hombre, su única manera de vivir. O sea, que imaginamos ver, y no vemos a no ser que al orden aprendido de nuestros mayores le añadamos otra forma de mirar y, sobre todo, otra forma de sentir: la poesía (poiesis, creación) no sólo es orden (que sí lo es): es la parte de ti que roza un punto de la verdad. Pero, en general, seguimos intentando sacar factor común del universo y eso es una gran vanidad cuando el universo es "Naturaleza" y nosotros no.
El hombre es el sistema, como Protágoras decía una y otra vez: la medida de todas las cosas. Y sí: como en física, el hombre es el observador del sistema y, por lo tanto, el único punto de referencia posible. Sin hombre no hay universo. Sin hombre no hay nada más que Dios. Y ese hombre que observa sólo es capaz de pensar con un idioma; cuanto más complejo y exacto, mejor para el análisis. Es nuestra fuerza y nuestro ser. Luego está claro que hemos de usar el idioma para cambiar el mundo y, como esto es imposible, para cambiar la forma "de moda hoy" de ver el mundo, que será lo que digamos que es, si podemos trasmitirlo a todas partes y hoy Internet casi lo permite, a pesar de las grandes fuerzas desencadenadas para que aceptemos el mundo falsificado por los medios, la versión temporal del hombre y de la sociedad, que se nos está imponiendo. En otras palabras: sólo se nos puede engañar porque hablamos. Un animal superior se fia de sus sentidos y de sus instintos. Nosotros, de los argumentos, algunos verdaderos pero otros falsos.
Todo esto venía a cuento con el intento -racional pero no razonable- de poner orden también a la historia: Marx se inventó un evolucionismo histórico que, obligadamente, conducía a la Sociedad Comunista. Bien. Hegel, un proceso evolutivo de la razón, con su dialéctica. Bien. Pero era cosa de ellos, no de la historia, que se caracteriza también por el desorden, por la marcha y la contramarcha, por el esplendor y la decadencia. Y, por supuesto, la historia no es; fue. Sigue siendo en algún lugar de nuestra mente, en parte de nuestra sociedad. Pero la historia no la han hecho los pueblos sino las individualidades y las ideas, digan lo que digan los "modernos" con Tussell. La Historia, como la Naturaleza, tampoco piensa. Y si no se puede ni ordenar el pasado, ¿cómo ordenar el futuro? Él solo no lo hará. Como todas las cosas en este mundo, se tiene que hacer por el hombre y aún más: por lo que mueve al hombre y eso sí lo sabemos: La vida eterna para los Egipcios (copiados por sus huéspedes hebreos); el destino universal para los romanos; La Trinidad para los cristianos... Y hoy lo que mueve al hombre es una degeneración del cristianismo reformado hacia la ambición. Ya es bueno llamar ambicioso a alguien. Competitivo. Ser, como dicen las películas, un perdedor o un triunfador. Las ideas capaces de cambiar esto han de ser muy claras y muy sencillas; muy verdaderas y que se expliquen solas. Si no, no se conseguirá. Ni el éxito ni el fracaso tienen importancia. Creo recordar que Cristo fracasó, según nuestros esquemas actuales, y acabó en manos del verdugo, como fracasó César a pesar de haber creado un mundo nuevo con Roma. O Moisés, que, tras tantos esfuerzos, no pudo entrar en la Tierra Prometida.
El futuro de los próximos diez o quince años sí es perfectamente previsible: ver qué pasa en Estados Unidos y calcular que eso acabará sucediendo aquí y en el resto del mundo: una guerra civil en las ciudades grandes: la masa provoca violencia; una descristianización ( si puedo expresarme así), la aparición de extrañas mitologías, el descenso exagerado de los niveles de la enseñanza; el abandono del esfuerzo intelectual, el trabajar en buena medida para el Banco y la compañía de seguros, el dinero como valor superior a cualquier otro y como elemento necesario para la felicidad (lo contrario a no tener necesidades, que era el camino de la libertad y de la felicidad cristiana. Cristo, ¡Dios mío!, no tenía coche).
Así que el que quiera cambiar este mundo humano que es la sociedad, tendrá que actuar sobre Estados Unidos: son tan poderosos que a Spengler se le ocurriría que van camino del principado: abandonarán la democracia de los cónsules, y acabarán en Augusto. Puede que ya esté pasando, pero no abiertamente todavía. Antes de llegar a Augusto hubo que pasar por Mario y Sila, por César y Pompeyo y por Marco Antonio y Lépido.
Su ejército, como el de la Roma decadente, está en manos de quienes ellos consideran bárbaros: los "hispanos" y los negros: hay que hacerles ver a estos grupos que lo son, que comparten más con nosotros que con los protestantes corrompidos y ricos. Hay que actuar sobre Estados Unidos ( y sus bombas) para obtener resultados en España. Así de fácil y de práctico. Hay que romanizarles; hay que exportarles tradiciones.
¿Cuáles? Primero la fundamental: el hombre es el sistema y el orden no es natural sino consecuencia de nuestra actividad intelectual: si pensamos mal, el orden será malo. Si mentimos, el orden será falso. Y, luego, la secundaria: la sociedad es la forma de vivir del hombre, no la forma de explotarle. Como decía Jesucristo, el sábado es para el hombre y no el hombre para el sábado: sábado era La Ley. Del mismo modo, el Estado es para el hombre y no el hombre para el Estado.
La mentira silenciosa
Hay formas muy elaboradas de mentir, contra las que es difícil la defensa. Cuando se usa la verdad para hacer de ella mentira y cuando se usa el no decir, el no hablar, para mentir. Es evidente que el que no haya leido a Platón, aunque le hayan enseñado el nombre, no sabrá lo que Patón pensaba y demostraba.
Quizá sea el momento de recordar que la mentira no sólo es contraria de la verdad sino de la libertad, tanto del individuo como de la sociedad y, sobre todo, es poco transitiva. Lo verdadero tiende a transmitirse casi solo, pero la mentira hay que pasarla. Del mismo modo que la verdad sucede siempre y no está a merced del tiempo, la mentira no sucede nunca y, además, el tiempo u otra mentira se la llevan. Digámoslo de otro modo: todo lo que la moda (intelectual) y las costumbres cambian contiene mentiras o es mentira, desde el recién aparecido Pensamiento Débil al canon de belleza femenina próxima a la figura del efebo.
¿Cómo se mide la verdad química o física? Si en condiciones de laboratorio los experimentos dan el mismo resultado, si suceden siempre, son verdad, pese al intento de advertir que no hay seguridad absoluta: que sólo se trata de una probabilidad mayor.
A la mentira le sucede lo mismo: si no sucede más que algunas veces, o durante un tiempo, se trata de una falsedad. Preguntémoslo así: ¿Sucede Amón? ¿Sucede Marduk? ¿Sucede Zeus? Son ideas de dioses, que han resultado falsas. ¿Alguien recuerda el mitraismo que, sin embargo, tuvo un momento de esplendor en que parecía que se iba a imponer al cristianismo? Esto se ha de usar con ideas y no con hechos históricos: evidentemente el Imperio Romano fue verdad, pero ya no sucede. ¿No? Pero « sucede » su influencia aún en nuestra época y esa obsesión Europea de reconstruirlo y que seguramente es la añoranza de la unidad perdida.
¿Sucede la Cosmología de Galileo? No, pero sí una verdad que lo era: que la tierra gira en torno al sol y no al revés. ¿Sucede el canon de belleza de Rubens, o de los maestros del Románico? No. Pero las obras sí están ahí. ¿Suceden las leyes de Mendel? Sí. ¿Suceden las Leyes de la Materia del marxismo? No. Lo que el viento se llevó, lo que el tiempo se llevó.
Pero la mentira sería algo a punto de desaparecer si sólo consistiera en averiguar la permanencia de lo que ha sido considerado verdad alguna vez Hay malvados que mienten por sus intereses, es decir en beneficio del poder, del dinero o de odios y envidias, pero hay muchos otros que repiten y difunden la mentira sin creer (aunque se les demuestre) que se trata de falsedades.
Lorenz, que tendría que sonar a todos los ecologistas y que fue premio Nobel, demostró, y hay documentales enteros que lo certifican, que lo primero que ven moverse ciertos tipos de animales, como las aves, queda identificado como "mamá". Y así se le ve paseando seguido por un sin fin de animalitos que le creían su madre, aunque esto fuese una gigantesca mentira.
El hombre tiene un mecanismo intelectual parecido: lo primero que oye sobre un hecho, sobre una idea, sobre una religión, sobre cualquier cosa que no conozca, se interpreta como verdad, sin ser sometido a crítica, y será para siempre, (si no practica serias introspecciones) el arquetipo del que dependa su capacidad de crítica: ahí está el por qué, pese a los gigantescos desastres, sigue habiendo comunistas: porque lo son por herencia, porque padres o madres les dieron versiones extrañas de la justicia, de la libertad, de lo que el hombre es, de cual será su misión en la tierra. Son comunistas tradicionalistas. Y hay socialistas tradicionalistas y derechistas tradicionalistas, siempre a causa de lo que se oyó por primera vez a la familia sobre la política y el funcioamiento del mundo, si en su hogar no se trataban esos asuntos, por lo que les haya contado un amigo o un profesor sin amor a la verdad. Porque el hombre, desde una cierta edad a otra, está organizado para el aprendizaje ya de conocimientos, ya de tradiciones, y, al carecer de elementos de juicio previos, acepta lo primero que se le dice. Y lo aprende para siempre.Porque el hombre normal, al contrario que Descartes, no puede pasarse la vida en una duda metódica y quien todo lo duda puede acabar no creyendo nada, rodeado de médicos especialistas en esquizofrenia.
Otro gran mecanismo, que responde a sueños infantiles y que implica una deficiente maduración, es negar lo que desagrada o, mejor todavía, como haría un niño, cerrar los ojos y decir «eso no existe». Los profesionales de la mentira lo saben muy bien y hasta el refranero ya lo razonaba a su modo en la Edad Media: «Ojos que no ven, corazón que no siente», lo que no deja de ser una apología de la ignorancia. De hecho la mentira es siempre un problema de ignorancia.
Si la verdad existe, aunque sea una sola verdad, la mentira, como negación de la verdad, No-Es. recuerde: Sólo es ser es. El no-ser, no es. Se trata de una construcción mental, una sombra que se interfiere, pero no es un ente sino al contrario: la imitación de un ser. De ahí que las cosas que se apoyan en la mentira acaban mal porque crean realidades imaginarias.
Por todo esto y lo anterior, han aparecido modos de mentir que tratan de esquivar este riesgo: que la mentira se identifique como tal y se niegue. El principal método es el que atribuíamos a los niños: eso no existe. La Mentira silenciosa.
Si, por cualquier causa bien estudiada, decidimos no hablar a las nuevas generaciones de Aníbal, este inteligente y culto hombre dejará de existir. No contará. Habremos empobrecido el mundo, pero Anibal no estará ya con nosotros. Del mismo modo, si dejamos de hablar de Cristo, desaparecerá de todas partes. Este es el planteamiento de la mentira silenciosa: callar lo que deseamos contradecir, pero esta vez, cometiendo un «asesinato». El universo está lleno de personas que no saben quién fue Per Abbat, o Amado Nervo, o Manuel José Quintana o Echegaray. Es como si no hubieran existido. Han sido víctimas de la ignorancia, aunque bien claro está que no lo podemos conocer todo. Y esa ignorancia, normalmente involuntaria y causada por perezas de profesores, se puede usar en beneficio de objetivos de propaganda y hasta de publicidad. Bastará con no enseñar, con no publicar algo, por verdadero que sea, para que, en principio, no exista.
No se trata de asunto moderno: ya los sacerdotes egipcios borraban de la historia a los Faraones que les habían tratado mal. El más notable caso es el de Amenofis IV, conocido por Aknatón o Akenatón, descubridor, a la vez, del monoteismo y de la religión de Estado. Pasaron el escoplo por todo lo que llevaba su nombre, borraron de mil formas sus ideas e intuiciones, prohibieron que perdurase su extraño dios (Atón, del que el Sol era el símbolo) y la enseñanza de su religión. Pero después de casi cuatro mil años, seguimos sabiendo quién fue Akenatón, a pesar de que los sacerdotes (de Amón sobre todo) eran mucho más poderosos que nuetros historiadores y políticos.
En este tiempo se ha dejado de hablar de muchas personas, de muchas ideas, de muchos hallazgos que ya casi no se conocen. Negar su existencia mediante el silencio, es un modo de eliminarlos, un asesinato verdadero. ¿Cuántos, por ejemplo, saben quién era Villaespesa o el Caballero Audaz? ¿Y cuántos saben quién era Cochise, qué era El Álamo o a qué se dedicaba Daniel Boone?
Si lo repetido es falso, también lo callado acaba por parecerlo. Pero, ¿cómo saber qué nos están callando si no lo mencionan siquiera? ¿Cómo llegar a conocer a personajes como «Subiluliuma» o «Bisibuli» y decir, al menos, de donde fueron reyes, si nadie nos ha transmitido sus nombres? Por cierto que Subiluliuma es personaje verdadero, grande rey de los Hititas, pero Bisibuli es una creación del autor. No existió. Pero si varios insistiéramos lo suficiente, Bisibuli acabaría siendo reconocido por muchos.
Este primer tipo de mentira: no hablar de alguien o algo, es una censura brutal. El segundo tipo, inventar una verdad poco a poco es otra censura en que el censurado es el mundo entero: Bisibuli.
¿Hay alguna forma de combatir este ataque rastrero? Sólo Dios sabe a cuántos nos han escamoteado del conocimiento (¿Qué pensaba de verdad Apolonio de Tiana?) y a cuántos sin existencia nos han enseñado, como el conocidísimo San Jorge, que no existió o Azorín, que no fue más que José Martínez Ruiz.. Como la epidemia, en España, es más reciente que en otros lugares, lo mismo que la falsificación del sentido de bastantes palabras, tenemos varios elementos correctores: los libros antiguos, los diccionarios viejos y, más aún, la Enciclopedia Espasa, que bien gorda es. Gracias a ella pude demostrar la falsedad de la verdad oficial pujolesca que se enseña a los niños: las Baleares fueron repobladas y colonizadas por la gente catalana. Pero en la Espasa encontré datos sobre un largo trabajo, hecho con reclutas de los ejércitos, sobre las medidas encefalométricas de las diferentes regiones, que daba a Cataluña una mayor presencia de dolicocéfalos, y a Baleares de mesocéfalos. Y además, temiendo incredulidades, advertía que cruzando a un braquicéfalo con un dolicocéfalo, no resulta un Mesocéfalo.
La mentira acaba desapareciendo a manos de alguna verdad, incluso de alguna verdad olvidada. La mentira, además, resiste mal la exageración: aumente la idea o la frase de que que sospecha usted y, si es mentira, resaltará cono una luz amarilla en la noche.
Segundo descanso
Aquí, como ejemplo, se mira más de cerca la Teoría de la Evolución, inmortalizada por la etiqueta del anís del mono y por el notable hecho de que, a pesar de la supervivencia de los más fuertes, nuestro mundo está lleno de enfermedades hereditarias y de cualquier otro tipo.
Dadas las características de este libro, donde se puede haber añadido una mentira de tonelaje para ejemplarizar (recuerde a Bisibuli), usted puede o no creer esto que sigue. Veamos qué le dice su razón:
En el mundo, en el universo, sólo hay orden y desorden y la Física, con la ley de la Entropía, nos dice que el orden, de forma natural, se va convirtiendo en desorden: una especie de permanente decadencia.
Esto significa que si hoy la tierra da vueltas al rededor del sol, llegará el día en que no suceda, en que el sol se apague, en que el Universo se descoloque. No obstante, a pesar de la universalidad de la entropía, todavía muchos sabios y muchos profesores, que saben que los elementos tienden a disgregarse, hablan de que hubo un tiempo en que el universo físico se comportó al revés: se organizó automáticamente y tuvo fines propios, como si usara pensamiento humano: así las substancias crearon aminoácidos, estos vida celular y las células, asociándose, seres cada vez más complejos hasta llegar al hombre: la versión biológica del mito del Buen Salvaje de Rouseau: la gente se asocia por mutua conveniencia. Los aminoácidos, también. Y la Gran Muralla China se hizo sola.
La pregunta inmediata es obligada: ¿está el hombre sometido a la entropía? Envejece y muere, sus elementos se dispersan, luego sí. Pero su código genético, que transmite, es inmutable, como el de las demás especies vivas: es decir que el hombre está hecho para seguir siendo hombre generación tras generación, sin convertirse, por mutación espontánea, en elefante o sardina.
El liberalismo y su herejía el marxismo (comunismo, socialismo, etc), basan su idea del hombre en la evolución. Como encuentran fósiles de animales extintos, suponen que unos se han ido convirtiendo en otros y eso que tenemos constancia de que el código genético de una especie de conserva y no hemos asistido al cambio brusco de una especie en otra en los años que llevamos recogiendo datos: cuatro mil y pico.
Pero sí hemos visto que, gracias a la intervención de la inteligencia (humana, por supuesto) llevamos siglos modificando vegetales para hacerlos más resistentes y productivos, o de ganado. Y ahora, con la gran genética desatada, ya hacemos nuevas especies, desde maíz transgénico a mascotas extrañas y peludas, pasando por la clonación de las «Dolly». El tiempo no es nada y la nada no actúa. Pueden pasar millones de años y conservar la especie su código genético, como cocodrilos, tortugas, hormigas, tiburones, celacantos, etcétera.
Lo que actúa o lo que permite llegar a actuar es la inteligencia y, o Dios intervino en la aparición y en la desaparición de los diferentes seres o el hombre, en otro momento de las historia (sólo conocemos hasta cuatro o cinco mil años atrás de los dos millones o más que hemos vivido), modificó los cromosomas propios o los sacó de algún lugar para montar aquí, en nuestra tierra, un parque zoológico. De ahí que añoremos el Paraíso: la tierra perdida de la que nos sacaron y en la que habíamos sido creados.
El Credo católico no me obliga a renunciar a estas ideas: sólo debo creer que Dios creó el mundo y a los hombres. Ni siquiera me obliga a creer en el Antiguo Testamento, que es la descripción de las andanzas de un Dios sanguinario y vengativo, aficionado a los genocidios. O sea, una idea de un Dios todopoderoso contada por un pueblo primitivo y nómada.
Lo que sí sé seguro es que el llamado «Evolucionismo» sólo sabe explicarse en función de sí mismo y no de pruebas. Que es una simple teoría y, además, imposible, tanto por la Entropía como por la conservación de las especies. Un exudado liberal inventado con la idea de apartar al hombre de Dios y rebajarle la categoría de Señor de la Creación, a la de un animal más del nicho ecológico.
Y he aquí una propuesta razonable, posible, pero nueva y, por lo tanto, no puede ser aceptada por el proyecto de inmovilismo mundial: Se ha escrito como ejemplo de como funcionaría la mentira silenciosa: nunca se publicaría una cosa así en este mundo de fin de milenio.
El gran problema del ser humano es que es gregario, que vive en sociedad: desde que hay hombres hay sociedad, pero no como pacto o "contrato social", sino porque es así, porque no tiene otro remedio, como no lo tiene tampoco a la hora de andar de pie o de hablar.
La vida en sociedad trae muchas ventajas y muchas desventajas y una grave cuestión: un grupo, pequeño o grande, necesita un director, un jefe, un presidente: como se le quiera llamar. Algunas épocas lo resolvieron aceptando como superior al más fuerte, o al más inteligente en la organización de la caza o de la guerra. Otras, como los romanos de la República, dividieron de tal forma el poder político, con los dos cónsules, que hicieron muy difícil lo que siempre ha sido el riesgo humano: el abuso de la autoridad o la apropiación de los caudales públicos.
En la actualidad, aceptada la convención de que la soberanía reside en el pueblo, en la opinión del pueblo para ser exactos, han aparecido mecanismos para formar o modificar esa opinión, lo cual falsifica cualquier proceso electoral, porque restringe la libertad de opinar o pensar de cada individuo. Pero, a cambio, hemos conseguido vivir en el Siglo de la Palabrería: ninguno como el XX, hasta la fecha.
No vale la pena hacer la crítica de las muchas carencias de la democracia liberal, desde que permite que se nos impongan leyes extranjeras o que los futuros gobernantes de España pertenezcan, como subordinados, a internacionales políticas que les dictan una determinada actuación.
Contra esta democracia liberal inmadura, seguramente método y excusa para llegar al gobierno mundial, no sirve (porque controla la información) la crítica a sus fallos. No penetra en el gran escudo que han creado en torno suyo, no traspasa los tópicos con los que se nos martillea todos los días: «Es el peor de los sistemas excluidos todos los demás», «El gobierno del pueblo por el pueblo y para el pueblo», «el menos malo de todos los sistemas», etcétera. La gente apresurada, ocupada por el trabajo o por el ocio, no suele dedicar más pensamientos: acepta los dichos recurrentes y se conforma. ¿Por qué? Porque no es verdaderamente democrática: sabe en su interior que mandan siempre los poderosos. Y así es.
Lo único que puede arreglar la multitud de malas situaciones que nos trae la democracia tímida de finales de siglo es ser verdaderos demócratas, insistir en que, por la democracia, es necesario dar más protagonismo al ciudadano, instrumentar métodos para que la opinión del hombre se manifieste más veces y con más contundencia; que participemos todos en las finanzas del estado y que, por ejemplo, nuestros impuestos sean recompensados con acciones de España, concebida como una S.A. Y crear, claro está una nación que dé beneficios que luego se puedan repartir, como algunos pueblos que explotan sus bosques y reparten las ganancias entre los vecinos: no sólo es posible sino que ya se hace.
Es necesario que cada votación se convierta en un contrato legal entre el elector y el elegido, de modo que si alguno de los dos no cumple acabe en los tribunales. Como es necesario un sistema para poder «retirar el voto dado», si no se cumple con las promesas electorales o por cualquier otra causa prometida al ciudadano.
También es necesario que en las leyes importantes (aborto, subida de impuestos, venta de patrimonio nacional, etcétera) los ciudadanos voten directamente y no a través de representantes de partidos: un referéndum que hoy, con los medios de comunicación instantánea, duraría menos que una votación clásica del Parlamento.
Esta democracia tímida crea descontento, paro, y no poca ruina. Hay que atreverse a aplicarle la lupa, el microscopio: magnificarla para que se vea mejor y así será como el pueblo español comprenderá la clase de trampa en la que le han metido y, a lo mejor, exige verdadera democracia, ya que le han enseñado a creer en ella. Pero, ¿democracia liberal o una verdadera?
Observaciones:
- Cualquier apelación a la juventud como virtud o como otra forma de madurez y de ver el mundo: sabes lo que quieres, JASP, etcétera, lleva mentira dentro.
- El gran remedio para la mentira es el mejor conocimiento de la lengua. Y por eso, porque los intoxicadores lo saben, hay en el mundo una epidemia de lenguaje pobre. Y por lo mismo, tenemos que tragarnos anuncios rnteros en extranjero, subtitulados o no.
- No hay vida pública y privada: quien trate de separarlas en un discurso o en cualquier parte, va a mentir o está mintiendo: para una persona sólo hay UNA vida, no varias.
- Toda ambigüedad (recordad a Arzallus) responde a la mentira. Sin excepciones. Muy especialmente a la mentira silenciosa.
- Toda imagen fotografiada o rodada, apartada del olor, de la vibración del aire, del cambio de ángulo y de la impresión que causa un ser vivo y no su imagen, es siempre una falsedad.La imagen de un líder, de un paisaje, de cualquiera, son formas de mentir, sobre todo si esas imágenes tienen un ritmo, responden al lenguaje cinematográfico. Sólo se entienden bien las cosas a su tamaño real.
- El primer requisito de la verdad es que sea clara y comprensible para todos. Si no se entiende, si contiene contradicciones, es mentira. Por ejemplo, las leyes de la Bolsa, con dos siglos de vida, no se conocen, aunque Keynes creyó hacerlo. Y si no se entienden al cabo de tanto tiempo sólo significa que no las hay, que la Bolsa no es un mercado libre sino manipulado.
- Cuando dudes de la verdad de algo, escríbelo a la inversa, mira si contiene algún sentido posible o quítale los elementos prescindibles, los que ni añaden ni modifican. El cielo es azul es una verdad, si lo miramos desde la tierra ( si no, es negro). Al reves, «azul es el cielo» significa lo mismo. Es verdad. En cambio veamos esta otra afirmación: El hombre rico explota al hombre pobre". Bien claro está que se toma el todo por la parte y que algunos ricos explotan a algunos pobres.Pero escribámoslo al revés: «El pobre explota al rico» lo que también puede ser verdad en parte pero que no puede usarse como generalización.
- No olvides nunca la acción de los medios de comunicación sobre el pensaniento, incluso sobre el tuyo, y considera que el incremento en su número, pues cada vez hay más, se contradice con los procesos de fusión de unos con otros, bajo la tendencia de llegar a concentrar en dos, tres empresas, la totalidad de la información.
- Hay que estudiar un hecho fundamental: ¿Por qué la mentira se olvida antes que la verdad?La psicología, al tratar de frustraciones y otras enfermedades más graves, deja claro que el Olvido es un mecanismo de defensa. A más mentira, más olvido.
- ¿No se puede usar la mentira contra la mentira, en legítima defensa? No: es un imposible. Porque si dices lo contrario de la mentira, ya estás buscando la verdad.
- La mentira organizada no es tonta y suele usar la verdad, pero en partes. Es más: para mentir hay que saber la verdad o hacer una buena imitación de ella.
- A veces mentir es conocer. Está el que repite ideas, corrientes artísticas, filosóficas o literarias, etcétera, pero si se consigue llegar al origen de algunas mentiras, encontraremos a alguien que sabe, a alguien que ha decidido usar ideas falsas como verdades.
- Todo lo que enseña a desear cosas, objetos, es un subterfugio.
Este descanso se termina con algo grave que sucede todos los días:
- Hay un sistema para mentir sin hacerlo:la repetición constante de una idea verdadera, cosificándola de un modo tan implacable que la gente acaba rechazándola. De ahí que las empresas (en publicidad) cambien de slogan cada cierto tiempo y los partidos (en propaganda) modifiquen su imagen y reescriban su mensaje con otras palabras.
Este error se cometió por muchos, dañando sus propios intereses e incluso provocando chites. Basta con recordar la repetición incesante de una verdad: "el hombre como portador de Valores Eternos", que acabó percibiéndose como tópico y dejó de hacer efecto. También ha sucedido con saturaciones de canciones, de libros, de máquinas...
Mentira de repetición
Muy relacionada con el concepto anterior, la mentira de repetición: Se ve a menudo que quienes pertenecen a doctrinas totalitarias hablan permanentemente de derechos humanos. Con gran algarabía y con el apoyo de bastantes medios de información y, por la repetición, han conseguido que muy pocos los conozcan como fueron promulgados por la ONU, o que «se los imaginen» y, así, todos hablan de ellos pero ninguno los conoce. Y mucho menos se les ocurre asociarlos con los deberes correspondientes.
Pero el mundo agusanado de hoy ha caído en el despropósito, en el vicio de hablar de lo que desconoce, todo lo más después de oir a un locutor, de modo que, si llevas la contraria a la mentira (oficial y bendecida) tendrás mucho más rechazo que si llevas la contraria a la verdad.
Por lo mismo, ojo con la libertad de pensamiento (aquellos viejos "librepensadores"). Es duro de aceptar, pero no se puede pensar libremente como no se puede dejar de respirar libremente: no sería pensar. El pensamiento, cualquiera, tiene normas, como el cultivo del algodón o el juego del Ajedrez y como todo en este mundo. ¿Se es libre frente a la Física y la Química? ¿Pide alguien libertad de física, libertad de matemática o libertad de la ley de gravedad? Esa libertad sólo puede hacer referencia a sobre qué pensar y no sobre cómo hacerlo.
Criticando este libro y no todo él, un amigo, premio Mariano de Cavia, don Juan Luis Calleja, una de las mentes que mejor entienden la publicidad y la propaganda, me escribió: "Un programa político contra el capitalismo es algo así como un programa contra la Locomoción o contra la Lucha por la Vida. No libraremos de la necesidad locomotriz al peatón porque suprimamos el bólido del rico". Pero esta crítica, de la que se me avisa que contiene truco, se debe a la polisemia: «Capitalismo» no equivale a propiedad privada, ni a empresa siquiera; mucho menos a ideología, porque es una herramienta de ciertas ideologías: liberalismo y marxismo, que usan la acumulación de capital como instrumento de dominio y para acabar, precisamente, con la propiedad privada, substituyéndola por la propiedad anónima del liberalismo, o estatal del marxismo.
Pero se ha enseñado a muchos que el capitalismo es una ideología y no un método, exactamente igual que se ha hecho con la democracia, que tampoco es ideología sino forma y método. Ha sido la mentira organizada quien ha deformado los contenidos por el sistema de la mentira de repetición, de modo que muchos ya no saben qué es cada cosa, como antes se decía del conocimiento de los Derechos Humanos, que son muy ilustrativos y que recuerdan otra clásica maniobra de la mentira: cuando un mismo grupo, partido, organización, propugna cosas contradictorias, como el PNV y el sr. Arzallus: no se consigue saber qué es verdad y, tampoco, qué es mentira.
Declaración universal de los derechos humanos
Adaptada y proclamada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en su resolución 217 A (III), de 10 de diciembre de 1948.
Preámbulo
Considerando que la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana.
Considerando que el desconocimiento y el menosprecio de los derechos humanos han originado actos de barbarie ultrajantes para la conciencia de la humanidad; que se ha proclamado, como la aspiración más elevada del hombre, el advenimiento de un mundo en que los seres humanos, liberados del terror y de la miseria, disfruten de la libertad de palabra y de la libertad de creencias.
Considerando también esencial promover el desarrollo de relaciones amistosas entre las naciones.
Considerando que los pueblos de las Naciones Unidas han reafirmado en la Carta su fe en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana y en la igualdad de derecho de hombres y mujeres; y se han declarado resueltos a promover el progreso social y a elevar el nivel de vida dentro de un concepto más amplio de la libertad.
Considerando que los Estados Miembros se han comprometido a asegurar, en cooperación con la Organización de las Naciones Unidas, el respeto universal y efectivo a los derechos y libertades fundamentales del hombre y Considerando que una concepción común de estos derechos y libertades es de la mayor importancia para el pleno cumplimiento de dicho compromiso,
La Asamblea General Proclama la presente Declaración Universal de Derechos Humanos como ideal común por el que todos los pueblos y naciones deben esforzarse, a fin de que tanto los individuos como las instituciones, inspirándose constantemente en ella, promuevan, mediante la enseñanza y la educación, el respeto a estos derechos y libertades, y aseguren, por medidas progresivas de carácter nacional e internacional, su reconocimiento y aplicación universales y efectivos, tanto entre los pueblos de los Estados Miembros como entre los de los territorios colocados bajo su jurisdicción.
Artículo 1. Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros.
Artículo 2. 1. Toda persona tiene todos los derechos y libertades proclamados en esta declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición.
2. Además, no se hará distinción alguna fundada en la condición política, jurídica o internacional del país o territorio de cuya jurisdicción dependa una persona, tanto si se trata de un país independiente, como de un territorio bajo administración fiduciaria, no autónomo o sometido a cualquier otra limitación de soberanía
. Artículo 3. Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona.
Artículo 4. Nadie estará sometido a esclavitud ni a servidumbre; la esclavitud y la trata de esclavos están prohibidas en todas sus formas
. Artículo 5. Nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes.
Artículo 6. Todo ser humano tiene derecho, en todas partes, al reconocimiento de su personalidad jurídica.
Artículo 7. Todos son iguales ante la ley y tienen, sin distinción, derecho a igual protección de la ley. Todos tienen derecho a igual protección contra toda discriminación que infrinja esta Declaración y contra toda provocación a tal discriminación.
Artículo 8. Toda persona tiene derecho a un recurso efectivo, ante los tribunales nacionales competentes, que la ampare contra actos que violen sus derechos fundamentales reconocidos por la Constitución o por la ley.
Artículo 9. Nadie podrá ser arbitrariamente detenido, preso o desterrado
. Artículo 10. Toda persona tiene derecho, en condiciones de plena igualdad, a ser oída públicamente y con justicia por un tribunal independiente e imparcial, para la determinación de sus derechos y obligaciones o para el examen de cualquier acusación contra ella en materia penal.
Artículo 11. 1. Toda persona acusada de delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras no se pruebe su culpabilidad, conforme a la ley en juicio público en el que se le hayan asegurado todas las garantías necesarias para su defensa.
2. Nadie será condenado por actos u omisiones que en el momento de cometerse no fueron delictivos según el Derecho nacional o internacional. Tampoco se impondrá pena más grave que la aplicable en el momento de la comisión del delito.
Artículo 12. Nadie será objeto de injerencias arbitrarias en su vida privada, su familia, su domicilio o su correspondencia, ni de ataques a su honra o reputación. Toda persona tiene derecho a la protección de la ley contra tales injerencias o ataques.
Artículo 13. 1. Toda persona tiene derecho a circular libremente y a elegir su residencia en el territorio de un Estado.
2. Toda persona tiene derecho a salir de cualquier país, incluso del propio, y a regresar a su país.
Artículo 14. 1. En el caso de persecución, toda persona tiene derecho a buscar asilo, y a disfrutar de él, en cualquier país.
2. Este derecho no podrá ser invocado contra una acción judicial realmente originada por delitos comunes o por actos opuestos a los propósitos y principios de las Naciones Unidas
. Artículo 15. 1. Toda persona tiene derecho a una nacionalidad.
2. A nadie se privará arbitrariamente de su nacionalidad ni del derecho a cambiar de nacionalidad.
Artículo 16. 1. Los hombres y las mujeres, a partir de la edad núbil, tiene derecho, sin restricción alguna por motivos de raza, nacionalidad o religión, a casarse y fundar una familia; y disfrutarán de iguales derechos en cuanto al matrimonio, durante el matrimonio y en caso de disolución del matrimonio.
2. Sólo mediante libre y pleno consentimiento de los futuros esposos podrá contraerse el matrimonio.
3. La familia es el elemento natural y fundamental de la sociedad y tiene derecho a la protección de la sociedad y del Estado
. Artículo 17. 1. Toda persona tiene derecho a la propiedad, individual y colectivamente.
2. Nadie será privado arbitrariamente de su propiedad.
Artículo 18. Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado, por enseñanza, la práctica, el culto y la observancia.
Artículo 19. Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión, este derecho incluye el de no ser molestado a causa de opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.
Artículo 20. 1. Toda persona tiene derecho a la libertad de reunión y de asociaciones pacíficas.
2. Nadie podrá ser obligado a pertenecer a una asociación.
Artículo 21. 1. Toda persona tiene derecho a participar en el gobierno de su país, directamnete o por medio de representantes libremente escogidos.
2. Toda persona tiene el derecho de acceso, en condiciones de igualdad, a las funciones públicas de su país.
3. La voluntad del pueblo es la base de la autoridad del poder público; esta voluntad se expresará mediante elecciones auténticas que habrán de celebrarse periódicamente, por sufragio universal e igual y por voto secreto u otro procedimiento equivalente que garantice la libertad de voto.
Artículo 22. Toda persona, como miembro de la sociedad, tiene derecho a la Seguridad Social y a obtener, mediante el esfuerzo nacional y cooperación internacional, habida cuenta de la organización y los recursos de cada Estado, la satisfacción de los derechos económicos, sociales y culturales, indispensables a su dignidad y al libre desarrollo de su personalidad.
Artículo 23. 1. Toda persona tiene derecho al trabajo, a la libre elección de su trabajo, a condiciones equitativas y satisfactorias de su trabajo y a la protección contra el desempleo
. 2. Toda persona tiene derecho, sin discriminación alguna a igual salario por igual trabajo.
3. Toda persona que trabaja tiene derecho a una remuneración equitativa y satisfactoria que le asegure, así como a su familia, una existencia conforme a la dignidad humana y que será completada, en caso necesario, por cualesquiera otros medios de protección social.
4. Toda persona tiene derecho a fundar sindicatos y a sindicarse para la defensa de sus intereses.
Artículo 24. Toda persona tiene derecho al descanso, al disfrute del tiempo libre, a una limitación razonable de la duración del trabajo y a vacaciones peródicas pagadas.
Artículo 25. 1. Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios; tiene asimismo derecho a los seguros en caso de desempleo, enfermedad, invalidez, viudez, vejez y otros casos de pérdida de sus medios de subsistencia por circunstancias independientes de su voluntad.
2. La maternidad y la infancia tienen derecho a cuidados y asistencia especiales. Todos los niños, nacidos de matrimonio o fuera de matrimonio, tienen derecho a igual protección social.
Artículo 26. 1. Toda persona tiene derecho a la educación. La educación debe ser gratuita, al menos en lo concerniente a la instrucción elemental y fundamental. La instrucción elemental será obligatoria. La instrucción técnica y profesional habrá de ser generalizada; el acceso a los estudios superiores será igual para todos, en función de los méritos respectivos.
2. La educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana y el fortalecimiento del respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales; favorecerá la comprensión, la tolerancia y la amistad entre todas las naciones y todos los grupos étnicos o religiosos; y promoverá el desarrollo de las actividades de las Naciones Unidas para el mantenimientos de la paz. 3. Los padres tendrán derecho preferente a escoger el tipo de educación que habrá de darse a sus hijos. Artículo 27. 1. Toda persona tiene derecho a tomar parte libremente en la vida cultural de la comunidad, a gozar de las artes y a participar en el progreso científico y en los beneficios que de él resulten. 2. Toda persona tiene derecho a la protección de los intereses morales y materiales que le correspondan por razón de las producciones científicas, literarias o artísticas de que sea autora. Artículo 28. Toda persona tiene derecho a que se establezca un orden social internacional en el que los derechos y libertades proclamados en esta Declaración se hagan plenamente efectivos. Artículo 29. 1. Toda persona tiene deberes respecto a la comunidad puesto que sólo en ella puede desarrollar libre y plenamente su personalidad.
2. En el ejercicio de sus derechos y en el disfrute de sus libertades, toda persona estará solamente sujeta a las limitaciones establecidas por la ley con el único fin de asegurar el reconocimiento y el respeto de los derechos y libertades de los demás, y de satisfacer las justas exigencias de la moral, del orden público y del bienestar general en una sociedad democrática.
3. Estos derechos y libertades no podrán en ningún caso ser ejercidos en oposición a los propósitos y principios de las Naciones Unidas.
Artículo 30. Nada de la presente Declaración podrá interpretarse en el sentido de que confiere derecho alguno al Estado, a un grupo o a una persona, para emprender y desarrollar actividades o realizar actos tendentes a la supresión de cualquiera de los derechos y libertades proclamados en esta Declaración.
¿Había leído esta verdadera declaración de derechos humanos hecha por la ONU, esas Naciones Unidas que proclaman que todos los hombres son iguales y que tienen derecho a elegir a sus representantes por sufragio, mientras mantiene a siete naiones con derecho a veto (desiguales) y no hay noticias de que ningún país haya elegido por sufragio a sus representantes en las Naciones Unidas?
Muchos claman por los Derechos Humanos y no los han leído jamás, y esto afecta, por ejemplo, al juez Garzón (artículo 11, 2.) en muchas de sus actuaciones, a los servicios de «inteligencia» de casi todos los Estados, a todos los parados, a todos los analfabetos, a todos los purgados de sus cargos por motivos ideológicos y, en general, al mundo entero, que no tiene defensa contra el poder ni capacidad o dinero para expresar libremente sus pensamientos. No hay libertad (ni justicia) en la casa del pobre.
Pero hay un fin inevitable
Sí, sí: La mentira no puede ser constante para siempre, porque hay una serie de leyes, físicas las más, que lo impiden: el cambio de hombres, el relevo generacional en la dirección de la mentira; el hecho de que la mentira misma, al paso de la sociedad, tiene que cambiar de rumbo... es más: el plazo de vida de una mentira buena no suele exceder a los cien años, aunque las bases que se han fabricado para apoyarla en una idea pueden tardar más en languidecer y morir
El refrán (ojo con refranes y frases hechas, que pueden ser un buen caldo de cultivo para la falsedad) suele acertar si no se abusa de él: no hay ni bien ni mal que cien años dure.
Pero mi amigo D. Juan Luis Calleja, hombre que ha estudiado y domina el arte más difícil: hacer publicidad y propaganda honestas, sin mentir, me ha hecho reparar en ello de otro modo: «LA MENTIRA REPETIDA SE HACE VERDAD. Como esta idea la practicaron Goebbels y Lenin, vale preguntarse: ¿Dónde están las verdades que lograron estos dos señores? ¿Quién les cree hoy?. Hay un dicho anónimo más comprobado que el de ese par de genios: antes se coge a un mentiroso que a un cojo. Que la mentira prospere e incluso arrase no pueba que permanezca.»
«Para alargar ese plazo (esa fecha de caducidad añade el autor) necesita el despotismo. Se lo advertía Stain a Trotsky: Nada de libertad. Dictadura o nos echarán. Gorvachov, al parecer, pensaba como Trotsky. Quiso la Glasnost, la transparencia, la libertad y, entonces, pudo gritar el mundo comunista: MENTIRA. Y cayó el Muro de Berlín y, con él, todo lo demás»
Don Juan Luis, este hombre de la comunicación y de la literatura, dice algo más de lo que parece: que la mentira, para sobrevivir, se ha de volver tiranía: despotismo y el despotismo rara vez sobrevive al déspota, porque, como vimos, la tiranía se hace inmovilismo: Estas son nuestras verdades, intangibles, válidas para siempre. Si se cambian mueren de infarto, es decir, de lógica. Y si no se cambian, mueren de vejez, de inutilidad, de distancia.
Se puede, sí, conseguir que un grupo limitado, pequeño, mantenga durante siglos unas costumbres o unas ideas fijas, pero, al contacto con verdades más claras y exactas, se disipan a no ser que, como en el caso del comunismo, no se permitan otras verdades, se viva en la constante censura y en la persecución de todo normal innovador que los tiempos traen en cada generación. Rusia se encerró en sí misma. China todavía lo está. Y los propios Estados Unidos, presunto paraíso de la libertad, cuidan mucho de dar a los americanos las «ideas» y los valores americanos: sois los más libres, los más fuertes, los más ricos, los más inteligentes. Si el mundo malvado os hace ascos es que os envidia. Hay, pues, un enorme muro «de la libertad» en torno a Estados Unidos, donde se estudia sólo lo americano, la geografía de USA, la historia de USA, la Versión democrática de USA, el derecho de USA a dirigir el mundo y a enseñarle la verdad. Ellos nos dan, por ejemplo, Moby Dick y no quieren escuchar La Vida es Sueño. Nos cuentan sus relatos de frontera del siglo pasado, con sus gunmen, y no saben nada de los ocho siglos de luchas fronterizas españolas o de los trabajos imperiales de Carlomagno.
Ellos, como los rusos, también están ensimismados, sometidos a verdades tópicas y a mentiras cojas, que tratan de extender apoyados en esa herramienta llamada Dólar. Pero están consiguiendo en su tierra, como los rusos en la URSS, unas terribles batallas, unas verdaderas guerras civiles entre ciudadanos, un estado policial, un índice de crímenes como no ha conocido nunca la humanidad y un mundo en el que sólo quede un valor: el dinero.
El cambio mata
Se acaba: cuanto se construya sobre la mentira y para la mentira, que puede dar resultados inmediatos muy útiles, no puede sobrevirvir más que un número limitado de años. El tiempo mismo se encarga de atrapar, de desvestir la mentira básica. Se pueden fingir determinadas evoluciones, pero todo se acaba:
-Si se cambia de mentira como soporte, esa mentira occidental que hemos visto apoyada en el liberalismo, en Rousseau, en Montesquieu, en el Romanticismo y sus variantes, todo el mundo recupera la transparencia y las personas ven por primera vez la verdadera libertad (saber) y la verdadera felicidad (estar sin ataduras consumistas).
-Pero si no se cambia, si la mentira se empecina a seguir como cuando nació, el tiempo, por más que se le embruje con la moda, el tiempo arrastra a la sociedad inmóvil hasta que las verdades adoradas y repetidas durante años, se convierten en cáscaras, en vaciedades que nadie cree ya, como sucedió con los Dioses de Roma. Para evitarlo, los más poderosos de la tierra tienen que acudir al despotismo y conseguir que sus víctimas lo sientan como libertad: la entrada de EEUU en la Primera y la Segunda Guerras Mundiales fué uno de esos métodos. "Salvaron Europa", pero, en realidad, la conquistaron y la compraron. Descolonizaron África y el mundo en general, para colonizarlo con una nueva versión de colonialismo. Y, aún así, su última idea universal ha consistido en atreverse en pregonar el inmovilismo final: cuanto todos seamos los mismos, no hará falta cambiar nada. Habremos traído la libertad al universo.
Si ya se atreven a decir cosas así, sólo significa lo bajas que están sus reservas de credulidad y de ideas nuevas. Están atrapados, estos hombres del Nuevo Orden Mundial, como lo estuvo la URSS hace unos años: Si cambian, la mentira desaparecerá. Si no lo hacen, el inmovilismo acabará con ellos:¿A cuántas generaciones más podrán encandilar con la idea de que el destino del hombre sobre la tierra es hacerse rico?
Dios nos libre del mesianismo, compañero de la profecía falsa, del futuro inventado: Marx decía que inevitablemente, y tras pasar por la dictadura del proletariado, llegaríamos a la sociedad sin clases, a la sociedad comunista, que sería la culminación de la historia: ya no nos moveríamos de ella. Ya sabemos lo que valía aquella profecía. Incluso los más fanáticos han tenido que reconocer el fracaso absoluto.Pero es que los de las 13 Colonias, desde que se ampararon en el liberalismo para lograr la independencia por las armas (y con la ayuda de España), también definieron un destino continental y posteriormente mundial. También aspiraban, como el marxismo, al dominio universal, a «cambiarlo todo para que nada cambie», a ser pueblo escogido y a llegar, justo como el comunismo, al momento en que la historia ya no puediera cambiar ni evolucionar. Es aquí donde se descubre el íntimo parentesco entre las dos fuerzas que se han dedicado a aterrorizar a los hombres durante cincuenta o más años.
Son ahora fuerzas atrapadas. Ya no cuidan siquiera de las apariencias y basta con atender un poco a la clase de noticias contraindicadas que nos llegan de Rusia y de Usa, que ponen al descubierto como son y han sido siempre una gran construcción falsa, un algo basado en la mentira y su refuerzo permanente.
La gente es muy numerosa y a la gente, aunque no le expliques lo que es mentira, no se le escapan los detalles. Comprende que llevan cincuenta, cien años contándoles la misma historia y el mismo paraíso artificial donde les aguarda la felicidad en la tierra. Pero no lo han visto y sospechan que no lo verán.
La más que previsible saturación de la publicidad y de la propaganda, tantos objetos hermosos e ideas prometedoras que llegaban por primera vez, ahora suenan a cosa sabida, a letanía, casi a oración a Moloch, y han perdido, propaganda y publicidad, gran parte de su magia, salvo entre los más jóvenes, que ya madurarán en su momento. Las mentiras tópicas sobre las que descansa todo el artificio, están ya viejas. Nos las sabemos de tal modo, incluso los españoles, se nos ha insitido tanto en ellas, que nos aburren y no somos capaces de escucharlas más que con el espíritu crítico y zumbón, como un amigo mío, en otro tiempo, que solía preguntar «¿El nacional -sindicalismo se come con cuchara o con tenedor?»
Y como la democracia (más en las naciones más pobres) vive y sobrevive por la publicidad y la propaganda y no por la fidelidad, si fallan estos mecanismos de conformación de la opinión y dejan de atenderse, el sistema liberal desaparecerá y esos pueblos engañados durante siglos, desorientados después, verán venir los ejércitos invasores y no los pararán con electrodomésticos.
La gran Atadura
Pero en este trabajo hemos partido de dos presupuestos: primero, que no hemos llegado al final de esta historia prefabricada por la ingeniería social y que, quienes organizan el mundo en función de mentiras determinadas, no son estúpios ni ignorantes. Si nosotros hemos visto el problema, si nosotros ya sabemos desconfiar de quien se dice «ciudadano del mundo», de quien habla, desea y promete «paz universal,» mientras las guerras no se terminan. Si hemos visto, pese a la presión y pese a las leyes y los derechos humanos, que hay ideas «permitidas» e ideas «perseguidas» de palabra o de silencio.
Si estamos viendo crecer el número y el uso de las frases hechas. Si comprobamos la paulatina retirada de morales y fe, como las cristianas, sin que el clero en masa se eche a la calle a catequizar de nuevo. Si sabemos que el descenso de la natalidad coincide con el aumento del paro, y que ambas cosas pueden solucionarse con esfuerzos casi mínimos. Si hemos señalado que hay gran cantidad de conceptos y de imágenes que van a favor de los "pecados", porque los "pecados" son tentaciones cuyo buen funcionamiento nos consta. Si hemos aprendido que el Poder no se puede dividir, porque deja de serlo. Si sabemos que los políticos son los asistentes, los mayordomos de ese Poder y que lo sirven con la misma herramienta: la mentira. Si sólo unos pocos (nosotros) no ofrecemos la verdad o las verdades eternas, sino embarcarnos en su búsqueda seria y medida. Si hemos rescatado la idea de que la libertad coinsiste en poder saber cuanto nos concierna y eso es precisamente lo que nos niegan. Si se protege más a la naturaleza que al hombre, con viejas excusas, pues sabemos que los entornos naturales, los nichos ecológicos, han cambiado cientos de veces en nuestro mundo y aquí seguimos (Glaciaciones, por ejemplo).
Si ya nos atrevemos a decirlo públicamente, pese a la "presión del orbe encanallado" y a sueldo. Si es la verdad la que da naturaleza a la mentira y se miente por miedo a esa verdad; si sabes que la termodinámica es general y que a todo avance de la falsedad se corresponderá una reacción en sentido contrario, es decir, por la verdad. Si ya estamos enterados de que ni mentiras ni mentirosos resisten al sentido del humor o a la exageración... ¿No es natural pensar que el enemigo, el que quiere imponernos la mentira y, con ella, su poder absoluto, lo sabe ya y está tomando medidas?
Decíamos, que por la fuerza de la inteligencia humana, la mentira de los últimos tiempos está entre la espada y la pared, pero sigue luchando, ¿por qué será? Pues porque los enemigos de la libertad y del progreso, del cambio y de la verdad, siguen sin ser tontos y saben la historia que tratan de no enseñarnos:
Saben que, a la larga, no se domina al hombre ni con el terror, ni con el miedo endémico, ni con el silencio ni con la ignorancia, que han sido sus herramientas. Saben que el hombre sólo se ha ordenado cuando en su interior tenía una clara conciencia de la verdad y de lo futuro.
Saben que el cristianismo no necesitó policías, porque los creyentes, por amor de Dios o por miedo al diablo, se controlaban desde dentro a través de sus propias convicciones. Es decir a través de la moral, de las costumbres y de las normas sentidas como justas, que tienen mucha más fuerza que un latigazo.
De ahí que, vista la futura desaparición de las ideas, estén reforzando todos los mensajes falsos, incluso amparándolos en movimientos semirreligiosos como el ecologismo o la igualdad. No parece importarles ya que se note claramente la maniobra, la negación de la cultura, la desaparición de la historia del pensamiento, el descrédito de la Iglesia que, inocentemente, está pidiendo perdón por edades pasadas que ni ella (hoy) ni nosotros protagonizamos. Y fomentan cuanto desune, como pueden ser los separatismos, los lenguajes minoritarios y desconocidos, la substitución de la idea de bien por la de provecho, y la del amor por la de la concupiscencia.
Se descaran, se desenmascaran porque saben que la única y última oportunidad de sobrevivir con sus mecanismos de poder, es conseguir que las personas acepten este universo falso que se predica en todas partes, como parte de su interior, de su moral y crean en esas mentiras como si fueran verdad y, desde el fondo de sus almas, las apoyen como apoyaron, por ejemplo, la moral cristiana..
Es cuanto les queda a los señores de la Mentira, a los que han decidido dominarnos y reducirnos a situaciones de poca creatividad social. Al inmovilismo. Si aprietan el acelerador; si la mentira abunda más cada instante, si se enseña a atacar a los débiles y a proteger a los fuertes (que se enseña), si procuran que nadie piense que va a morir para que, ignorándolo, se dejen seducir por el ansia de posesión de objetos y de personas, si el romanticismo se hace más violento y sanguinario, más pornográfico y desalmado, es porque saben que hay reacciones muy profundas, jóvenes que responden verdades y disfrutan con ellas y que el plan (cualquiera que sea) que justifica este asalto de la mentira organizada al mundo, iniciado en las cercanías de la Revolución Americana, está fallando muy de prisa y que es cuestión de tiempo, de poco tiempo, que la gente se organice para recuperar verdades que le han sido arrebatadas o, más groseramente, para pedir que las normas monetarias y contables, voluntariamente oscuras y complejas, se vuelvan claras y comprensibles sin justificar ya esa enorme serie de robos legales que nos vienen aplicando.
¿Se amoldarán, contrarreloj, los ciudadanos a las nuevas verdades lanzadas en masa y las usarán como freno o como estímulo, según las circunstancias, en la vida social, sin reparar en su mentira?
Es razonable pensar que esta explosión de falsedad, cada día más fuerte, se debe a los sucesivos fracasos y que, con que sólo las personas se pongan en guardia, sólo con eso, sucederán grandes cambios sociales que llevan muchísimos años siendo refrenados, escamoteados, y escondidos para conducir al hombre al paraíso de los corderos: el hato.
Mentiras manuales
Hemos tratado esta introcucción a la mentira atendiendo a quien la emite: los medios de comunicación, normalmente dominados por una corporación o un banco, que a su vez, con el Poder Único, tratan de hacer un mundo a su medida: como todos los déspotas que ha sufrido la humanidad, nosotros tenemos los nuestros, con más medios que hace doscientos años, y la misma decisión: ser los amos del hombre.
También atendimos al cómo se emite, es decir a los subterfugios basicos para la transmisión de la mentira, desde el cambio de sentido de las palabras al romanticismo, al nacionalismo, a la opinión valorada por encima de la verdad y como su natural substituta.
Y, por último, al desde dónde se emite la mentira, es decir a la posición ideológica del que miente o hace mentir, llegando, con sorpresa, a identificar al Liberalismo y sus evoluciones como punto de partida; hemos visto, sin lugar a dudas, la identidad de objetivos de Marxismo y Liberalismo, tan emparentados y el férreo dominio que ambos intentan instalar en nuestro mundo. Se dice «ambos» porque el comunismo llevaba liquidado desde la II Guerra Mundial, en que los USA empezaron a montar en Rusia fábricas, industrias pesadas y todas las innovaciones técnicas y a alimentar, practicamente gratis, a los pueblos de la URSS que si siquiera sacaban ya (gracias a una planificación enloquecida) lo suficiente para cubrir sus necesidades.
Este juego, de ira pública y de entendimiento privado, duró hasta que un presidente americano, no masón, cortó la ayuda a fondo perdido y les amenazó con un tipo de guerra que se llamó "de las Galaxias".
Rusia, dicen, eligió la libertad, pero solamente se adhirió a una parte de lo que ya era: una herejía liberal y su transformación no la ha separado de su aliado secreto, Estados Unidos, sino que la ha incorporado al otro método de dominación no marxista: el liberalismo. Ambas tendencias se han hecho la misma y, quien lo dude, que contabilice el número de billones que las sociedades democráticas, España incluida, han prestado a Rusia, sin duda a fondo perdido, para evitar que una explosión final allí acabe con lo que resta de sus planes imperiales.
Porque hubo y hay comunistas verdaderos, gentes que creyeron en una doctrina semirreligiosa de buena fe, aunue se basara en la destruccion de una determinada clase social.. Como hay personas, de buena fe también, que creen (con reverencia) que el mercado se regula solo, que verdad y mentira son asuntos relativos y que, en efecto, el pueblo no puede equivocarse. Necesitan todos ellos una segunda oportunidad. Y nosotros también.
Y es el momento de terminar, y de hacerlo con una cita evangélica: «El reino dividido perecerá» La certeza de esta cita ha sido la culpable de más de doscientos años de mentira, de ingeniería social y de guerras y asesinatos.
La gran respuesta es bien sencilla: la Unión.
Sí, pero ¿qué hay de las «mentiras manuales» anunciadas en el título del capítulo? Muy sencillo son el enguaje corporal, a veces inconsciente, que usan los hombres cuando mienten o cuando dicen la verdad:
Mentira manual
En el trabajo ya se dijo que el hombre es comunicación, y no existe solamente la hablada y la escrita, sino la corporal, las posiciones que adoptamos para hacer o disimular una cosa u otra, posiciones que los buenos vendedores o anunciantes interpretan rápidamente.
Nuestra mente se impone a nuestro organismo y nos traiciona. ¿Por qué el varón siente instinto de protección por la mujer de un modo inevitable? Porque la mujer tiene los rasgos más pequeños y aniñados, lo que tomamos los varones por belleza, y, si estamos hechos para proteger a los niños, también, inconscientemente, identificamos a la mujer con la infancia dadas sus características de rasgos pequeños, falta de vello y barba, voz aguda y otros detalles.
Con esto quiere decirse que esas cosas que no siempre comprendemos tienen una buena razón. Inconsciente a veces, pero verdadera y, lo que es mejor, inevitable. Por ejemplo, el hombre triste y preocupado, si empieza a sonreír, aunque sea a disgusto, acaba cambiando de humor y sintiéndose más eufórico. El que llora y piensa que llora, seguirán haciéndolo y entristeciéndose. El que huye de repente, hará huir a los demás. El que tiene que pelear y se enmascara (como la eta o la Ertzaina) combatirá mejor en el anonimato, con menos miedo también. El que lleva las manos en los bolsillos, en principio adopta una actitud defensiva y, si se defiende sin que le ataquen (caso Aznar y sus bolsillos), seguramente es que está mintiendo, dicendo cosas que no serán convenientes para su auditorio. Quien anda con los brazos atras y las manos cogidas por la espalda, es hombre que va tranquilo y sin miedo: dirá verdad en la mayor parte de los casos.
El que quiera provocar o desagradar a otros, no tiene más que colgar ambos pulgares del cincurón, o un solo. Es una actitud desafiante y así se interpreta. La mujer que cuelga el pulgar de la abertura del bolsillo mientras el resto de la mano cae hacia abajo, está trasmitiendo necesidades sexuales. Si alguien que nos habla o está cerca nos apunta con una pierna y su pie, es que atiende y nos depara cierta benevolencia. Lo mismo si nos habla volviendo hacia nosotros la cadera. Al revés, es que no nos hace caso. El que va por el mundo silbando, es persona poco dada a pensamientos o a promesas.
¿Y cómo saber quién nos miente por su postura?. Hay muchos datos que pueden observarse y que figurarán en libros para defendernos de la mentira, reina del mundo de la información. Señalemos unos cuantos que, aunque los sepa el mentiroso, no acaba de controlarlos: Una forma de evitar que el mensaje de alguien llegue al público es golpear la mesa con los nudillos y el suelo con los pies. El golpe con los nudillos es, además, provocación. Si lo hace quien habla, está mintiendo o exagerando asombrosamente. Lo mismo sucede con quien, mientras habla, tamborilea con los dedos sobre la mesa. Si es el que escucha, es que se aburre y no se cree nada, como el que apoya la barbilla en la palma de la mano: se aburre y no atiende. En Cambio, un cuerpo inclinado hacia adelante y una mano acariciando la barbilla son señales de atención, y si las hace el que habla, el orador, señales de que está convencido de lo que dice y que lo piensa mientras lo dice.
Si quien escucha ladea la cabeza a un lado u otro, es que presta atención. Si lo hace quien habla, es que tiene interés en llegar a los demás con claridad: normalmente dirá la verdad. Si el que escucha, apoya el pulgar en la barbilla y mantiene hacia arriba el dedo índice, apoyado en la cara, es que tiene pensamientos negativos hacia lo que oye. Si lo hace quien habla, es que no está seguro de la verdad de lo que dice.
Cuando uno se acaricia la barbilla, normalmente está tomando una decisión sobre lo que ha oído o lo que ha dicho. Del mismo modo, y para tomar decisiones, el barbudo se pasa los dedos por la barba pero si toda esta gente que toma decisiones, en un momento dado, se echa hacia atrás y se cruza de brazos, es que no ha sido convencida. Pasa lo mismo con el que va a hablar: si está echado hacia atrás en su silla y con los brazos cruzados (gesto típico de Narcís Serra, que en su vida habrá dicho alguna verdad), es que miente, lo mismo que el que se desparrama en el asiento o cruza exageradamente las piernas, los pies (que no suelen verse), o si el que habla se rasca la cabeza o, (si está sentado) apoya las manos en los muslos, o en el borde de la silla, indica que ya está cansado de hablar y, cuando no se miente, normalmente no se cansa una persona por decir la verdad.
Cuando alguien se entusiasma (según Hess) las pupilas se le dilatan aunque no se modifique la cantidad de luz. El que dice verdad, dilata las pupilas. Rara vez se entusiasma el que está mintiendo, porque tampoco él cree lo que dice. Las actitudes negativas, como son la mentira, el mal humor o el enfado, obran al revés: el que miente o piensa en hacer daño, contrae las pupilas sin que pueda evitarlo. Por lo tanto, también hay que desconfiar de quienes nos hablan con gafas de sol. A hombres y mujeres (para que no se confunda nadie) se les dilatan las pupilas cuando se sienten excitados de amor. Los novios se miran a los ojos buscando estas señales. Y, ante pornografía, al varón se le dilatan las pupilas hasta tres veces el tamaño normal, y a la mujer más todavía: en ambos casos opueden mentir para tratar de salirse con la suya.
La cantidad de tiempo en que se nos mira directamente a los ojos puede causar una buena observación sobre el asunto que nos ocupa: cuando alguien nos miente o nos quiere ocultar algo, nos mira a los ojos menos de una tercera parte del tiempo: se trata de un individuo deshonesto. Cuando alguien sostiene la mirada dos tercios del tiempo, una de dos: o nos considera atractivos (en el mejor de los sentidos, es decir que valemos la pena) y las pupilas se le dilatan, o nos está desafiando, y las pupilas se le contraen. Y, en fin: para entablar una buena relación con alguien hay que mirarle a los ojos entre el 60 y el 70 por ciento. Quien nos lo haga difícilmente nos estará engañando, como quien nos hable con una sonrisa natural (no con los dientes fuera, que siempre indican ciertas falsedades).
Quien nos hable en serio, mirará, no a los ojos, sino al triángulo formado por ojos y centro de la frente, hacia donde dicen que está el tercer ojo. No es normal que mienta, aunque es una mirada que se puede fingir. La mirada social, la que te invita a convivir, se fija no en los ojos, sino en el triángulo formado por ojos, nariz y centro de los labios.
Las miradas de reojo si alguien nos habla y, a la vez vigila los alrededores, tienen muchas posibilidades de estar delatando una mentira o la intención de mentir pronto. Si el que habla parpadea a un ritmo menor y mantiene los ojos cerrados un segundo o más, no nos da importancia y es probable que mienta. El que habla con los ojos cerrados (gesto típico de Pujol), miente y no quiere que se lo notemos. Si el conferenciante que está sentado se pone en pie o si trata de invadir el espacio del que escucha, no hay que tener excesiva confianza en lo que dice.
Y si el que habla se toca la nariz, en general cualquier punto frontal de la cara, miente.Pero sobre todo la nariz Y el que fuma, tanto más digno de crédito es cuanto más hacia arriba lanza el humo. Si se sopla hacia abajo, es lo contrario: hay que prevenirse, como del que te habla apoyándose en la pared o en un mueble.
Y si alguien se sienta y nos habla con una pierna sobre el brazo de la silla o del sillón que ocupe, señala que le tiene sin cuidado nuestra opinión y, por lo tanto, puede estar mintiendo y por eso adopta una actitud de desprecio. Al contrario, como sabe la Iglesia desde hace dos mil años, enseñar las palmas con las manos apuntando un poco o mucho hacia abajo y los lados, trasmite que quien habla dice la verdad.
Y, para terminar, cuidado siempre con quien nos habla con los brazos en jarras, con las manos cogidas por detrás de la cabeza, con las piernas, brazos y pies cruados o el que, de pié cruza una pantorrilla con otra. Son señales de alarma que deben ponernos en guardia para, al menos, comprobar si se le dilatan o se le contraen las pupilas. Fíjense en los actores y actrices, que suelen tener las pupilas cerradas: están, lógicamente, mintiendo, representando algo que no es verdad.
Mire bien. Es básico.
Tomas falsas
No hay programa que no termine con unas tomas falsas, es decir con intentos que no salieron como pretendía el director. Este manual no va a ser menos y desvela cómo costó hallar un comienzo adecuado. Y, más aún, alguna verdad por la que empezar:
«¿Qué es la Verdad? Lo que ES, lo que tiene ser. Pero el hombre de hoy se entera de casi todo, noticias, artes, propagandas, publicidades, a través de lo codificado: imágenes, voces grabadas, prensa escrita... se le dan réplicas, imitaciones de lo real ( a veces lo real también puede ser mentira). Imágenes de lo que ES no son lo que ES sino una réplica (diluída entre opiniones particulares sobre lo que Es.)Su foto no es usted. Su voz grabada no es usted. Lo que opinen otros de usted no es usted.
Pero el trabajo que se iniciaba, que tenía que ver con la verdad, no podía empezar por una interpretación de ella, siempre discutible. Era mejor, como se hizo al principio, definir la mentira y no arriesgarse a decir una falsedad como si fuera incuestionable verdad, aunque el autor lo creía así en aquel momento. Todo lo más escribir un aforismo:
«Una imagen de la verdad no es necesariamente la verdad. Es una imagen.»
«Por una de esas obsevivas campañas de relaciones públicas y de propaganda, la repetición y la insistencia han causado estragos en muchos personajes que no lo merecían y de los que han acabado hablando en público las personas más accesibles a la moda, es decir menos seguras de la historia: Guerra y sus admiradores consiguieron, a fuerza de inistencia, que la gente se apartara de Antonio Machado, uno de nuestros grandes Poetas. La admiración, casi papanatismo admirativo, hacia Alberti, poeta bueno mientras no confunda la política con la poesía, lo han apartado de nuestras informaciones y sólo será noticia cuando muera. Ahora le están haciendo lo mismo a García Lorca. Este es uno de los dramas del siglo»
«Hay un ejemplo, publicitario, que refleja exactamente el espíritu de este libro, la reacción necesaria para devolver al hombre la libertad de pensar y, por lo tanto, de actuar: Un espote de televisión (de la compañía Airtel) que dice textualmente: «Estamos consiguiendo que miles de personas cambien de idea». Lo comunican con presunción, satisfechos del logro, pero que una empresa pueda hacer cambiar de idea a un hombre, a muchos hombres, demuestra la fragilidad de nuestra libertad y...»
Damm bier, damm bier
Pues bien claro está para los millones que hemos visto este anuncio: los actores consiguen decirlo todo con el uso de dos voces «Damm» y «Bier». Se declaran amor, discuten, conducen, hacen, en fin, una vida que parece normal, aunque sólo disponen de dos conceptos, y, además, discutibles.
Lo habitual es que la gente hable sin hacer un gran gasto de palabras. Ingleses y americanos, además, se expresan como lo hacen los indios en nuestras películas dobladas. No siempre, pero a menudo. Estos publicitarios cerveceros han llevado las cosas al extremo y con lo extranjero «Damm Bier» lo expresan todo, incluidos titulares de prensa.
¿Puede enterarse alguien de lo que significan estas palabras en cada contexto? No. Una lengua con dos conceptos estaría completamente alejada de la comprensión, a no ser que habláramos en binario, codificando y complicando todo.
De lo que no se han dado cuenta los publicitarios y una parte de los espectadores es que, además de un anuncio, estaban haciendo una reflexión sobre el mundo actual: no sólo que la gente usa un vocabulario más pobre, menos conocido por ellos mismos y que, evidentemente tiene menos que comunicar, sino que prácticamente todo se dice igual.
Quizá se está exagerando un poquito, pero, sin el auxilio de la imagen o del timbre de la voz, todos nuestros Famosos Políticos dicen lo mismo: Que son el centro, que darán trabajo, que con ellos las cosas irán mejor... Añada aquí cuanto les oiga pregonar y descubrirá que no hay mensaje sino pura repetición: «Damm Bier, Damm Bier»
Y uno se pregunta, entre otras cosas, si vale de algo decir, razonar, comunicar. Las cosas que se pueden decir, que la moda y lo políticamente correcto admite, ya las hemos escuchado todas, como que un Clinton exija a un Yeltsin que «no se salga de las normas de la economía mundial». Y las cosas que no se pueden decir, no se dirán, o no correrán mundo y, a todos los efectos, será como si no existieran. Ideas reducidas al polvo del silencio.
Esto ya sería bastante grave, sobre todo si se suma al machaqueo constante de TV, Radio y Prensa. Nadie puede expresar una idea interesante con «Damm Bier». ¿Por qué? Porque lo esencial del hombre es su capacidad para comunicarse y para discutir y compartir pensamientos. Si se ataca ahí, en el idioma hablado, el ser humano queda desarmado por completo, a merced del tópico y, por lo tanto, obligado a consumir «Damm Bier» y a propagarla.
Esta miseria intelectual existe ya. No con los tintes humorísticos del anuncio, pero sí con sus imposibilidades, sus pobrezas y su falta de originalidad. Todo ello para llevar al hombre a un estado próximo al limbo en el que no necesite preguntarse por las personas, por el mundo social, por lo futuro. Sólo lo rabiosamente presente y expresado de modo incomprensible: Damm Bier.
Quien fomente el idioma, quien le de nuevas formas y nuevos contenidos, quien con él exprese concepciones no escuchadas o describa sentimientos que van más allá del hombre mismo, estará luchando por la libertad y, como pasa con tantos, será reducido al silencio si no corre todavía peor suerte.
No olvides, lector, una verdad que se formula aquí (sin Damm y sin Bier), después de la contemplación de las noticias sobre la "huelga" de internautas: La telefónica le ha quitado toda importancia, pero la red estaba vacía de verdad. La ley social a la que me refiero es sencilla: Cuanto más grande es un empresa, más grande es la mentira que usa. Si la empresa es Internacional, o el estado mismo, la mentira lo llena todo mientras sale un presidente o un ministro o un Rokefeller y nos dice, sonriente:
.«Damm Bier». No necesitamos comprender mejor ni entender más. Pero un día el hombre volverá a necesitar hablar y escuchar.
«Para empezar este manual, nada mejor que un ejemplo de lo que se puede o no se puede decir, a pesar de la «libertad de expresión». Ningún periódico, que sabe bien que el poder es uno, publicaría más algo como esto:
Los privilegiados
Muy recientemente la directora de una Ikastola (escuelas sólo en vascuence autorizadas en tiempos de Franco) ha echado a la señora de la limpieza por no conocer el idioma autóctono y minoritario. En Mallorca un profesor echó de clase a los alumnos que no sabían catalán. En Ibiza, una directora de colegio prohibió la lectura de un poema en español y castigó a su autora a pasarse los recreos encerrada bajo llave. Se trata de una mínima panorámica de lo bien que se cumple el bilingüismo que exige la ley en según qué territorios españoles.
Pero también se trata de que hoy, incluso para el servicio de limpieza hacen falta exámenes oposición, incluyendo lenguas alternativas según la región, cultura general o conocimientos de la Constitución para llegar a ser, por ejemplo, un buen barrendero. Cualquiera que cobra del estado (sea administración central, autonómica o periférica) necesita superar unos exámenes, a veces estúpidos. Y además hay que superar tests psicológicos y médicos para ciertos empleos, para el permiso de conducir, para la licencia de armas, etcétera. Lo que se llama «el Psicotécnico.»
Sólo que hay una profesión que cobra del Estado y que no pasa por ninguna prueba. El Político Profesional, con sueldo de primera, no necesita más que ir en las listas en un lugar elegible. Ninguna ley le obliga, siquiera, a saber leer y escribir. Menos aún a conocer una serie de materias básicas para desarrollar su importantísimo trabajo: hacer las leyes para el gobierno de España. Veamos algunas cosas que debiera saber un futuro político y, para ello, superar una oposición, «como todo el mundo, hasta como los barrenderos»:
Ligeros fundamentos de Macro y Microeconomía. Historia de España e Historia Universal. Una introducción al Derecho. Un cursillo ligero sobre Filosofía, Lógica e Historia del Pensamiento; geografía política y humana, más Ciencias Naturales, para que no los emboliquen los ecologistas. La lengua española y todas las demás cooficiales. No la propia, no: Todas, porque las autonomías se dirigen a todos en su dialecto y todos, pues, deben saberlo: leído y escrito. Si se le exige a una señora de la limpieza, ¿por qué no a un Secretario de Estado? ¿No somos iguales ante la ley?
Pero hay algo aún más importante, para lo que ni siquiera es necesario estudiar: El Psicotécnico. Entre los políticos hay gentes que no sólo van a llevar pistola con permisos especiales, sino que van a controlar totalmente fuerzas armadas y cuerpos de seguridad: miles de armas de todos los tipos con gran capacidad de destrucción. ¿No es lógico y necesario cerciorarse de que están en sus cabales, de que no van a hacer un raro y declarar la guerra a Andorra o la Independencia del Faro de Finisterre? ¿No es elemental saber si son gente estable, inteligente y de trato normal, en vez de tarugos sólo apenas obedientes a su jefe?
También debieran saber definir qué es España, qué es el Hombre y qué es la Sociedad. Y, por razones del cargo, venir obligados a usar la seguridad social, a ir por la calle como cualquier otro ciudadano y no rodeados de escoltas; a que sus hijos se educaran en colegios e institutos y universidades públicas de regiones bilingües, más conectarse a un detector de mentiras o someterse a una droga de la verdad (pentothal, por ejemplo) para que el pueblo soberano tuviera la seguridad de que no le estaban mintiendo, cosa que sospecha desde hace años.
Y por último su salud física, y aplicarles, como en cualquier otro trabajo, el cuadro de inutilidades correspondiente. No más que se hace con otros que tienen más dioptrías, más caries, prótesis, sorderas, mudeces o faringitis crónicas y todo lo demás. Incluyendo, claro está, el retiro a los sesenta y cinco años, tal como ellos se lo imposuieron a los demás.
Sólo lo digo porque los políticos son los que me han enseñado y siguen intentándolo, que todos somos iguales ante la ley, menos ellos, que pagan menos impuestos, que no necesitan saber hacer la "o" con un canuto o quién fue Asurbanipal, y quien dice Asurbanipal dice Alfonso XIII, que sepan que "A no es No-A" y que el señor Hegel (que se pronuncia al revés Geguel) fue la condición sine qua non para la aparición del Marxismo y el Comunismo. Que sepan que hubo algún poeta más que Machado, Lorca y Miguel Hernández, algún ensayista más que Azaña y Paramio, y que se enteren que Rusia y el Psoe (a través de dos presidentes, socialistas, Largo y Negrín) deben a España miles y miles de millones de dólares en oro, como dicen que el Nacionalsocialismo y Alemania se los deben a Israel.
Eso, o reconocernos lo que todos sabemos ya: que no somos iguales. Que hay una casta dominante cubierta de ventajas, o sea, lo que antes se llamó "Antiguo Régimen", aquella colección de barones, marqueses, condeses, duqueses, cuyos cuellos fueron dañados por la Revolución Francesa. ¿Por qué? Por privilegiados. Y que reconozcan en público que justicia es dar a cada uno lo suyo y no a cada uno (Roldán Vera, Barrionuevo, Pellón, etc...) lo de los demás.»
«Conviene empezar siempre por lo que se sabe, pero se guarda en el desván de la mente, sobre todo si se trata de hablar de la mentira, cuando nos consta que la mentira no sólo afecta al presente y al futuro, sino a lo pasado:
La ley de los dos tiempos
En otra ocasión se ha dicho que «las cosas están en el pasado, los animales en el presente y las personas en el futuro». Las cosas se quedan cuando fueron fabricadas y no les afecta más que la degradación, la rotura. Los animales, sobre todos los superiores, tiene una memoria, capacidad para recordar parte del ayer, pero ninguna para planear el mañana. El hombre, en cambio, parece el único capaz de prever el día siguiente o de actuar de modo que el futuro se adapte a sus proyectos.
¿Pero hay algo que no sea ni persona, ni animal ni cosa? ¿Hay algo que no esté a merced del tiempo y no se mueva con él y no acabe de morir por él? ¿Hay algo que nos pertenezca a todos, que sea inmortal y a la vez los cimientos de nuestras sociedades?. Sí: el Otro Tiempo. El tiempo no es, normalmente, otra dimensión, sino la medida del transcurso. Nuestra vida transcurre como un río y el agua que somos no puede volver a la fuente: se encamina al mar «que es el morir».
No obstante hay Otro Tiempo, a veces secreto, a veces perceptible, que está a la vez en la fuente y en la desembocadura, en la infancia y en la vejez, en la Torre de Babel y en la Eiffel. Un tiempo absoluto en que el todo está pasando ahora mismo, a la vez; mientras lee este párrafo París rapta a Helena, Pigmalión esculpe, Calderón versifica La Vida es Sueño, estalla el Maine, Hitler es llamado a Austria y Cristo pide al Padre perdón para todos nosotros.
Disponemos de una verdadera «Máquina del Tiempo» que no se lleva nuestros cuerpos a lo pasado, pero sí nuestras almas, y cuyo combustible es, precisamente, el conocimiento. De ahí que sea tan imprescindible conocer para heredar la tierra y de ahí también, que haya claros intereses para que eso no suceda y que, por ejemplo, el estudio de la historia, del arte y de la filosofía hayan sido relegados o extinguidos, condenándonos al presente, al helado, la hamburguesa, el programa de televisión... condenándonos al mundo en el que viven los animales, el hoy, mientras nos explican, con paciencia y ecología, que también nosotros lo somos y nadie puede ni influir en el pasado ni en el futuro.
Eso es mentira. Ejemplos de cómo se ha transformado el pasado desde aquí, son numerosísimos, como el descubrimiento de la Troya de Príamo, el hallazgo de la tumba de Tutankamón, la recuperación de un altísimo porcentaje de obras clásicas, perdidas durante más de un milenio. Cnosos y Evans. Pangea. Incluso saber que, gracias a la equivocación de un monje respecto al nacimiento de Cristo, nosotros ya estamos en el Siglo XXI, en el Tercer Milenio.
Pero sí podemos cambiar el pasado de modo que tenga una actuación distinta entre nosotros, una influencia diferente, un significado más o menos completo. Las simples huellas fósiles de unos gusanos sobre arenas de la India, han duplicado el tiempo que se calcula para la aparición de la vida en la tierra: mil millones de años ya. Podemos llegar a entender por qué la escuela de Tales, Anaximandro y Anaxímenes, dan tanta importancia a los elementos que forman la materia, sin conformarnos con esa visión chata del fuego, de los llamados Cuatro Elementos o de un misterioso Apeiron, To Apeiron, lo indeterminado, de Anaximandro. Podemos -pueden- sacar dinero a Hitler, que lleva más de cincuenta años muerto, o revivir los objetos que se hundieron con el Titánic.
Y es ese otro tiempo, ese Segundo Tiempo, que está, a la vez, en las fuentes y en la desembocadura; ese tiempo que, por ejemplo, nos transporta "Bienaventurados los pobres de espíritu..." o nos da noticia de la Batalla del Metauro, casi desconocida pero que salvó a Roma de un trágico destino. No se trata de que vivamos en el mejor de los mundos posibles, como decía el volteriano Pangloss, sino de que vivimos en el único mundo que ha resultado posible, pero que vivimos en todo él: no en el hoy solamente.
El gran río de la vida, que han dicho los hindúes, que nos alcanza a todos desde la creación, está a nuestra disposición. No podemos ir a la Grecia de Pericles ni a la España de Felipe II, que ellos están aquí: todavía hablan en sus cartas, en sus obras, en sus hechos. Están activos. Una frase de Marco Aurelio, por ejemplo, es como si la acabara de escribir hoy, lo mismo que el Padre Nuestro que nos enseñó Cristo. Todo esto se nos niega paso a paso.
Pues lo mismo pasa con Ortega y Gasset: está vivo y piensa y nos da discursos y consejos mientras nos recuerda o nos enseña qué es España. Tenemos, pues, las mejores mentes del mundo a nuestra disposición e incluso a nuestro servicio. ¿Por qué no las usamos? ¿Por qué hemos de enzarzarnos en torno a teorías que ni siquiera nos rozan, como la creación de partidos como condición imprescindible del sistema liberal?
Nuestra misión no es sólo llamar hoy ladrón al ladrón de ayer, o traidor, o vendido, sino hacer un mañana donde ni ladrones ni traidores o vendidos sean posibles, recordando a todos que estuvimos a punto de dar con el hombre nuevo, que es lo que más necesitamos. Y hay dos caminos: o hacer una sociedad nueva que irá abriendo comportamientos nuevos, o pedir a los hombres nuevos que, sin duda existen ya, que influyan sobre la sociedad. ¿Cómo? De los dos únicos modos posibles: con ideas superiores, más elevadas pero prácticas, o con posturas recias, sólidas, que nos lleven a enfrentarnos con quien sea, de viva voz, proponiendo lo que somos (no lo que dicen que somos) para volver a la independencia y la libertad que ya no tenemos, y que nos han quitado de un modo tan subrepticio que muchos creen que todavía somos unos y libres.
La ley de los Dos Tiempos, consiste, precisamente, en el uso de todo el pasado para la construcción de todo el futuro. De este modo se puede llegar a cualquier parte. Un tiempo para nacer y un tiempo para morir. Y preguntarse sin descanso por lo que hicieron los celtíberos frente a Roma, los Godos frente a la morisma, los medievales frente a la desunión, Isabel y Fernando contra la guerra civil de Castilla, Carlos contra las Comunidades, Felipe contra Portugal... Siempre usar la lealtad como arma superior. Tenemos tantos ejemplos que equivalen a un moderno laboratorio de sociología. Y la respuesta, frente a esas chapuzas liberales y ese inmoderado dominio de USA, es en principio sencilla: Recordar que nos empujan los españoles muertos, que están vivos en nosotros; recuperar la fe del caminante; y decirnos, como en el IF de Kipling, «Si vuelves al comienzo de la obra perdida, aunque esta obra sea la de toda tu vida»
«Aquí se quiso empezar por el Yo y mi Circustancia, pero es discurso se escapaba de las manos, de los objetivos del manual:
Don José Ortega y Gasset, maestro de varias generaciones, veía al hombre influenciado por el entorno, por la temporalidad, sometido al suceso, maniatado por lo que ahora se llama "rol social": «Yo soy yo y mi circunstancia».
Pero se da el caso de que el hombre tiene una «circunstancia» previa a todas: él mismo. El hombre es comunicación y la aprende de su mundo, que es la sociedad. La circunstancia del hombre es que se comunica, y se comunican por igual el necio, el tonto, el que tiene algo que decir o que ganar y el que no. Por eso hay hombres que se creen todo y hombres que no creen en nada: estos suelen acabar siendo grandes mentirosos, propagandistas de ideas que quieren extender en propio beneficio y en presuntos líderes de partidos políticos.
La circunstancia primera y madre de las demás, es que estamos a merced de la mentira. Cada día un poco más. Cada día más repetida, cada día más aventada por los masivos medios de información, hasta que llega la hora en que no sabemos ni qué ha pasado, ni qué está pasando, ni por qué. Tenemos la gran ventaja del idioma, el más exacto y eficaz del mundo, pero la desventaja de que el mentiroso, salvo casos graves de torpeza, también lo maneja sin que sepamos ni reconocer sus mentiras ni defendernos de ellas.
Con el idioma, lo más sensato es desconfiar del que usa el Argumento de Autoridad: lo dijo fulano, lo dijo mengano. Hasta yo mismo lo he usado hablando de mi fe: Si Quevedo, si Lope, si Calderón, si Cervantes creían en Dios, por algo sería. Tontos no eran. Pero esto no demuestra la existencia de Dios, sino la circunstancia particular de unos grandísimos e inteligentísimos escritores. Este argumento de autoridad y el uso excesivo de citas suelen tener que ver con la mentira intelectual, como el uso discriminado de la historia, ya erradicándola, ya exagerándola. Hemos visto las cosas que se han llegado a decir de la versión democrática y beatífica de la "legalidad republicana" y su democracia absoluta, o de la Resistencia Francesa.
Así pues, una de las condiciones para descubrir la mentira del que habla es la educación, el saber lo básico de la historia y de la filosofía, de la lógica y de la ética. Hoy mismo leía a un pobre catalanista (que avanzaba de mala fe) hablar de una «verdad consensuada», convencido de que semejante disparate llegaría entero a alguna mente. La verdad -lo sabemos todos- no se consensúa. Existe. Se encuentra o no, pero no es posible hacer un pacto sobre qué cosa es verdad, aunque, de hecho, se viene practicando desde hace muchos años y con buen rendimiento.
Con la ausencia de enseñanza de Filosofía, con su introducción de lógica, con la crítica a las ideas difívcil de encontrar, superada por la crítica a los hechos, es muy sencillo para cierta juventud y cierta madurez dar por buenas mercancías averiadas. Un día habrá que hacer una lista de las principales mentiras profundas que emplean el Mundo y sus señores contra nosotros, en un intento de dormir las almas y de oscurecer los ojos.
Hay incluso teorías muy complejas, llenas de hierofantes todavía, que están fabricadas para dar razones que no existen de teorías que tampoco, pero que van haciendo un efecto de zapa en la sociedad. Citemos algunas de las que peores efectos han tenido: El Evolucionismo, que está en la base del marxismo y sus leyes de la materia. El relativismo físico, que ya dijo Ortega que sería un gran error aplicar al pensamiento. Pero se ha aplicado y todos hemos oído a gente, que no debiera ser tonta, hablar de "la verdad de cada uno", «mi verdad y la tuya no tienen por qué ser iguales:» ese miente. Las verdades tienen que ser iguales o no lo son.
Más: la sociedad como pacto y cuanto haga referencia a ese Pacto Social que Rousseau sacó de su imaginación fraudulenta. La sociedad no es algo fabricado por el hombre razonable. Es nuestra forma de vivir pase lo que pase, en paz o en guerra: en comunidad. Los Tres Poderes y cualquier alusión a ellos tras la experiencia de España, indica un intento de mentira, que se conseguirá o no. Hay muchos más de tres poderes o, si lo prefiere, hay un sólo poder que los unifica a solas.
El doctor Freud, que convenció al mundo de la existencia de un impulso vital y de otro mortal, de destrucción, recomendando el sexo como cura o como profilaxis. Este señor llegó a contar, en serio, que las viejas manadas de hombres u homínidos, pecaron todas y casi a la vez, matando al Padre y Jefe y comiéndoselo. Tótem y Tabú. Ese era el gran pecado de la humanidad.
También hay que sospechar mentira en cuanto haga referencia a métodos, un conjunto de ideas y de acciones, que solucionarán todos los problemas de la humanidad (las "ideologías", por definición, son falsas todas), en la idea del progreso como hecho ininterrumpido que nos hace, por el simple paso del tiempo, más listos y ricos. O más justos.
Y, en fin, aunque todo esto se desarroll en el opúsculo para defensa del ciudadano contra la mentira, se ha de desconfiar de quienes hablan de un destino, de que todo está escrito; y de los que explican el carácter de un pueblo, el carácter colectivo. Y de las encuestas de las que se tratan de extraer consecuencias universales. De los que sólo repiten un pensamiento (lo repetido es falso). De los que dicen que algo puede ser y no ser a la vez, como la fe en Dios y el Budismo
El mismo cuidado hay que poner en los que miden personas y objetos por su precio en dinero, en los que prohiben pensamientos y hablan de democracia, en los que afirman creer en todo, en los que dicen respetar a todos, en los que hablan de libertad y no de justicia; en los que miden la enfermedad o la cultura por los miles de millones que cuesta al Estado; el que habla sobre todo de sí mismo o se usa como punto de referencia de lo que dice.
En quien habla de holocaustos y genocidios con sorpresa, cuando estas barbaridades por desgracia no son sólo de este siglo. En quien habla de su pasado más de la cuenta. Los que pronostican catástrofes, sobre todo de índole ecológica. Y los que disculpan delitos de toda clase y piden compasión para los asesinos y delincuentes que no la han tenido nunca. ¿Lo diré? En Arzallus.
Epílogo
También fue una toma falsa cuando, con un relativo sentido del humor, se pretendió, para terminar este cuaderno, una despedida alegre, que devolviera la confianza al lector mediante el uso del absurdo (que no lo es tanto luego):
Contra la violencia
Querido lector: debo empezar por una anécdota o dos, para indicar que los riesgos del ataque de los delincuentes, con sus navajas plateadas, son, como en el descubrimiento de la mentira, algo fácil de evitar. A cualquier hora.
Nunca he tenido uno de esos encuentros desagradables y eso que, buscándolo, entré en el barrio de Malasaña, con cinco o seis amigos que habíamos ido a un congreso. Les llamábamos "navajeros, navajeros, mininos". Aquella noche, 12 de la noche, debían padecer sordera, pero no ceguera: todos llevábamos al aire expresiones de jarana. Claro que yo comprendo que la naturaleza me ayuda y que, cuando se mide sobre el metro noventa y se pesan 98 kilos, hay personas que piensan dos veces antes de meterse contigo.
Pero, en principio, las víctimas ideales son ancianos, mujeres, y algún hombre claramente muy débil. El atracador, el navajero, no es un caballero y tiende a preferir la ley del mínimo esfuerzo. Como el que pillé ya en el interior de mi casa y al que le dije, con una sonrisa satisfecha y dulcísima voz: «Te voy a matar y luego te tiraré al basurero», lo que, misteriosamente, le puso en fuga. También hay que decir que a mis espaldas había una panoplia con cuatro sables relativamente impresionantes.
Pero la primera defensa para las personas de edad, tantas veces asaltadas en la calle, es teñirse el pelo de oscuro, que no se vean canas, andar lo más erguidos posibles y gastar bastón que se note como adorno peligroso.
Todo esto trata de evitar los ataques con ayuda de la psicología, de ahí que conviene parecer más joven y, al mismo tiempo, armado. Si se desean añadir alzas a los zapatos, mejor. El agresor mide bien el tamaño y nunca intenta nada si tiene una duda.
No llevar gafas, o llevarlas de sol. Un cigarrillo colgado del labio, bigote.
A ser posible (y vale para todas las edades), llevar las cejas claramente partidas y cicatrizadas: esto se consigue con un depilado o con cicatrices falsas, de las mismas que es interesante adherirse a la mejilla, al borde del ojo o al mentón.
A veces estos detalles no bastan y hay que acudir a la saturación. Normalmente un delincuente no atacará a quien crea que tiene el genio vivo y que ha luchado mucho, caso de las cicatrices. Pero se puede reforzar el efecto, llevando un escudo de solapa que sea o de la Guardia Civil, de la Policía Nacional o de la Legión: lo mismo vale para la chapa del cinturón, que hay que enseñarla poniendo los dedos pulgares a ambos lados de la hebilla y dejando que las manos cuelguen hacia abajo, en una clara postura de desafío.
También puede optarse por la desorientación del posible enemigo: esposas que se vean colgando del cinturón. Usar alzacuellos clerical y traje oscuro. Llevar la cara razonablemente sucia, como si se regresara de una batalla callejera. Andar a saltos o como si se estuviera jugando a la charanga (la gente teme a los locos). Una cazadora con un anuncio grande de un Club de Karate. Andar tres paso hacia adelante y uno hacia atrás: es el mismo argumento de la locura. Portar una funda de escopeta, rellena de periódicos, que de la sensación de estar llena. Ponerse en el sobaco algo que haga bulto. Andar como desfilando y canturreando marchas militares. Ir solo, riéndose en voz alta.
Los métodos, ya se ve, pueden ser muy variados, pero siempre deben incluir algo que dé qué pensar al futuro agresor, y que le disuada sin llegar al enfrentamiento. Llevar manchas de posible sangre en la ropa, un pañuelo "ensangrentado" en la cabeza o varios churretes de sangre que bajen desde el pelo por la frente y las sienes: saben que las cosas, al lado de un mal herido, acaban con la presencia policial.
Otro posible desconcierto es llevar caretas de goma, pasamontañas o antifaces. No está prohibido, pero inquieta al futuro agresor: ellos necesitan ver la cara para calibrar la peligrosidad; y, además, está el hecho definitivo de que casi nunca se ataca a los locos. Del mismo modo, y para aprovechar las tontas propagandas políticas, llevar pelo muy corto, botas militares y bandera española en el pecho (en verano, en la camiseta) o un mensaje como "Yo mato", grande, que puede completarse con letras muy menudas que añadan "cucarachas" o "piojos"
Sigue siendo bueno hablar en tono grave, con voz profunda y no con voz de tenor; andar despacio, como muy seguro, y con las manos cogidas atrás. Los pantalones mimetizados hacen muy buen efecto si van con botas militares, lo mismo que llevar los nudillos como despellejados y manchados con mercromina. O un uniforme parecido al de un guardia de seguridad o «segurata», con funda pistolera, por supuesto vacía.
Y más: llevar una caja de cartón (no muy grande) que ponga «dinamita» y un cartucho imitado, un trozo de madera envuelto en papel y con mecha de verdad y un pequeño petardo. Si uno se nota acorralado, enciende la mecha y la arroja hacia los pies de los agresores. O llevar siempre una culebra inofensiva en un tarro, y, ante la futura agresión, tirarlo contra los pies del enemigo: es de buen efecto. Claro que lo mismo puede hacerse con una buena colección de avispas, que se ponen en acción al instante.
El lector ya ha visto que, en estas ocasiones, en lugar de sólo impresionar, se toman algunas medidas extras, siendo las mejores disponer de petardos que estallan al tirarse con fuerza a la pared o al suelo, una bengala marítima, blanca, y dispararla hacia el grupo o hacia arriba (hacia arriba también impresiona lo suficiente), o cargar siempre con ocho o diez dardos de juego, con puntas elocuentes, y lanzarlos al enemigo a partir de una distancia media: el dardo suele ser muy resolutivo, lo mismo que el bastón, si se toma la precaución de pegar muy fuerte en la rodilla, en la rótula: el dolor incapacitaría incluso a un Etarra que haya estado en las proximidades del chacolí.
Sólo queda un último consejo: disponer de una o varias alarmas personales que se venden en el comercio, un pito metálico y cualquier otro elemento muy ruidoso. A la primera sospecha, ponerlo todo en marcha e iniciar como unos pases de baile que hablen muy mal de la mentalidad razonable de usted, que puede aprovechar para gritar cosas como "Sangre", "muerte", etcétera.
Todo lo anterior no es más que un pequeño catálogo de posibilidades, pero si quiere usar el más experimentado, haga caso de las falsas cicatrices de cejas y cara, de la sangre que cae del pelo, del bastón llevado con desenvoltura, del pelo teñido, sin canas, o de una peluca roja por completo. Podrá ir por las grandes y pequeñas ciudades con toda tranquilidad. Lo mismo que si se cuelga un cartel del cuello que diga "Llevo diez millones de pesetas en el zapato izquierdo" e, intermitentemente, aúlla como un coyote.
No olvide usted que en un mundo de mentira la mentira pequeña, personal, puede sacarle de algún mal trago.
Final
Este breve manual no puede cerrarse sin la cita de Emma Bonnino: «En este final de siglo estamos volviendo a la barbarie», o que la mentira, como la ciencia, es acumulativa y que abundan mucho las mentiras de segunda y tercera generación: mentiras de mentiras. Y dar un consejo de utilidad general: Quien piensa claro, habla claro; quien piensa turbio, habla turbio.
Añadamos algunas observaciones más:
Hay hombres y mujeres falsos, personajes de ficción como los delincuentes, los policías, los grandes soldados (Rambo), las mujeres de fácil apareamiento, etcétera. Son falsos, pero muy reales como ejemplo para los desorientados.
Es falso que el mundo es una gran extensión de grises. Sólo hay buenos y malos: no hay más.
El hombre refractario a la mentira organizada no quiere que todos piensen igual (estos son los mentirosos), sino que todos piensen.
Cuando una doctrina se vuelve mayoritaria en una sociedad, la gente va dejando de creer en ella: la aceptación sin crítica conduce a la indiferencia. Por eso los grandes cambios son siempre un trabajo de minorías y un movimiento de ideas.
Cualquier asociación propagandística (fotos, carteles, dibujos) entre un Partido o Ideología con algo que sentimos como bueno: vida, niños, ocio, libertad, filantropía, naturaleza, literatura o arte, lleva falsedad dentro.
Cualquier alusión a la ecología hecha por políticos, es falsa.
Refrán que no puede olvidarse frente a las ideologías: «Dime de qué presumes y te diré de qué careces»
Mienten todos los que proponen o prometen actuaciones que pueden perjudicar a España y a la comunidad: eliminar el Ejército, autodeterminaciones o independencias, ruptura de la igualdad de las leyes a las que nos sometemos, libre entrada de capitales, pedir perdón por la historia (normalmente falsificada), aborto, indulto a asesinos, etcétera.
Hay señales que suelen usarse como aviso de navegantes y siempre están en las cercanías de una mentira: estrellas de cinco puntas (no importa el color), dedos en forma de «V», que el "il corno", la higa: señal relacionada con la superstición, el mal de ojo y el satanismo. Pirámides, Triángulos. Dos triángulos con el vértice arriba y abajo. El llamado Símbolo Pacifista, un círculo cortado por un diámetro y dos radios, es la Pata de la Oca, figura esotérica que nada tiene que ver con la paz sino con la masonería y el satanismo.
Ahora mire hacia el mundo (que es cuanto no está dentro de usted), hágale un gesto juvenil y recuerde el título: Lo repetido es Falso, y el fin que aquí se añade para que usted defienda su bolsillo de las asechanzas:
La Libertad de Mercado es mentira y miente quien la defiende. El mercado, que evidentemente no está intervenido por el estado, sí lo está por Empresas Privadas.
Guárdese
Laus Deo.
Este librito se terminó la víspera de Todos los Santos.