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Y este hombre que fuma Celtas y bebe lentamente rojizos vasos de tintorro grueso, me explica algunas aventuras lejanas, que a mí me gusta escuchar y que, quizá, a ustedes les conviene conocer:
—Cuando salí la primera vez iba contratado desde España a través del Instituto Español de Emigración. No me iba a la aventura, sino con un contrato firmado en el bolsillo y una serie de seguridades que me impedían ser el clásico desheredado.
En la frontera, un compañero que volvía por tercera vez me explicó la clave: uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nuevo, diez. Cuenta hasta diez. Aprende a callarte. Aprende a tragarte las protestas, porque, si no, saldrás perdiendo siempre.
Y fui a Strasburgo. Y trabajé bien. ¡Vaya que sí! Como no lo hacen los de aquellas tierras. A pesar de eso, ganaba menos dinero que los naturales de allí, que tenían mi misma categoría. Ellos, claro, eran los amos, los que se limitaban a tolerarnos porque no podían hacer otra cosa. Sin embargo jamás hubieran consentido que nosotros ganáramos lo que ellos. Además, al terminar, ellos se iban a sus bonitas casas calientes, con sus mujeres y sus hijos y yo, en cambio, a un cuartucho frío, lleno de compañeros, que me constaba casi tanto como a ellos, su bonita y moderna casa.
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Publicado el 2 de abril de 2019 por Edu Robsy.
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