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Mientras sucedían estos silenciosos procesos, tiempo hubo para abuchear a las autoridades que iban a las completas y para tirar huevos a los municipales que les escoltaban. También consiguieron irrumpir en la entrada del Ayuntamiento y derribar a la Giganta, que había paseado hasta media hora antes, perseguida por la chiquillería.
Otros más rodearon a la banda de música y, en rápido movimiento de tenaza, vertieron por los pabellones de los instrumentos de viento el contenido de varias litronas.
Mientras sucedían estos compases de espera, el alcohol tuvo tiempo de resbalar hasta los depósitos desde los que debía ser expelido al exterior. La sufrida juventud fue arrimándose a las paredes, dispuesta a combatir la pertinaz sequía.
Los que conservaban trazas de pudor se introducían en los portales y achicaban allí, sobre las escaleras. Algunos, aún más tímidos, penetraban en las casas y se aliviaban directamente en la entrada. Si había alfombra, mejor, porque no salpicaba.
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Publicado el 4 de marzo de 2018 por Edu Robsy.
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