Ricardo Güiraldes (Buenos Aires, 13 de febrero de 1886 - París, 8 de octubre de 1927) fue un novelista y poeta argentino.
Güiraldes nació en el seno de una familia de aristocracia argentina de fines del Siglo XIX. Don Manuel Güiraldes, su padre, quien llegaría a ser intendente de Buenos Aires, era un hombre de gran cultura y educación; también con mucho interés por el arte. Esta última predilección fue heredada por Ricardo, que dibujaba escenas campestres y realizaba pinturas al óleo. Su madre, doña Dolores Goñi, pertenecía a una de las ramas de la familia Ruiz de Arellano, familia fundadora de San Antonio de Areco.
Un año después de nacer Ricardo, la familia se trasladó a Europa, donde permaneció durante algún tiempo. A su regreso, el niño tenía cuatro años de edad y se lo podía escuchar hablando tanto francés como alemán; y es el francés el idioma que dejaría honda huella en su estilo y preferencias literarias.
Su niñez y vejez se repartieron entre San Antonio de Areco y Buenos Aires, respectivamente. Sin embargo, fue en San Antonio donde se puso en contacto con la vida campestre de los gauchos y reunió las experiencias que habría de utilizar luego, años más tarde, en Raucho y en Don Segundo Sombra. Fue allí donde conoció a Segundo Ramírez, un gaucho de raza, en el que se inspiró para dar forma al personaje de "Don Segundo Sombra".
Tuvo una serie de institutrices y luego un profesor mexicano, que reconoció sus aspiraciones literarias y lo animó a continuar con ellas. Estudió en varios institutos hasta que acabó el bachillerato a los dieciséis años. Sus estudios no fueron brillantes. Comenzó las carreras de arquitectura y derecho, sucesivamente. Sin embargo, abandonó los estudios universitarios y emprendió varios trabajos en los que tampoco se mantuvo por mucho tiempo.
En 1910, viaja a Europa y Oriente en compañía de un amigo: visita Japón, Rusia, la India, Oriente Próximo, España para instalarse finalmente en París con el escultor Alberto Lagos. En la capital francesa, decide seriamente convertirse en escritor.
No obstante, Güiraldes se dejó seducir por la vida fácil y divertida de la capital francesa y emprendió una frenética vida social, descuidando sus proyectos literarios. Pero un día se le ocurrió sacar de un cajón unos borradores que había escrito: unos cuentos campestres, que luego incorporaría a sus Cuentos de muerte y de sangre. Les leyó los cuentos a unos amigos y lo animaron a publicarlos. Ya en estos primeros borradores se dio cuenta de que había forjado un estilo muy particular.
Volvió a México en 1912 después de haber decidido, de una vez por todas, convertirse en escritor. Al año siguiente, 1913, se casó con Adelina del Carril, hija de una destacada familia bonaerense (la ceremonia se realiza el día 20 de octubre, en la estancia Las Polvaredas), y ese mismo año aparecieron varios de sus cuentos en la revista Caras y Caretas. Estos y otros de 1914 irían a formar parte de Cuentos de muerte y de sangre que, junto a El cencerro de cristal, se publicarían en 1915 animado por su mujer y por Leopoldo Lugones. Sin embargo, no tuvo éxito. Dolido, Güiraldes retiró los ejemplares de la circulación y los tiró a un pozo. Su mujer recogería algunos de ellos y hoy en día estos libros, manchados de humedad, tienen un gran valor bibliográfico.
A finales de 1916 el matrimonio Güiraldes, junto a un grupo de amigos, emprende un viaje a las Antillas, visitan Cuba y lo terminan en Jamaica. De sus apuntes surgiría el esbozo de su novela Xaimaca. En 1917 aparece su primera novela Raucho. En 1918 publica la novela corta Rosaura (rótulo de 1922) con el título Un idilio de estación en la revista El cuento ilustrado de Horacio Quiroga.
En el año 1919 viaja otra vez a Europa con su mujer. En París establece contactos con numerosos escritores franceses. Frecuenta tertulias literarias y librerías.
Entre todos los escritores que conoció en esa visita, quien mayor huella le deja fue Valery Larbaud. En 1923 publica en Argentina la edición definitiva de Rosaura, muy influenciada por escritores franceses, y que es razonablemente bien recibida por público y crítica.
En 1922 vuelve a Europa y, además de establecerse en París, pasa una temporada en Puerto Pollensa, Mallorca, donde había alquilado una casa.
A partir de ese año se produce un cambio intelectual y espiritual en el escritor. Se interesó cada vez más por la teosofía y la filosofía oriental, en busca de la paz del espíritu. Su poesía es fruto de esta crisis.