Narración romántica de celos y desengaños muy bien ambientada en las zonas rurales de Cuenca, con una excursión a la Ciudad Encantada como hilo conductor de la historia.
De lectura fácil e interesante, demuestra el conocimiento de Colombine a la hora de describir personas y paisajes, con una gran capacidad de penetración en las motivaciones de sus personajes, que son siempre dignos hijos de su tiempo y de sus orígenes.
Pero la belleza de aquellas mujeres era efímera. De zagalonas eran
algo machunas, rectas, angulosas y requemadas. Con la pubertad florecían
sus colores de pervincas silvestres, en una lozanía que se marchitaba
de pronto, como las flores que se dejan un día de poner en agua. Se
convertían rápidamente, de los treinta a los treinta y cinco años, en
las mujeres secas, renegridas, cuyo pecho y caderas perdían toda curva.
Sólo seguían brillando, como turmalinas preciosas, aquellos ojos de
raza, ojos iberos, en los rostros marchitos y acecinados.
Y eso que de varias generaciones a esta parte había empezado a
degenerar la raza. Los médicos de las ciudades más cercanas decían que
era a causa de aquella tendencia a no mezclarse a otros pueblos ni a
otras familias. Se casaban siempre parientes, y por eso venía la
decadencia. Los hijos sordomudos, los idiotas, los cretinos, los albinos
de cabello blanco y ojos de rata de indias, ribeteados de rojo. Era por
eso por lo que los acometía con frecuencia el bocio y se declaraban a
menudo casos de locura.
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Publicado el 5 de abril de 2021 por Edu Robsy.
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