Hacia el reino de los Sciris es una novela corta de tema incaico del escritor peruano César Vallejo que lo escribió entre 1924 y 1928. La revista limeña Nuestro Tiempo la publicó en tres entregas, en números correspondientes a enero, marzo y mayo de 1944. Aunque se ha descubierto que en 1931 el autor publicó pasajes o avances de dicha novela en La Voz de Madrid.
Más que novela, es un proyecto de novela, que el autor planeaba ampliar. Está ambientada en el reinado de Túpac Yupanqui, quien aparece ampliando las fronteras del imperio incaico y consolidando su grandeza (fines del siglo XV). El título alude al reino legendario de los Sciris, situado en el actual Ecuador (Quito), objetivo muy ansiado por los conquistadores incas.
El autor se inspira en documentos históricos tanto antiguos como modernos sobre la historia y la vida de los incas. Es notoria, por ejemplo, la influencia de varios pasajes de los Comentarios Reales de los Incas del Inca Garcilaso de la Vega. Aunque la intención del escritor no se reduce en lo simplemente folklórico, ni menos pretende hacer una novela con estricta fidelidad histórica y ambiental, sino que, al igual que otros escritos suyos de fines de los años 20 y comienzos de los 30, esta obra contiene fundamentalmente un mensaje político-social.
Unas infantas se acercaban. El guerrero y los curacas, llamados por un esclavo, fueron a unirse a otros grupos.
Por una puerta pequeña, en cuyos quicios había adosados dos frisos en
granito, plateados al fuego que representaban, el uno, el sacrificio de
un niño y el otro, el nacimiento de Maita Cápac,aparecieron dos ñustas,
de radiante belleza una de ellas y de una triste fealdad la otra.
Venían tomadas del brazo, a paso reposado,inclinadas. Las princesas
volvieron a desaparecer por el lado delos recintos destinados al
príncipe heredero, en el preciso momento en que acaecía un hecho
imprevisto, que dejó paralizados a todos.
Un adivino, a quien nadie conocía, penetró al palacio por el pórtico
que daba a la Plaza de la Alegría, lanzando voces desgarradoras y
agitando a dos manos un cayado de punta lancinante. Con el cabello largo
y desgreñado, las facciones descompuestas por el terror, envuelto en un
rebozo de púrpura en jirones, corriendo y saltando, cual si pisase en
millares de clavos candentes, buscaba con ojos desorbitados por el ansia
y la desesperación no se sabe qué cosas tremendas e inauditas, en los
muros, en los monolitos cubiertos de oro, en las soleras de los techos,
en las estatuas y pilastras, en el aire mismo. Levantaba el cayado y lo
hincaba en las rosetas y aristas de las paredes. Como si persiguiese
insectos o arañas, se inclinaba y se ponía en cuclillas para buscar, con
la punta de su vara o con el dedo, en el pavimento y en las junturas de
las pieles y tapices. Gruñía y lloraba con infinita desolación.
31 págs. / 55 minutos.
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Publicado el 11 de abril de 2020 por Edu Robsy.
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