Descargar ePub «La Granja Blanca», de Clemente Palma

Cuento


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  Cuento.
19 págs. / 33 minutos / 199 KB.
14 de diciembre de 2020.


Fragmento de La Granja Blanca

Faltaba próximamente un mes para que se realizara nuestro enlace. Cordelia y yo habíamos convenido hacer la última excursión a la Granja Blanca. Fui una mañana con el coche, acompañado del maestro, a buscarla. Cordelia no podía salir, porque se sentía enferma. Entré a verla; la pobre no se había levantado: apenas entré en su alcoba se sonrió para tranquilizarme y me tendió la mano para que se la besara. ¡Cómo ardía su mano y cuán grande era la semejanza del rostro de Cordelia con el de la hija de Jairo! En los días siguientes creció la fiebre de la enferma. ¡Cordelia tenía la malaria! Sus manitas ardían horriblemente y mis labios se quemaban al posarse sobre su pálida frente. ¡Qué hacer, Dios mío! Cordelia se me moría; ella lo sentía, ella sabía que pronto la encerrarían en una caja blanca y se la llevarían para siempre, lejos, muy lejos de mí; lejos muy lejos de la Granja, que ella había arreglado para que fuera el nido misterioso de nuestra felicidad; lejos, muy lejos de ese bosque ella cruzaba vestida de blanco como un gran lirio que cruzara entre las rosas y las clavellinas. ¿Por qué esa injusticia? ¿Por qué me la arrebataban de mi lado? ¿Podría mi virgencita ser feliz en el cielo sin mis besos? ¿Podría encontrar allí una mano que acariciara con más ternura sus cabellos pálidos y vaporosos?… La más espantosa angustia se apoderaba de mí al oírla delirar con la Granja Blanca. Las maldiciones y las súplicas, las blasfemias y las oraciones se sucedían en mis labios, demandando la salud de mi Cordelia. Diéramela Dios o el diablo, poco me importaba. Yo lo que quería era la salud de Cordelia. La habría comprado con mi alma, mi vida y mi fortuna; habría hecho lo más inmundo y lo más criminal; me habría atraído la indignación del Universo y la maldición eterna de Dios; habría echado en una caldera la sangre de toda la humanidad, desde Adán hasta el último hombre de las generaciones futuras, y hecho un cocimiento en el Infierno con el fuego destinado a mi condenación, si así hubiera podido obtener una droga que devolviera a mi Cordelia la salud. No una, sino mil condenaciones eternas habría soportado sucesivamente, como precio de esa ventura que con implacable malignidad me arrebataba la naturaleza. ¡Oh, cuánto sufrí!


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