Breve ensayo de Concepción Arenal sobre la pena de muerte en España. Durante el siglo XIX, cuando se escribió esta obra, las ejecuciones se realizaban por garrote, horca o arcabuceo, reservado este último método para los militares.
Concepción Arenal, con su espíritu social y reformista, y habiendo conocido de primera mano la realidad penitenciaria del país, se aproxima a esta cuestión tan delicada desde una perspectiva humanitaria y práctica, alejada de dramatismos y con tanta sensibilidad como lucidez.
Si queréis que el culpable llore sus culpas, que vea alguno
compadecer sus dolores; si queréis que comprenda cómo debía haber
respetado la vida del hombre, mostradle hombres respetables; si queréis
que se acuse y se arrepienta, procurad consolarle; si queréis que vea
claro con los ojos del alma, apartad de su vista ese espectáculo que la
turba; si queréis que no insulte la ley con valor cínico y mentido,
enseñadle, conmovido por su desgracia, el valor verdadero; si queréis
que se arrepienta del mal que ha hecho, hacedle bien, rodeadle de
caridad y de amor, porque si para hacerle comprender cuán injusto ha
sido le ofrecéis el espectáculo de la injusticia; si para hacerle sentir
el mal que ha hecho a la humanidad se la presentáis por su lado peor,
por su lado más despreciable, más odioso, a la vista de ese pueblo, que
acuda a su muerte como a una fiesta, el reo responderá a vuestras
exhortaciones con un terrible Ecce homo, a que no podréis contestar fácilmente sino con la voz del verdugo.
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Publicado el 12 de noviembre de 2017 por Edu Robsy.
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