Desde febrero con amor

Cristóbal Miró Fernández


Reflexión


Febrero es un mes que contempla las dos caras de la luna vista a ocho ojos, la del sueño y la pesadilla, la del cuerpo y el espíritu, la del mundo y el Paraíso, la del triángulo del deseo y los latidos del corazón. Es el mes donde reina Don Carnaval y Doña Cuaresma, enfrentados monarcas de diástole y sístole, la época de las máscaras y la poesía desnuda, de la verdad y la fantasía, el gozo y la tragedia, el imperio del arquero, ángel elevado y caído al mismo tiempo…

El Carnaval de San Valentín, el amor en tiempos previos al mes de marzo, un sentimiento por el que vale la pena morir, morir por alguien o algo más importante que la propia vida. El arquero del amor de oro y plomo, el que fue vástago de Venus y Marte, la sombra y al luz, la burla de la muerte y la muerte misma, el amor eterno, la vida eterna, el amor más allá de la muerte por siempre jamás, el sacrificio supremo aun ignorando el instinto de supervivencia propio de cada persona.

El amor de amores, el amor entre iguales y diversos, el amor visto con ojos en blanco y negro y en color, a través de las pupilas de Leonardo Da Vinci y su inmensa paleta de colores infinitos, el amor de cero más cero, cero más uno, uno más uno, y la suma, sea cuales sean sus elementos quedan lugar a la multiplicación hasta el infinito del resultado de tal operación matemática. Eros y Cupido, convivientes un solo gemelo a la sombra de la legalidad o a la legalidad declarada y aceptada por decreto a portón abierto de armario de presa.

El amor como pesadilla, como máscaras de Carnaval, hijo de los artículos de Mariano José de Larra, como mentira, personificación de Pinocho, monstruosidad nacida de la pluma del célebre Rafael Sánchez Ferlosio sin atisbo de bondad, puro invierno gélido, alma de Don Zana, pesadilla de Bécquer a toque de difuntos en la ciudad de Soria. El amor como muerte, en vez de garantía de vida, del que da ganas de huir, sinónimo de la guadaña, de la nada, siéndolo por naturaleza semilla del todo, el mundo al revés, la flecha de plomo… el Carnaval no como celebración de la existencia, sino como cárcel de un valle de lágrimas dignas de la destrucción de la mítica Troya.

El AmoR como nave, como vela, como viento que empuja el futuro a caricias de brisa o huracanes a favor de los escollos costeros o de la luz de un faro de buen puerto. Y es pura fantasía ser remeros contra corriente ante esta realidad, hacerse a la idea de saber nadar contra esta ola, de ignorar esta lava que nos quema y nos engulle, que nos fertiliza y nos abrasa, y a la que nos sacrificamos por gusto a su fuego por que es Vida, es Sol, es Nacimiento de Esperanza, es Futuro, es el Nuevo Día que todos deseamos conocer y vivir tras una noche de sueños, es el Sueño salvaje de convertir nuestras fantasías de Deseo en realidad, es nuestra prisión en el Paraíso al mismo tiempo que es nuestra Libertad en el mismo Infierno… es el águila-paloma más deseada y temida de la equis y y el rombo, es el conflicto que nos ayuda a vivir cada nuevo amanecer, antes de mediar un ciclo de treinta días en el curso del Sena italiano cuesta abajo hasta tocar fondo azul o sobre las alturas teñidas de rosa del séptimo cielo...


Publicado el 6 de marzo de 2022 por Cristóbal Miró Fernández .
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