El cristal de la memoria

Cristóbal Miró Fernández


Cuento


La tienda hacía años que estaba cerrada...quizá diez, quizá veinte...nadie lo sabía seguro. De hecho todo el barrio se había acostumbrado a verla con las persianas bajadas, y y amucha gente ni se acordaba que allí había habido una panadería, la vieja panadería de Doña Consuelo, que en paz descansaba hacía ya muchos años, de hecho su muerte precipitó que se cerrara el negocio...y desde entonces, haría veinte años, el local había estado vacío...salvo por un viejo espejo con su cristal intacto todavía en una de las paredes.

Entonces corrió por el barrio una voz que hablaba que alguien había comprado la vieja panadería, un matrimonio joven con ansias de futuro...no, no...un matrimonio de mediana edad con tres hijos...no, tampoco...una mujer soltera...no espera...no, no, un hombre que fue despedido de aquella fábrica, ¿no saben ustedes,la que cerró el mes pasado, de cuyo nombre nadie se acuerda y por lo tanto podría ser culaquiera de todas las fábricas cerradas de España? Y entre rumor y rumor, que si era alguien marroquí, paquistaní, español chino, ecuatoriano, los rumores crecían y crecían sin límite alguno. Se especulaba sin orden ni concierto con el nombre de aquellos o aquel misterioso personaje que había comprado la vieja panadería de Doña Consuelo, tan buena mujer como era, tan servicial...¿saben ustedes cuándo...? En fin, que el barrio era un bullir de rumores diversos y contradictorios entre ellos, cada casa un rumor, y cada calle un corrillo...

Y llegó el misterioso personaje del que toda la gente hablaba, y se supo la verdad, al fin...o se inventaron nuevos rumores, si ustedes lo desean así...en definitiva, Muhammad era marroquí, un rumor que era cierto, tenía familia, otro rumor que se había oído, casado con Fátima y padres de dos preciosos pequeños, Alí, de tres años, y Muhammad, de seis años, llamado como su papá y su abuelo paterno... como mínimo ya no cabían más conjeturas, se sabía quienes eran, que eran familia, de donde eran...¡fuera rumores! Pero el rumor el planta que se alimenta de leyendas oídas aquí o allá, por lo que, como el río nunca cesan de haber nuevos rumores, estos crecen y crecen sin cesar...

En fin, que Muhammad y su familia iniciaron la reforma del local. Iba a ser un bar nuevo en el barrio...interesante ¿no creen?, pues una panadería y un bar son en cierta manera lugares públicos donde las diversas vidas de las gentes se dan cita a diario ya sea para comprar una barra de pan y hablar sobre los problemas del día a día, como sobre una cerveza fresca en verano o una taza de te en cualquier época del año...y Muhammad y su familia descubrieron el viejo espejo, y pensaron que ,bien, para un bar un viejo espejo tan bien conservado no haría nada feo, sí, quedémonoslo, dijo la familia en bloque, dará personalidad al local, un cierto toque de identidad, como un puente entre el pasado, presente y futuro..sí, decidido, el espejo se queda.

El espejo es en cierta manera un archivo de rostros, de emociones, de palabras, de vida, guardada a lo largo de su existencia por mucho que dure acumula y acumula saberes, y tarde o temprano pugna por darlos a conocer al mundo, dar a conocer los buenos momentos y los malos que vivió y guardó, palabras y emociones, desvelar secretos guardados es de mala educación, no, hacer vivir de nuevo los recuerdos guardados día a día para que no mueran eso está mejor, pues así las memorias no perecen allí guardadas, y el espejo es el señor de ellas, su dueño, el bibliotecario de sucesos no escritos...

Un día, Muhammad observó que aunque no había nadie por la calle, por el espejo había pasado alguien, una mujer de mediana edad, de aspecto vivaz y vestido humilde...no le dio mucha importancia...el local estaba en mal estado tras tanto tiempo cerrado y quizá, tras trabajar muchas horas sin descanso, la vista le jugaba malas pasadas...necesitaba dormir un rato. Al otro día Fátima fue quien refirió a su familia que le había parecido ver una figura en el espejo, entrando por la puerta, y al girarse a ver quien era, no había nadie...pero quizá eran imaginaciones suyas...

Al otro día fue el pequeño Muhammad quien refirió algo parecido...algo pasaba, y si era algo malo, Al.lah los protegería...¡lejos de eso! El espejo ansiaba nueva vida, nuevas memorias, y aquella gente eran nueva vida, nuevo futuro, nuevas memorias...y lo habían respetado. Él deseaba mostrarles su mundo, el mundo que había vivido, las memorias guardadas en su alma de vidrio, se lo merecían, era una muestra de gratitud por su parte, pero viendo que los había asustado prefirió callar, quedarse mudo, aquella gente lo había respetado, se merecían asimismo respeto, ya llegaría el momento oportuno...paciencia..paciencia...

Y el bar abrió sus puertas, y el episodio del espejo fue olvidado por la familia. Estaba allí, en aquel rincón del bar, siempre escapaba alguna mirada de reojo por parte de Muhammad o Fátima, no podían evitarlo, ninguna por parte de Alí o Muhammad, de hecho lo adoraban...y el bar y sus parroquianos gravaban memorias en el alma del espejo una tras otra...memorias nuevas sumadas a las viejas...y de nuevo el espejo tuvo ganas de hablar al mundo.

Gerardo el mecánico estaba tomando una coca cola y mirando al espejo, curioso,mientras hablaba con Muhammad del tiempo que hacía...y de pronto una imagen se reflejó en el mismo, una imagen antigua, de cuando Gerardo, ahora un hombre de mediana edad, era un niño e iba con su madre a la antigua panadería, y luego otra, la primera imagen de Muhammad reflejada en el espejo cunado compró el local hacía tres años, y luego otra del pequeño Alí, ahora un hombrecito de seis años jugando con un coche de juguete ante él cunado tenía cuatro...

Ambos hombres se quedaron atónitos, y el espejo siguió mostrando imágenes durante media hora...imágenes del día a día, como quien pasa una película en el cine. Los parroquianos y la familia de Muhammad se arremolinaron ante el cristal, y los recuerdos salían de él para que los viera el mundo, y las memorias volvían a las gentes que los veían...corrió como la pólvora que en el bar de Muhammad había un espejo mágico, que daba imágenes en los que ellos mismos se reconocían de pequeñas y pequeños, e imágenes de sus padres, tías, tíos, abuelas, abuelas, primas, primos y demás familia...el espejo hablaba y daba a conocer sus historias, de antes, de ahora, de siempre, la vida del barrio viajaba atrás y adelante, sin prisas, sin miedo...y lo más importante, sin dar miedo a nadie, pues ante todo el espejo tenía algo muy claro...que él no sería nada salvo un cristal vacío de vida sin la ayuda de las gentes que lo hicieron lo que era: una parte más del alma del barrio, era parte del barrio y el barrio y sus gentes de él...y siguió almacenando memorias y recuerdos de la nueva vida del bar antes panadería...y a ratos hablaba, y la gente lo escuchaba, mientras las mismas palabras y recuerdos que almacenaba en aquel momento eran nuevas memorias para nuevos futuros que vendrían...


Publicado el 6 de febrero de 2022 por Cristóbal Miró Fernández .
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