¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño,
que toda la vida es sueño,
y los sueños sueños son.
Con estas palabras del gran dramaturgo español Calderón de la Barca procedentes de su obra dramática La vida es sueño me gustaría hablar de justamente eso: los sueños… o las pesadillas en las que se pueden convertir si no tenemos los pies en tierra a la hora de soñar realismos. Roma, Roma, cuando caiga Roma caerá el mundo, sentencia una célebre frase latina. Leamos al revés el nombre de esta ciudad y leeremos la palabra Amor, la fuerza creadora de todo bien. Roma, el centro del mundo, sede central de la Iglesia, del Papado, la puerta del Paraíso… y del Imperio y sus legiones, del águila imperial. Sea como fuere, es una puerta de grandes hojas que llevan al infierno o al cielo, al hierro o al oro.
Los sueños pueden desembocar en la peor de las pesadillas si no los controlamos. Tengamos encuentra el eterno sueño romántico de la mujer diez o el príncipe azul. El sueño de hallar la persona perfecta al que nunca renunciaremos porque sería como dejar de soñar con París ( y que es un sueño tan personal como cada persona que lo sueña) puede llevarnos a morir en vida soñando con vivir en la muerte. Quiero decir que la perfección no existe, y cuanto más deseemos encontrarla menos lo haremos, y menos disfrutaremos de una vida cuya esencia, a mi parecer, es seguir soñando con mejorar lo ya presente en la realidad cotidiana.
La rueda, pensemos en la rueda, ahora. La rueda fue hija de un sueño, la de poder ahorranos esfuerzos moviendo cargas pesadas, la de viajar lejos, un timón de un clásico barco de vela del siglo, por ejemplo un galeón, tiene forma de rueda, y los piratas sueñan con hallar su isla del tesoro, también, y ¿quién no ha soñado alguna vez con vivir libre como un pirata ideal, surcando los mares, con diez cañones por banda? Soñamos con nuestra isla del tesoro, nuestra isla desierta, nuestra Eva y nuestro Adán perfectos, nuestra rueda personal, de forma perfecta, pero como no existe la perfección, hemos de seguir buscándola hasta el fin de los tiempos para que siga viviendo una vez despertemos. Nuestro mundo real teñido de idealismo, una mezcla de ambos. África, tarde o temprano, se nos queda pequeña, y soñamos con ver mamuts lanudos en América.
Soñar, soñar, no podemos vivir sin soñar, pero tampoco soñando. La época rosa del idealismo, sin moderar con la época azul del realismo, aunque el cielo azul también sea puro idealismo, se puede convertir en nuestra cárcel perpetua, de la que no podremos huir si perdemos de vista el suelo. Las palomas no son ni la paz alada celestial ni una malvada raza de pájaros, son un punto intermedio entre ambos, donde residen nuestros sueños más realistas, donde la rueda romana nunca deja de abrirse camino adelante construyendo un puente de barcas elíseas entre los estrechos de Gibraltar y Bering.