Libro gratis: El Vagabundo del Norte
de Edgar Wallace

—¡Uf!

El la miró gravemente.

—¿Está usted asustada? —luego miró al gancho—. No fue ahí. Ahí solía colgar jamones. Lo hizo en un bosque…, en un árbol de sabe Dios dónde. Eso dicen. Perdió a su mujer y se volvió loco…, antes que usted naciera. Eso es lo que se cuenta.

—¿Quién lo cuenta? —preguntó ella con impaciencia.

El movió la cabeza en dirección a Littleburg; indicaba una comunidad.

—Los vagabundos evitan estos lugares. Yo no los entendí del todo…; tienen un lenguaje particular, suyo. — ¿Quiere usted sostener la luz?

Octubre cogió la vela, y él entró en un cuarto que daba al pasillo. Volvió en seguida, llevando una sábana polvorienta y rota.

—Hay una cama de hierro…; el colchón metálico me ha parecido bueno. Algo mohoso, pero muelle. Menos mal que tenemos luz.

La cama tenía muy mala apariencia; pero, como él había dicho, el colchón estaba intacto. Robin sacudió entonces la sábana y la dobló a modo de almohada.