Decimotercera novela de los veinte volúmenes que Émile Zola escribió dentro de la serie Les Rougon-Macquart. La novela es una dura y realista historia sobre una huelga de mineros en el norte de Francia en la década de 1860.
La historia se desarrolla en Francia, en un pueblo donde la vida gira en torno a las minas de carbón, lugar de donde la mayor parte de las familias obtienen sustento de éstas; cada miembro de las familias que ahí trabajan se vuelve virtualmente esclavo de la mina, obteniendo salarios de miseria, desgastándose y corriendo el riesgo de no volver a casa en cada momento del día.. Hartos de esta situación, habiendo incluido en su estilo de vida el hambre y la enfermedad, indispuestos a continuar con esta “vida” que al haber perdido ya toda esperanza había dejado de serlo, se organizan para iniciar una huelga, pidiendo un aumento que les permitiera por lo menos salir un poco del estado de hambre en el que vivían.
—Déjalos, mamá. Si era para mí, ya sabes que lo mismo me da
comer pastel que no comerlo. Tendrían hambre, habiendo andado
tanto.
Dieron las doce, y se oyeron los zuecos de los muchachos que
salían corriendo de la escuela. Las patatas estaban cocidas; el
café, espesado con un poco de achicoria, pasaba por el colador,
produciendo un olor agradable que abría el apetito. Desocuparon una
esquina de la mesa; pero solamente la madre comió: los tres niños
se contentaron con arrimarse a su falda; y todo el tiempo el
chiquillo, que era de una voracidad extraordinaria, no hizo más que
mirar al papel donde estaba la carne de cerdo, que le excitaba y le
abría el apetito.
La mujer de Maheu tomaba el café a pequeños sorbos, con las dos
manos puestas alrededor de la taza para calentárselas, cuando bajó
el viejo Buenamuerte. Ordinariamente se levantaba más tarde, cuando
ya el almuerzo lo estaba esperando puesto a la lumbre. Pero aquel
día empezó ,a refunfuñar, porque no tenía sopa. Luego, cuando su
nuera le dijo que no siempre se podían hacer las cosas como se
deseaba, se puso a devorar las patatas en silencio. De cuando en
cuando se levantaba e iba a escupir en el fuego, por limpieza;
luego volvía a sentarse en su sitio, y como no tenía dientes se
pasaba largo rato para comer una cucharada con la cabeza baja y los
ojos apagados.
563 págs. / 16 horas, 26 minutos.
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Publicado el 8 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.
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