No hay más información sobre el texto «Aire».
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El novio de Cecilia, al final de las escenas en que él solicitaba lo que ella negaba dominando todo el torrente de su voluntad rendida, solía exclamar en tono despreciativo:
—¡Tú no eres nadie; eres más fría que el aire!
Con su asonamiento y todo, la frasecilla acusadora se clavó como bala bien dirigida dentro del espíritu de la muchacha, y allí quedó, engendrando un convencimiento profundo... Ella era, seguramente, aire no más... Lo repetía a todas horas —y ésta fue la primera señal que dio de su trastorno—. Como que no hizo otra cosa de raro, ni menos de inconveniente. Con el mismo aspecto de pudor y de reserva que va usted a verla ahora, siguió presentándose en las casas de las señoras para quienes trabajaba, y de estas señoras ha partido la idea de traerla aquí, a fin de que yo intente su curación. Se interesan por ella muchísimo.
—¿Y usted espera que cure?
—No —respondió el médico en tono decisivo y melancólico—. La experiencia me ha demostrado que estas locuras de agua mansa, sin arrebatos, sonrientes, dulces, apacibles en apariencia, son las que agarran y no se van. No temo a las brutales locuras de la sangre, sino a las poéticas, las refinadas, las delicadas, las finas... Yo les he puesto, allá en mi nomenclatura interna, este nombre: «locuras del aire»...
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Publicado el 3 de octubre de 2018 por Edu Robsy.
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