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Este texto forma parte del libro «Cuentos del Terruño».
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—¿No sabes, mujer? Es una cosa que parece cuento. Que saltan con que no les da la gana de que yo arranque más piedra en todo el mes..., ¡y sabe Dios si en el otro!
—¿Qué dices, hom?...
—¡Asimismo... ray!
—¿Y quién tiene poder para eso? ¿El Auntamiento? ¿Los vecinos de la Arestía? ¿No soltamos por la cantera muy buenos cuartos? —refunfuñó Sabel, indignada, depositando sobre la artesa la tartera del bacalao y dos platos de barro vidriado, relucientes como cobre.
—¡Qué Auntamiento ni qué...! ¡No, mujer; si son los de la juelga! Los canteros de Sainís, de Bertial, de Dosiñas. Me leyeron la sentencia: que no se trabaja, y que no se trabaja, y que no se trabaja..., ¡ray!
—¿Y ellos mandan en ti? ¡Que manden en sus orejas!
—Mandar..., según: mandan y no mandan... Al tiempo que arman esas juelgas (el demonio las coma), todo Dios tiene que sujetarse a la voluntá de quien se le antoja volverlo todo de patas arriba... ¡ray, ray!
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Publicado el 14 de noviembre de 2020 por Edu Robsy.
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