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Sacaba en limpio el tío Terrores que trabajar, bueno; pero que una cosa es eso y otra reventarse trabajando, cuando hay maneras de defenderse… Su chica, aquella Petronila que comía la tierra, ¿sudó mucho pa ganarse miles de pesetas, corcho? El que discurre también trabaja; pero ¡hay trabajo de trabajo! Tío Terrones trabajaría con su ingenio. ¿Si él se atreviese… a…? La palabra temía hasta formularla interiormente, en ese recóndito santuario, tantas veces profanado al día, de la conciencia. ¿Y por qué no se había de atrever? Allí estaba el Morlaco, que ni se había muerto ni ido a presidio. Cuántos, si pudiesen, harían como el Morlaco. Y son infinitos los que, en una u otra forma, lo hacen, y les va ricamente. De esto estaba convencido el tío Terrones. Y de tal convencimiento pasó a concebir una idea que le pareció peregrina. La dio vueltas, la consideró desde todos los puntos de vista, la creyó disparatada al pronto, y un segundo después la vio clara y hacedera. Como golpe, era golpe… ¿Y si…? Ya, ya; convenía atar bien los cabos. Pero, acertando con el nudo, ello era rara treta y nadie la sospecharía.
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Publicado el 27 de febrero de 2021 por Edu Robsy.
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