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—Donc, madame...
Madame, fruncido el ceño, nublada la faz, respondió sin dureza, pero con poca dulzura:
—De sobra lo sabía la señorita, de sobra... Y extrañaba que lo preguntase aún... Nada podía haber en común entre los hijos del secretario de Embajada de la nación más enemiga y la hija del agregado militar de la de su patria... Sería sencillamente escandaloso que se saludasen, que se hablasen ni un momento.
Un mohín de llanto contrajo la linda cara morena de Solange. Protestaba todo su ser contra tal doctrina.
—Lisbeta y Ludwig no han hecho nada de malo... Yo bien lo sé...; Lisbeta y Ludwig son buenos, ea... No son enemigos míos, a ver... ¡Qué han de ser enemigos míos!
—Lo son de nuestra patria...
En medio del llanto que amagaba, surgió una expresión traviesa, como si la risa fuese a brotar, comprimida.
—Pfui... Lisbeta, Ludwig, enemigos de nuestra patria... De una patria cualquiera... Très drôle! ¡Eran tan divertida la idea! Lisbeta, la muñequilla rubia, y el gordinflón de su hermano, del cual las dos chiquillas se burlaban, porque escribía cartitas gansas a Solange y temblaba y obedecía a las dos coquetuelas, aterrado y postrado ante sus menores órdenes.
4 págs. / 7 minutos.
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Publicado el 1 de octubre de 2018 por Edu Robsy.
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