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Porque Mercedes y Rosa iban a casarse en Pascua, y tiernamente enamoradas de sus gallardos novios, querían antes del momento decisivo e irrevocable, someterles a una pequeña prueba, de la cual, seguramente, saldrían vencedores. Deseaban las dos señoritas ver si en efecto se abstenían sus prometidos de concurrir a aquel baile de máscaras de que tanto se hablaba, el de la «Asociación artística», baile cuyas panderetas y sonajas les repicaban en los oídos un mes antes de que se celebrase; como un himno al placer y a la alegría carnavalesca.
Con los billetes que les había proporcionado de ocultis, Mercedes y Rosa entraron con dificultad en el baile. Asediadas desde el primer momento por los requiebros e impertinencias de muchos hombres, jóvenes y viejos, finos y bastos, apretó la mayor el brazo de la menor, diciendo bajito: «No te sueltes». Lo que llamaba la atención en aquellas mascaritas tan iguales y tan bien calzadas, era la riqueza de sus dominós, la magnificencia del encaje que, montado sobre raso, las envolvía de la cabeza a los pies, delatando la calidad las damas que se permitían el lujo de tal disfraz. Ellas, indiferentes a la sensación que producían, miraban a todas partes ansiosamente, por si descubrían a sus novios entre el gentío. Y con rápida explosión de gozo, cuchicheaban de tiempo en tiempo: «Pues no están…», «Pues no están», «Han cumplido su palabra…». “Lo ves, ¿mal pensada?”, —añadía la rubia Rosa pellizcando suavemente a la morena Mercedes. De pronto ésta devolvió a su hermana el pellizco, pero tan furioso y cruel, que Rosa, reprimiendo el chillido, por poco suelta las lágrimas. “Ahí están”, —rujía Mercedes hecha una leona. «Allí, allí». No necesitaron buscarlos. Atraídos por el murmullo de admiración que levantaban los dominós de encaje, acercáronse los novios, y más decididos que los demás galanes, empezaron a sitiar en toda regla a las mascaritas, tan cegados por el destino que ni un minuto se les ocurrió que pudiesen estar conquistando a sus futuras esposas…
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Publicado el 10 de mayo de 2021 por Edu Robsy.
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