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—Si usted no pensaba retirarse, me quedaré un instante, condesa —murmuró el diplomático.
—No suelo acostarme antes de la una… Acaso venga todavía alguien desde algún teatro a concluir la noche.
Leoncio se despidió con igual rendimiento, y apenas su elegante silueta hubo desaparecido detrás del biombo de seda brochada, el embajador, acercándose familiarmente a la condesa, exclamó:
—Clotilde, ¡si viese usted qué gozo me da el volver a verla! ¡Después de tantos años, de tanto viajar, de tantas cosas como han sucedido! ¿No se alegra usted, ingrata?
—Sí que me alegro… Para mí siempre será usted aquel Bruno, aquel amigo incomparable…
—Perdone usted…; algo más que amigo, algo más que amigo…
—¡Bien sabe usted que… nada más!
Él frunció el ceño, y sentándose frente a la dama, al otro lado de la alegre chimenea de leña que empezaba a decaer, suspiró como si todo lo recordado, lo esfumado por el tiempo, hubiese sucedido la víspera. En efecto, siempre le había mortificado un poco, en su vanidad de hombre habituado a triunfos, la memoria de su fracaso con Clotilde Ayala, probablemente la mujer que más le había interesado en el mundo… Y lo cierto es que no se lo explicaba. Era indudable que Clotilde estaba con él frecuentemente muy tierna; otras, es cierto, arisca y hasta enojada, burlona y desdeñosa… Como que la mitad de las veces no sabía él qué actitud adoptar, desconcertado por lo que juzgaba tramitación de coqueta o defensa de una virtud que no quiere sucumbir. Y en esta lucha, en este afán, habían transcurrido dos años, dos años mortales de zozobras, esperanzas, locos arrobamientos, imprudencias cometidas a la faz del mundo…, hasta que descorazonado se precipitó a salir de España, tomando la ausencia como remedio supremo… y heroico… Desde entonces habíanle ocurrido mil lances; pero el amor propio dolorido y la curiosidad insatisfecha punzaban todavía… ¿Por qué, por qué no había sucedido lo que debía, lo que tenía más remedio que suceder?
4 págs. / 7 minutos.
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Publicado el 10 de mayo de 2021 por Edu Robsy.
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