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Mis párpados se cerraban, mi cerebro se oscurecía. Abrí los ojos una última vez, con esfuerzo; vi con tristeza un pedazo de cielo gris, traté, de llevar a la boca el cigarro; pero mi brazo cayo pesadamente hacia atrás.
* * *
Encontrábame en el mismo sitio y en la misma postura; pero mis
sensaciones ¡cuánto habían cambiado! la torpe somnolencia de poco antes,
había sucedido una lucidez extraña, llena de inquietudes y temores.
Producíame miedo aquel gran salón solitario. Todo lo que me rodeaba
tenía un tinte siniestro; me sentía cercado de peligros; volvía los ojos
con terror hacia los antiguos muebles, hacia los grandes retratos,
sobre los que se deslizaba la pálida luz invernal; hundía con angustia
mis miradas en las profundidades grises y sombrías de los espejos;
habría querido huir de aquel destello lívido que caía del cielo y
chispeaba lúgubremente en las molduras negras, en los dorados, y hacía
resaltar grandes sombras sobre el pavimento.
Aquellas sombras crecían y se espesaban con una rapidez increíble; parecían juguetear y perseguirse vertiginosamente sobre la alfombra... Al fin me envolvían como en un negro y denso vapor, dejándome sumergido en una obscuridad profunda. Una palpitación extraordinaria, un cuchicheo indefinible me rodeaba. De pronto vi, como a través de un anteojo de teatro invertido, abrirse en las tinieblas un pequeño agujero tras el cual se veía una pálida claridad, y allá al fondo, bien lejos, creí divisar dos negras figuritas humanas que avanzaban lentamente hacia mí por algún estrecho corredor; marchaban unidas paso a paso, envueltas en aquella claridad sobrenatural que yo jamás viera antes brillar sobre la tierra; a veces se detenían un instante y parecían confundirse en un abrazo íntimo que de aquellas figuras no hacía sino una sola; después se separaban para continuar avanzando. Y el péndulo del gran reloj de bronce parecía regular siempre con su áspero tictac, y aquellas lejanas siluetas avanzaban siempre hacia mí por aquel interminable corredor. Y yo me preguntaba con pavor: ¿Llegarán al fin donde yo estoy? Creí que murmuraban confusamente unas frases incoherentes empapadas en amarguras, que mi alma comprendía, que había escuchado no sabía dónde. ¿Te acuerdas...?
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Publicado el 28 de junio de 2022 por Edu Robsy.
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