Colección que reúne algunos de los mejores y más conocidos cuentos del autor.
En ellos se narran historias sencillas y elabora con este volumen una solida respusta a los problemas que nos plantea el viejo y renovado anhelo de leer y escribir.
Incluye los diez títulos siguientes:
- Nadie encendía las lámparas
- El balcón
- El acomodador
- Menos Julia
- La mujer parecida a mí
- Mi primer concierto
- El comedor oscuro
- El corazón verde
- Muebles "El canario"
- Las dos historias
Dos veces por semana un amigo me llevaba a un comedor gratuito.
Primero se entraba a un hall casi tan grande como el de un teatro; y
después se pasaba al lujoso silencio del comedor. Pertenecía a un hombre
que ofrecería aquellas cenas hasta el fin de sus días. Era una promesa
hecha por haberse salvado su hija de las aguas del río. Los comensales
eran extranjeros abrumados de recuerdos. Cada uno tenía derecho a llevar
a un amigo dos veces por semana; y el dueño de casa comía en esa mesa
una vez por mes. Llegaba como un director de orquesta después que los
músicos estaban prontos. Pero lo único que él dirigía era el silencio. A
las ocho, la gran portada blanca del fondo abría una hoja y aparecía el
vacío en penumbra de una habitación contigua; y de esa oscuridad salía
el frac negro de una figura alta con la cabeza inclinada hacia la
derecha. Venía levantando una mano para indicarnos que no debíamos
pararnos; todas las caras se dirigían hacia él; pero no los ojos: ellos
pertenecían a los pensamientos que en aquel instante habitaban las
cabezas. El director hacía un saludo al sentarse, todos dirigían la
cabeza hacia los platos y pulsaban sus instrumentos. Entonces cada
profesor de silencio tocaba para sí. Al principio se oía picotear los
cubiertos; pero a los pocos instantes aquel ruido volaba y quedaba
olvidado. Yo empezaba, simplemente, a comer. Mi amigo era como ellos y
aprovechaba aquellos momentos para recordar su país. De pronto yo me
sentía reducido al círculo del plato y me parecía que no tenía
pensamientos propios. Los demás eran como dormidos que comieran al mismo
tiempo y fueran vigilados por los servidores. Sabíamos que terminábamos
un plato porque en ese instante lo escamoteaban; y pronto nos alegraba
el siguiente. A veces teníamos que dividir la sorpresa y atender al
cuello de una botella que venía arropada en una servilleta blanca. Otras
veces nos sorprendía la mancha oscura del vino que parecía agrandarse
en el aire mientras la sostenía el cristal de la copa.
120 págs. / 3 horas, 30 minutos.
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Publicado el 16 de febrero de 2025 por Edu Robsy.
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