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Brillaba en la mano izquierda de la joven acostada en el sofá un magnífico brillante, y con un pañuelo de holán, bordado en Méjico, que en ella tenía, enjugaba de cuándo en cuándo una lágrima que se deslizaba lentamente por sus anacaradas mejillas. Sin duda piensa el lector haber adivinado que esa lágrima solitaria que vierte una mujer joven y hermosa, rodeada de aquel lujo, indicio de una posición envidiable, es y no puede ser sino una lágrima de amor. Sentimos decirlo: el lector ha adivinado mal. Y en obsequio a la verdad, y aun a costa de desprestigiar a la heroína de nuestra relación, tenemos que decir que esa lágrima no era de amor, sino de coraje. Sí, esa lágrima tan brillante que caía de aquellos ojos, azules como el cielo de la tarde, y que pasando por entre sus largas y oscuras pestañas resbalaba por aquellas mejillas de tan suave y fresco sonrosado, era de coraje.
Pero antes de proseguir, es preciso referir lo que la originaba.
La joven que hemos descrito se llamaba Ismena, y era hija única de D. Patricio O-Carty, cuya familia había emigrado de Irlanda, como otras muchas, huyendo del usurpador Cromwell, que perseguía dos cosas que suelen unirle: la religión y su constancia; el principio monárquico y su lealtad. La mayor parte de estos fieles que abandonaron sus empleos, casas y tierras, siguieron a Carlos Eduardo Stuart el Pretendiente a Francia, y le acompañaron cuando en 1690, auxiliado por Luis XIV, hizo este desgraciado rey un desembarco en Irlanda, y después de muchas vicisitudes, mandó en persona la desgraciada batalla de la Boyne. Después de esta derrota entraron aquellas tropas, que se componían de la primera nobleza de Irlanda, al servicio de Francia y España. Acogiolas, como de suponer era, Felipe V favorablemente, y formaron en 1709 los regimientos de Ibernia y Ultonia, y más adelante otro tercero, que se llamó Irlanda. Mandaba estas tropas Jacobo Stuart, duque de Berwick, hijo natural que tuvo Jacobo II de Arabela Churchill, hermana del famoso Marlborough. Ganó el duque de Berwick la batalla de Almansa, y tomó a Barcelona por asalto; y el rey premió sus grandes servicios a la corona con los ducados de Liria y Jérica y con la grandeza de España. Tuvo este bizarro general dos hijos: el primero se naturalizó en España y llevó los títulos de Berwick, Liria y Jérica, uniéndose después por enlace a la noble casa de Alba, que había recaído en hembra; el hijo segundo se estableció en Francia, donde existen sus descendientes, que llevan el título de duques de Fitz-James. Los arriba mencionados regimientos han llegado hasta nuestros días con los hijos de aquellos fieles; pues, según se nos dice, existen aún noventa apellidos irlandeses en el ejército español, que honran a los que los llevan, por su lealtad, bizarría y nobleza hereditaria.
35 págs. / 1 hora, 2 minutos.
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Publicado el 28 de octubre de 2020 por Edu Robsy.
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