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Este texto, publicado en 1883, está etiquetado como Filosofía.
Filosofía.
312 págs. / 9 horas, 6 minutos / 933 KB.
28 de marzo de 2017.
No me entienden: no soy yo la boca para estos oídos.
Sin duda he vivido demasiado tiempo en las montañas, he escuchado demasiado a los arroyos y a los árboles: ahora les hablo como a los cabreros.
Inmóvil es mi alma, y luminosa como las montañas por la mañana. Pero ellos piensan que yo soy frío, y un burlón que hace chistes horribles.
Y ahora me miran y se ríen: y mientras ríen, continúan odiándome. Hay hielo en su reír.
Pero entonces ocurrió algo que hizo callar todas las bocas y quedar fijos todos los ojos. Entretanto, en efecto, el volatinero había comenzado su tarea: había salido de una pequeña puerta y caminaba sobre la cuerda, la cual estaba tendida entre dos torres, colgando sobre el mercado y el pueblo. Mas cuando se encontraba justo en la mitad de su camino, la pequeña puerta volvió a abrirse y un compañero de oficio vestido de muchos colores, igual que un bufón, saltó fuera y marchó con rápidos pasos detrás del primero. «Sigue adelante, cojitranco, gritó su terrible voz, sigue adelante, ¡holgazán, impostor, cara de tísico! ¡Que no te haga yo cosquillas con mi talón! ¿Qué haces aquí entre torres? Dentro de la torre está tu sitio, en ella se te debería encerrar, ¡cierras el camino a uno mejor que tú!». Y a cada palabra se le acercaba más y más, y cuando estaba ya a un solo paso detrás de él ocurrió aquella cosa horrible que hizo callar todas las bocas y quedar fijos todos los ojos: lanzó un grito como si fuese un demonio y saltó por encima de quien le obstaculizaba el camino. Mas éste, cuando vio que su rival lo vencía, perdió la cabeza y el equilibrio; arrojó su balancín y, más rápido que éste, se precipitó hacia abajo como un remolino de brazos y de piernas. El mercado y el pueblo parecían el mar cuando la tempestad avanza; todos huyeron apartándose y atropellándose, sobre todo allí donde el cuerpo tenía que estrellarse.