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Este texto forma parte del libro «Del Huerto Provinciano».
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Del caudal de todos se conocía la causa: el puerto o el logro. Por eso maravillaba el distinto origen de la abundancia reciente de una familia que comía cocido de suculencia copiosa, todos los días, y el hombre leía periódicos y fumaba en mangas de camisa, engordando por la bendita holganza; y ellas, su mujer y cuñadas, llevaban siempre batas y perfumes y aun joyas de poderoso relumbror.
Menudeaban las compras para su atavío y regalo; y casas, solares y bancales próximos, cuya venta se publicase o supiese, pasaban luego a su dominio.
No fue posible malsinar del marido por vicio ni artería o complacencias demasiadas. Eran cuñadas y esposa amigas de bullicio y diversión en su entrada, acera y huerto, merendando y cantando con vecinos, entre los que destacaba un tañedor de vihuela, que aunque menudo, era el «Petronio» del barrio. Pero todos esos pasatiempos los gozaban sin ninguna manera de licencia o deshonestidad que se sepa...
* * *
...Antaño tuvo el marido barbería de las de soportal y tertulia
política; y siempre fue holgachón y dado a la zumba. En cambio, ellas,
descoloridas, consumidas, suspiraban de tedio y de necesitadas, y
vestían con tanta humildad que apenas tenían amistades ni osaban salir
por recato de su pobreza. Un hermano, presbítero, andaba de ermita en
humilladero, de aldea en pueblo, de iglesia en monasterio al olor de
alguna misa, rosario o sermoncico, que le diese lo indispensable; y en
un cuartito del señor rapista se acostaba.
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Publicado el 28 de enero de 2021 por Edu Robsy.
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