Esta serie de relatos cortos, escrita para ser publicada en un decadente panfleto político de la costa este, apenas sobrevivió lo suficiente para ser leída por algunos menos políticos afortunados. Las historias? Bueno, no se necesitan demasiadas palabras para abrir un mundo nuevo, para imaginar muy seguramente ninguna, para acabar con ellos luego tal vez si sea necesario algún poder que la literatura no tiene aún.
Aprovechando la hora de la siesta, y que el campo quedaba al lado
de la casa y los mayores estaban tranquilos sabiendo de nuestro paradero,
empezamos un día, con Joaquín, que vino a pasar a la casa de la playa un mes
entero porque es mi mejor amigo, una tarde tras otra, a encaminar la obra de
acuerdo a un plano que previamente dibujamos en un papel secreto, al que fuéronsele
sumando otros de acuerdo a las modificaciones convenientes que la construcción
iba sufriendo a la par de las dificultades que surgían al momento de clavar las
maderas, atar las cuerdas, acomodar las ramas del árbol. Hasta que, casi un mes
después, teníamos todo un cuaderno secreto al que le pusimos “el libro”, donde
era menester el registro de cualquier observación y/o inspiración concebida en
las alturas del fuerte, que ya estábamos por terminar con la merecida
inauguración todavía a planearse, y desde donde se podía dominar fácilmente con
la visa buena parte de la casa y sus fondos boscosos, y casi toda la cuadra de
calle. Por lo que los prodigios de nuestra curiosidad eran numerosos y engrosaban
a ojos vista el documento.
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Publicado el 25 de octubre de 2018 por Ludivan.
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