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¿Sabes por qué las mujeres somos desgraciadas con tanta frecuencia? Porque cuando jóvenes se nos enseña a creer demasiado en la dicha. Jamás se nos educa en la idea de que hay que combatir, luchar y padecer. Y, al primer choque, nuestro corazón se hace añicos; esperamos, abierta el alma, los torrentes de acontecimientos felices. No los vemos pasar más que semibuenos, y sollozamos inmediatamente. La dicha, la verdadera dicha de nuestros sueños, he aprendido a conocerla. No consiste en la venida de una gran felicidad, porque las grandes felicidades son muy raras y muy cortas, sino que reside, sencillamente en la espera infinita de una serie de alegrías que no llegan jamás. La dicha es la espera feliz, es el horizonte de esperanzas; es, pues, la ilusión inacabable. Si, querida amiga; lo único bueno son las ilusiones, y vieja como soy, aún las tengo nuevas a diario; sólo que siendo los mismos mis deseos, han cambiado de finalidad. Te dije antes que soñando paso la mayor parte del tiempo. ¿Qué otra cosa podría hacer? Y tengo dos maneras de soñar. Voy a comunicártelas; tal vez te sean útiles.
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Publicado el 4 de junio de 2016 por Edu Robsy.
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