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Y la tristeza de la estación de los baños, la monotonía de los días iguales, hacen más completa , a medida que las horas pasan, esta eclosión de afecto.
Así que, aquella tarde, como todas las tardes, esperábamos la entrada de figuras desconocidas.
Solo vinieron dos, pero muy extraños, un hombre y una mujer: padre e hija. e dieron la sensación, enseguida, de personajes de Edgar Allan Poe, y sin embargo había en ellos un algo especial, un halo de desgracia. Yo me los imaginé como víctimas de la fatalidad. El hombre era muy grande y delgado, un poco encorvado, con el pelo todo blanco, demasiado blanco para su fisonomía todavía joven. Había en su aspecto y en su persona algo grave, un porte austero que caracteriza a los protestantes. La hija, de 24 o 25 años, era pequeña, muy delgada también, muy pálida, con aire cansado, fatigado, agotado. Nos encontramos así personas que parecen demasiado débiles para los trabajos y necesidades de la vida, demasiado débiles para moverse, para andar, para hacer todo lo que hacemos diariamente. Esta chiquilla era bastante hermosa, de una belleza de apariencia diáfana; y comía con una lentitud extrema, como si fuera incapaz de mover sus brazos.
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Publicado el 19 de mayo de 2016 por Edu Robsy.
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