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—Toma; trágate esto, cochino.
El soldado se puso a comer con ansia, mientras el campesino, comprendiendo que había reconquistado su reputación, hizo un guiño a sus criados, que ponían unas caras muy particulares, a un tiempo medrosos y con ganas de reír.
Cuando el soldado consumió lo que tenía en el plato, "San Antonio" le sirvió nuevamente, y el alemán hizo desaparecer la segunda ración con la misma ligereza; pero rechazó el tercer plato que le ofrecía el campesino con insistencia, repitiendo:
—Vaya, te cabe más en el vientre; quiero engordarte, quiero engordarte; quiero que seas el mayor de todos: mi cerdo.
Y el soldado, entendiendo solamente que le ofrecían más comida, satisfecho, reía e indicaba por señas que ya estaba lleno.
Entonces Antonio, con un movimiento familiar, le dio unos golpecitos en la barriga, diciendo:
—Sí que tiene repleta la panza, mi cerdo.
Y de pronto, retorciéndose de risa, se arrebató como si le amagara un ataque; ni pudo hablar. Una idea muy graciosa lo divertía, enloqueciéndolo.
8 págs. / 14 minutos.
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Publicado el 17 de junio de 2016 por Edu Robsy.
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