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«¿Adónde irán éstos? —se preguntaba el abeto—. No son mayores que yo; uno es incluso más bajito. ¿Y por qué les dejan las ramas? ¿Adónde van?».
—¡Nosotros lo sabemos, nosotros lo sabemos! —piaron los gorriones—. Allá, en la ciudad, hemos mirado por las ventanas. Sabemos adónde van. ¡Oh! No puedes imaginarte el esplendor y la magnificencia que les esperan. Mirando a través de los cristales vimos árboles plantados en el centro de una acogedora habitación, adornados con los objetos más preciosos: manzanas doradas, pastelillos, juguetes y centenares de velitas.
—¿Y después? —preguntó el abeto, temblando por todas sus ramas—. ¿Y después? ¿Qué sucedió después?
—Ya no vimos nada más. Pero es imposible pintar lo hermoso que era.
—¿Quién sabe si estoy destinado a recorrer también tan radiante camino? —exclamó gozoso el abeto—. Todavía es mejor que navegar por los mares. Estoy impaciente por que llegue Navidad. Ahora ya estoy tan crecido y desarrollado como los que se llevaron el año pasado. Quisiera estar ya en el carro, en la habitación calentita, con todo aquel esplendor y magnificencia. ¿Y luego? Porque claro está que luego vendrá algo aún mejor, algo más hermoso. Si no, ¿por qué me adornarían tanto? Sin duda me aguardan cosas aún más espléndidas y soberbias. Pero, ¿qué será? ¡Ay, qué sufrimiento, qué anhelo! Yo mismo no sé lo que me pasa.
10 págs. / 18 minutos.
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Publicado el 26 de junio de 2016 por Edu Robsy.
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