Descargar PDF «Benito Cereno», de Herman Melville

Cuento


Descargar gratis el libro «Benito Cereno» de Herman Melville en PDF.

Este ebook gratuito del libro de Herman Melville «Benito Cereno» en formato PDF se puede leer desde cualquier dispositivo: ordenadores, tablets y smartphones. PDF es el formato idóneo para leer desde el ordenador y para imprimir el texto en papel. Para leer en dispositivos con pantallas más pequeñas, se recomienda descargar el texto en alguno de los otros formatos disponibles.

Este texto está etiquetado como Cuento.


  Cuento.
110 págs. / 3 horas, 12 minutos / 265 KB.
25 de junio de 2016.


Fragmento de Benito Cereno

Estando a solas con ellos, no le llevó mucho tiempo observar algunos detalles que tendían a confirmar sus primeras impresiones; pero su sorpresa se trocó en lástima, tanto hacia los españoles como hacia los negros, al encontrar ambos contingentes evidentemente reducidos a causa de la falta de agua y provisiones, del mismo modo que el sufrimiento largo y sostenido parecía haber hecho aflorar las cualidades menos benévolas de los negros, al tiempo que deterioraba la autoridad de los españoles sobre ellos. Sólo que, precisamente en estas condiciones, debía haberse previsto que las cosas llegarían a tal estado. En lo que respecta a ejércitos, armadas, ciudades o familias, incluso en la misma naturaleza, nada relaja tanto las buenas costumbres como la miseria. Sin embargo el capitán Delano tenía la idea de que si Benito Cereno hubiera sido un hombre más enérgico, el desorden no habría llegado a tal extremo. Pero la debilidad del capitán español, ya fuera constitucional o provocada por las dificultades físicas y mentales, era demasiado obvia para ser pasada por alto. Presa de un abatimiento permanente, como si —habiendo sido burlado largo tiempo por la esperanza no pudiera admitirla ahora que la burla había cesado— la perspectiva de fondear aquel mismo día o aquella noche a mucho tardar, disponiendo de abundante agua para su gente y con un fraternal capitán para aconsejarle y ofrecerle su amistad, no le animara de manera perceptible. Su mente parecía trastornada o quizás aun más seriamente afectada. Encerrado entre aquellas paredes de roble, encadenado a un aburrido círculo de mando cuya incondicionalidad le hartaba; cual hipocondríaco abad se paseaba lentamente, parando a veces súbitamente, volviendo a caminar, con la mirada fija, mordiéndose el labio, mordiéndose las uñas, ruborizándose, empalideciendo, pellizcándose la barba, y con otros síntomas de tener la mente ausente o abatida. Ese espíritu enfermizo se alojaba, como ya antes se ha esbozado, en una estructura igual de enfermiza. Era bastante alto, pero no parecía haber sido nunca robusto y ahora, con los nervios destrozados, se había quedado esquelético. Parecía habérsele confirmado recientemente cierta tendencia a las complicaciones pulmonares. Su voz era como la de alguien a quien le falta la mitad de los pulmones, áspera y contenida, como un ronco susurro. No era de extrañar, en tal estado, que se tambaleara, ni que su criado personal lo siguiera sin perderlo nunca de vista. De vez en cuando el negro ofrecía el brazo a su amo, o sacaba un pañuelo del bolsillo para dárselo, cumpliendo estas y similares funciones con ese celo afectuoso que convierte en algo filial o fraterno aquellos actos que en sí mismos no son más qué una muestra de servilismo y que les ha valido a los negros la reputación de ser los ayudas de cámara más satisfactorios del mundo, y con los que su amo no se ve obligado a mostrarse frío y superior, sino que puede tratarlos con amistosa confianza, más que como a un sirviente, como a un fiel compañero.

Benito Cereno

Descarga no permitida

Este texto podría estar protegido por derechos de autor.


Libros más populares de Herman Melville