Tras "Los arrecifes de coral", que contenía más poesía que cuentos, Quiroga dio a la imprenta este libro de relatos. En él se nota la fuerte influencia de Edgar Allan Poe sobre el autor y es un claro ejemplo de narrativa modernista.
Incluye los doce cuentos siguientes:
- La princesa bizantina
- Rea Silvia
- Corto poema de María Angélica
- Flor de imperio
- La muerte del canario
- Idilio
- El 2º y el 8º número
- Historia de Estilicón
- El haschich
- La justa proporción de las cosas
- El triple robo de Bellamore
- El crimen del otro
Sentí un bienestar hasta entonces desconocido con aquel cambio de
existencia: rápidas olas de alegría inundaban mi alma, llenaba la casa
con mi bulliciosa actividad, golpeaba de tal modo las puertas, sobre
todo de mañana, que mi esposa —cuyo despertar era delicado— hubo de
rogarme dulcemente que no hiciera tanto ruido. Logré al fin comunicarle
algo de mi turbulencia; y dejando todo dispuesto para la cena —por las
últimas tardes plácidas de abril— abandonábamos nuestra casa como
chiquillos que salen a jugar. Las hermanas de Angélica nos acompañaban:
largos paseos fueron aquéllos, en que mi esposa procuraba hablarme a
solas, prolongados a veces hasta la salida de la luna, y de los cuales
hablamos a menudo cuando el invierno nos impidió repetirlos. Las cuatro
hermanas, cuya suerte estuvo desde entonces unida a la mía, se llamaban
Estela, Juana, Doralisa y Perdigona.
IV
Ellas, con sus caracteres familiares y la confianza que en mí tenían,
fueron como un terreno agraciado a que llegó el desborde de todas
nuestras ternuras. Estela, sobre todo, bien amada del padre y que dormía
con lámpara encendida, alcanzó en aquel apacible torneo ser la elegida
de mi amistad. Mi inclinación a la hermosa criatura venía de muy lejos,
cuando en las primeras visitas que hice a María Angélica salía a
recibirme vestida de blanco, el cuello envuelto siempre en negra cinta
de terciopelo, desechando desde el invierno pasado las pálidas muselinas
que atrajeron con justo motivo la animadversión del doctor. Era en
invierno, estaba delicada. A veces, durante las veladas de novios, la
observaba obstinadamente, como si su alma serena y frágil hubiera
menester de ser sostenida. Paseaba sin hacer ruido, iba a menudo a las
piezas interiores; y si en alguna noche contuve más de lo preciso la
hora de retirarme, Estela, cuyos ojos ya no veían, nos abandonó vencida
por el sueño.
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Publicado el 25 de enero de 2024 por Edu Robsy.
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