Jack London imagina en 1910 que en el futuro las potencias occidentales invadirán China tras debilitarla con armas biológicas y epidemias
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Pero al mismo tiempo el secreto fue descubierto. Los oficiales japoneses reorganizaron el ejército chino. Sus sargentos instructores transformaron los guerreros medievales en soldados del siglo veinte, acostumbrados a toda la ciencia de la guerra moderna, con una proporción de buenos tiradores, superiores a la media de cualquier ejército occidental. Los ingenieros japoneses profundizaron y ensancharon la complicada red de canales, construyeron fábricas y fundiciones, enlazaron el imperio con una red de líneas telegráficas y telefónicas, e inauguraron una era de construcciones de vías férreas. Aquellos promotores de la civilización mecánica descubrieron los yacimientos de petróleo de Chusan, las montañas de hierro de Whang-Sing, las minas de cobre de Shansi y perforaron los pozos de gas de Woe-Wee, las más maravillosas reservas de gas natural que existían en el mundo.
Algunos emisarios japoneses formaban parte del Consejo del Imperio chino y murmuraban al oído de los hombres de Estado. La reconstrucción política del país fue obra suya. Sustituyeron a la clase de los letrados, profundamente reaccionarios, y aseguraron puestos oficiales a los partidarios del progreso. En cada capital o ciudad, aparecieron los periódicos. Naturalmente, redactores japoneses tomaban la dirección política de éstos inspirándose directamente en Tokio. Estos periódicos fueron educando progresivamente a la gran masa de la población.
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Publicado el 3 de febrero de 2020 por Pedro Moreno.
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