Cuento que narra en primera persona la batalla culminante de la Revolución del Quebracho, que fue una batalla que se produjo en Uruguay en una villa en el noroeste del departamento de Paysandú, sobre la cuchilla del Queguay al norte del arroyo homónimo, entre los días 26 al 31 de marzo de 1886.
La rebelión de 1886 llamada Revolución del Quebracho, no tuvo carácter partidista. Fue una rebelión del legalismo contra el militarismo. El enfrentamiento fue llegando de manera cada vez más inevitable. Por un bando estaban Francisco Antonio Vidal, nuevo senador del artificialmente creado departamento de Flores, preparando sin pudores la continuidad de Santos. Por otro lado, la Junta Revolucionaria actuando en Buenos Aires con representantes de los tres partidos a su frente: con el colorado Lorenzo Batlle, con los blancos Juan José de Herrera y Martín Aguirre, con el constitucionalista Gonzalo Ramírez y con presencia del Coronel Gaudencio, Jefe político montevideano de Pedro Varela en los primeros años del proceso dictatorial. Entre el 30 y el 31 de marzo se llevó a cabo la batalla, por unos denominada del Quebracho, y por otros de Puntas o Palmeras de Soto. Cuando cesó el fuego, los revolucionarios tenían más de 200 muertos y más de 600 prisioneros.
—¡No cabecee, amigo: ahora es el momento de no aflojar la vena del garrón!
El joven, herido en su amor propio, no respondió, y puso empeño en evitar la acción nerviosa.
Las guerrillas ocupaban una gran zona salpicada de rojo con los
fogonazos. Acá y allá se veían pequeñas espirales de humo claro
ascendiendo con desgano hacia el gris triste del cielo.
La retirada continuaba en orden.
—Pero ¿el enemigo no es más que ese que se ve allá? —preguntó
Cipriano, señalando las guerrillas poco numerosas que iban avanzando
lenta, pero de manera segura.
El caudillo sonrió.
—Ya verá la cola: no se aflija por ver la cola —dijo.
Poco á poco el fuego fué arreciando. Las detonaciones, que al
principio se oían como ruidos sordos, sin eco y bien distintas unas de
otras, comenzaron á multiplicarse; las diversas volutas de humo se
fueron juntando hasta formar una nubecilla cenicienta, por entre cuyas
mallas el sol del verano hacía pasar una lluvia de fuego recalentando la
amplia loma.
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Publicado el 29 de noviembre de 2023 por Edu Robsy.
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