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Este texto forma parte del libro «Yuyos».
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—Casa chica, parece.
—Es pa los chanchos.
Y ella, riendo:
—Vas á estar bien ahí adentro.
—Sí; en tu compaña.
La china hizo un gesto despreciativo, recogió el atado de ropas, y exclamó con desprecio:
—¡Andá que te lamban!...
Y á pasos menudos y rápidos se encaminó á las casas, zarandeándose y sin dignarse mirar atrás.
El mozo continuó su tarea y sóio cuando ya ella estaba lejos, entrando al guardapatio, levantó la cabeza y se puso á contemplarla.
—Tuavía, no—exclamó, volviendo tranquilamente á su trabajo.
* * *
Cuatro meses después daba principio la esquila
Gran trajín en la estancia. Había que voltearles el vellón á más de veintemil lanudas. Cuarenta esquiladores sudaban apestosamente bajo el cinc hecho fuego del techo del galpón, cubiertos de grasa, arrodillados, una oveja entre las piernas, la tijera en la mano... Las ovejas medio asfixiadas, gemían lastimosamente; de pronto balaba una, pateando, al sentir que le arrancaban un palmo de cuero en tajo brutal... En frente, una oveja vieja, de carretilla pelada, candidata al rodeo de consumo, tosía soportando impasible la tortura á que le habían habituado su seis años de experiencia: «¡agacharse es un alivio, cuando es más fuerte el contrario!»
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Publicado el 24 de agosto de 2022 por Edu Robsy.
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