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Ya cerca de la joven, tendió torpemente el brazo, y mirándola con ternura,
—Toma—le dijo; y le entregó el ramo.
Ella lo cogió sonriendo, y oliéndolo con fruición,
—¡Qué ricas!—exclamó—; gracias.
Y después, mirando el sombrero,
—¿Qué trais ahí?—preguntó; y sin darle tiempo para contestar, metió, la mano traviesa.
—¡Pitangas!—dijo alborozada; y tomó un puñado, que llevó á la boca.
Mascando las frutas menudas, y riendo,
—¡Qué lindas son!—decía—; ¿dónde las ajuntastes?...
El mocetón, con el labio péndulo y la mirada embobada de los enamorados tímidos, la contemplaba embelesado, sin atinar á pronunciar palabra. Tenía la cabeza inclinada sobre el lado derecho, y las hebras del negro cabello lacio, mojado en el baño reciente, caían formando banda sobre el ojo derecho, que casi se ocultaba.
—¿No me das esa flor?—dijo de pronto, refiriéndose á la de ceibo que la niña había dejado en el suelo; é hizo ademán de cogerla.
18 págs. / 32 minutos.
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Publicado el 3 de agosto de 2023 por Edu Robsy.
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