La Boba

Javier de Viana


Cuento


A Constancio C. Vigil.


De la estancia del "Vichadero" a la estancia del "Arroyito", había apenas dos leguas de buen camino salvo una zanja barrancosa, la empinada ladera de un cerro, un campo con tucu-tucus, un bañado de morondanga y el paso feo del Sarandí. Como era en invierno y había llovido con ganas, las barrancas del arroyuelo estaban resbaladizas, suelto el pedregullo de la ladera; hinchado el estero y engordados con barro los camalotes y los sarandises del paso feo del Sarandí; pero como doña Ana Manuela sabía que esos obstáculos no eran tales para sus cuatro tubianos "carretoneros", mandó atalajarlos y preparar el breack para después de medio día, dispuesta a realizar un propósito postergado durante un mes por causa de las inclemencias del tiempo, que había hecho derroches de agua...

Y poco después del medio día rodaba el breack que arrastraban velozmente por el camino encharcado, los cuatro tubianos famosos de doña Ana Manuela.

Desde hacía cerca de un siglo, la estancia del "Vichadero" pertenecía a los Castro y la estancia del "Arroyito" a los Menchaca; y desde esa época, siempre los Menchaca eran padrinos de los hijos de los Castro y los Castro padrinos de los hijos de los Menchaca: uníalos una de esas amistades de una pieza,—igual que la bota de potro,—de las que sólo son capaces las almas brutas, primitivas, opacas, de los gauchos.

Eran dos familias donde nunca hubo tuyo y mío y que, negociando continuamente, jamás habían firmado un papel, garantía de convenio, de deuda o de préstamo: eran seres inferiores, rudimentarios, imperfectos: eran gauchos. Si alguien hubiese tenido la curiosidad de llevar un registro de los servicios que mutuamente se habían prestado, formaría volúmenes, pero entre esas gentes hacer un servicio no tiene mayor mérito ni merece recordación...

Y precisamente a eso, a pedirle un servicio grande a su comadre doña Casilda; había salido aquella tarde, desafiando barquinazos, la buena y voluminosa doña Ana Manuela.

—¡Comadre! ¡tanto bueno!...

Recios abrazos,—de esos que no temen machucar las carnes, —besos sonoros de aquellos que no tienen recelo de deteriorar afeites.

—Venga p'acá, comadre... ¡póngase a gusto!... ¿Y el cachafás de Ventura!..

Doña Casilda comprendió en seguida que algo grave motivaba la visita de Ana Manuela, y se apresuró a ordenar a Lina, que fuese a preparar el mate con azúcar quemada y cascara de naranja. Luego arrellanadas las dos en amplias butacas,—confección criolla, asientos de peludo cuero de ternera,— la dueña de la casa interrogó:

—¿Qué hay, comadre?... ¿Alguna nueva diablura de Ventura?...

—¡Así es!—gimió la gruesa señora..—¡Este muchacho es incorregible!... Todas las mujeres le gustan, no respeta ninguna, y los disgustos llueven sobre mí, comadre!...

—¡La juventud, comadre!...

—¡Sí, sí!... ¡pero es que cualquier día me lo van a matar!... ¡Y es mi único hijo, comadre!... Recién acaba de tener una historia con el gringo Genaro, por cuestión de la hija, y menos mal que se arregló con doscientos pesos... Pero otras gauchadas se resuelven a balazos!... ¡Ya ha andado varias veces a balazos y a tajos por faldas!...

—¿¡Qué se v'hacer, comadre?... Cada uno tiene sus pulgas!... A mi ahijado le gustan todas y su ahijado Pancho, mi pobre Pancho no le gusta más que la Lina... que lo rechaza siempre, como si ella se mereciera algo mejor, la infeliz!...

—Pues...—tartamudeó la visita,—yo he pensado,comadre que tal vez podamos curar nuestros dos hijos con la misma medicina.

—No entiendo.

—Escuche: Lina es linda.

—Sí, pero es zonza: todos la llaman la Boba.

—Mejor: los bobos son buenos.Vengo a proponerle que me lá preste por un mes. De ese modo, quizá Pancho logré olvidarla y quizá Ventura...

—¿Logre sosegarse?... El plan me gusta:

En ese momento entró Lina con el mate que doña Ana Manuela sorbió demostrando satisfacción:

—¡Delicioso, hijita!... ¡No hay nadie que tenga mejor mano que vos para cebar un dulce!

—Rigular, señora,—respondió la muchacha con voz idiota y bajando la vista.

La dueña del "Vichadero"—que llevaba estudiado su plan diplomático, insinuó:

—Yo creo que tomando un mes seguido mates de esta laya se me iban los malditos dolores de caderas que no me dejan casi caminar... Pero en casa no hay quien lo cebe bien... La negra Fermina...

—Es buena...

—Pero no sabe ni cuando es nunca... Decime Lina, ¿no te animas a venir a pasar una temporadita en casa?...

La chica se extremeció, enrojeció y dijo mirando a doña Casilda:

—Si madrina quiere...

—¡Como no, muchacha, como no!...


* * *


Esa misma tarde los tordillos troteaban en apresurado viaje de regreso, llevando dos pasajeros.

El egoísmo maternal de doña Ana Manuela hizo maravillas para retener al calavera de su hijo con el sebo de la buena, linda, inocente muchacha; pero Ventura, don Juan, gaucho orgulloso de su belleza varonil y de sus múltiples triunfos amorosos no hacía el más mínimo caso de aquella chinita, linda, sin duda, pero desabrida como macachín.

—Vea, mama,—dijo una vez riendo;—yo soy como nuestro "sogueado" que, nadie agarra contra el cerco!...

—¡Es tan buena Lina!—insistió ella; y él, riendo más sonoramente, replicó:

—Sí, pero seca lo mismo que pechuga de perdiz y desabrida igual que carne de paleta!...

Y atuzándose los bigotes conquistadores, fuese a su cuarto a fin de prepararse para el baile que se daba esa noche en la pulpería del brasileño Medeiros; cuya hija, la sabrosa trigueña Irene, le tentaba como antítesis de su reciente aventura con María Emilia, la rubia maestrita francesa que lo había empalagado en un mes de cálidos amores.

Fué al baile con la alegría y la soberbia del varón joven, fuerte, bello y rico, displicente catador de mujeres. Desde el primer momento dedicó toda su atención a Irene y antes de media noche la tenía rendida, y antes de aclarar le robaba un beso, en la penumbra lunar del patio, bajo el ostentoso emparrado.

Los labios de la morocha le comunicaron un fuego que le era harto conocido; pero al mismo instante una mujer vestida de negro surgió detrás de un paraíso y acercándose en bote de fiera, rugió:

—¡Una más!... ¡Pero será la última!...

Ventura dio un terrible grito de dolor y sintió que le ardía el rostro con un fuego mucho más intenso que el de los labios femeninos...


* * *


Más de un mes permaneció en cama, sufriendo tormentos indecibles. Doña Ana Manuela y Lina no se separaban un instante del lecho y mientras la primera lloraba sin tregua, la segunda, aparentando alegría, derrochaba frases que éste no hubiera nunca supuesto salidas de boca de la "Boba".

Vino la convalecencia y el día en que Ventura pudo levantarse, su primer deseo fué un espejo. Lina resistió, pero hubo de acceder al fin.

Durante varios minutos, Ventura estuvo contemplándose, haciendo esfuerzos por reconocerse en aquella máscara horrible tallada por el vitriolo vengador: un ojo había desaparecido y todo el rostro aparecía mortificado, deformado por costurones cárdenos, que le daban un aspecto mostruoso.

Ventura arrojó rabiosamente el espejo y exclamó con acento de suprema desesperación:

—¡Mi revólver!... ¡mi revólver!... ¿Por qué me han dejado vivir, infames?... ¿Para qué vivir así?...

Y agitándose como un azogado, sollozando, agregó:

—¿Quién va a quererme ahora?...

—Yo,—dijo simplemente Lina.

—¿Vd.?—interrogó asombrado Ventura?—¿Vos vas a querer a este escuerzo?...

—Yo te he querido siempre, siempre! y por quererte, por despreciar partidos tan buenos como Pancho, porque no respondí nunca a los galanteos de ningún hombre, me apodaron la boba!

—¡Pero vos no podes quererme en este estado, Lina!—dijo el mozo emocionado, y ella:

—Yo te quiero siempre, siempre, siempre!... Cuando eras lindo yo te quería más de lo que ninguna mujer te ha querido, y ahora que has perdido la hermosura yo te quiero y te quedré como ninguna mujer hubiera sido capaz de quererte cuando eras lindo!...

Ventura, permaneció un rato en silencio y luego, enlazándola en un estrecho abrazo exclamó:

—Mi pobre Lina!... ¡Mi pobre "Boba"!... Tu destino ha sido ser siempre boba, ser buena hasta el punto de hacer brotar el amor, el verdadero amor, en mi alma estéril!... ¡mi pobre Boba!...


Publicado el 29 de agosto de 2022 por Edu Robsy.
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