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Este texto forma parte del libro «Ranchos (Costumbres del Campo)».
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Ninguna ambición política, ni social, ni intelectual. Sentíase completamente feliz, porque en la limitación de sus aspiraciones, le era dable satisfacer todos sus caprichos.
Su alma, un tanto femenina, le hizo apasionarse por las plantas, los pájaros, los perros y los gatos.
Su parque de eucaliptus y su bosque de naranjos, se enriquecían todos los años con centenares de ejemplares. Sus jardines eran inmensos. En verano, las rosas y los claveles ardían en ramas rojas por todas partes, quemando con su aliento amoroso a las pálidas camelias, a los tímidos lirios y a los congestionados tulpanes; mientras en amplias pajareras, con sus finos muros de alambre tapizados con madreselvas, jazmines y gladiolas, vibraban en sones doscordantes, cual de una orquesta de locos, los cantos del sabiá y la calandria, el cardenal y mirlo, el chingolo y el jilguero, el suave canario y la melancólica viudita.
Muy rara vez, y sólo por compromiso, y siempre a disgusto, abandonaba su casa, que era cueva y nido a la vez, digna de él, que gustaba clasificarse como ave troglodita.
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Publicado el 5 de noviembre de 2020 por Edu Robsy.
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